Claves de la crisis poselectoral en Venezuela

Pablo Stefanoni entrevista a Luz Mely Reyes y Andrés Caleca

¿Qué sucedió en las elecciones venezolanas? ¿Por qué el gobierno de Maduro no muestra las actas de votación? ¿Cómo logró la oposición, liderada electoralmente por Edmundo González y dirigida políticamente por María Corina Machado, avanzar en una vía unitaria? Estas y otras preguntas son abordadas en esta entrevista, en un contexto crítico en el que, en Venezuela, se vive no solo una disputa por los resultados, sino también una escalada represiva que afecta fundamentalmente a los sectores populares.

Venezuela

El proceso electoral venezolano del domingo 28 de julio ha generado una nueva situación de crisis. El gobierno de Nicolás Maduro afirma que ha triunfado, pero se niega a mostrar las actas que acreditan esa victoria, mientras que la oposición, liderada por María Corina Machado y representada en las urnas por Edmundo González Urrutia, asume su victoria y muestra una serie de actas que acreditan su posición. Con su autoproclamación como presidente reelecto, Maduro ha incrementado, además, una nueva política represiva que ahora ha recaído sobre sectores populares que constituían, tradicionalmente, la base de apoyo del chavismo. Al día de hoy, nadie sabe cómo se resolverá el diferendo electoral, pero la situación es claramente crítica. En esta entrevista, Nueva Sociedad conversó con Luz Mely Reyes y Andrés Caleca.

Luz Mely Reyes es periodista, cofundadora y directora ejecutiva de Efecto Cocuyo y becaria del Centro Internacional de Periodistas, en el programa Periodistas en el Exilio. Sus coberturas periodísticas sobre el éxodo venezolano la convirtieron en ganadora del Premio Gabo en 2018. Andrés Caleca es economista, profesor y político. Presidió el Consejo Nacional Electoral (CNE) entre marzo y diciembre de 1999. Fue, además, uno de los 13 precandidatos de la Plataforma Unitaria, el principal espacio opositor al gobierno de Nicolás Maduro.

El domingo 28 de julio los venezolanos fueron a las urnas. Cuando se llevaba escrutado 80% de los votos, el gobierno anunció que Nicolás Maduro había obtenido 51% y que el candidato opositor, Edmundo González, había conseguido 44%. Pero según las actas de la oposición ese proceso se invierte: González habría obtenido 67% y Nicolás Maduro, 30%. Desde ese mismo momento, una palabra dominó todas las conversaciones: la palabra «actas». No queda claro si las actas están o no están, si las de la oposición son las mismas que dice tener el gobierno (que no las presenta) y qué pasa con los boletines emitidos por el Consejo Nacional Electoral [CNE]. La primera pregunta es, por tanto, ¿qué pasó el domingo 28 de julio? ¿En qué se diferencian estos comicios de otros precedentes? Y, ¿cómo funciona el sistema electoral y cuál es el problema concreto en torno de las actas de votación?

Luz Mely Reyes: En primer lugar, es importante destacar que no se trata de que no aparezcan las actas, que efectivamente ya aparecieron. Las que muestra la oposición, y las que muestra el partido Centrados –que hizo una alianza con el Partido Comunista– son copias de las actas que reciben los testigos de los distintos partidos políticos que participaron en esta elección. Las actas aparecieron y están subidas a una plataforma que diseñó la organización Plataforma Unitaria, a la que pertenece María Corina Machado. Creo que, entonces, debemos comenzar por allí. Por decir que las actas sí están y que el propio Nicolás Maduro ha dicho que él también tenía el 100% de ellas –algo que es lógico, porque el Partido Socialista Unido de Venezuela [PSUV] ha tenido testigos en todas las mesas de votación–, aunque no las ha dado a conocer.

En cuanto a lo que sucedió el domingo, podemos decir, de acuerdo con todo lo que se ha ido recogiendo e informando, que se produjo una jornada hermosísima de votación, en la cual la ciudadanía salió a manifestar su posición y a votar. Eso era algo que se había reclamado durante mucho tiempo, como una vía para comenzar a solucionar el conflicto venezolano. Creo, entonces, que hay que destacar la jornada cívica, que tuvo una importantísima participación y un alto compromiso por parte de la dirigencia opositora. Esa oposición, que había sido previamente muy criticada –y me incluyo en esas críticas– por muchas de sus decisiones, mostró un compromiso con esta ruta electoral llena de baches, de huecos y de obstáculos. La oposición participó activamente en los comicios, aun teniendo un terreno de juego completamente desnivelado en favor del gobierno. Estos son, por lo tanto, los primeros dos puntos que quisiera destacar.

Por supuesto, después de esa jornada cívica, sucedió lo que sabemos: el desconocimiento total de lo establecido en los protocolos para permitir la verificación de los resultados. El CNE y el sistema electoral venezolano tienen unas características y unas normativas que permiten verificar y garantizar que lo que se publica en los boletines corresponda con los votos emitidos en las máquinas electrónicas. Ese proceso fue violentado y eso es lo que nos ha traído a esta situación.

