¿Socialdemocracia flexible?

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

En un debate que parece nunca acabar en el Partido Liberación Nacional (PLN), se habla —y se discute- de Socialdemocracia y le pasan poniendo adjetivos: ortodoxa, remozada, moderna, y flexible. Ya había comentado sobre esto en mi columna «Socialdemocracia sin apellidos«. Este debate recurrente indica entre varias cosas, que el PLN es un partido vivo, donde hay discusión y debate; pero también que hay división.

El que se piense diferente, por supuesto que no es ningún problema, más bien es lo deseable. Pero —y esto es lo importante— en cuestiones de la ideología hay postulados y valores que en teoría son pétreos, es decir, que no se modifican con el tiempo. En cambio como dicen algunos otros, más bien la socialdemocracia debe adaptarse al signo de los tiempos y de alguna forma modernizar, remozar o flexibilizar esos postulados y valores para abrazar la modernidad, que incluye claro, la globalización, apertura, libre comercio y otras yerbas actuales.

Hace algunos años, a principios del 2005, se dio uno de estos debates sobre socialdemocracia en el PLN. Específicamente la discusión fue sobre si la socialdemocracia podía ser flexible, algo que se puso muy en boga en ciertos sectores del partido por ese tiempo, coincidiendo con la llegada y toma del partido por el arismo. Incluso llegaron a llamar «Socialdemocracia flexible» al nuevo pensamiento que introdujeron al PLN.

Pero ¿es esto así?, es decir ¿puede la socialdemocracia ser flexible? Para contestar estas interrogantes, quien más indicado que el maestro de maestros actuales de la socialdemocracia costarricense Marcelo Prieto. Tengo que decir que copio a Marcelo porque nadie mejor que él para hablar de estos temas y porque también sintetiza de forma brillante mi pensamiento sobre la socialdemocracia y el PLN, en otras palabras yo no lo podría decir mejor.

A raíz de ese debate sobre «Socialdemocracia flexible» Marcelo me escribió un correo y lo compartió con un foro de liberacionistas al cual pertenecemos. A continuación el correo:

Estimado Carlos:

Debo felicitarte por haber logrado levantar el nivel del debate ideológico y la discusión sobre los principios esenciales de la socialdemocracia, mediante el aporte de documentos valiosos, como el de Lionel Jospin sobre la Tercera Vía o el reciente de Rolando Araya. Los aportes de varios compañeros como Luis Fernando Díaz, Julián Solano, Gilberto Monge, Bernal Arias y otros más, también han sido muy valiosos.

Logramos superar, por dicha, la discusión centrada en la charlatanería del «socialdemocratómetro» y otras tonterías por el estilo, que solo sirven -intencionadamente- para impedir el análisis serio sobre la crisis ideológica del Partido.

Te sugiero la posibilidad de que hagás circular el documento aprobado por la Internacional Socialista en la reunión de Sao Pablo, con una visión muy actualizada de los problemas mundiales y la respuesta socialdemócrata, y que se examine la posibilidad de convocar a un «Foro de Discusión sobre la Socialdemocracia en el Siglo XXI«, que complemente el debate en red. CEDAL podría ayudar en ese esfuerzo.

Me alegra que también, al menos un poco, hemos logrado superar el debate centrado en el ataque personal y no en los argumentos sustantivos, y eso es muy oportuno, pues la discusión ideológica de fondo y con altura es imprescindible en estos momentos, en que se habla de «flexibilidad» ideológica, lo cual es completamente inaceptable desde el punto de vista político y moral.

Podemos tener flexibilidad táctica, flexibilidad programática, flexibilidad electoral, pero jamás flexibilidad ideológica. Allí requerimos más bien FIRMEZA, porque los principios no son flexibles, sino rígidos, estables, precisos: son las «normas pétreas» de nuestra «constitución» interna. Siguiendo ese criterio de «flexibilidad» tendríamos que admitir, por ejemplo, que el principio de honestidad en la función pública, podría ser «flexibilizado», y que en ciertas condiciones podríamos aceptar o tolerar la corrupción administrativa y el robo de fondos públicos. Tendríamos que admitir que el respeto a la vida humana podría ser un principio «flexible», y que bajo ciertas condiciones se debería permitir el asesinato. Esos ejemplos, que son reducciones al absurdo, nos demuestran que en materia de principios y valores esenciales, las cosas no son ni pueden ser así: los principios no se negocian, ni se flexibilizan, ni se esconden, ni se ponen al margen. Los principios se respetan con firmeza o se cambian, pero no se «flexibilizan». Cuando se considera que ya no sirven, que son obsoletos, o que representan valores que no son aceptables, desde el punto de vista histórico, electoral o político, entonces se cambian. Y en política eso se vale, pero se debe hacer con valentía, sin tapujos y sin mascaradas. Esa posición es respetable cuando se hace con firmeza y con sustento en razones serias, y es desde luego, moralmente válida y políticamente aceptable. Pero entonces debe quedar claro que cambiamos de principios, y puede ser entonces que en ese cambio de principios cambiemos también, y probablemente, de valores esenciales, de cosmovisión esencial, de posición ideológica, de identidad, de camiseta y de bandera.

Los principios y valores esenciales de una doctrina política deben respetarse, si es que de verdad son principios y valores y no meros enunciados oportunistas o lemas de propaganda. De lo contrario, caeríamos en el cinismo de Talleyrand, cuando recomendaba: «apoyaos siempre en los principios: acabarán por ceder».

La socialdemocracia no puede ser «flexible» porque sus principios no lo son. Son principios muy firmes y muy claros, enunciados desde hace mucho tiempo, y que han venido sustentando PROGRAMAS Y POLITICAS -ellas sí- FLEXIBLES Y MODIFICABLES, necesariamente ajustables a las condiciones políticas, a la coyuntura electoral, a las realidades históricas.

