¿Cómo se transformó Florida en la capital MAGA de Estados Unidos?

Históricamente periférica en la política estadounidense, Florida ha tomado un lugar destacado como motor de la derecha radical bajo la hegemonía de Donald Trump. Observada en el pasado con cierta indiferencia y plasmada por diversos escritores con tonalidades exóticas, la región cuenta con una suerte de Casa Blanca paralela: el club y residencia Mar-a-Lago, desde donde el mandatario republicano proyecta sus veleidades ideológicas refundacionales.

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Ayelén Oliva

Fuck your feelings. En Le Jeune Road, una de las avenidas que atraviesa de norte a sur el condado de Miami-Dade, una camioneta Ford f-150 blanca levanta una bandera negra con el nombre del presidente de Estados Unidos. Debajo de la palabra «Trump», se lee el lema que puede traducirse como «A la mierda con tus sentimientos». La consigna condensa el rechazo a la sensiblería liberal de la época. La bandera se pasea por Coral Gables, una pequeña ciudad del condado a la que el periodista que mejor retrató Florida, T.D. Allman, llamó la «Beverly Hills de Miami», por ser uno de los principales destinos residenciales de los millonarios liberales que hasta las elecciones de 2020 votaban por los demócratas1.

Al igual que en una escena de Curb Your Enthusiasm2 en la que el comediante Larry David recorre la auténtica e históricamente liberal Beverly Hills de Los Ángeles3 con una gorra con la leyenda maga (Make America Great Again), que usa como «repelente social» cuando quiere estar solo, en Florida la batalla de los símbolos también funciona. En Miami, los mensajes de respaldo a Trump se ven en las gorras rojas, en las camisetas de los latinos que se amontonan en la ventanita del café Versailles, en los pequeños carteles ubicados en los frentes de las casas. Una especie de provocación, presumida, silenciosa y desde el espacio privado, en la que los seguidores de Trump parecen inundarlo todo.

Miami no ha sido siempre así. Desde 1992 hasta la elección de Joe Biden, el condado de Miami-Dade había votado mayoritariamente por el Partido Demócrata, con un respaldo épico de 63% para Hillary Clinton en 2016. Esa tradición se quebró en las últimas elecciones, cuando Trump se impuso con 55% de los votos y sepultó así un comportamiento electoral local que llevaba más de 30 años de historia. La ola roja del Partido Republicano sacudió la política de Miami-Dade en 2024, cuando el partido se impuso en casi todas las ciudades, así como en 61 de los 67 condados del estado de Florida. El hecho de que Trump haya logrado ganar en Miami-Dade, donde gobierna la alcaldesa demócrata Daniella Levine Cava, confirma la expansión del trumpismo en un lugar caracterizado por discretas dinámicas electorales que, desde América Latina, pueden pasar desapercibidas.

El Partido Demócrata ha sido una opción electoral competitiva durante todos estos años. Si bien los votantes cubano-estadounidenses en Miami son los que concentran mayor poder entre los hispanos y suelen ser los más ruidosos a favor de las políticas más conservadoras, no representan ni la mitad del electorado. Y, aunque se han volcado mayoritariamente hacia los republicanos, ha habido excepciones, como las elecciones en las que se presentó Barack Obama como candidato a la Presidencia. En 2016, el Partido Demócrata presumió del respaldo de 48% de los votantes cubanos en Florida. Por otra parte, el apoyo de los cubanos a Trump ha ido creciendo con los años. Hace casi una década, solo 35% de los cubanos-estadounidenses aprobaban a Trump; en 2020 el respaldo llegó a 59% y en 2024 a 78% en Miami-Dade, según la encuesta fiu Cuba de 2024. «Parece que el tren de Trump todavía está recogiendo pasajeros en la Calle Ocho», escribió Guillermo Grenier, investigador principal de la encuesta, aludiendo a la calle de la llamada «Little Havana» en Miami, en un artículo publicado por la universidad donde aclara que la comunidad cubano-estadounidense no solo es leal al Partido Republicano, sino sobre todo a su «versión Trump»4.