Andrés Caleca: Lo primero que quisiera hacer es caracterizar el momento que está viviendo Venezuela. Y ese momento solo puede ser caracterizado como el de un fraude electoral que ya fue cometido y el inicio de un proceso de golpe de Estado. Debe quedar claro que el problema venezolano ya no es solamente de conteo de votos, sino el de un régimen que abandonó definitivamente el Estado de derecho, que se ha proclamado ganador en unas elecciones violando las normas de verificación. El jefe del PSUV, Diosdado Cabello, que suele ser un poco más burdo que el resto de la dirigencia chavista, ha dicho claramente: «nosotros no vamos a entregar actas, no vamos a enseñar nada». Ha dicho que, simplemente, seguirán en el poder y que la oposición será reprimida. Eso es lo que está ocurriendo ahora en Venezuela.

Con respecto a la cuestión electoral, parto del mismo punto que Luz Mely. El domingo ocurrió una jornada extraordinaria de votación en la que la gran mayoría de la ciudadanía fue a votar. Fueron unos comicios en los que aproximadamente 80% de los electores acudieron a las urnas. En este sentido, debemos aclarar que de los 21 millones de electores que figuran en el Registro Electoral, hay 4 millones y medio que se encuentran en el exterior. A casi todos ellos se les impidió votar en estos comicios. Por lo tanto, la base electoral venezolana real, según la han calculado distintas organizaciones, ronda los 13 millones de electores. Por otra parte, a la altísima participación electoral –la más importante de los últimos tiempos, al menos desde 2012– debemos sumar que, aunque la jornada tuvo algunos contratiempos, el sistema de instalación y funcionamiento de mesas funcionó casi en un 100%. Hubo retrasos en la instalación de algunas mesas, hubo algunas incidencias mínimas con las máquinas electrónicas y también algunos inconvenientes en algunas zonas por la fragilidad del sistema eléctrico venezolano. Sin embargo, y aun cuando hubo zonas enteras, como la capital del estado de Miranda o un estado vecino a Caracas donde no hubo luz casi durante toda la jornada, los respaldos y las baterías de las máquinas funcionaron correctamente. De manera que el sistema funcionó, en su aspecto humano y en términos electrónicos, con mucha robustez. Los problemas reales comenzaron a partir de las 14.30 y se vincularon, sobre todo, a los coordinadores de los centros de votación. Los coordinadores son funcionarios del CNE que tienen unas funciones específicas, asociadas a la atención del local y del funcionamiento de las máquinas. Son una suerte de enlace entre el CNE como institución y el propio centro de votación. El problema es que estos coordinadores de los centros –que como toda la burocracia del CNE está compuesta por militantes del PSUV– recibieron la instrucción de alguien de que debían impedir que los testigos de la oposición obtuvieran la copia del acta que les correspondía. Para comprender esto, es necesario saber cómo funciona el sistema. Permítanme comentarles. Fundamentalmente, todo se trata de que la máquina electrónica genera un acta que verifican los miembros de la mesa –que en este caso eran tres– y los testigos de cada uno de los candidatos (la oposición tenía testigos casi en el 100% de las mesas, al igual que el PSUV). Esa acta se imprime, es firmada por los miembros de la mesa y los testigos presentes. Y, al firmarla, la máquina imprime las copias del acta que sean necesarias en función de la cantidad de testigos que haya en la mesa. Y si la máquina se queda sin papel y no alcanza para que la reciban todos los testigos, se prioriza a los de los candidatos que lideran los comicios. En este caso, serían Nicolás Maduro y Edmundo González.

Lo que sucedió en esta ocasión es que comenzaron a crearse problemas porque los coordinadores de los centros les daban la instrucción a los miembros de mesa adeptos al chavismo y a los testigos del chavismo de que no debían darle la copia del acta al testigo de la candidatura de Edmundo González. Eso trajo varios inconvenientes en los centros de votación al final de la tarde, lo que derivó, incluso, en algunos enfrentamientos. Como dirigencia opositora, nosotros quedamos asombrados por la asistencia de todos nuestros testigos a los centros de votación, pero sobre todo por la valentía con que pelearon por su derecho al acta. Y en casi todos los casos obtuvieron, finalmente, esa acta. Lo que permitió que el conflicto que se estaba desarrollando entre representantes del PSUV y de la oposición se resolviera en favor de estos últimos fue la intervención del Plan República. En Venezuela, el proceso electoral está bajo resguardo de un plan de las Fuerzas Armadas llamado Plan República. Son los militares quienes trasladan el material electoral, quienes cuidan los centros de votación, quienes atienden el proceso de comicios durante su desarrollo, quienes recogen el material luego de que cada ciudadano haya ejercido su voto, y quienes lo trasladan al centro de totalización. Los militares, que estaban, lógicamente, en los centros de votación, actuaron, en la mayoría de los casos, en favor de mantener la legalidad y de que no se cometieran atropellos. Pero no solo eso. Ahora se está hablando de dónde están las actas y, tal como dijo Luz Mely, las actas existen, están ahí, pueden ser consultadas en la página web. Pero, además, las actas, los cuadernos de votación y las cajas que contienen el comprobante de votación fueron recogidas por el Plan República. Es decir, están en manos de los militares. Por lo tanto, la Fuerza Armada Nacional es el testigo vital de la elección. Y es por eso que digo que cuando la cúpula de la Fuerza Armada Nacional anuncia, incluso prácticamente antes que el propio CNE, que ha ganado Maduro, nos encontramos en presencia, más que de un fraude, de un golpe de Estado. Es un golpe de Estado de la cúpula militar, que traiciona a sus oficiales inferiores que fueron, justamente, los que estaban allí, en los centros de votación, viendo los resultados y defendiendo a los testigos de la oposición cuando reclamaron su derecho a tener las actas.

