¿Cuál es la esencia del reclamo marítimo de Bolivia?

Jorge Edgar Zambrana Jiménez

Chile: ¿nada que negociar con Bolivia?

Para Chile el Mar de Bolivia es un tema de capricho y orgullo indoblegable por recuperar lo usurpado, mientras que para Bolivia es un problema de sobrevivencia económica”.

He aquí los hechos históricos que consagran incuestionablemente los derechos de Bolivia:

Para llevar la demanda marítima ante tribunales internacionales, Bolivia debe apoyarse en la invalidez del Tratado de 1904, dado que fué firmado bajo presión militar y como culminación de una guerra de rapiña instigada por el imperialismo británico de la época.

Considerando que Antofagasta, Mejillones, Cobija y Tocopilla son puertos marítimos indispensables para el progreso de Bolivia, nuestro reclamo no hace más que proclamar el derecho inalienable a la vida. Los pueblos no pueden contemplar impasibles la asfixia de uno de sus hermanos en un enclaustramiento desesperante.

Chile tiene la obligación moral, política y ética de devolver a Bolivia su acceso propio y soberano al mar, terminando con el indignante tutelaje que ha imperado hasta hoy.

Es demasiado el tiempo transcurrido desde que una invasión militar que efectuó Chile en el año 1879 cercenó los territorios costeros bolivianos, dejando al país charquino en una situación de absoluto menoscabo de cara al desarrollo y a la posibilidad de contar con los elementos que hubiesen podido hacer de su comercio un puntal firme para sostener su desarrollo, tal como lo son el desenvolvimiento portuario y naviero que le hubiera permitido acceder a ultramar. Bolivia, llevada a firmar un tratado leonino impuesto por Chile, potencia invasora, abusiva y victoriosa en la agresión del Pacífico, no tuvo más remedio que someterse al articulado de dicho documento, ya que carecía de todo elemento de coerción que le hubiese permitido negociar en condiciones más propicias.

Restituir a Bolivia un puerto útil que le permita el soberano acceso al mar, no será resultado de una graciosa dádiva, sino un hecho de justicia. Lo que es legal no es necesariamente legítimo. Y si bien, en la legalidad de la letra y la firma del tratado de 1904 que se le impuso a Bolivia, se dice que Chile accede al dominio del Departamento del Litoral, no es legítimo que esa letra sea en la práctica una condena al enclaustramiento perpetuo de un Estado que, como el boliviano, merece por derecho propio contar con su vital litoral que coadyuve a su proceso de crecimiento y desarrollo.

Bolivia vive desde hace 141 años enclaustrada en pleno corazón de Sudamérica.

El objetivo político de Chile ha sido siempre el de mantenernos en estado de impotencia, porque tienen miedo de que nos fortalezcamos, lo cual va a suceder de todos modos, y que les llamemos a rendir cuentas de todos sus actos de usurpación territorial.

Ningún boliviano va a aceptar un trueque de nuestro Departamento del Litoral por un callejón al norte de Arica, sin puerto propio ni soberano. Tal dádiva merecería el repudio internacional.

El país vecino trata de engatusarnos con vueltas y engaños cada vez que se busca reparar la injusticia. Con falsas promesas, cuentos y fábulas, ofrecen corredores y enclaves inservibles y sin soberanía marítima.

Con el Tratado de 1904 Chile ha usurpado los territorios arrebatados, a sabiendas, por el derecho internacional, de que ningún Estado puede imponer a otro la renuncia a perpetuidad de su territorio e independencia.

A Bolivia le corresponde recurrir ante los Tribunales Internacionales en demanda de amparo de derecho contra el despojo en que vive, para eliminar el dominio chileno sobre el litoral invadido, ocupado y usurpado de facto.

Chile, culpable de nuestra clausura geográfica, tiene la llave del grillete de la prisión que detiene nuestro progreso. Basta de diálogos sin resultados, eufemismos y de frases almibaradas de la cortesía protocolar. Que América y el mundo sepan que Bolivia ya no está dispuesta a seguir soportando en silencio esta situación humillante. No podemos continuar siendo, como Nación, un ave sin alas. El problema pendiente del enclaustramiento de Bolivia seguirá comprometiendo la paz en Sudamérica, mientras no sea resuelto en función de los antecedentes históricos.

Ante el poderío militar impuesto por Chile para impedirle a Bolivia recuperar su acceso soberano y propio a un puerto al mar, podemos recordar el célebre refrán de Confucio: “Se puede quitar a un General su ejército, pero nó a un hombre su voluntad… Tarde o temprano ésta se impondrá”.

