Foro Socialdemocracia costarricense en el siglo XXI (Parte I)

Foro efectuado el martes 8 de febrero del 2005 en la sede de CEDAL con la participanción de Marcelo Prieto, Guillermo Zúñiga, Saúl Weisleder y Jorge Urbina como moderador

Nota del Editor: por la importancia y actualidad del tema y la calidad de los expositores, decidimos publicar de nuevo, ahora en Cambio Político, la transcripción de este foro organizado por CEDAL.

Por la extensión de las exposiciones, dividimos la publicación en tres partes: Introducción de Jorge Urbina y exposición de Marcelo Prieto (Parte I); exposición de Guillermo Zúñiga (Parte II); y exposición de Saúl Weisleder y conclusiones (Parte III).

Actualizando la presentación del moderador sobre los panelistas, podemos decir que Marcelo Prieto actualmente es el Rector de la Universidad Técnica Nacional en Alajuela; Guillermo Zúñiga fue Ministro de Hacienda en la segunda administración de Óscar Arias y posteriormente diputado; y Saúl Weislder es el actual embajador alterno de Costa Rica ante las Naciones Unidas.

Socialdemocracia

Jorge Urbina (moderador): Muy buenas tardes a todos y a todas. Es esta una primera actividad copatrocinada por el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (Cedal) e impulsada por un grupo de liberacionistas llamados La Isla, que hemos venido trabajando alrededor de la idea de remozar al partido. Esta idea va dando sus frutos, y aunque casi todos los que estamos aquí peinamos algunas canas, guardamos la esperanza de que en un futuro –ojalá cercano- nuevas caras de gente joven vayan poblando cada día más y más las alas del partido Liberación Nacional. Y en este periodo en el que algunas personas han abandonado el partido, los que nos quedamos lo hacemos en el ánimo de demostrarles que se equivocaron, de demostrarles que vivimos en un partido fuerte, vigoroso, amplio, democrático, tolerante, y es con esa esperanza con la que vamos organizando actividades.

Anticipo para todos ustedes algo que muchos no saben, pero a raíz precisamente de nuestros trabajos alrededor del futuro del partido y de una visión de un partido renovado, propusimos la idea de darle al Instituto Rodrigo Facio una nueva autonomía, convirtiéndolo en órgano de partido y acordarle fondos suficientes para que reemprenda la tarea de reclutamiento y capacitación de nuevas generaciones. Hoy el instituto ya cuenta con nuevas aulas en el Instituto Cooperativo y con un presupuesto de 50 millones de colones para arrancar en un nuevo periodo, y ese será –creo yo- uno de los ejes desde los cuales girará el futuro de un partido nuevo, de un partido más vigoroso y más joven, con todo lo que yo los quiero a todos ustedes…

Estamos aquí para hablar un poquito de la Socialdemocracia. Hablar del socialismo democrático es hablar de ideas que ya van para tres siglos; hablar de la expresión «social democracia» es hablar de una expresión ya centenaria. La social democracia se ha presentado como una doctrina basada en principios firmes y constantes, con objetivos cambiantes en distintos lugares y ante distintos problemas. Un enfoque cambiante le ha dado también la posibilidad de plantear objetivos radicalmente distintos.

Esta perspectiva nos la recordaba don Pepe cuando en el prefacio de la Pobreza de las Naciones dedicaba el libro a John Stuart Mills y le decía «tendedor de puentes» y «apóstol de la solución racional». Estos principios que dan fundamento al pensamiento socialista democrático, a la idea de la democracia social, es un pensamiento imbuido profundamente de una pretensión racional. Por eso tenemos hoy aquí a distinguidos racionalistas: dos economistas muy queridos y un abogado muy querido: Marcelo Prieto, quien ha desempeñado muchos cargos a lo largo de su vida (para mí alcanzó dos honores que me ponen siempre verde de la envidia), haber sido presidente de la Juventud Liberacionista, que me parece que es un honor muy grande en la vida, y haber sido diputado y un diputado de los buenos. De los buenos también fue diputado Saúl Weisleder, un hombre que ha tenido una larga trayectoria de pensamiento y de militancia y Guillermo Zúñiga, nuestro segundo economista, quien fue viceministro de Hacienda y ha sido un hombre que se ha distinguido por una preocupación constante de la situación del país y por proponer soluciones.