Algo parecido, aunque de manera más gradual, ocurrió en el resto del estado. El trumpismo llegó a Florida como si estuviera tanteando con el pie la temperatura del agua, para zambullirse por completo cuatro años después. La ruptura que empezó en las elecciones de 2020, cuando Trump venció por solo tres puntos en el estado, rompiendo una racha de 24 años de victorias demócratas, se terminó de consolidar en 2024 con el triunfo por más de 13 puntos sobre Kamala Harris. Quedaron lejos los resultados de 2000, cuando George W. Bush ganó las presidenciales en ese estado por escasos 537 votos. Florida ya no es un campo de batalla, sino que le muestra al resto del país con orgullo su nueva y ruidosa identidad política.

Este cambio responde a una serie de elementos. Entre ellos, al hecho de que los demócratas dejaron de ser mayoría entre los votantes registrados del estado luego de que muchos republicanos llegaran a Florida en 2021, seducidos por los bajos impuestos, las políticas de apertura durante la pandemia del gobernador republicano Ron DeSantis y la amabilidad –un tanto discutible– de su clima. Ahora, los republicanos superan en más de un millón a los votantes demócratas registrados5.

De todos modos, no es nuevo que Florida tenga un gobernador republicano. En las últimas tres décadas, los votantes del estado buscaron compensar su voto liberal en las presidenciales con un respaldo conservador en las elecciones a gobernador. Desde Jeb Bush en 1999 hasta DeSantis, pasando por Rick Scott y Charlie Crist, Florida ha estado gobernada por el Partido Republicano. Pero fue DeSantis quien le imprimió el sello maga. El actual gobernador de Florida llegó para romper con el conservadurismo clásico del Grand Old Party (gop) en el estado. Trump no solo respaldó su primera candidatura a gobernador, sino que le recomendó a su estratega de campaña en el estado y actual jefa de gabinete, Susie Wiles, para las elecciones locales de 2018. Pero en 2020 DeSantis rompió relaciones con Wiles sin siquiera imaginar el lugar que ella ocuparía cinco años después6.

Al aumento de votantes republicanos en el estado y al rol de DeSantis dentro del partido se suma la desidia de los liberales para encontrar un discurso inteligente que les hable a los latinos con derecho a voto, a quienes en buena medida les interesa menos la revocación del Estatus de Protección Temporal para los venezolanos que su economía. En Florida, 40% de los votantes decía antes de las elecciones que la economía era el tema más importante que enfrenta eeuu, mientras que solo 23% mencionaba la inmigración7. Por eso, mientras los republicanos avanzan con una agenda cargada de iniciativas, los demócratas no parecen tener ni querer tener una estrategia. «Los demócratas ya no hacen campaña en Florida, es un estado perdido», me dijo Thomas Kennedy, miembro de la Coalición de Inmigrantes de Florida, quien supo ser representante del Comité Nacional Demócrata, semanas antes de la elección.

Florida ha pasado a ocupar el centro del universo trumpista. Nunca antes eeuu había tenido un presidente con residencia en Florida, ni un secretario de Estado llegado de Miami, ni una jefa de Gabinete reconocida por haber diseñado con éxito las campañas de Trump en este estado. Desde enero pasado, una decena de funcionarios latinos vinculados a Florida ocupan puestos claves en el gobierno, como la actual fiscal general, Pam Bondi, nacida en Tampa e impulsora de la prohibición del matrimonio igualitario, o el número dos del Departamento de Justicia, Todd Blanche, que desde hace unos años tiene una casa en Palm Beach.

«Florida tiene en este gobierno un lugar inusitado. No solamente es Marco Rubio, si vemos los nombramientos de los embajadores ante Argentina, Colombia, México y Panamá son todos provenientes de este estado. Entonces, Florida pasa a tener en esta administración un lugar decisivo en cuanto a su lente, a su modo, a su articulación», afirma el profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (utdt) Juan Gabriel Tokatlian al día siguiente de la asunción de Trump para su segundo mandato8. En ese sentido, funcionarios como Rubio, Wiles y Bondi le aportan espesura al rol de Florida en la política del país, mientras que la baja anticipada de Mauricio Claver-Carone del cargo de enviado especial para América Latina en el Departamento de Estado anestesia el entusiasmo.