En los acuerdos que llevaron a estas elecciones se estableció que dos de los cinco representantes en el CNE serían de la oposición. ¿Qué papel jugaron esos representantes opositores?

LMR: Yo he hecho un seguimiento de toda esta cuestión como periodista y observadora del proceso, y el sábado 27 entrevisté a la rectora del CNE Aime Nogal, que llegó allí como propuesta del partido opositor Un Nuevo Tiempo. Cuando, junto con un equipo periodístico, le consultamos cuáles eran las garantías que ella daba al proceso, Nogal respondió que garantizaba el apego a la Constitución y a las normas. Pero, en los hechos, no terminó de cumplir esa función porque guardó silencio cuando comenzaron las disputas por el fraude. La pregunta es, entonces, por qué ha guardado ese silencio. Y yo creo, aunque esto es, por supuesto, una hipótesis, que ha guardado silencio por temor. No ha salido a respaldar lo que dijo el presidente del CNE, Elvis Amoroso, pero tampoco a negarlo. Juan Carlos Delpino, también rector del CNE, tomó otra actitud. Durante la madrugada, cuando se estaban leyendo los resultados, se levantó y se fue, rechazando así lo que estaba ocurriendo. Al día siguiente, Delpino no estuvo en la proclamación de Maduro y pidió ser puesto bajo una situación de resguardo. Como periodistas, nosotros hemos dicho que no puede ser que, en un país como Venezuela, un rector principal del CNE como lo es Delpino pase todos estos días sin actividad pública y en una situación de resguardo, sin que haya ningún tipo de reacción en ninguno de los poderes y en ninguna de las instituciones.

Pero hay algo que quizás muchos no sepan y es que, cuando Amoroso leyó los boletines, mencionó a la rectora suplente, Ana Julia Niño. Esa rectora, que no es del chavismo, sino que es independiente, no estaba allí por una tragedia familiar asociada al fallecimiento de su padre, a quien estaba velando en la isla Margarita. Pero fue mencionada como si repaldara ese boletín, sin que ella ni siquiera estuviera presente. Es decir que ni Delpino ni Ana Julia Niño respaldaron ese boletín. Y Aime Nogal tampoco dijo ni sí ni no.

Estas elecciones surgieron de una serie de acuerdos del gobierno con la oposición y con Estados Unidos. Pero el proceso que llevó hasta aquí pareció ser completamente errático. Primero inhabilitaron a María Corina Machado, y luego a su reemplazo, Corina Yoris, pero pese a todo la oposición logró presentar a un candidato de unidad, Edmundo González, y el gobierno le permitió participar en los comicios. Durante mucho tiempo se estuvo esperando, tensamente, su eventual inhabilitación, algo que finalmente no sucedió. ¿Cómo se entiende esta situación? ¿El gobierno de Maduro pensaba realmente que podía ganar? ¿O pensaba que no podía llegar tan lejos como Daniel Ortega en Nicaragua, que directamente avanzó deteniendo a todos los opositores?

LMR: Debo decir que esta nunca fue una elección normal y que siempre se denunciaron las irregularidades y las trabas que fueron poniendo en el camino, sobre todo desde el momento en que se inhabilitó a María Corina Machado a través de un procedimiento que no cumplió con lo establecido por las normativas del país. Luego, cuando se escogió a Edmundo González como su segundo sustituto –luego de la inhabilitación de Corina Yoris–, se produjeron una serie de tensiones. Desde un principio se denunció el uso de los poderes de del Estado para ir confiscando o rebanando las posibilidades de participación en la elección. Y en este punto es importante recalcar la violación del derecho de participación de los venezolanos que se encuentran en el extranjero. Andrés comentaba que la cifra de personas que se encuentran en el extranjero y que deberían haber podido votar es de 4 millones y medio de venezolanos. No se les permitió procesar solicitudes de cambio de residencia. Se les ponían requisitos que ni siquiera se les han puesto en el país, en tanto en Venezuela se puede votar solo con la portación de la cédula de identidad, incluso si está vencida. De hecho, también se les impidió votar a aquellos venezolanos que, encontrándose en el exterior, están en una situación de legalidad. Los venezolanos que se encuentran legalmente en Chile, Perú o Ecuador no pudieron acudir a las urnas, pues el mismo consulado y la misma embajada de Venezuela en esos países desconocía la legalidad de esas personas en el país, legalidad que es garantizada por el país de acogida. Eso hizo que se llegara a esta elección en las peores condiciones. No debemos olvidar la declaración que hizo el Centro Carter que, después de haber estado participando con un grupo de expertos durante un mes en la revisión del proceso electoral a partir de un memorando con el CNE, concluyó que la elección venezolana no se corresponde con los estándares internacionales de integridad y, por tanto, con los criterios fundamentales de una elección democrática.

