Egipto Sudán: Un buen lugar al que no llegar

Línea Internacional

Guadi Calvo

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La intensidad de la guerra civil sudanesa ha obligado a cerca de catorce millones de personas a dejarlo todo y desplazarse hacia áreas donde los combates todavía no han llegado, o al menos esa intensidad es un poco más atenuada.

De estos catorce millones, apenas dos o tres millones han tenido la “dicha” de cruzar las fronteras internacionales, donde casi seguro sus padecimientos como el hambre o la falta de atención médica los seguirán acompañando, y donde con certeza sigan careciendo de prácticamente todo. Aunque su único y primordial beneficio es tener la seguridad de que no serán aplastados por un bombardeo, de no quedar en medio de una batalla o convertirse en una pieza más de la limpieza étnica que las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) están perpetrando en Darfur.

Prueba de esto último es el ataque con drones por parte de las FAR contra la mezquita de un campamento para desplazados de Abu Shouk, cercano a la ciudad de El-Fasher, capital del estado de Darfur del Norte, este viernes diecinueve, donde murieron cerca de ochenta darfuries.

La mayoría de los desplazados internos que se convirtieron en refugiados al llegar a algún país vecino, lo han hecho, justamente desde Darfur, por donde han ingresado al Chad. La magnitud de ese desplazamiento, cerca de dos millones y medio, ha encendido tensiones cada vez más manifiestas entre N’Djamena y Jartum, la capital sudanesa, recientemente recuperada por las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) (Ver: Chad-Sudán, los fantasmas de siempre).

La frontera norte con Egipto, hasta la que llegaron cerca de un millón y medio de sudaneses, donde a pesar de las buenas relaciones entre el ras egipcio el ex general Abdel Fattah al-Sisi, con su amigo personal, colega y tocayo, el jefe de las Fuerzas Armadas Sudán, el general Abdel Fattah al-Burhan, oficialmente también presidente de su país, El Cairo, no ha sido benevolente con la llegada de sus vecinos del sur, más allá de los conocidos prejuicios que tiene todas las poblaciones ante el arribo en masa de extranjeros más en este país que se encuentra en una situación extremadamente grave económicamente habiéndose convertido en el tercer país del mundo más endeudado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) después de Argentina y Ucrania. Además de una latente y cada vez más próxima crisis diplomático-militar con Etiopía, por la puesta en marcha ya completa de la Gran Represa del Renacimiento Etíope, lo que podría afectar el flujo de aguas en el Nilo. Situación que se podría agravar todavía mucho más de verse obligado a abrir el paso de Rafah, hacia donde Netanyahu está arriando con bombas a los cientos de miles de gazatíes que todavía no ha podido asesinar.

Ya la comunidad internacional, dispuesta a no interrumpir el divertimiento del Führer.

Sionista, quizás obligue a Egipto a que permita instalar a los sobrevivientes, entre un millón ochocientos mil y dos millones, de eso dispondrá Tel Aviv, en el norte del Sinaí. Sin olvidar que, justamente en la península, más allá de la escasa información, el ejército egipcio continúa desarrollando la Operación Integral Sinaí 2018, con la que al-Sissi intenta exterminar la insurgencia salafista.

Desde el comienzo del conflicto en abril del 2023, la llegada de sudaneses a Egipto fue constante a pesar de los dispositivos montados por las fuerzas de seguridad y la guardia fronteriza que intentaron evitarlo. Por lo que las razzias y deportaciones ilegales fueron casi constantes, lo que obligó a muchos a continuar hacia Libia, a donde ya han llegado unos cientos cincuenta mil.

A los sudaneses se les ha negado la posibilidad de emplearse, prohibiéndoles acceder a espacios públicos, alquilar viviendas e, incluso, en un manifiesto brote xenófobo, se han producido violentos ataques contra estos refugiados. Aunque nunca Egipto se ha destacado por su cordialidad hacia los extranjeros, sino que lo cuenten los palestinos.