En este mundo de hoy es quizás más difícil definir qué es ser social demócrata. Eso es más difícil después de que cayó el muro; fue más fácil el siglo XX, que fue -especialmente en su segunda mitad- un siglo poderosamente socialdemócrata, pero el mundo unipolar que lo ha sustituido y los renovados bríos del capitalismo han puesto a la social democracia a la defensiva en muchos casos. En distintos países se formulan tesis distintas; especialmente en Europa asistimos a mandatos muy distintos pero todos cubiertos bajo la misma pretensión, de ser enfoques que se toman desde la perspectiva de la social democracia. Y en Costa Rica, después de ocho años fuera del poder, Liberación Nacional también se pregunta –y yo creo que vigorosamente- qué quiere decir social democracia en Costa Rica.

Sin más, yo los voy a dejar con nuestros expositores de esta noche, reservándome todos los derechos del moderador, de interrumpirlos, interpretarlos y resumirlos oportunamente. Así que don Marcelo Prieto, tiene usted la palabra por veinte minutos.

Marcelo Prieto: Muchas gracias a Carlos por invitarme a esta actividad tan importante y muchas gracias a los compañeros que están aquí en este panel, porque estoy seguro que su participación enriquecerá muy significativamente este debate y este comentario.

Resulta muy importante discutir en estos momentos de la vida histórica del partido Liberación Nacional; cuáles son los conceptos básicos de la Social Democracia, cuáles son los conceptos básicos del pensamiento liberacionista, qué significa ser socialdemócrata y qué significa ser socialista democrático en el año 2005.

Como lo decía con toda razón Jorge, los orígenes de la Socialdemocracia se rastrean en la Revolución Francesa y antes de la Revolución Francesa. Y se consolidan hace más de cien años en un famoso debate ideológico, surgido en el seno de la Segunda Internacional y del partido socialdemócrata alemán, en la última década del siglo XIX. Y es importante recordar esto para enfocar adecuadamente el debate que hoy se plantea con relación a la flexibilidad o inflexibilidad o el dogmatismo o el oportunismo dentro de la socialdemocracia. Es importante recordarlo porque la Social Democracia se consolida como una corriente política, como una plena y completa identidad, surgiendo como una profunda revisión del pensamiento socialista clásico del pensamiento marxista clásico. Es decir, la Social Democracia se consolida de manera definitiva con una raíz revisionista, con una raíz crítica, y Edward Bernstein, a quien se le conoce generalmente como el padre de la Social Democracia, lo que hace es someter a varios de los postulados del pensamiento marxista a una crítica demoledora de frente a los hechos que estaban ocurriendo en el mundo capitalista en ese momento.

Esto es especialmente significativo en esa década, porque Bernstein había sido con Kaustsky uno de los principales introductores del marxismo dentro del pensamiento del partido social demócrata alemán, en el que había otras corrientes de pensamiento. En ese momento Marx acababa de morir, Engels todavía estaba vivo y había otras corrientes y otras ópticas, otros planteamientos -sobre todo los que provenían de La Salle- que tenían una vigencia muy importante dentro del partido social demócrata alemán. Y Bernstein, antes de ese debate, había sido un marxista dogmático, un marxista feroz y uno de los que más había contribuido a introducir los planteamientos del marxismo dentro del pensamiento del partido social demócrata alemán. Entonces, la crítica que comienza a desarrollar Bernstein en esa década y la posición antidogmática de Bernstein causó sin lugar a dudas una gran conmoción en el partido social demócrata alemán y en la Internacional Socialista en su conjunto.