AC: Una elección es un proceso electoral. Es decir, no se produce solo el día de la elección. Y, en este sentido, hay que afirmar que todo el proceso ha sido fraudulento. Yo, en particular, como ex-presidente del CNE, he estado denunciando las ilegalidades y el carácter fraudulento del proceso durante muchos meses. Tres días antes de la elección dije, en un comentario que se volvió viral, que si a las diez de la noche el presidente del CNE, Elvis Amoroso, no daba el boletín, es porque se estaba haciendo trampa. Y efectivamente eso fue lo que ocurrió. Pero a este punto vinculado al proceso electoral, que explicaba muy bien Luz Mely, me gustaría añadir una respuesta sobre las cuestiones políticas que incluía su pregunta. Es decir, me gustaría responder por qué el gobierno llegó a este punto, por qué no atajó el problema con anterioridad. Y aquí puede haber varias razones. Una es evidente y es que han hecho todo mal porque son unos chapuceros. Este es, casi sin dudas, el fraude peor montado en la historia electoral de la humanidad. Parece un hecho insólito que demuestra que son incapaces. Han cometido error tras error desde un punto de vista político. El error comienza, de hecho, desde el momento mismo en el que piensan que están haciendo una revolución en Venezuela, y que la razón moral de esa revolución está por encima de las instituciones que rigen el país. Si yo estoy haciendo una revolución y me entorpece una ley, elimino la ley o la desconozco. Esa es la base que dio origen a los regímenes totalitarios del siglo XX, a los cuales tanto admira esta claque gobernante venezolana. La vocación política del PSUV como fuerza política, o por lo menos de su dirección, es totalitaria. No han podido desarrollar completamente esa vocación, entre otras cosas, por la resistencia de la sociedad venezolana y por el contexto internacional que les ha tocado vivir. Pero esa es la naturaleza de este régimen. Pero entonces, ¿por qué no impidieron las elecciones? Lo ideal para ellos hubiera sido no celebrar los comicios o hacer unas elecciones, como se decía en el siglo pasado, «a la búlgara». Son ese tipo de elecciones, que ahora podríamos denominar «a la cubana» o «a la norcoreana», en las que hay un partido único que gana con 98% de los votos. Eso es realmente lo que ellos quieren. Pero la razón por la que no han logrado hacerlo es porque nunca han podido, realmente, liquidar a la oposición. Ellos se equivocan, subestiman a la oposición. Todo el diseño político del PSUV se montó sobre la certeza de que la oposición venezolana sería incapaz de unirse. En segundo lugar, de que el carácter violento de la oposición venezolana la llevaría a abandonar el proceso electoral. Estaban convencidos de que la oposición llegaría absolutamente debilitada o de que, al final, el sector liderado por María Corina Machado desconocería las elecciones y llamaría a una suerte de insurrección. Pero todo eso les salió mal. Primero, la oposición logró comprender que la vía electoral es la única en la que podía tener éxito. Luego, la oposición llegó a la conclusión de que no debía ir por separado, sino que debía unirse más allá de todas las diferencias. Y, tercero, la oposición, integrada por partidos de distinto signo ideológico, comprendió que los hechos habían hecho surgir un liderazgo indiscutible por su peso y por su extensión, y que había que aceptarlo. Me refiero al liderazgo de María Corina Machado. Todo ese proceso no fue fácil, no estuvo exento de dificultades.

Entre las dificultades de ese proceso hubo una que hay que reconocer claramente y es que la oposición sería liderada por una mujer, algo a lo que la política venezolana no estaba acostumbrada. Eso, que antes era visto como una limitación, operó como una ventaja. Lo cierto es que la oposición venezolana logró resolver el problema del liderazgo de la manera más democrática posible, y logró mantener ese liderazgo en el tiempo. Pero ni el PSUV ni la dirigencia gubernamental imaginaron jamás que todo esto iba a ocurrir. Fue entonces cuando el régimen empezó a tener eso que los ingenieros llaman una «falla catastrófica». Y el puente se vino abajo. Ahora están absolutamente a la defensiva y lo único que les queda es la fuerza. Y la están usando. Yo no sé si esto se produce porque el PSUV ha obligado al estamento militar venezolano a respaldarlo en una salida de fuerza o porque el estamento militar venezolano ha obligado al PSUV a asumir esa situación. Eso lo sabremos más adelante.

Durante muchos años, diversas figuras de la oposición emergieron y cayeron. Fue el caso de Leopoldo López y también el de Juan Guaidó. Muchas figuras fueron desgastándose con el tiempo. La evolución de María Corina Machado, en ese marco, no deja de ser curiosa. Desde el exterior siempre se la vio como una figura muy radical, como parte de la oposición más insurreccional que acusaba a todos los que querían participar de las elecciones de estar en algún tipo de connivencia con el régimen. De pronto, vemos que María Corina Machado mueve masas por toda Venezuela, a tal punto que su liderazgo es comparado, por algunos analistas, con el que ejerció Hugo Chávez antes de llegar a la Presidencia. ¿Qué es lo que cambió en ella? ¿Por qué una figura que difícilmente hace unos años podría haber integrado a sectores de centroizquierda en una coalición ahora puede hacerlo? ¿Y qué pasó, en términos más generales, en la oposición?

