Enrique Tovar
El CORONAVIRUS APOCALÍPTICO ha puesto de bruces al ser humano que se creía invencible, con todos los recursos médicos a su alcance, que podía desafiar el orden natural con armas nucleares o golpear iracundo e irresponsablemente el planeta, contaminándole su atmósfera y océanos, sus ciudades, devastando bosques y ensuciando cielos y paisajes terrestres. El ser humano, convertido en asesino de los recursos naturales, está hoy desesperado, temeroso, incierto ante una criatura que ni siquiera ve a simple vista, que lo mengua, lo reduce y lo humilla en su soberana soberbia. No hay ejército sobre la faz de la Tierra, por más armado que esté, que pueda salir al campo, a las calles, a las praderas y mares a combatir ferozmente contra este homicida que -solapado, silencioso y artero-, se introduce en los cuerpos de las personas y las debilita y hasta es capaz de llevárselas a la tumba.
El coronavirus no es el gigante mitológico ni el extraterrestre de las fantasiosas películas de Hollywood, que viene a conquistar a los terrícolas…No, es apenas una criaturita microscópica que le quita gloria y orgullo al ser humano, al que tiene, en estos momentos, tendido sobre la lona, arrinconado o postrado en las camas de los hospitales. El coronavirus ha llegado para gritarle al ser humano: ¡Es hora del cambio!, modificad esta clase de desarrollo económico o de prosperidad material, abandonad la deshumanización que sustrae las sanas fuerzas del espíritu y renunciad a las perniciosas apetencias terrenales.
…El coronavirus apocalíptico es, simultáneamente, un apagón temporal y una advertencia…
– Periodista