Bernal Jiménez Monge
Cuando yo era un joven, aún en la escuela primaria, o en el Liceo, era mucho más frecuenta que hoy día, el uso de la “medicina casera”… “Que le haga un sobado de estómago”… “Que le apliquen un sinapismo en el pecho” … “Que tome un poco de borraja caliente”…Eran recomendaciones frecuentes que hacía una tía o una bondadosa vecina.
Pero más que eso, había uno que otro curandero que recetaba a quienes con fe ciega creía en sus “pócimas”.
Había un curandero, quizás el más connotado, don Roque Rodriguez (espero acertar su apellido, porque solo “don Roque” se le denominaba)
Era un hombre muy alto, de facciones fuertes, con una tupida barba negra, como si estuviese esculpida en asbesto. Vestido siempre de traje negro completo y con un infaltable corbatín negro, de luto permanente. Sus extremidades eran inmensas, de manera que su presencia era absolutamente distinguible de los normales ciudadanos.
Su infaltable compañero era un maletín de cuero, más voluminoso que el que usaban los médicos de entonces.
Confieso que en mi temprana niñez, su figura de Rasputín, me atemorizaba, cuando lo encontraba en las calles de aquel San José peatonal de ¡escasos 150.000 habitantes!
Pero ese curandero, era buscado y seguido por mucha gente, cuyas yerbas y “recetas” eran enguyidas con profunda fe y creencia.
No asistían como otras familias a los pocos médicos, estudioso y sacrificados, como el Dr. Vega Rodríguez, Dr. Ovares, Dr. Berrocal, Dr. Pinto y un pequeño grupo más.
Traigo a colación esa situación de la medicina en aquellos años 40 y 50, porque es similar a la de hoy día de pandemia, en materia económica y social.
Igual que la tía y la bondadosa vecina de antaño, hoy salen las recomendaciones caseras de políticas públicas, que ningún daño hacen.
Pero similar a aquel pretérito, aparecen los “curanderos” en el ámbito económico y social.
No presentan una figura como don Roque, —como salida de una página de Tolstoi—, sino que con saco y corbata —cercanos normalmente a los bancos privados, copian y presentan las estadísticas fiscales del Gobierno en unas cuantas gráficas para impresionar. No hacen análisis económico, por carecer del conocimiento de la historia de las doctrinas económicas, y de la teoría económica moderna, pero después de las gráficas, saltan a las recomendaciones: unas pocas yerbas que lleva en su maletín, pero no para un paciente, sino para toda una sociedad.
Lo serio es que estás “medicinas” ( pócimas o yerbas), llevan en muchos casos, un interés de grupo económico, no pasa de ser tres o cuatro, que se reiteran constantemente por los intersticios periodísticos y digitales, entre los que con habilidad se cuelan cotidianamente esos “curanderos”.
Adivine estimado lect@r, compañero, cuáles son esas tres recomendaciones de política fiscal y económica … ¿A quién solo benefician? Juzgue usted.
– Econonmista, expresidente del BCCR