Algún día lograremos salir del laberinto

Oscar Arias Sánchez
Escultura de don Pepe
Explanada Municipalidad de San José
25 de setiembre de 2023

Osar Arias

Amigas y amigos:

La vida está hecha de lo tangible y lo intangible, de las materias y los conceptos. Pero hay momentos en la historia, vorágines, en que surgen los objetos-idea, las cosas que adquieren un valor simbólico capaz de trascender la materia. Eso es una escultura. Un pedazo de arcilla, piedra, bronce, hierro, mármol… que actúa como puente entre lo que es y lo que puede ser, entre la realidad en la que vivimos y la realidad con la que soñamos.

Cuando hace 75 años José Figueres abolió las fuerzas armadas de nuestro país le demostró al mundo que vivir sin ejército no es una utopía. En el coraje de este hombre visionario se ensanchó el horizonte de nuestra patria. Con el mazo que golpeara los muros del cuartel Bellavista, derrumbaba también los muros de la incomprensión y señalaba un nuevo camino de esperanza para Costa Rica:Ese golpe de mazo fue la luz que iluminó los pasos de la quimera hacia la ruta del desarrollo que queríamos seguir. Fue así, como nexo inefable entre lo visible y lo invisible, que construimos los costarricenses nuestro símbolo de identidad.

Esta escultura de don Pepe, que hoy encuentra un nuevo hogar en la explanada de la Municipalidad de San José, ha de convertirse en un objeto-idea. La idea de un hombre que decidió abolir nuestro ejército para invertir en educación y salud para nuestro pueblo; la idea de que el gasto militar representa la perversión más grande de las prioridades mundiales que se conocen hasta hoy.

Invertir en los ejércitos y no en la gente es una distorsión de nuestros valores, es alimentar el vientre de los misiles y no de los niños, es pagar hordas de soldados y no de doctores y maestros. Tal vez, cuando nos atrevamos a enfrentar el espejo y ver nuestro rostro sin velos, lograremos encontrar la medicina que nos proporcione vivir en un mundo en donde los seres humanos, y no el gasto militar, seamos la prioridad. Ese mundo que enlaza, como hilo milenario, las ilusiones de muchas generaciones de hombres y mujeres. Así como en la mitología griega Ariadna ayuda a Teseo a salir del laberinto del Minotauro valiéndose de un ovillo de hilo, así también, estoy seguro de que la humanidad algún día logrará salir del laberinto, y volverá a poner en orden sus prioridades siguiendo el hilo que, a través de los tiempos sostuvieron hombres y mujeres desde Buda y Jesús, hasta Mahatma Gandhi, Martin Luther King Jr. y la Madre Teresa de Calcuta.

Ha llegado la hora de que el mundo aprenda a separar la paja del trigo y reconozca, con evidencia en mano, cuáles son los gastos que se traducen en un mejor nivel de vida para sus ciudadanos y cuáles no lo son. Como decían hace un siglo los estudiantes de la Reforma Universitaria: «los dolores que quedan, son las libertades que faltan».

Los ejércitos son nuestros sueños derrotados. Son nuestras ideas vencidas por el miedo y nuestras ganas apagadas por la impaciencia. Cada hombre que armamos es un símbolo de que hemos perdido la más importante de nuestras luchas: la de las ideas. Estoy convencido de que la abolición de un ejército no es una aventura aislada de un pueblo soñador, sino el propio destino del ser humano que Costa Rica protagonizó antes de tiempo…

Una vez que dejé la presidencia le la República en el año 1990 viajé por el mundo auspiciando la paz, la desmilitarización y el desarme en numerablos foros internacionales y en conferencias en universidades y parlamentos. Intercambié experiencias e ideas con miles de personas, valientes y generosas, qu compartían mis sueños de llegar a construir sociedades sin armas.

Cuando al final de mi primer mandato nos disponíamos a reconocer al nuevo gobierno panameño, logré persuadir al presidente Guillermo Endara de tomar la histórica decisión de reformar su constitución política y abolir su ejército. Convencido de que el ejemplo de Panamá podría ser seguido por las demás repúblicas hermanas de Centroamérica y el Caribe, volví mis ojos hacia Haití. Después de la salida de los militares golpistas y la restauración del gobierno constitucional, luché sin descanso por la abolición del ejército haitiano, un hito que alcanzamos cuando el presidente Jean-Bertrand Aristide eliminó el financiamiento de sus fuerzas armadas, aunque no pudimos abolirlas constitucionalmente. Después viajé al África subsahariana, donde intenté persuadir a ocho jefes de estado de abolir sus ejércitos o, al menos, disminuir sus gastos militares. En África ningún gobierno acogió mis sugerencias.

Estoy convencido de que llegará e día en que muchas otras naciones del mundo seguirán nuestro ejemplo, y entonces los maestros en las escuelas dirán que la gran travesía por la abolición de los ejércitos fue iniciada en nuestro suelo. Estoy convencido de que llegará el día en que el ser humano comprenda que el poder de la guerra es muy superior al suyo, y que inundarse de armas es entregarle a la muerte la secreta llave de la vida.

Esta escultura de don Pepe le indicará a los jóvenes de todas las generaciones y de todas las ideologías, que este caminante de la historia se detuvo momentáneamente en la explanada de la Municipalidad de San José para decirles que la paz no es un altar inamovible, fijado en el centro de las plazas. Es una convicción y es una forma de actuar. No está garantizada para siempre, sino todo lo contrario, debemos labrarla cada uno de nuestros días. Debemos labrarla con cada niño que asiste a la escuela, con cada anciano que es atendido en un hospital, con cada joven que obtiene trabajo, con cada madre que compra alimentos. Debemos labrarla con desarrollo humano y crecimiento económico que nos permitan redistribuir la riqueza y eliminar la pobreza. Debemos labrarla, sobre todo, con respeto a las instituciones y a la historia democrática, porque todas las dictaduras se mantienen por las armas, y la paz es, tan solo, un buen sinónimo de la democracia. La paz no nace, se hace, tal como la hicimos en Centroamérica en mi primer gobierno. En palabras de Jorge Debravo: «La paz no es una medalla / la paz es una tierra esclavizada / y tenemos que ir a liberarla«.

Muchas gracias.

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