De todos modos, habrá que ver cuántos de ellos lograrán superar la barrera del hype floridano, que por supuesto compite con desventaja con los grandes centros de poder de Nueva York, Washington y California. Entonces, ¿cómo pasó Trump de ser el arquetipo del hombre de Manhattan a impulsar un gobierno con sede en Florida? ¿Hasta qué punto el presidente le imprime desde Palm Beach un sello propio al sector más radical de los republicanos? ¿Podrá su impulso desplazar a este estado de los márgenes de la política hasta ubicarlo en el centro?

Poder entre las palmeras

La periferia conservadora sabe hacer de los márgenes su centro. Diez días después de que Trump fuera elegido presidente, el 5 de noviembre de 2024, el presidente argentino, Javier Milei, viajó hasta Palm Beach, al norte de Miami Beach, para demostrar su respaldo al nuevo mandatario. Milei no eligió ir al epicentro político de eeuu en Washington, dc, ni al centro del universo financiero en Nueva York, sino que apuntó al corazón tropical del universo maga. De los diez viajes que Milei hizo a eeuu desde que asumió, varios han sido a Miami. Antes del reencuentro frustrado en Mar-a-Lago, Milei había conseguido una foto con Trump en Washington en una de las reuniones de la Conferencia de Acción Política Conservadora (cpac, por sus siglas en inglés). En medio del apretón de manos, el libertario le dijo algo al oído al presidente de eeuu, en un intento de cruzar la barrera de sonido que levantaba «ymca», la canción de Village People. Finalmente, Trump le dio el sello de calidad que esperaba: «Milei es maga: Make Argentina Great Again».

En un tiempo en el que los liderazgos personales se ubican por encima de los roles institucionales, la mansión de Mar-a-Lago, ubicada entre el lago Worth y el océano Atlántico, tiene más peso político en el plano ideológico que Washington. «El estado de Florida se ha convertido en una especie de panteón de la ultraderecha latinoamericana. Es decir, todo lo que tiene que ver con movimientos, partidos, personas que giran en torno de posiciones ultraderechistas está siempre vinculado a Florida», decía en enero Tokatlian.

Para este analista, Florida se ha convertido en un ámbito propicio para la «transnacionalización de las ultraderechas». Los primeros tres días del segundo gobierno de Trump, al menos 16 multimillonarios, entre ellos Jeff Bezos, Tim Cook y Elon Musk, visitaron la residencia privada de Trump en Florida. También estuvieron el primer ministro húngaro Viktor Orbán, el parlamentario británico Nigel Farage, la primera ministra italiana Giorgia Meloni y el viceprimer ministro de Israel Benny Gantz. «Poder en las palmeras: la peregrinación a Mar-a-Lago desde adentro», tituló la bbc la nota en la que los periodistas Nada Tawfik y Regan Morris describieron el complejo como un lugar repleto de esculturas doradas de perros gigantes9.

Esa consolidación del universo Trump desde Florida responde, en parte, a la presencia del presidente en ese estado. Si bien Trump no nació en Miami sino en Nueva York, lugar donde su padre levantó la enorme riqueza que su hijo ostenta, en septiembre de 2019, cansado de los altos impuestos y todavía en su primer mandato, Trump decidió cambiar su residencia de la sofisticada Manhattan a la tumultuosa Florida. De esta manera, el epítome del neoyorquino terminó por pasar de los trajes azules a las camisetas blancas para adaptarse a la humedad de Palm Beach. No solo él, sino cada uno de los miembros de su familia presentó una «declaración de domicilio» en Mar-a-Lago Club como residencia permanente. Así fue su reproche en la red social x:

Mi familia y yo estableceremos Palm Beach, Florida, como nuestra residencia permanente. Aprecio Nueva York y a la gente de Nueva York, y siempre será así, pero desafortunadamente, a pesar de pagar millones de dólares en impuestos municipales, estatales y locales cada año, los líderes políticos de la ciudad y el estado me han tratado muy mal. Pocos han sido tratados peor. Odio haber tenido que tomar esta decisión, pero al final será lo mejor para todos.10

Pero su historia con Florida no empieza ahí. En diciembre de 1985, Trump compró la propiedad construida en la década de 1920 a un precio que consideró una gran oportunidad. Diez años después, en 1995, transformó su residencia privada en The Mar-a-Lago Club porque, según cuentan los periodistas de la época, no le alcanzaba el dinero para mantenerla. La convirtió así en un club de playa, donde la tarifa inicial para unirse es de 200.000 dólares. Ya como presidente, en 2017, comenzó a referirse a Mar-a-Lago como su propia «Casa Blanca de invierno». 40 años después de esa compra, Trump cuenta con tres resorts con clubes de golf en Florida: el Trump National Golf Club en Júpiter (la ciudad más al norte del condado de Palm Beach), el Trump National Doral Miami Golf Resort (donde se concentran las clases medias altas venezolana y colombiana, en el corazón de Miami-Dade) y Mar-a-Lago en West Palm Beach (un club privado al que se accede con membresía). En total, estas propiedades le generan más de 200 millones en ingresos anuales, según la presentación de un informe de divulgación financiera pública conocido a mediados de este año, aunque se estima que los ingresos reales son superiores a los declarados11.

Aunque es la primera vez que un presidente está registrado como residente en el sur de Florida, no es la primera vez que un presidente tiene una casa en esta zona. Harry Truman pasaba el invierno en una residencia en Key Biscayne, que llegó a ser conocida como «Little White House» (pequeña Casa Blanca). John F. Kennedy, por su parte, vivió gran parte de su vida en un antiguo caserón en Palm Beach. De hecho, durante la crisis de los misiles con la Unión Soviética, ordenó construir un búnker nuclear subterráneo conocido como el Hotel Detachment; edificado en secreto por la Marina estadounidense en diciembre de 1960 en Peanut Island, una isla artificial ubicada cerca de su residencia, Palm Beach todavía lo conserva. También Richard Nixon tuvo una casa en el sur de Florida, en Key Biscayne, a comienzos de la década de 1970. Pero ninguno de estos presidentes estableció en estas residencias su domicilio fiscal, ni las transformó en centro de sus reuniones políticas, como sí lo ha hecho Trump.

Para entender la dimensión que el presidente le confiere a este estado, hay que recordar que fue en Orlando –una de las pocas ciudades que los demócratas lograron conservar en las últimas elecciones– donde el republicano anunció su candidatura a la reelección, y en Mar-a-Lago donde el Buró Federal de Investigaciones (fbi, por sus siglas en inglés) encontró documentos clasificados sobre armas nucleares estadounidenses y satélites espías almacenados en un baño, lo que terminaría por costarle el cargo a Jeffrey Veltri, el agente especial a cargo de la oficina del fbi en Miami (fue obligado a renunciar una vez que asumió Trump). También fue en Florida, en un acto en el Trump International Golf Club de West Palm Beach, donde el entonces candidato para un nuevo periodo en la Casa Blanca fue víctima de un segundo intento de asesinato. De esta manera, Trump ha confirmado que decidió saltar al pantano de Florida después de haber intentado «drenar el pantano de Washington»12. Es por eso que este estado se convirtió en el lugar desde donde decide hablar y desde donde imprime su impronta e identidad política.

