Chile: El 11 como pedagogía del deber de memoria

Por Jaime Retamal* – El Mostrador

El golpe de Estado en Chile

Con el 11 de septiembre del año 1973 se tiende a jugar al empate en la política oficial, en la historia oficial, en la filosofía bien pensante oficial, y qué decir, en el imaginario colectivo oficial. Tendemos a pasar más rápidamente la página de la historia que representa esta fatídica fecha, que todo lo que nos demoramos en dejarnos abatir por los titulares de la prensa televisiva, que seguramente, nos hablarán de barricadas y de jóvenes disparando a diestra y siniestra en la periferia de Santiago, produciendo así, un real y perverso desplazamiento de sentido: el 11 es una fecha que nos divide y que hoy más que nunca significa violencia, protesta y barricada fuera de contexto, el país que nunca quisimos ser, la vía armada hacia la pobreza de la que los militares y los Chicago boys nos salvaron o la posmoderna Chilezuela que los actuales administradores del miedo siguen profitando a más no poder.

Jugar al empate implica, entonces, la existencia de algunos que exigen que se ponga sobre la mesa de discusión histórica, lo que ellos denominan “las causas” del 11, lo que produce en picada un recurso al infinito, pues una causa nos lleva a otra causa y a otra causa y a otra causa. Es un empate torcido por el VAR que controlan unos cuantos jueces, fuera de la cancha de juego, con criterios lisa y llanamente políticos, destinados a mantener el orden del imaginario social y colectivo. Ciertamente el 11 es un día complejo, sin embargo, lo es sólo en una dirección, porque miradas las cosas desde la violación de los derechos humanos perpetrada –diseñada- ejecutada y dispuesta para su posterior olvido, es decir, miradas las cosas desde “lo imperdonable”, no hay dos opiniones. El 11 significa una sola cosa y no es posible ningún empate ni juego de abalorios.

Muy rápidamente pasamos por alto la obligación moral de recordar “lo atroz”, “lo terrible”, “el horror”, la violencia extrema y fundadora, la ira del honor militar, la perversión – dicho a la chilena- del “hacerse el gil” que la élite inauguró con tanto éxito. Muy rápidamente olvidamos lo que se conoce como el “deber de memoria” y qué decir, podríamos ser capaces hasta de dejar fuera del currículum escolar la pedagogía que hay en ese deber.

Lo imperdonable –expresión de Jankélévich- aconteció en Chile y es deber moral resguardarlo en la memoria, mantenerlo presente, hacerlo presente, y reflexionarlo. Las condiciones históricas de producción de este deber, y además, sus condiciones pedagógicas y educativas, no están a la altura de lo que ocurrió. Nos falta mucho que crecer como educadores de la memoria. La educación chilena en su currículum juega las más de las veces a ese empate que es finalmente otra forma de olvido. El deber de memoria es conjugable sólo mediante el imperativo, “debemos recordar”. No es pura memoria en su función declarativa o narrativa. No es un corpus discursivo para doctorantes en historia. El deber de memoria no quiere ser nunca una genealogía histórica sin sujeto moral. Se trata más bien de lo contrario: es una memoria moral que tiene como primer deber –sin ser un mero juego de palabras- no perder nunca su memoria.

¿Un 11 más? ¿Otro 11 más?… pues eso es la banalidad del mal. El olvido hecho espectáculo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

* Profesor de Filosofía. Doctor en Ciencias de la Educación. Facultad de Humanidades de la Uiversidad de Santaigo de Chile (Usach)

Anexo:

Entrevista al nieto del expresidente chileno Salvador Allende.

Pablo Sepúlveda Allende: «La impunidad en Chile es total»

Frente a un nuevo aniversario, el 46º, del brutal golpe de Estado que derrocó a su abuelo habla de la compleja actualidad de Chile

Quienes lo acompañan durante su estadía en Argentina advierten que es un hombre reservado y de pocas palabras, aunque su voz adquiere intensidad cuando habla de política, tal vez su gran pasión junto a la medicina. Pablo Sepúlveda Allende, de 41 años, llegó al país para participar del Encuentro Americano por la Libertad de los Presos Políticos. En diálogo con Página/12, habla frente a un nuevo aniversario, el 46º, del brutal golpe de Estado que derrocó a su abuelo, el ex presidente chileno Salvador Allende. Valora el proceso de memoria, verdad y justicia en Argentina, critica sin matices al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y se refiere a la compleja actualidad de Chile.