LMR: Yo entrevisté a María Corina Machado en varias ocasiones y nunca podía coincidir con sus planteamientos y se los cuestionaba por las mismas razones que tú mencionabas y que se refieren a su radicalidad. Pero en una ocasión me dijo que a ella la había cambiado algo. Y eso que la había cambiado fue la prohibición de salir del país que le impuso el gobierno. Ante esa prohibición, comenzó a viajar por tierra por toda Venezuela, lo que le permitió encontrarse con la gente. Después de haber hablado con ella en otras ocasiones, percibí que el hecho de que ella pudiera encontrarse cara a cara con muchísimos venezolanos le hizo ver la situación real que estaba atravesando el país. Y, después de la caída del llamado «gobierno interino» y del pase de Guaidó al exilio hace aproximadamente un año y medio, esa misma situación la hizo desafiar la hipótesis de algunos sectores, según la cual la reelección de Maduro era ya prácticamente un hecho y que había que resignarse a que la elección de 2024 iba a ser un simple trámite.

María Corina Machado no solo logró desafiar esa hipótesis, sino que también tuvo que hacer frente a distintos partidos de oposición que se quedaron con el aparato tras haber perdido su conexión con la gente. Debemos recordar que veníamos de una pandemia y que todo había cambiado. El espacio público y la actividad pública se reconfiguraron. A esto hay que sumarle, como factor central, la persecución, la migración y el hecho de que muchos dirigentes tuvieron que salir al exilio. En medio de esa situación, se produjo una especie de parálisis en esas fuerzas políticas. La excepción fue el partido Un Nuevo Tiempo, que siempre tuvo mayor claridad política y más vocación de poder, aun cuando también cometió muchas equivocaciones. Lo que es claro es que María Corina Machado sufrió una transformación, un cambio, un crecimiento en su forma de percibir el país. Y fue desarrollando una conexión muy fuerte con la gente. Entonces, emergió algo que no comprendió el PSUV, que fue el dolor social por el deterioro en las condiciones de vida. Ellos pueden atribuírselo a las sanciones, pero también es producto del mal gobierno. Por otra parte, María Corina Machado también vio lo que implica la separación de las familias venezolanas. Ese fue un punto central en la campaña que nadie esperaba. Nosotros hemos hecho entrevistas con electores de los barrios populares y ellos decían que las tres cosas que harían si fueran los líderes políticos serían solucionar la crisis económica, invertir en educación y, sobre todo, ayudar al regreso de aquellos que se han ido del país. Todo esto configuró un cuadro, un contexto de situación, en el que la gente exigió un cambio. Con todas las recorridas que pudo hacer María Corina Machado, se acabó de procesar un cambio total que, ciertamente, se asemeja en algunos sentidos con lo que sucedió en 1997 y 1998 antes de la llegada de Chávez al poder. Si miramos la campaña de María Corina Machado, percibimos que ella utilizó una estrategia muy parecida a la de Chávez. Recorrió todo el país, pasó por encima de los liderazgos partidistas, se hizo fuerte en su conexión directa con la gente. Su mensaje fue el de impulsar un movimiento que fuese mucho más allá de aquellos que estuviesen identificados con un partido en concreto. Y así logró forjar eso que estamos viendo ahora.

En 2022, en Barinas, la propia tierra de Chávez, gobernada por su hermana y su padre, la oposición logró un triunfo electoral importantísimo. Fue una elección que le permitió a la oposición ver que era posible ganarle electoralmente al chavismo si se unía y participaba. ¿Eso incidió en la decisión de la unidad opositora de este año?

AC: Sin lugar a dudas, lo de Barinas resultó un emblema de lo que se podía lograr con la participación electoral. Entre 2020 y 2021 yo había comenzado a hacer un recorrido por el país tratando de promover el voto, pero no había dado todos sus frutos. Y fue, finalmente, en esa elección regional de Barinas donde se mostró la potencia del voto.

Es importante decir, sin embargo, que no toda la oposición participó de ese proceso y que, de hecho, María Corina Machado y su partido Vente Venezuela, que todavía estaban en el tránsito de asumir o no la ruta electoral, fueron parte de quienes no se involucraron en el proceso. Aun así, el caso de Barinas fue extraordinario porque puso de manifiesto dos cosas. Primero, mostró el grado de arbitrariedad del gobierno y hasta dónde era capaz de llegar. Esto fue así a tal punto que hicieron una cosa espantosa que fue inhabilitar al candidato después de su triunfo. Es algo parecido a lo que trataron de hacer en Guatemala con Bernardo Arévalo tras su triunfo en los comicios presidenciales. Y, sin embargo, aunque hicieron eso en Barinas, la oposición logró sortear ese escollo sin abandonar la ruta electoral. Yo creo que ese es el gran mérito de la de la experiencia Barinas. Eliminaron a Freddy Superlano –que, por cierto, luego de la elección del domingo 28 de julio ha sido detenido y está desaparecido ahora mismo, en un procedimiento típico de las dictaduras– creyendo que, con su eliminación y la anulación de las elecciones por parte del Tribunal Supremo, la oposición no iba a participar en la repetición de los comicios. Pero la oposición decidió participar poniendo de candidata a la esposa de Superlano. ¿Y qué hicieron? Inhabilitaron a la esposa de Superlano. Esa fue una inhabilitación absolutamente insólita, porque ella no era funcionaria pública. Y como ella no pudo ser candidata, la oposición buscó a otros candidatos, hasta que logró tener uno al que no inhabilitaran. Y ganó las elecciones.