Laboratorio maga

«De Florida va a salir el próximo presidente de eeuu», me dice convencido el consultor venezolano Emmanuel Rincón en un Starbucks de Midtown, a dos cuadras de Biscayne Bay, la laguna que marca la transición de Miami Beach con el continente. Rincón, un abogado conservador radical, que llama a hacer frente a las «amenazas que enfrenta nuestra civilización»13, no habla de Trump –quien, a menos que cambie la Constitución y las inevitabilidades de la biología, no podrá volver a ser presidente–, sino del gobernador DeSantis, un republicano con juego propio que se ha convertido en modelo para el resto de los conservadores y ha contribuido a sembrar el terreno para la expansión de las ideas más extremas de la derecha en eeuu.

Ya antes del regreso de Trump a la Casa Blanca, Florida había logrado constituirse como laboratorio maga. Ese modelo de exportación ideológica, que terminó por cambiar la identidad del estado, lleva el nombre de Ron DeSantis. Reelecto en 2022 con casi 60% de los votos, el gobernador republicano compitió en la interna por la candidatura presidencial. Para eso, lanzó en su estado una batería de medidas ultraconservadoras, entre ellas la prohibición del aborto después de las seis semanas, el endurecimiento de las políticas migratorias, la prohibición de la educación sexual en las escuelas y la promoción de los vouchers escolares, una iniciativa impulsada por la organización Moms For Liberty [Mamás por la Libertad], que busca quitar recursos a las escuelas públicas y financiar directamente la demanda.

Fue con esa carta de presentación como DeSantis llegó a la campaña, que abandonó tras la derrota en Iowa frente a Trump, a quien finalmente respaldó. Ahora, con las elecciones a gobernador de 2026 a la vuelta de la esquina, a las que no podrá presentarse, DeSantis hace malabares para parecer «más maga que Trump», como definió el periodista Nicholas Dale Leal14. Para eso, replicó su propio Departamento de Eficiencia Gubernamental y respaldó una serie de nuevas leyes que buscan implementar la agenda migratoria de Trump en uno de los estados con más inmigrantes de eeuu. «Florida ha aprobado la legislación más fuerte para combatir la inmigración ilegal de cualquier estado en todo el país», declaró orgullosamente DeSantis, quien planea, además, eliminar el impuesto estatal a las propiedades, la mayor fuente de ingresos en un estado que no tiene impuestos sobre la renta.

Pese a todo lo que DeSantis le ha dado al movimiento maga durante los años de Biden, su liderazgo está en cuestión desde el congreso estadual en Tallahassee por las luchas internas entre un sector más cercano al presidente y otro afín al gobernador. En el plano más inmediato, DeSantis busca dominar su sucesión. Mientras el congresista Byron Donalds cuenta con el respaldo de Trump para ser el próximo candidato republicano a gobernador en 2027, DeSantis insiste en que su esposa, Casey DeSantis, una antigua presentadora de la televisión investigada por el desvío de fondos públicos a su fundación Hope Florida, ocupe ese puesto. Es el presidente de la Cámara de Representantes local, Daniel Pérez, un republicano de 37 años criado en Miami, quien lidera la competencia con el gobernador.

En ese sentido, la disputa por la gobernación abre otra disputa de mayores dimensiones: la sucesión de Trump. Mientras DeSantis busca ser el reemplazo natural del presidente republicano, una especie de Trump, pero más sensato y sin su carisma, el secretario de Estado, Marco Rubio, otro hombre fuerte de Miami, no parece dispuesto a cederle ese lugar. El nivel de intensidad con que se vive la interna republicana en Florida es una muestra de que la apuesta es alta y hay mucho en juego. «Florida es el centro del Partido Republicano», sostuvo el senador Rick Scott. Los republicanos, en especial los más radicales, saben que este es su momento, y Florida es el lugar desde donde pueden tomar envión para alcanzar notoriedad en el plano nacional. La pregunta es si este es solo un momento o si, después de un año de gobierno, los republicanos seguirán respaldando la cara más agresiva del republicanismo.

¿De la periferia al centro?