Desde hace unos meses, el gobierno de al-Sissi ha comenzado a darle un contexto de formalidad a dichas expulsiones. (Ver: Sudaneses en Egipto, sin lugar para existir).

En consecuencia, de ello, contingentes de ciudadanos sudaneses se han comenzado a observar en la principal estación de trenes de la capital egipcia, listos para regresar a su país, en vista del relativo control de las FAS sobre Jartum desde marzo último.

Desde El Cairo, en un tren semanal que cuenta con todas las comodidades, incluido aire acondicionado y comidas, fletado gratuitamente por el gobierno egipcio, los viajeros son trasladados hasta la ciudad de Asuán, a unos ochocientos kilómetros al sur de la capital, después de un viaje que se puede demorar hasta veinte horas.

En Asuán, ya a trescientos kilómetros de la frontera con Sudán, volverán a ser embarcados, esta vez en autobuses, en algunos casos en ferris, que los trasladarán hasta Jartum, en un viaje que, para cubrir mil trescientos kilómetros, se invierten hasta treinta y seis horas. Para muchos, el viaje se extenderá todavía más, porque intentarán llegar a los Estados del sur como Sennar y el-Gezira.

Egipto, en lo que va del año, ya ha conseguido que vuelva a su país unos doscientos mil sudaneses, cinco veces más que en el año pasado.

De todas maneras, a pesar de la relativa calma que se vive en la capital, los combates entre las RSF y el ejército continúan no muy alejados de Jartum. Incluso la reciente incorporación de drones por parte de las FAR, aportados por los Emiratos Árabes Unidos (EAU), les ha permitido a los paramilitares volver a atacar el centro de la capital, de manera esporádica, pero en su oportunidad contundente.

Un viaje a la nada

Egipto, a sabiendas de que sería un lugar para los desplazados sudaneses, modificó el acuerdo de fronteras con Sudán, apenas comenzada la guerra. Para el diez de junio de 2023, se estableció que los ciudadanos sudaneses que pretendieran ingresar al país debían obtener una visa antes de entrar. Incrementando la espera entre dos y tres meses. Lo que rápidamente dio lugar al surgimiento de un mercado negro, que abreviaba los trámites por entre mil quinientos y dos mil dólares estadounidenses.

Por otra parte, Egipto se ha convertido en el mayor beneficiario de los acuerdos con la Unión Europea (UE) con países ribereños del Mediterráneo, para frenar a los millones de desangelados que intentan llegar a los puertos del norte africano para llegar a Europa.

Los ocho mil setecientos millones de dólares que el país percibe por año, para actuar como gendarme, lo obligan a establecer una vigilancia feroz no solo contra los extranjeros que ingresen a su país, sino también contra sus propios ciudadanos, que se han constituido en uno de los grupos nacionales más numerosos de migrantes irregulares que llegan a Europa.

Por lo que, para hacer buena letra al-Sissi, ha tomado a los sudaneses como prueba testigo de su irrevocable vocación de sirviente de Occidente, justamente él, que engañó a su pueblo para llegar al poder prometiendo seguir el ideario del presidente Nasser.

A pesar de esto, no ha podido contener el contingente de sudaneses que consiguieron escapar de Egipto rumbo a Libia, que a fines de la semana anterior o desaparecieron unas ochenta personas, la mayoría ciudadanos sudaneses. Después de que los dos barcos que se dirigían a Grecia naufragaron frente a la ciudad Tobruk, la ciudad libia que se ubica a poco más de cien kilómetros de la frontera con Egipto.

El primer accidente se produjo el sábado trece y al día siguiente se produjo un segundo naufragio cuando un bote de goma que transportaba setenta y cinco refugiados sudaneses se incendió. Estimando el número de muertos y desaparecidos en cincuenta, mientras fueron socorridas otras veinticinco. Que se suman a las cerca de seiscientas que se han producido desde primero de año. Mientras que fueron interceptadas, solo en Libia, en el mismo periodo, casi dieciocho mil, incluidas mujeres y niños, que en bus, tren o embarcaciones indefectiblemente se dirigen a la nada.

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