Redacción
Después de la batalla en la Hacienda Santa Rosa, Guanacaste, el 20 de marzo de 1856, William Walker continuó con sus ideas imperialistas de esclavitud, pretendidas para Centroamérica. Es así como el 11 de abril de ese mismo año, los costarricenses deben luchar nuevamente contra los filibusteros. En esta fecha se conmemora el día en que Juan Santamaría quemó el llamado Mesón de Guerra, acto que permitió a los costarricenses vencer y quedarse con la ciudad de Rivas en su poder.
La Batalla de Rivas significó un alto costo económico y en vidas humanas, por la enfermedad que azotó a los costarricenses llamada cólera, sobre todo para un país tan pobre como Costa Rica. Pero también dejó enseñanzas muy positivas porque se consolidó la nacionalidad costarricense y se reafirmó el sentido de independencia y libertad, al final triunfaron la razón, el coraje y el espíritu libertario de los humildes campesinos costarricenses comandados por nuestro señor presidente don Juan Rafael Mora Porras contra el inicuo opresor.
Esta batalla es la más conocida históricamente. El ejército costarricense comandado por el presidente Juan Rafael Mora, partió hacia Rivas con 25.000 hombres. En su paso hacia Rivas tomó el puerto de San Juan del Sur en el Pacífico y el de la Virgen en el Lago de Nicaragua. El 8 de abril, Mora y sus hombres llegaron a Rivas donde el Jefe del batallón de defensa Byron Cole decidió retirarse. William Walker ataca el cuartel del estado mayor de nuestro ejército, pero José María Rojas y Francisco Rodríguez intervinieron valientemente para rechazar el ataque.
En horas de la mañana del 11 de abril de 1856 nuestros compatriotas fueron sorprendidos por el batallón enemigo. Esto provocó, confusión y desorientación de nuestros conciudadanos, pero se inició el contraataque con mucha valentía. La mayor parte de las fuerzas enemigas se concentró en una casona de huéspedes llamada Mesón propiedad de Francisco Guerra. Bien colocados en el Mesón, a los filibusteros les resultaba muy fácil controlar la situación, dando la señal de alerta con disparos en nuestra contra.
La batalla se prolongó por muchas horas, con abundantes bajas en ambos bandos. 500 bajas costarricenses y de 200 a 250 en el ejército filibustero, según narra Iván Molina en su libro «La Campaña Nacional 1856-1857».
Según Jerónimo Pérez, el combate se trabó de una manera horrible y desventajosa para los de Costa Rica, porque se lanzaron a pecho descubierto, a desalojar a los contrarios de la casa que ocupaban, desde cuyos techos hacían estragos en ellos. Pero, fue más fuerte el heroísmo y el valor de nuestros oficiales y soldados, que fueron motivados por el propio presidente Juan Rafael Mora Porras en persona.
Con toda esta motivación los costarricenses tomaron la ofensiva y en pleno combate el General Cañas exclamó: «¡Muchachos, ¿No habría entre tantos valientes alguno que quiera arriesgar la vida, incendiando el Mesón para salvar a los compatriotas?». El soldado Juan Santamaría contestó en el acto: «Yo iré: pero les encargo a mi madre». De inmediato se le improvisa una tea, partió a la carrera y la aplicó al alero suroeste del Mesón, fue herido en el brazo derecho, pero siempre tuvo oportunidad de quemar el mesón, cayó en tierra mirando al cielo, con el convencimiento de que su obra había sido consumada.
Fue así como los filibusteros no lograron su objetivo y huyeron del mesón. Posterior a la toma de la ciudad, el ejército costarricense tenía planeado asegurar primero el control sobre Rivas y los puertos de La Virgen y San Juan del Sur y, posteriormente, atacar Granada. Sin embargo, estos planes se frustraron por la llegada de una epidemia de cólera, que obligaría a regresar a Costa Rica, donde la enfermedad se cobró cerca de 10.000 víctimas (casi el 10% de la población del país en esa época). Mora y su hermano José Joaquín dejaron a José María Cañas al mando de las tropas costarricenses. La Campaña sería suspendida hasta el año siguiente, cuando se reanuda con la Campaña de la Vía del Tránsito, que tiene como objetivo el corte de suministros a los filibusteros a través del Río San Juan, fronterizo entre los dos países, y que a la postre determinaría el triunfo definitivo de los centroamericanos sobre los invasores.
Francisca (Pancha) Carrasco
Durante la batalla de Rivas se destacó una mujer llamada Francisca Carrasco, conocida como Pancha Carrasco. Ella tomó el fusil, ayudó a rescatar el cañón costarricense y sirvió al presidente Mora. Lo hizo porque sabía leer y escribir, algo que era poco frecuente entre las mujeres de la época. Primero colaboró como secretaria y después como mujer soldado en Rivas e, incluso, defendió al presidente cuando los filibusteros quisieron tomar como prisioneros a los nacionales. Por su valor, Carrasco recibió una medalla y cuando murió se le rindieron honores de general.
Segunda Batalla de Rivas
En la segunda batalla de Rivas, que se efectuó el 11 de abril de 1857, las fuerzas combinadas de los cinco países centroamericanos, dirigidas por el General costarricense José Joaquín Mora Porras, intentaron apoderarse de la ciudad, donde se encontraban las tropas filibusteras, encabezadas personalmente por Walker. Después de cuatro horas de combate, las fuerzas centroamericanas tuvieron que retroceder con un gran número de bajas, ante el nutrido fuego de los filibusteros.