El caso de Barinas fue muy importante para la oposición venezolana porque era todavía una oposición que no lograba concretar una unidad en términos electorales, en tanto todavía había sectores abstencionistas. Barinas les mostró que, a pesar de todos los escollos y de haber ido divididos, habían sacado más votos que el chavismo por primera vez desde 1998. En el seno de las dirigencias este fue un punto muy importante. Se percataron de que podían ganarle al PSUV y percibieron que el partido del gobierno estaba debilitado estructuralmente. Seguía controlando el poder, pero estaba perdiendo su base social de apoyo. Y se dieron cuenta, al mismo tiempo, que esa base social de apoyo que se apartaba del chavismo podía votar a la oposición. Eso cambió el cuadro político y llevó a que esos partidos de la Plataforma Unitaria –en ese momento, sin María Corina Machado– se reunieran en Panamá y tomaran tres decisiones de gran importancia en 2022. La primera fue ir a las elecciones. Todos, los 11 partidos de la Plataforma Unitaria, definieron participar en las elecciones de 2024. La segunda decisión fue ir a las elecciones unidos. Y la tercera decisión fue que el candidato no sería elegido en la reunión en Panamá, sino en un proceso de primarias abierto. Pero, además, se adoptó una decisión adicional importantísima, que fue permitir la participación en esas primarias de aspirantes a candidatos que no formaran parte de los partidos de la Plataforma Unitaria. Parecía una decisión insólita, porque eran 11 partidos reunidos que planteaban que los candidatos no tenían por qué estar restringidos a esos 11 partidos. Eso permitió, por ejemplo, que yo mismo participara –por cierto, sin ningún éxito– de ese proceso de primarias. Pero permitió, sobre todo, que se inscribiera nada más y nada menos que María Corina Machado, que terminó sacando 90% de los votos y haciéndose cargo del liderazgo del propio movimiento. Un movimiento que ya no es solo un movimiento político, sino un movimiento social de enorme envergadura.

Otro aspecto que pareció cambiar en los últimos tiempos fue la idea de que la economía se estaba normalizando, de que Venezuela había superado el momento de escasez y de penuria. Se mostraban tiendas desbordantes de productos, los restoranes llenos de gente, y se veía también una especie de pacto del gobierno con viejas y nuevas burguesías. Llegó, incluso, a verse a la dirección de Fedecámaras refiriéndose a Delcy Rodríguez como «nuestra queridísima vicepresidenta», algo curioso en tanto Fedecámaras era el gremio más activo y el que terminó poniendo el presidente después del golpe de Estado a Chávez en 2002. ¿Eso le dio confianza a Maduro? ¿Puede haber creído Maduro que la normalización de la relación con las elites empresariales le daba posibilidades de un triunfo electoral?

LMR: Lo primero que quería decir, en torno de lo que comentaba Andrés de las candidaturas, y de la suya propia, es que él no ganó, pero fue el candidato sentimental de esas primarias. Andrés desarrolló una estrategia, tuvo un gran relacionamiento público en las redes sociales, y esto fue muy importante. Las redes han sido un elemento fundamental, en el marco de la censura de los medios tradicionales.

Ahora, luego del piropo, me gustaría recordar algo más de la reunión de Panamá a la que hacía alusión Andrés. Allí se tomaron las decisiones que él mencionaba, pero también otra más, que fue la del cese del «gobierno interino» de Juan Guaidó. Nosotros teníamos un gobierno interino e imaginario en Venezuela, que manejaba dinero, pero no controlaba territorio. Y ese cambio de estrategia fue importante. Otro punto que debemos destacar es que las elecciones regionales de 2021, a las que se refería recién Andrés, también mostraron un cambio en las fidelidades partidistas en las zonas de provincia y en las zonas rurales, como lo mostró Héctor Briceño. Ahora bien, después de entender todo lo que pasó a partir de la caída de del «gobierno interino», del pase de Juan Guaidó al exilio y la emergencia del liderazgo carismático de María Corina Machado, creo que debemos pensar en los problemas de la cúpula gubernamental.

