TAMAL CON CONTREAU
UN 31 de diciembre, a primeras horas de la tarde, fui a buscar a don Pepe para saber como se preparaba para el Año Nuevo. No estaba en la casa.Pensé de inmediato que se había ido a esconder en «La Lucha» para pensar como decía él.
En esas circunstancias, le ponía doble candado al portón y daba estrictas órdenes al guarda, para que no dejara pasar a nadie.
Sin embargo, me fui para La Lucha, me brinque la cerca por un sitio que yo conocía, y entré a la casa. Allí estaba don Pepe, leyendo un voluminoso libro, sentado en la silla de su escritorio.
Don Pepe, le llamé. Me volvió a ver, un poco extrañado, y me dijo: «Cómo hizo para entrar», le contesté: «Tenga seguridad que no fue por el portón». Se sonrió y agregué: «Si esta muy ocupado me voy para que siga devorándose ese libro titulado «El sitio de Stanlingrado»
No, quédese y se dirigió a la sala de su casa, tomos unos leños y encendió la chimenea y conversamos por horas. Cuando noté que estaba oscureciendo le dije: «Don Pepe, me voy, no me gusta manejar de noche y quiero ver como le está yendo a Olguita con la tamaleada»
Un momentito, no se vaya, quiero que pruebe un tamal de La Lucha. Se dirigió al refrigerador, sacó el tamal, lo calentó y me lo sirvió.
Antes de comenzar a saborearlo, me preguntó: «¿Y con qué comen el tamal en su casa? Le contesté, cuando no hay plata, con agua dulce y cuando hay, con vino tinto. Espere un momentito, no se lo coma, le voy a traer vino, de uno que seguro debe ser muy fino, porque me lo regaló Mario Echandi.
Se fue a su habitación, donde tenía escondido entre sus camisas, la botella de ‘vino’ que le había regalado Mario.
Tomó un vaso de casco y me lo sirvió hasta la mitad del vaso.
Yo no encontraba la forma de quitarle la idea de verme comer el tamal de La Lucha y saborearlo con el vino tinto, que no era tinto sino contreau.
Me lo comí todo, nunca me había comido un tamal tan feo, era masa con un poquillo de cerdo y simultáneamente bebiendo contreau de Mario, que venía en una botella de porcelana blanca con dibujos muy bonitos en azul.
Cuando terminé de comerme aquello, que solo por ser calentado y servido por don Pepe, esperé un momento, para levantarme de la mesa.
«¿Un momentito, adonde va?»
«Voy a mi casa a comerme otro tamal con la vicentada»
Espéreme un momentito, yo me voy con usted a pasar el Año Nuevo con la Vicentada, quienes querían y veían a don Pepe como un abuelito.
Así escuchamos las doce bombetas del Año Nuevo, pero algo le dictó su corazón porque dijo: «Ya pasé el Año Nuevo con ustedes, ahora me voy a ver como la pasó Mariano».
Me queda en el tintero el cuento que me contó Mario Echandi, de la caja de contreau, que le regaló a don Pepe, el día de su cumpleaños.
Anécdota de Carlos Manuel Vicente
Tomado del Anecdotario del elespiritudel48.org