Bernstein ataca fundamentalmente dos tesis que eran centrales en el pensamiento marxista de esa época: la tesis del derrumbe inminente de la sociedad capitalista, la tesis de la acumulación cíclica y creciente de un deterioro imparable del capitalismo, que iba a traer como consecuencia el derrumbe a corto plazo de la sociedad capitalista y la instauración de un régimen socialista. Y la otra tesis que Bernstein ataca muy vigorosamente es la tesis de la pauperización creciente del proletariado. Bernstein dice que no vemos síntomas de que vaya a producirse una catástrofe en la sociedad capitalista, la cual evoluciona, cambia, tiene crisis comerciales cíclicas, pero no vemos síntomas de una crisis definitiva que venga a traerse abajo a la sociedad capitalista en su conjunto, que vaya a producir un apocalipsis económico y social y que vaya a permitir que construyamos o que desarrollemos una sociedad socialista de una vez. Nada de eso está ocurriendo como tampoco está ocurriendo –dice Bernstein- que se esté pauperizando, que se esté empobreciendo el proletariado y que vaya a producirse allí un reventonazo social definitivo, sino que estamos viendo otras cosas: que las clases medias están desarrollándose, que por la acción del propio socialismo, de la propia social democracia, se están produciendo leyes favorables a los trabajadores, se está produciendo una reducción de la jornada de trabajo, se están produciendo transformaciones sociales y jurídicas, constructivas y positivas, que están permitiendo que una clase media vaya desarrollándose y que vaya estableciéndose poco a poco un sector de la economía en manos de cooperativas y no está produciéndose tampoco la pauperización irremediable y acelerada que Marx había previsto en una parte del capital.

Ante esta situación -pensó Bernstein- la Social Democracia tiene que cambiar su estrategia y su método de lucha. Frente a un fenómeno de esta naturaleza en que la sociedad capitalista no se va a caer ante un tsunami definitivo, el socialismo democrático no puede estar planteando una vía revolucionaria, no puede estar planteando la tesis de la dictadura del proletariado, ni la tesis de que debe transformarse la sociedad capitalista mediante la acción violenta, sino mediante otras formas de lucha.

Y entonces, en una famosa serie de artículos que se llamó Los Problemas del Socialismo, y que después se complementó con un libro también clásico llamado Las Premisas del Socialismo y la Misión de la Social Democracia, Bernstein le da vuelta a esas premisas y defiende posiciones que no eran las dominantes en ese momento en el partido socialdemócrata alemán ni en la Internacional Socialista.

Bernstein defiende –entre otras cosas- la indisoluble unidad entre la democracia y el socialismo y combate con una enorme fuerza toda la tesis, después desarrollada libremente por Lenin, de que era necesario el establecimiento de una dictadura del proletariado para poder construir el socialismo. Bernstein dice que nada de eso está presente en las condiciones de desarrollo económico social y político que yo estoy viendo; todo lo contrario, para nosotros es imprescindible la democracia como meta final, porque la forma específica que va a adoptar la sociedad socialista en el campo político es la forma democrática y en esto repite incluso palabras de Engels, en la famosa crítica al programa de Erfurt, cuando afirma que la forma específica de la dictadura del proletariado –dice Bernstein todavía usando esa expresión- es la república democrática. Bernstein insiste reiteradamente en esa unidad entre la democracia y el socialismo, concibiendo la democracia como la forma política que la sociedad socialista futura tendría que adoptar en definitiva, pero también como el camino, como la vía, como el medio para lograr la transformación de la sociedad capitalista.

El triunfo del socialismo no se iba a lograr entonces mediante el establecimiento de una dictadura del proletariado y mediante una revolución violenta, sino mediante una ampliación de las libertades democráticas, mediante una consolidación de la democracia y mediante una creciente participación de los obreros, por la vía de la democracia, en el parlamento, en el gobierno y en la transformación positiva de la sociedad, mediante el método evolutivo, mediante el método reformista.

Ese debate sigue durante todo el final del siglo XIX y durante las dos primeras décadas del siglo XX. Produce la división conocida entre bolcheviques y socialdemócratas; los comunistas se separan de la socialdemocracia, establecen la Tercera Internacional y una corriente que se dice ser la auténtica heredera del socialismo, con las consecuencias que ya conocemos, a lo largo del siglo XX, y que no voy a comentar acá. Se establece una dictadura, no del proletariado sino del partido; se establece no un régimen socialista sino un régimen capitalista de Estado; los trabajadores siguen siendo igualmente explotados bajo otras condiciones, pero eso se presenta como el único socialismo posible, como el socialismo verdadero.