Lo cierto es que esa cúpula tiene poder, bienes, privilegios y se da una gran vida. Pero eso los ha llevado a vivir en una burbuja, alejada de todo aquello que vive la ciudadanía. La cúpula gubernamental está aislada de la realidad y aislada de lo que le sucede a sus bases. Ha perdido contacto con la vida cotidiana. En este sentido, coincido con lo que dices en tu pregunta. La sustitución de elites, que se verificó tanto en Fedecámaras como en otros grupos de agremiación empresarial, le hizo creer al gobierno que, satisfaciendo algunas peticiones, podía ir resolviendo la situación. Se produjo una situación de dolarización de facto en un país en el que era delito hablar de dólares dos o tres años atrás, y comenzaron a producirse una serie de cambios en el ámbito económico que explican, por cierto, muchas cosas que sucedieron en el plano político. Pero también ocurrió que esas burbujas que se fueron creando aumentaron los niveles de desigualdad. Se superó la escasez de bienes fundamentales con la aplicación de un paquete neoliberal y con la dolarización de la economía, pero la consecuencia fue el aumento de la desigualdad. Los trabajadores fueron los más castigados por esta situación, en tanto no pudieron ahorrar ni acceder al crédito, algo imposible ya en Venezuela.

Este escenario, al que se sumó el lobby gubernamental para que se flexibilizaran las sanciones, generó un marco por el cual el gobierno pareció creer que estaba mejor ubicado de lo que realmente estaba. Subestimaba a la oposición, subestimaba a María Corina Machado por ser mujer –algo que también hicieron algunos sectores opositores–, subestimaba a muchos otros liderazgos críticos. Todo esto mostró que el gobierno estaba perdiendo la perspectiva. Otro punto que influyó en este proceso fue la negociación que estaba llevando a cabo el gobierno de Maduro con la Casa Blanca. Maduro dijo que iba a publicar las actas del Acuerdo de Doha y, aunque no lo ha hecho y seguimos esperando que lo haga, podemos presumir que ahí también está la base para que se llegara a las elecciones del domingo 28 [Finalmente, publicó el acta el 1 de agosto].

AC: Retomando algunas de las ideas de Luz Mely, me gustaría plantear que estamos ante el contexto de un intento de fraude que se ha materializado finalmente con un golpe de Estado. Y creo que ahora tenemos que hacer lo posible para que el diferendo electoral se resuelva electoralmente. Hay que enfocarse en que los responsables del CNE –que, por cierto, está cerrado porque a los funcionarios les dijeron que se fueran a su casa bajo el argumento de que estaban en peligro de ser atacados por presuntas «hordas de fascistas»– permitan verificar los resultados. Hay que exigir que se termine con el proceso de totalización de los comicios. En segundo lugar, hay que seguir exigiendo el cese de la represión. La represión está desatada, y muy particularmente contra los sectores populares. Una vez más el chavismo está equivocándose. La que antes era su base social, que se sintió traicionada tanto política como económicamente, ahora está siendo reprimida por ellos. La represión no se está produciendo en los barrios de la clase media venezolana, sino en los de los sectores populares, que constituían la base fundamental de la militancia chavista. Esto puede ponernos frente a un proceso de no retorno, frente a la organización de un régimen dictatorial liso y llano. Y es por eso que hay que denunciar ahora mismo esa represión.

La comunidad internacional juega también un rol importante. Los actores de mayor relevancia, por la afinidad ideológica que se suponía que tenían con el chavismo, han reclamado una verificación internacional. El presidente chileno Gabriel Boric, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente colombiano Gustavo Petro, e incluso el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y la presidenta mexicana electa Claudia Sheinbaum, han coincidido, al igual que el mandatario español Pedro Sánchez y el alto representante de la Unión Europea Josep Borrell, en que la solución a este diferendo pasa por una verificación internacional calificada. Ya nadie en Venezuela ni fuera del país está pensando que el CNE o el Tribunal Supremo de Justicia pueden dar la solución definitiva al problema electoral. El diferendo electoral está clarísimo: la oposición tiene unas actas válidas y el gobierno no va a mostrar lo que tiene. Y si en el futuro el gobierno se ve obligado a mostrar algo, mostrará unas actas presumiblemente adulteradas. Pero el punto es que el mundo entero, incluidos los aliados de Maduro, ha llegado a la conclusión de que ya no es posible hacer eso porque el CNE perdió toda legitimidad. No la perdió solo con la oposición venezolana y con la comunidad internacional, sino que el propio presidente de la República, en su carácter dual de jefe del Estado y de candidato presidencial, acudió a la instancia superior del Tribunal Supremo de Justicia para que lo proteja del CNE. Es decir, el propio candidato a presidente que promueve su continuidad ha deshabilitado y deslegitimado absolutamente la autoridad electoral. Si estos señores del CNE tuvieran un mínimo de dignidad, debieran ya haber renunciado a su cargo, porque el candidato oficialista, que además es jefe del Estado, le ha pedido protección al Tribunal Superior frente a la incapacidad de este CNE.

En las últimas horas, Maduro habló de la posibilidad de detener a María Corina Machado, dijo que iba a preparar las cárceles para los guarimberos [alborotadores] y planteó un escenario general de endurecimiento del gobierno. ¿Qué escenario ven para los próximos tiempos? ¿Creen que Maduro apuesta a quedarse con sus aliados clásicos, Rusia y China? ¿Qué puede hacer la oposición, más allá de las movilizaciones o de apelar a la opinión pública internacional?