Florida nunca logró que el resto de eeuu la tomara demasiado en serio. Miami, su ciudad más icónica, mucho menos. Lo vemos en las mejores crónicas de los escritores de la época, que volaban hasta allí desde Manhattan o Sacramento para explicar un lugar que ante sus ojos se presentaba como de lo más exótico. Uno de ellos fue Norman Mailer, uno de los exponentes indiscutibles del periodismo narrativo en eeuu, quien caracterizó Miami como una ciudad donde la «jungla extirpada parece gritar desde abajo». Sin dudas, la descripción es bastante precisa, sobre todo en un lugar donde la gente convive con lagartos de medio metro en las puertas de sus casas, pavos reales que muestran sus plumas desde la cubierta de un Tesla estacionado y una vegetación que se resiste a desaparecer a pesar del avance del cemento. Otra de las grandes cronistas que describió con agudeza Miami fue Joan Didion. Eran los años 80, momento de la explosión del narcotráfico en eeuu y de los «marielitos», el nombre que se dio a los más de 125.000 cubanos que emigraron al país por el puerto de Mariel en 1980, dos fenómenos que atraían el interés sobre Miami por lo excéntrico. En una de sus emblemáticas crónicas sobre la ciudad, la definió como sede de «entropía tropical».

De igual manera, David Rieff, autor de numerosos libros sobre la realidad política estadounidense, entre ellos su clásico Going to Miami: Exiles, Tourists, and Refugees in the New America [Viaje a Miami: exiliados, turistas y refugiados en la nueva América] (1999), describió en una entrevista reciente el lugar de Florida en el nuevo gobierno. «Las personas que van a dirigir la oficina de América Latina del Departamento de Estado son todos latinos. (…) Marco Rubio depende de la vieja elite del exilio cubano y ahora de los nuevos grupos adinerados en Florida, venezolanos, nicaragüenses, colombianos –que se ubican incluso más a la derecha que los cubanos–», decía dos días antes de la asunción de Trump para su segundo mandato15.

Quizás fuera T.D. Allman uno de los pocos periodistas que dedicó una parte significativa de su carrera a desmontar las imágenes exóticas de Florida. Para el autor, aquellos elementos que parecían exclusivos del sur de Florida –particularmente de Miami–, como la propensión a la corrupción, el impacto de la inmigración, el flujo descontrolado de dinero o la primacía de la imagen sobre el contenido, no eran más que un anticipo de lo que, tarde o temprano, acabaría llegando al resto del país. «eeuu en su totalidad se encuentra atrapado en el tipo de metamorfosis que Miami, proféticamente, empezó a experimentar hace muchas décadas», decía Allman en 2013, cuatro años antes de que Trump llegara a la Presidencia, en el epílogo de un libro publicado por primera vez en 1987. Por eso la llamó la «ciudad del futuro», no por sus avances tecnológicos ni su pretensión futurista –que también se siente–, sino por su capacidad de anticiparse, según él, a lo que en algún momento se expandiría por el resto del país.

La lectura de Allman es ambiciosa y discutible, incluso en tiempos de Trump. eeuu es un país demasiado extenso, diverso y complejo, con una historia demasiado larga como para reducirlo a una única dinámica proveniente del extremo sur del país, en el límite de un estado que se derrite en el mapa hasta insertarse en el medio del Caribe. De todos modos, Allman tiene un punto a su favor. De nada sirve mirar a Florida como una especie de «enfermedad tropical», capaz de ser extirpada en cualquier momento. La idea de excepcionalidad, movida probablemente por el componente poblacional, puede haber funcionado a principios de la década de 1980, cuando la población latina en el país era de 14 millones de personas, mientras que en 2020 los latinos superan los 62 millones, lo que representa 19% de los habitantes de eeuu, según el Pew Research Center16. Esto convierte a las personas nacidas en América Latina, o con padres provenientes de esa región, en el segundo grupo «racial» más grande del país, detrás de los estadounidenses blancos y por delante de los afroestadounidenses, según la Oficina del Censo17.