El debate no termina. El revisionismo continúa planteando sus tesis. La Socialdemocracia alemana –que era la Socialdemocracia dominante en la Segunda Internacional en el mundo en esa década-, entra en una profunda crisis: Bernstein, Kautsky y otros se separan del partido socialdemócrata alemán en 1914, cuando la fracción legislativa socialdemócrata vota los créditos de guerra, le apoya al Káiser el presupuesto que éste presenta para entrar en la Primera Guerra Mundial, y entonces los principales teóricos del partido socialdemócrata alemán se separan y forman el partido socialdemócrata independiente, y después vuelven a integrarse otra vez al partido socialdemócrata alemán con la República de Weimar. De tal manera que las salidas y las entradas en los partidos socialdemócratas por diferencias de criterio, de método, por diferencias coyunturales, pues no son tampoco nuevas, y son un fenómeno que a lo largo de la historia del movimiento socialista se ha visto muchas veces.

Pero ese enfoque revisionista que plantea Edward Bernstein y que le da una raíz eminentemente crítica y racionalista de frente a los hechos del pensamiento socialdemócrata, encuentra también su correlato en los planteamientos de lo que podríamos llamar la izquierda democrática en América Latina, cuando el pensamiento de los demócratas comienza a permear y a desarrollarse en América Latina.

En su famoso debate con José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre toma el concepto de relatividad de Einstein y lo aplica a la sociología, lo aplica al análisis político y le dice a Mariátegui que las ideas del socialismo tienen que aplicarse en América Latina de conformidad con nuestro espacio y tiempo histórico, y tienen que adaptarse a las condiciones, a las peculiaridades, a las necesidades y realidades de nuestros pueblos. No puede haber un transplante del pensamiento socialista europeo, surgido en otras condiciones totalmente diferentes hacia América Latina.

Esa raíz crítica nos ha dotado también de un fuerte sentido pragmático en América Latina, en Europa y también en Liberación Nacional en forma muy particular. En un famoso discurso de Luis Alberto Monge -en 1969- ante la Asamblea Nacional del partido, que se llama Somos un partido joven, insiste mucho y desarrolla con toda propiedad este tema del pragmatismo. Dice que Liberación Nacional, firme en sus ideales, firme en sus planteamientos, firme en sus principios y en sus valores, es pragmático en la aplicación de programas, en la definición de políticas y en la formulación de recetas para resolver los problemas económicos y sociales, y que esas recetas tienen que surgir de un análisis cotidiano, permanente, de nuestra propia realidad y de nuestro propio entorno. Dice Luis Alberto que escojamos el camino medio, que escojamos el camino del pragmatismo; un camino distinto del dogmatismo enervante, rígido y también distinto del oportunismo politiquero-electoralista, que ha caracterizado a otros partidos en el mundo. Y yo pienso que ese consejo de Luis Alberto –tan mesurado como todo lo que Luis Alberto siempre ha planteado- es un consejo que nosotros los liberacionistas tenemos que recuperar ahora: buscar un camino medio, un camino que nos permita alejarnos del dogmatismo y de los dogmas vacíos de contenido y también que nos permita alejarnos del oportunismo y del electoralismo inmoral en que muchas veces se traduce la acción política de los órganos de partido o de los órganos de Gobierno en administraciones liberacionistas.

Debemos encontrar un camino medio, un camino que nos permita respetar y consolidar los valores y los principios esenciales del pensamiento socialdemócrata, entendiendo que tenemos que definir los métodos de lucha, los programas, las políticas, las instituciones aplicables en esta etapa de nuestra vida histórica para salir adelante. Nosotros no podemos aplicar recetas de hace treinta años ni de hace cuarenta años. El mundo cambió irremediablemente y Costa Rica cambió en mucho sentido por impulso del propio partido Liberación Nacional.