Don Cástulo Martínez, ilustre historiador chileno, dice: “Aprovechándose de la corrupción y el entreguismo de la oligarquía boliviana y con el apoyo de potencias colonialistas, la oligarquía chilena aceptó utilizar a su pueblo como carne de cañón para protagonizar una típica guerra de rapiña colonial, en la que arrebató a Bolivia riquezas que transfirió a las potencias que le habían pertrechado, y territorios que utilizó y aún utiliza como barreras para segregar a Bolivia del mundo. En el Tratado de 1904 Chile ofrecía la construcción de un ferrocarril de Arica a La Paz, que después de un tiempo debería pasar a ser propiedad boliviana. Incluso en este punto, que convenía a sus intereses comerciales, incumplió el Tratado, pues no construyó un ferrocarril como se entiende en la acepción tecnológica ese medio de locomoción, que tiene, para ser tal, parámetros de diseño y trazado que determinan las características de tracción por adherencia y para arrastrar grandes tonelajes. Burlándose de la credulidad e ignorancia del pueblo boliviano, y de la corrupción e incapacidad de su oligarquía, cambió el ferrocarril por una vía de cremalleras que reduce a un mínimo la capacidad de tracción de las locomotoras y hace de ese mamotreto uno de los medios de transporte más onerosos y difíciles del mundo, en su trazado, diseño y operación.”

El ilustre y patriota historiador boliviano, Dr. Juán Albarracin Millán, indica: El error de Bolivia es sentirse desamparada por la comunidad de naciones y la ley internacional, y soñar con llegar a un acuerdo a nivel político con Chile, de Estado a Estado, sabiendo que este país agresor nos está sumiendo con su dominio implacable bajo el despotismo de un régimen colonial, cuando el problema del “tratado” es una cuestión esencialmente jurídica y de dominación. Chile ha invadido el territorio nacional con su ejército y se ha apoderado del mar por la fuerza. El “Tratado chileno de dominio” es la imagen exacta de los fines perseguidos por la invasión y la guerra, la imposición de su dominio político y la implantación de feroces castigos como el enclaustramiento, que reduce nuestro status a una situación de paria internacional.

El Ing. Jorge E. Zambrana dice: La fuerza militar no da derechos. Chile se ampara en su poder bélico y económico, alcanzados con la riqueza usurpada a Bolivia, para manejar la cantaleta de que Bolivia solo tiene “aspiración” y no derecho al mar. Chile ha obtenido nuestra riqueza mediante el despojo y la ley filibustera de que la victoria en una agresión da derechos, y los bolivianos seguimos embaucados con la fraseología de la confianza mutua y esperando la limosna de la “cualidad marítima” que el soberbio agresor tenga a bien concedernos en una negociación por un corredor sin puerto al norte de Arica.

Conceptos del ilustre historiador Dr. Rodolfo Becerra de la Roca:

El pueblo boliviano necesita respirar el aire vivificador de la brisa marina, y recibir directamente las corrientes civilizadoras del mundo, a través de un puerto soberano. No es la improvisación ni la ilusión de conseguir mar a como dé lugar lo que nos haga apurar cualquier solución por llegar a la orilla del océano Pacífico. Hay tanta falsía y embuste emergente de la invasión chilena y tanto territorio y mar bolivianos que Chile detenta sin título legítimo, que Bolivia no debe conformarse con un simple plato de lentejas como el inservible callejón que pretendía el abrazo de Charaña. Lo robado por Chile no puede convertirse en soberanía intangible”.

Revisemos la historia : Desde los tiempos de la Confederación PeruBoliviana, si no es de más antes, su penetración en las guaneras y salitreras, su codicia de apropiarse de ellas, sus pretensiones de comprarnos esos territorios; los engañosos tratados de 1866 y 1874; hasta que Daza les dió el pretexto que esperaban para la agresión cobarde, meditada, premeditada y sobre seguro, de 1879; sus incitaciones a la traición del aliado; el infame tratado de Tregua y el de 1895 firmado ante el peligro de la Argentina, pero desconocido tan pronto pasó éste peligro, para llegar a la violencia del tratado de la gran estafa de 1904, por el que nos obligaron a renunciar a nuestra libertad y a nuestro progreso, quedándose con toda la fabulosa riqueza que sigue sosteniendo su economía; su velada ayuda al enemigo durante la Guerra del Chaco y, en fin, la usurpación sistemática de recursos de agua del Quetena, mal llamado Silala por los chilenos, y del rio Lauca, y de otros minerales, amén de las internaciones abusivas a nuestro suelo, son demostraciones de que han deseado permanentemente nuestro mal. Estos son fundamentos más que suficientes para actuar con mucha cautela con un vecino tan peligroso”.

– Analista de Historia

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