LMR: Andrés empezó la conversación caracterizando el momento de acuerdo con aquello que estaba viendo. Yo creo que hay que entender cómo funciona Nicolás Maduro. Y lo central aquí es que él siempre va hacia adelante. Esto lo diferencia, por cierto, del liderazgo que ejercía Chávez, que tenía una capacidad de negociación importante. Fijémonos lo que está sucediendo ahora, con esta suerte de gaslighting. El gobierno afirma que no se robaron las elecciones y que todo lo que hemos visto no ha sucedido. El gobierno, como ha afirmado Juan Barreto [ex-alcalde metropolitano de Caracas por el chavismo], está atrincherado para negociar, pero sin reconocer el resultado de las elecciones. Se atrinchera para ver cómo saca provecho de su posición de endurecimiento. Ellos ya decidieron adoptar ese camino, que es el que les quedaba. Yo he dicho en anteriores ocasiones que la gente hablaba sobre el alto costo que pagaría el gobierno ante una eventual salida. Sostengo, ahora, que el costo de permanencia es más alto aún, porque implica toda la situación a la que estamos asistiendo, con violaciones de derechos humanos incluidas. Pero ¿qué puede hacer la oposición? En este contexto, creo que tiene la oportunidad de convocar a una gran coalición de las fuerzas democráticas del país, sin importar la ideología, para defender la democracia venezolana. Y creo que tiene, además, la posibilidad y la necesidad de convocar también a los países de la región en esa defensa, porque la estabilización de un régimen autoritario en Venezuela va a afectar evidentemente a Brasil, va a seguir afectando a Colombia y va a afectar a toda la región. Y no la va a afectar solamente, como se ha querido hacer ver, con la posible migración de venezolanos, que se ha utilizado de modo negativo. Afectará a toda la región por las implicancias geopolíticas. Que en Venezuela se sostenga un gobierno de esa naturaleza podría incentivar a que en otros países se produzcan conductas similares. Creo que, para aquellos que no respetan la democracia o no sienten apego a ella, el modelo venezolano puede resultar replicable. Por eso veo necesaria esa gran convocatoria a una coalición amplia que, sin dudas, debe tener una iniciativa de desobediencia civil no violenta. Y enfatizo lo de «no violenta» porque es la base para un reclamo totalmente justo. Un reclamo que han hecho chavistas y no chavistas y que se resume en la consigna: «respetemos la voluntad democrática soberana».

Aunque no soy experta en ese campo, diría, en este sentido, que lo que ocurrió el domingo fue un acto constituyente. Es decir, fue la expresión de la mayoría de los ciudadanos venezolanos de decidir ir a votar para elegir el tipo de gobierno que querían. Y eso ha sido desconocido por el gobierno de Nicolás Maduro. Es lo que Andrés caracteriza como un golpe de Estado y lo que yo sindico como un desconocimiento de la voluntad popular. Evidentemente, no sabemos cómo acabará esto. El gobierno cuenta con las armas, con la capacidad de manipulación, con una serie de aliados incondicionales a escala global. Y cuenta, además, con algo muy importante: la tendencia a la negación de algunos grupos que creen que todavía hay una ventana de acción bajo este tipo de gobierno. Y lo cierto es que esa ventana de acción no existe. Estos señores se han robado la elección y la negociación que están planteando es desde el robo. Esto es como cuando se produce un secuestro, toman a alguien de rehén y el secuestrador negocia con ese mismo rehén. Y ahora nosotros somos el rehén de Nicolás Maduro.

¿Cuál sería, en estas horas complejas, la última reflexión que harían sobre este proceso?

AC: Diría, sobre todo, que estamos en presencia de un fraude electoral gigantesco como no se ha cometido en toda la historia de Venezuela. Nunca en el país, y me atrevería incluso a decir en el continente, se ha producido un fraude electoral de esta magnitud. El fraude está siendo acompañado, para que pueda consolidarse, de un endurecimiento del régimen, que va en camino a implantar una dictadura pura y dura en toda Venezuela. A mi juicio, asistimos a un golpe de Estado que va a eliminar todo resquicio de institucionalidad, y que llevará al incremento de la represión sobre los sectores opositores. El futuro debe conducirnos a una negociación nacional e internacional para resolver el problema electoral. Es el momento de construir la fuerza para que se reconozca el triunfo de Edmundo González o para que, al menos, se produzca una negociación que dé cauce a esto. Soy, como Antonio Gramsci, pesimista de la razón, pero optimista de la voluntad. La palabra que tiene la oposición venezolana como símbolo y señal del camino es la palabra «resistencia». Y ojalá eso sea por poco tiempo.

LMR: Creo que los sectores democráticos de Venezuela debemos entender el momento que estamos atravesando: el de la resistencia de las fuerzas democráticas del país. ¿Qué pasará? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que para la construcción de la paz no es posible aceptar el criterio maximalista del gobierno, que pretende que se acepte una verdad que ellos han pretendido vender. No podemos aceptar que se desconozca lo que ha sido un verdadero proceso constituyente. Porque el 28 de julio en Venezuela eso fue lo que sucedió: un proceso constituyente del cual participaron millones de venezolanos y venezolanas que salieron a votar para exigir un cambio de gobierno.

Fuente nuso.org

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