Hace cien años, en 1905, Einstein formuló la teoría de la relatividad restringida, y diez años después la teoría de la relatividad general. Cincuenta años después de esa formulación inicial murió, en el año en el que también murió otro gran representante de los nuevos paradigmas del siglo XX, en este caso Teilhard de Chardin, (en este caso en el campo de la física evolutiva y de la antropología), dejando Einstein un legado que en ciencias físicas ha transformado completamente la visión del mundo. Nosotros no podemos hoy entender el mundo –ni el mundo natural ni el mundo social- con la misma óptica que se entendía a principios del siglo XX. Pero además, en la realidad económica y social ha habido una inmensa transformación desde que hace cien años se planteó este debate sobre el revisionismo. Una transformación inmensa de un mundo bipolar, del mundo de la guerra fría, del mundo de la pos guerra y hoy estamos –como lo señalaba aquí hace unos minutos Jorge- en un mundo unipolar, un mundo en el que la teoría económica del capitalismo se ha convertido en la única economía; un mundo donde doscientas empresas influyen sobre la tercera parte del producto mundial; un mundo donde la duplicación de la riqueza mundial en los últimos cuarenta años ha estado aparejada al mismo tiempo con una triplicación de la pobreza, explotación y la exclusión.

Y lo mismo ha ocurrido en Costa Rica. La Costa Rica de hoy no es la misma del gobierno de Daniel Oduber o la de cuando termina la década de los setenta y entramos en la década de los ochenta, terrible para todo lo que significa desarrollo social. En los últimos diez años la economía costarricense se ha diversificado enormemente; hemos pasado de ser un país exportador de productos tradicionales a un país donde nuestra principal fuente de ingresos es el turismo; hemos pasado de un país en donde la mayoría de la población, que estaba en las zonas rurales, se encuentra en las zonas urbanas y la que está en zonas rurales se dedica a actividades de comercio y de servicio.

Estamos en un país, sin embargo, en el que ese crecimiento no se ha reflejado en un mejoramiento de las condiciones de vida y de las condiciones de trabajo de las grandes mayorías populares, sino que –por el contrario- los índices de pobreza se han mantenido alrededor de un 20% para las familias de Costa Rica, lo cual significa que la pobreza ha crecido en números absolutos en este país; el crecimiento no ha traído redistribución, lo cual nos debe llevar a pensar que nuestra tesis original de que no debemos esperar a que avance el crecimiento económico y a que se produzca el derrame -o la teoría de la boñiga, que llamaban los socialdemócratas originalmente- Nosotros no podemos aceptar esas tesis en ese momento y la experiencia de los últimos quince años nos lo demuestra. No podemos tratar de producir redistribución y allí están los economistas que me van a corregir o que me van a complementar. No podemos producir redistribución como consecuencia del crecimiento; tenemos que producir crecimiento como consecuencia de la redistribución. Y hay suficiente riqueza en este país para iniciar un esfuerzo de redistribución del ingreso que potencie la demanda y que permita un crecimiento sostenido distinto, más justo y más democrático.

¿Cuáles principios se mantienen? Desde luego los principios básicos tradicionales que hemos enunciado muchas veces: libertad, igualdad y fraternidad. Los mismos principios de la Revolución Francesa que se formulan a veces como libertad, justicia social y solidaridad. ¿Es importante definirlos? Sí. No lo voy a hacer ahora. ¿Es importante analizar su contenido? Sí. ¿Es importante buscar consenso sobre el contenido de esos principios? Sí. Porque si le preguntamos a un neoliberal si él aspira a una sociedad donde domine la libertad y la justicia dirá que sí y estará de acuerdo en que a lo que debemos aspirar es a la libertad y la justicia, pero: ¿cuál es el contenido específico de esa libertad y esa justicia que concibe el neoliberal y la que concebimos nosotros los socialdemócratas? La libertad para nosotros es una libertad distinta a las libertades neoliberales.