Médico de profesión como su abuelo, Sepúlveda Allende manifiesta su preocupación ante las recientes palabras de Jair Bolsonaro , a quien tilda de «miseria humana». «Señora Michelle Bachelet, si no fuera por la gente de Pinochet que derrotó a la izquierda en el 73, entre ellos a su padre, hoy Chile sería Cuba», declaró el actual mandatario de Brasil, haciendo gala de su defensa irrestricta a los gobiernos dictatoriales. Para Allende, ese tipo de discursos de Bolsonaro tienen su antecedente directo en Donald Trump. “Son hombres que abiertamente y sin complejos manifiestan su crueldad frente al dolor que han sufrido los pueblos», afirma. Más adelante, define al presidente brasileño sin rodeos: “Es la verdadera cara, sin tapujos, de la mayor miseria humana que se puede ver en la expresión de un ser humano».

Allende dice que en Chile existe un personaje similar a Bolsonaro que llegó a ser candidato presidencial en las últimas elecciones. Se trata de José Antonio Kast, influyente abogado y político que fue diputado entre 2002 y 2018, militante histórico de la Unión Demócrata Independiente, y actual líder del Partido Republicano. “Viene de una familia alemana, su padre fue un oficial nazi que huyó a Chile, y toda su familia estuvo ligada a la desaparición de alrededor de 80 campesinos durante la dictadura de Pinochet», recuerda. «Durante el gobierno de la Unión Popular (de Salvador Allende), muchos de esos campesinos empezaron a crecer gracias a la reforma agraria. Cuando llegó el golpe, al día siguiente la familia Kast cooperó en la entrega de estos líderes que estaban haciendo ruido, y los desaparecieron», agrega.

«Hay mucha mayor impunidad en Chile»

Allende vive hace 10 años en Venezuela. Realizó atenciones médicas primarias en comunidades indígenas, y actualmente es el coordinador internacional de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad. Afirma que el gobierno venezolano vive un proceso de desestabilización que «se acrecentó después de la muerte del ex presidente Hugo Chávez. Fue el inicio de la contraofensiva de Estados Unidos por recuperar su patio trasero, y lo vemos hoy con los duros bloqueos que impone».

Sin embargo, nunca pierde de vista la realidad del país que lo vio nacer. Frente a un nuevo aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, valora profundamente el proceso de memoria, verdad y justicia desarrollado en Argentina, la toma de conciencia por parte de la sociedad, y el acompañamiento, si bien con algunos retrocesos, de la justicia durante las últimas décadas.

En contraposición a ese modelo, afirma que en Chile eso se da «en mucho menor grado. Tanto en la cantidad de militares o responsables directos o indirectos de estos crímenes atroces, es mucho menor proporcionalmente a lo que ha sido en Argentina. Hay mucha mayor impunidad en Chile, en todo sentido. Son muy pocos los militares que están presos, y encima los pocos que lo están, viven en cárceles de privilegio”, afirma. Punta Peuco, ubicado en la comuna de Til Til, es el penal donde muchos de ellos se encuentran actualmente hospedados. «Una de las promesas de Michelle Bachelet cuando asumió la presidencia era cerrar Punta Peuco y pasar a los detenidos a una cárcel menos inmoral. Pero tampoco lo hizo, creo yo que por falta de coraje político», sostiene.

«La impunidad es total. Muchos cómplices de la dictadura chilena ocupan lugares en el Senado, o son ministros del gobierno de Piñera», afirma. Allende dice que hoy persisten las prácticas de esa época nefasta en los carabineros o en la inteligencia militar, y eso se ve reflejado sobre todo en el pueblo mapuche. Este año se descubrió la Operación Huracán, “un laboratorio informático de la inteligencia de los carabineros chilenos que inventaba pruebas de conversaciones de la aplicación de mensajería whatsapp que nunca existieron, encarcelaban mapuches, y los enjuiciaban basándose en pruebas falsas. Se comprobó que todo era mentira y tuvieron que liberarlos», recuerda.

Allende admite que persiste en Chile un espionaje constante sobre dirigentes sociales y defensores de derechos humanos. «Camilo Catrillanca, por ejemplo, fue asesinado por la espalda, por una bala que impactó directamente en su cabeza. Hubo muertes en circunstancias extrañas, supuestos suicidios como el de una dirigente mapuche, Macarena Valdés, que estaba luchando contra una empresa hidroeléctrica que quería instalarse en territorio ancestral”, sostiene. «En conclusión, las prácticas de antaño, aunque de una forma más oculta, se mantienen, y la impunidad también«. (Página12, Argentina)

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