No obstante, adjudicar la excepcionalidad al elemento migratorio cuando Trump es un producto de Nueva York es, al menos, impreciso. El autor nacido en Tampa decía que, si se quiere conocer la realidad estadounidense, lo mejor es empezar por Miami. «De otro modo, quedarás atrapado por las mentiras que este país se cuenta a sí mismo». Aunque es fácil disentir con Allman en ese punto, es pertinente la pregunta que abre sobre el lugar que ocupa Florida –en especial Miami, que es el lugar al que él se refería– y sobre si puede este estado salir de un lugar de irrelevancia para convertirse en un actor central de la política de eeuu.

Mientras la bandera de Fuck your feelings se desplaza provocativa por Miami, a unas cuadras de la f-150 blanca de Le Jeune Road, un agente retirado del fbi se resiste al avance del trumpismo en Florida. A Sam, un hombre nacido en El Paso, Texas, con larga experiencia sirviendo en la principal agencia de investigación criminal de eeuu, lo que ve en Miami no le gusta. En un intento por contrarrestar el peso del movimiento maga en Florida, muestra su propio cartel de rechazo a Trump en el patio delantero de su casa. Lo puede hacer porque es ciudadano estadounidense, blanco y con un pasado en la inteligencia del país. Puertas adentro, también da batalla, discute cada mañana en un chat de agentes retirados del fbi, sin ninguna incidencia en el gobierno, sobre las políticas de Trump.

«Estoy bastante solo dando esa pelea», me dice con desgano. No aclara si habla de su grupo de jubilados, de Florida o del país en su conjunto.

1. T.D. Allman: Miami: City of the Future, UP of Florida, Miami, 2013.

2. V. «MAGA hat. Curb Ur enthusiasm. Larry David Show» en YouTube, 16/1/2021, disponible en www.youtube.com/watch?v=48uktklgq_e.

3. En 2024, los republicanos ganaron en esa ciudad por primera vez desde 1980.

4. Madeline Baro: «FIU Cuba Poll 2024: Cuban American Voters’ Support for Trump at an All-Time High» en FIU News, 23/10/2024.

5. Stephany Matat: «Florida Now Counts 1 Million More Registered Republican Voters than Democrats» en AP, 12/8/2024.

6. Gary Fineout: «Florida Republicans Are Thrilled about Susie Wiles —With One Big Exception» en Politico, 9/11/2024.

7. «Florida President: The Issues that Decided the 2024 Election» en AP Elections 2024, 5/11/2024, disponible en https://apnews.com/projects/election-results-2024/florida/?r=0.

8. Entrevista de la autora, 1/2025.

9. N. Tawfik y R. Morris: «Power in the Palms: Inside the Pilgrimage to Mar-a-Lago» en BBC, 10/11/2024.

10. Maggie Haberman: «Trump, Lifelong New Yorker, Declares Himself a Resident of Florida» en The New York Times, 31/10/2019.

11. Tom Bergin, Lawrence Delevingne y Tom Lasseter: «Trump Reports More than $600 Million in Income from Crypto, Golf, Licensing Fees» en Reuters, 14/6/2025.

12. Peter Overby: «Trump’s Efforts To ‘Drain The Swamp’ Lagging Behind His Campaign Rhetoric» en NPR, 26/4/2017.

13. E. Rincón: Occidentalismo: 9 principios para nuestra civilización, edición del autor, 2025.

14. N. Dale Leal: «Ron DeSantis Moves to Make Florida More maga than Trump» en El País, 19/3/2025.

15. Andrés Fidanza: «David Rieff: ‘Trump y Musk tienen personalidades demasiado arrogantes e inevitablemente se pelearán’» en El Observador, 18/1/2025.

16. Cary Funk y Mark Hugo Lopez: «A Brief Statistical Portrait of us Hispanics» en Pew Research Center, 14/6/2022, disponible en www.pewresearch.org/science/2022/06/14/a-brief-statistical-portrait-of-u-s-hispanics/.

17. Oficina del Censo de EEUU: «2020 Census Statistics Highlight Local Population Changes and Nation’s Racial and Ethnic Diversity», comunicado de prensa, 12/8/2021.

Nueva Sociedad 318 / Junio – Julio 2025

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