Esos principios esenciales están enunciados desde hace año en documentos oficiales del Partido o de la Internacional Socialista. La Declaración de Principios de la Internacional, de 1951, es una buena exposición de nuestras tesis centrales, aunque un poco teñida del clima de la Guerra Fría. Esos principios también están claramente enunciados en nuestras Cartas Fundamentales.

Esos principios son simples, precisos y firmes. Si creemos en ellos somos socialistas democráticos, socialdemócratas o como se nos quiera llamar. Si no creemos en ellos ni los respetamos, no lo somos. Así de sencillo. No se necesitan aparatejos ni charlatanerías para medir esa adhesión, sino firmeza política y criterio moral.

¿Creemos en la libertad del hombre -de todos los hombres- como valor esencial, convencidos de que no hay libertad sino entre iguales ni igualdad sino entre libres?

¿Creemos que el fin último de nuestra acción política es la creación de un orden social nuevo, distinto del régimen capitalista rígido e implacable que ahoga a las mayorías, que le permita a todos los seres humanos vivir con dignidad?

¿Creemos que la democracia es un principio indivisible e integral, que debe realizarse en todos los ámbitos -el político, el económico, el social y el cultural- y no solo en el del régimen electoral?

¿Creemos que la democracia implica un régimen de participación efectiva de los sectores populares en la toma de decisiones EN TODOS LOS NIVELES?

¿Reconocemos el trabajo humano como el elemento preponderante en el proceso productivo, en el régimen económico y en la vida social, y estamos dispuestos a construir una sociedad que tenga como eje el trabajo y no el capital?

¿Aceptamos el papel rector del Estado en el proceso de desarrollo económico-social, defendemos el régimen de planificación participativa, democrática e imperativa que el Estado socialdemócrata debe imponer, y estamos convencido de que debe ser dotado de los instrumentos efectivos que le permitan ejercer esa función rectora?

¿Creemos que los recursos del país se deben destinar en primer lugar a la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías populares?

¿Estamos de acuerdo con el establecimiento de formas propiedad que descansen en el espíritu de solidaridad y de servicio, y que eviten la concentración de la riqueza y del poder?

¿Creemos que la tierra debe estar efectivamente al alcance de quienes la trabajan, y que no debe acapararse ni subutilizarse?

¿Estamos dispuestos a asumir el imperativo moral enunciado hace muchos años ya por el primer partido socialdemócrata de la Historia, el Partido de Lassalle, cuando postuló que «NADIE TIENE DERECHO A LO SUPERFLUO MIENTRAS ALGUIEN CAREZCA DE LO ESTRICTO»?

¿Estamos dispuestos a someter SIEMPRE toda nuestra acción política al parámetro simple definido por don Pepe en la Segunda Proclama de Santa María de Dota: «EL BIENESTAR DEL MAYOR NUMERO»?

Estos principios, estimado Carlos y compañeros de la Lista, no lo estoy inventando: están contenidos TODOS ELLOS, en documentos oficiales VIGENTES del Partido, aprobados oportunamente por las instancias partidarias internas correspondientes. TODOS SON VIGENTES. En la Comisión de Reforma de Estatuto que trabajó antes de la elección de las nuevas autoridades del Partido, habíamos recogido esos principios para su incorporación al proyecto de Estatuto. Mediante su transcripción prácticamente TEXTUAL, los habíamos incorporado en ese proyecto, que se puede ver en la página del Partido, pero para ahorrar esfuerzo, los adjunto a este fraternal correo, tal y como aparecen en los primeros artículos del proyecto. Repito que son copia prácticamente textual de Cartas Fundamentales y documentos programáticos APROBADOS Y VIGENTES.

Hay otros elementos que no se desprenden de documentos partidarios, sino del sentido común: en el mundo de hoy, ¿quién no sabe que el mercado equilibrado, la ley de la oferta y la demanda y el libre comercio solo existen en los manuales de economía ? ¿Quién no sabe que la «mano invisible» no es sino la mano escondida del gran capital? ¿Quién no sabe, como decía José Saramago, que los gobiernos que elegimos no son más que los comisarios políticos de los grandes intereses económicos y financieros? Pero esa es otra historia, sobre la que tendremos que comenzar a discutir pronto, apenas terminemos de ponernos de acuerdo sobre los principios ideológicos y los valores morales que nos rigen, porque necesitamos hoy, más que nunca, el criterio que aplicamos hace ya muchos años en la vieja Juventud Liberacionista:

FIRMEZA IDEOLÓGICA, CLARIDAD ESTRATÉGICA, FLEXIBILIDAD TÁCTICA.

Un abrazo fraternal.

Marcelo Prieto.

Como se puede ver, Marcelo Prieto es muy claro y es muy poco lo que yo podría agregar.

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Un comentario

  1. El señor Prieto lo ha puesto bien, porque si fuera por adaptarlo todo al cambio no podría haber nada con algo de permanencia. El problema es que cuando hay un lobo en la piel de una oveja (cuando hay oportunismo), de repente es inevitable el ataque personal, porque llegará el momento de tener que decirle, usted es un lobo. En el tiempo de la Thatcher y Reagan se consolidó la influencia de los grandes negocios en el poder, y el embarazo de tener que definirse. De no decirles que son lobos uno se vuelve un cómplice de su lupulismo. Yo estuve ya en un foro de CEDAL donde se discutió esto mismo; y allí había lobos. ¿Cuánto tiempo se justifica seguir en la misma discusión, aceptando que todos los presentes son ovejas?

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