A propósito de la “cultura taurina” en Costa Rica

Adriana Herrera

Este artículo está dirigido a las personas que, eventualmente, hoy están viendo los “toros a la tica”, pero que no están muy familiarizados con estos animales. A la gente que honestamente pregunta: ¿Cómo se hace para que los toros aprendan a “jugar”?

Les cuento primero, que los toros son animales de presa, es decir, lo contrario de los animales predadores, o sea, los que cazan para comer. Esto es importante, porque han evolucionado para huir, no para enfrentarse al predador. Tienen los ojos en posición lateral, para tener visión periférica y darse cuenta cuando su vida está amenazada. No están preparados para morder, (de hecho no pueden, debido a la ausencia de dientes incisivos en el maxilar superior).

Son animales gregarios, es decir que, viven en grupos; donde se sienten protegidos. Cuando se sacan de su manada, pueden sentir miedo y ansiedad. En presencia de un predador, lo normal es que se agrupen y se alejen. Cuando no hay espacio físico para huir, la otra reacción biológica básica, es enfrentar. Esto ocurre, por ejemplo, en una manga antes de salir al redondel.

Otros factores que causan miedo y ansiedad en estos animales, son el ruido excesivo, las luces brillantes y por supuesto los golpes, las espuelas y las descargas eléctricas de los chuzos.

En estos días, vemos en la TV las conocidas “montas a la tica”. Todo lo anterior, a veces no es suficiente para tener un buen espectáculo, por lo cual se coloca al toro un mecate hecho de pelo de caballo en la parte posterior del animal. El que se ve debajo de la cola y la panza del bovino. El objetivo de este artilugio, es que el toro brinque, levante las patas traseras al sentir la quemadura y la picazón. Sobra mencionar que hicieron un largo viaje desde la finca, en ayuno desde el día anterior.

Todo esto para contarles que el toro no está jugando. Tiene miedo, e intenta huir o defenderse. Supuestamente, mantenemos este espectáculo todos los años porque es parte de la cultura tica. Si fuera yo mal pensada, diría que tiene que ver con las ganancias que genera a unos cuantos esta actividad, a costa del miedo del toro y los pobres diablos que exponen su integridad física por un variopinto abanico de motivaciones; desde la posibilidad de ganarse unos cincos, el fortalecimiento de la masculinidad o salir por tele y saludar a los suyos.
Lucra, el dueño del redondel, el dueño de los toros y por supuesto, las televisoras que venden millones en publicidad, en nombre de la cultura y la familia. Digamos que era cierto, que es importante mantener tal tradición en nombre de la cultura tica; me cuestiono si se tendría que mantener también el patriarcado, el alcoholismo, la violencia en carretera y tantas otras manifestaciones culturales malsanas que nos acompañan desde hace tantos años.

No puedo dejar de pensar en la doble moral de esta sociedad, donde la mitad de la población peregrina a Cartago todos los años y otros tantos salen a la calle con pancartas de “a mis hijos los educo yo”, pero en diciembre llevan a sus niños a Zapote y les enseñan que lo divertido es que el toro embista a algún muchacho. Si se le ven las vísceras, le perfora un pulmón o le mete el cacho en el culo, es doblemente divertido. (Léase esfínter anal, para las personas a las que pueda herir su sensibilidad, aunque ambos términos son aceptados por la RAE).
Sin ser yo experta en el tema del comportamiento humano, me parece que es algo muy morboso, divertirse a costa de la tragedia de los otros.
No escribo para que estén de acuerdo conmigo, ni para juzgar a nadie. Es solo una invitación a reflexionar, y a berrear como los animales heridos y asustados, con los cuales “jugamos”.

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