En la tribuna pública, en su curul del Congreso, en los paraninfos de las universidades y en todas partes, el poeta Sotela supo brillar como astro de primera magnitud. Su verbo encendido, levantaba el espíritu cívico. Todavía se recuerda con cariño sus campañas políticas en favor de don Ricardo y de don Carlos María Jiménez. Hablaba caballerosamente, sin insultar.
En cierta ocasión, cuando las gentes salían de sus oficinas a tomar camiones para trasladarse a sus hogares, el poeta Sotela, que fué uno de los primeros en Costa Rica en adoptar la corbata de lazo larga y el «sinsombrerismo», se cruzó con una admiradora de sus versos. Al tratar de saludarla, y —¡oh poder pertinaz del hábito!—, trató de quitarse el sombrero. Al darse cuenta el poeta de su lapsus, ya con la mano cerca de la frente, SE QUITO, CON UN ADEMAN VERSALLESCO, LOS ANTEOJOS»…