El principio de que nuestra acción política está centrada en el hombre y persigue mejorar las condiciones de vida del hombre. No es el hombre quien tiene que estar al servicio de la economía; es la economía la que tiene que estar al servicio del hombre. No es el hombre quien fue hecho para el sábado sino el sábado el que fue hecho para el hombre. Es el ser humano el que tiene que ser el centro de la acción política en todos los niveles. Y eso implica comenzar a desagregar algunos elementos. Estamos de acuerdo en privilegiar el trabajo -y por ello nos llamamos en algunos lados laboristas- como factor esencial en la vida económica y social. Estamos de acuerdo en que el trabajo humano es el valor fundamental en la vida económica y social práctica y que en el enfrentamiento entre el trabajo y el capital, entre el trabajo y la propiedad, entre el hombre y la empresa vamos a respaldar al hombre, al trabajo y no necesariamente a la empresa o al capital.

Respetamos un principio esencial: la rectoría económica del Estado. El mercado equilibrado, la libre oferta y la demanda, nada más existen ya en los manuales de economía y la mano invisible no es nada más que la garra del gran capital disfrazada y tapada con un guante de terciopelo lleno de sangre, sudor y lágrimas. La rectoría económica del Estado es un principio socialdemócrata que me parece que debemos reafirmar, en el entendido -por supuesto- de que no se trata de un Estado totalitario ni nada que se parezca, ni de una rectoría impuesta a base de cárcel, latigazos y balazos. No. Es un esfuerzo de planificación democrática, de planificación participativa, que garantice que el Estado tiene los instrumentos de política económica y social necesarios para orientar el proceso económico y para intervenir en defensa de las grandes mayorías populares en el proceso económico y social, cuando se dan distorsiones e incorrecciones.

Nosotros no creemos en el monopolio público de la propiedad. La socialdemocracia no es estatismo, y aquí cito también una frase famosa de Engels: «si el socialismo fuera igual al estatismo Bismark hubiera sido el mayor socialista del mundo» decía Engels al final del siglo XIX. Creemos en la propiedad mixta; creemos que, en algunas etapas de nuestra vida histórica, algunas actividades económicas son mejor desarrolladas y deben estar preferentemente en manos del Estado, pero otras actividades son mejor desarrolladas por la empresa privada y otras deben estar en manos de un sector de economía social, de un sector de economía cooperativo.

¿Cuánto, qué, cómo y donde nos ponemos de acuerdo para asignarle al sector privado, al sector cooperativo o al Estado?, me parece que es lo que debe ser objeto de un profundo y serio debate en los próximos años. Yo pienso que estamos casi de acuerdo con los principios y los con valores; que estamos casi de acuerdo con la meta, y que el gran debate tiene que ser sobre el camino, sobre los medios, sobre los instrumento, sobre los programas, sobre las políticas que vamos a desarrollar.

¿Qué vamos a privatizar? Esa es una decisión sobre la que tenemos que ponernos de acuerdo todos, ahora, antes de las elecciones. Es un acuerdo que tiene que tomarse en el congreso del partido Liberación Nacional, con un debate amplio y participativo, que dé los parámetros y no que diga necesariamente cuáles actividades hay que privatizar. Y esa decisión tiene que tomarse en el congreso del partido; no en el Consejo de Gobierno, no en la casa del presidente de la República, no en la Casa Presidencial, no en la fracción de Liberación Nacional, no en el Directorio Político, no en la Asamblea Nacional, no en la casa del candidato; esa decisión se debe tomar en el congreso del partido, mediante un debate amplio y abierto en el que participemos todos.

Llego hasta aquí compañeros. Me parece que el gran debate tiene que centrarse en el camino. El camino no es la meta. Estamos claros en la meta y tenemos que escoger y reafirmar una buena meta; pero si escogemos un mal camino no vamos a alcanzar es meta nunca. Tenemos que ponernos de acuerdo en el camino, porque si queremos llegar a la cumbre del Chirripó, tenemos que tener la brújula de que hablaba don Óscar Arias muy bien puesta para que nos señale el rumbo, porque si no podemos terminar botados en el Zurquí o en algún pantano, o en el basurero de Río Azul por no decir en el basurero de la historia. Escoger el camino es la tarea que tenemos enfrente en este momento, porque en los valores siento que estamos bastante de acuerdo. Vamos a encontrar el camino -estoy seguro- en los próximos meses, en los próximos días.

Muchas gracias.

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