A pesar de que constituyó una victoria filibustera, la segunda batalla de Rivas fue el último combate importante de la campaña, ya que el 10 de mayo de 1857 Walker se rindió ante el capitán norteamericano Charles Davis, cuyo buque Saint Mary’s se hallaba anclado en San Juan del Sur. El General Mora aceptó la capitulación, y Walker abandonó el territorio centroamericano.
Juan Santamaría
Nace en el año 1831, en Alajuela, hijo de Manuela Santamaría, se dice que fue hijo único. Se caracteriza según varios autores; como un hombre joven, humilde, trabajador, alegre y valiente. Murió en 1856, a la edad de 25 años.
Se enlistó en las tropas que estaban al mando de un valiente militar llamado José María Cañas; de origen salvadoreño y que ocupaba el rango de General, encargándose del tambor que marcaba el paso de los campesinos que conformaban las tropas alajuelenses. Su nombre se convirtió en histórico, en el enfrentamiento decisivo de la Campaña de 1856. El acto de sacrificio de Juan Santamaría consistió, en tomar la tea, en forma valiente para quemar el mesón de guerra. Con ello nos liberó de los filibusteros y de la esclavitud, terminando con las aspiraciones de William Walker quien se hallaba atrincherado con sus tropas en el mesón.
Reconocer a Juan Santamaría como héroe, surge de la iniciativa del panameño, José Obaldía en el año de 1861. Reconocer el heroísmo de Juan Santamaría, no es solamente reconocer su valentía, por su hecho en sí, si no que representa a muchos héroes, que al igual que él cayeron ofreciendo su vida por la libertad de su patria.
En Alajuela, hay un parque y una estatua de bronce dedicado a la memoria de Juan Santamaría, con dos cañones de la época. También en ese parque, hay 7 placas en que se escribieron los nombres de algunos de los hombres valerosos, que murieron en la batalla de 1856. La estatua fue develada el 15 de setiembre de 1891 por José Joaquín Rodríguez, presidente de la República.
“Al erigirla no solo se paga una deuda de gratitud para con el tambor valeroso… sino que … se exalta y conmemora lo que hubo de grande en aquellas expediciones del 56 y 57… por manera viene a ser esta estatua un monumento al pueblo humilde … a los desconocidos de Santa Rosa, el Río y Rivas, el heroísmo anónimo que salvó a la Nación.”
Himno Patriótico a Juan SantamaríaPalabras de Ricardo Jiménez Oreamuno, presidente de la Corte Suprema de Justicia, en el momento en que se devela la estatua, el 15 de setiembre de 1891.
“En los anales de nuestra historia, en los hechos que se rememoran por haber ejercido influencia saludable y benéfica en la emancipación y progreso de la República, ninguno de una manera tan efectiva que haya dependido del esfuerzo propio de los costarricenses como los hechos de armas realizados en la epopeya nacional de 1856-1857. Y de aquella campaña, el hecho culminante, el que resume todo su heroísmo y compendia todos sus esfuerzos, es el de la Batalla de Rivas, donde inmortalizó su nombre con su hazaña legendaria el oscuro soldado de Alajuela, Juan Santamaría.”
Fragmento del dictamen rendido por la Comisión Legislativa encargada de estudiar el proyecto presentado por el diputado Aristides Agüero González, al momento de recomendar la aprobación del proyecto que pretendía declarar el 11 de abril día feriado y de fiesta nacional.
SEGUNDA PROCLAMA DEL PRESIDENTE DON JUAN RAFAEL MORA PORRAS ANUNCIANDO EL FINAL DE LA GUERRA
¡COMPATRIOTAS!
La guerra ha concluido; la animada paz vuelve a nosotros con los vencedores del filibusterismo. Hemos lidiado largo tiempo por los más sagrados derechos con unión y constancia, Dios nos ha concedido la victoria. Ya no hay filibusteros en Centro América. Los centenares que existen, inermes y rendidos, están bajo el sagrado de nuestra protección y clemencia.
Libre de sus fieros invasores, Nicaragua vuelve a quedar bajo la justa voluntad de sus hijos. ¡Que el Ser Supremo los inspire y una como hermanos hasta su completa reorganización! Nuestros fieles aliados de Guatemala, El Salvador y Honduras permanecerán en el continente, nuestras guarniciones custodian los valores y fortalezas de la línea que se extiende desde las aguas del gran lago de Nicaragua; hasta la bahía de San Juan sobre el Atlántico.
Costa Rica no patrocinará jamás partidos fratricidas, usurpadores ni vandálicos, exigirá garantías de paz, de integridad y de unión centroamericana; procurará que no se extinga ese espíritu revolucionario, el cual ha sido un acicate para vencer a nuestro enemigo invasor. Que se sostengan las autoridades legalmente constituidas y que cumplan con su deber para con la Patria.
Permanezcamos armados, fortifiquemos más y más para avanzar con denuedo al porvenir.
Ya vuelven nuestros hermanos con sus familiares a sus pacíficos hogares que con tanto tesón han sabido defender.
Hijos de la capital, de Heredia, de Cartago, de Liberia y Puntarenas, hijos de toda la república ¡Regocijaos! Reunidos a mí para recibirlos cual merecen, cuento con vuestra generosidad, con vuestro civismo, con vuestros espontáneos donativos para pagar sin demora a esos valientes, los sueldos que tan heroicamente han ganado, preparemos todo nuestro tributo para socorrer las necesidades, para extenuar los padecimientos, para premiar las virtudes de esos nobles hijos de la Patria que todo lo han sacrificado en sus aras veneradas, que nuestra fecunda unión no se altere jamás y que su ejemplo se imite siempre que sea preciso combatir por el honor y la independencia de Costa Rica»
Presidente de Costa Rica
San José, 8 de mayo de 1856