Anecdotario Costarricense

Anecdotario

A CATO LIMPIO

AL triunfar la Revolución del 48 se produjeron muchos abusos y atropellos contra los partidarios del régimen derrocado, condenables siempre, pero que se explican mientras se normaliza lo que se conoce como el péndulo de todo triunfo revolucionario. Don Pepe trató de frenarlos hasta donde le fue posible. Recordamos que en Cartago, para evitar mayores problemas, al ocupar le heroica ciudad, lo primero que hizo don Pepe fue ordenar que se lanzaran al Río Molino (una acequia o quebrada que desciende por el sector oeste de la ciudad, propiamente al costado donde se encontraba el Hospicio Salesiano y que por cierto dio su nombre a ese conocido barrio) los toneles de licor que permanecían en las bodegas de la Agencia de la Fábrica Nacional de Licores.

Pero ni aún así pudo evitar otras tantas arbitrariedades.

Víctima de uno de estos incalificables atropellos lo fue el ilustre maestro y brillante escritor don Mario Sancho, quien sufrió la humillación de ser detenido sin justificación alguna, ya que se había mantenido al margen durante la contienda electoral que había desembocado en la guerra civil del 48. Cuando don Pepe se enteró de tan grave hecho lo vimos llegar con muestras de profunda indignación hasta el Colegio San Luis Gonzaga, que servía de cuartel provisional al Estado Mayor de su Ejército, y ordenar que de inmediato se pusiera en libertad al ilustre ciudadano. Además, dio instrucciones para que se castigase al o a los culpables de tan condenable acción. En el resto del país se cometieron atropellos similares, consecuencia lógica de la venganza que trataron de tomarse muchos ciudadanos por sus propias manos, después de haber sido víctimas de toda clase de ignominias por parte de las autoridades del régimen derrocado.

En San José, la brillante escritora y folklorista, Emilia Prieto, que había sido cofundadora del Partido Comunista, padeció varias detenciones, pese a que desde la primera ocasión en que sufrió tal vejamen, don Pepe se apresuró a ordenar que se le dejara en libertad y giró instrucciones precisas para que no se le volviese a inquietar.

Pero sus deseos no fueron cumplidos. Sumamente molesto, cuando se enteró de que la destacada educadora había sido detenida de nuevo, se traslado hasta la prisión donde se encontraba y se enfrentó al oficial que estaba a cargo de la unidad. Era un hombrón de casi dos metros de altura, quien se negaba a cumplir sus órdenes por considerar que debía apegarse a ciertas normas militares.

Don Pepe, ciego de indignación y lleno de coraje, sólo atinó a gritarle:

-¡O la pone en libertad inmediatamente o lo agarro a cato limpio!- (*).

(*).- Cato m. Golpe con el puño. Miguel A. Quesada Pacheco. Nuevo Diccionario de Costarriqueñismos. Editorial Tecnología Costa Rica. 1991.-

Anécdota de José Rafael Cordero Croceri

Tomado del Anecdotario del elespiritudel48.org

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