Defender al TSE es defender la democracia

Editorial

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En los últimos meses, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) y, en particular, su presidenta, la magistrada Eugenia Zamora Chavarría, han sido blanco de ataques que van mucho más allá de la crítica legítima. Se trata de una campaña que busca minar la confianza pública en una de las instituciones más respetadas y emblemáticas de la democracia costarricense.

Costa Rica no sería lo que es sin su Tribunal Supremo de Elecciones. Desde su creación en 1949, tras la guerra civil que dio origen a la Segunda República, el TSE ha sido garante de procesos electorales libres, transparentes y pacíficos. Ha resistido presiones políticas, ha arbitrado disputas electorales con independencia y ha mantenido la fe ciudadana en que el voto de cada persona vale lo mismo. No hay mayor conquista democrática que esa.

Por eso, cuando se ataca al TSE o se pretende debilitar la autoridad moral y técnica de su presidenta, se está atacando el corazón del sistema republicano. Cuestionar sin pruebas la imparcialidad de la magistrada Zamora, lanzar sospechas infundadas o alimentar discursos de odio contra el Tribunal no es valentía política: es irresponsabilidad institucional.

La magistrada Zamora representa una generación de juristas que han dedicado su vida al servicio público. Su trayectoria, su conocimiento en derecho electoral y su liderazgo han sido reconocidos nacional e internacionalmente. Su papel no es el de agradar a los poderosos, sino el de custodiar el principio fundamental de nuestra democracia: que la soberanía reside en el pueblo y se expresa en las urnas.

La ciudadanía costarricense debe tener claridad: sin un árbitro electoral independiente, la democracia se convierte en una farsa. La historia latinoamericana está llena de ejemplos de lo que ocurre cuando los poderes políticos logran doblegar a las autoridades electorales. Costa Rica, con sus más de siete décadas de estabilidad democrática, no puede permitirse ese retroceso.

Defender al TSE no es un acto partidista; es un acto patriótico. Hoy más que nunca, los costarricenses debemos cerrar filas en torno a las instituciones que han garantizado nuestra libertad y nuestra paz. Las diferencias políticas son naturales en una democracia; la deslegitimación sistemática de las instituciones, no.

Eugenia Zamora y el Tribunal Supremo de Elecciones no necesitan defensores personales. Lo que necesita el país es comprender que su fortaleza institucional depende del respeto y la confianza que los ciudadanos depositen en ellas. Si el TSE cae ante la sospecha y el agravio, con él caerá el último dique que nos separa del caos político que ha devorado a otras naciones.

La defensa del Tribunal Supremo de Elecciones es, en última instancia, la defensa de Costa Rica.

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