¿Caminando con ilusiones ópticas en la trayectoria del tiempo…?
Caryl Alonso Jiménez
Es la Escuela Francesa, a partir de Gastón Berger (1896-1960), creador del término prospectiva que la denominó como la ciencia del porvenir, y que permitió desde distintos ángulos a través de los estudios de futuro, conocidos como Foresight, definir escenarios que pudieran ser viables de acuerdo condiciones provocadas e intencionadas…
A propósito, Einstein (1879-1955), en un debate sobre física cuántica dijo, “Dios no juega a los dados”, metáfora que si bien abordaba la ausencia de mayor conocimiento sobre dicho campo, buscaba resaltar aquellas variables ocultas del universo.
Hoy día y tomando distancia de la física cuántica… que genera uno de los ruidos semánticos de mayor sonoridad como las técnicas de incertidumbre, que ocultan series de variables que previenen que toda acción tiene un propósito… Aunque en materia de poder se siga jugando con los dados de ensayto y error.
Por eso, cuando los decisores de política ven el futuro, están obligados a compartir esas visiones para legitimarlas, gestionarlas y hacerlas realidad para devolver la promesa del bienestar ciudadano.
Hoy día es incontestable, las políticas públicas es el instrumento para mejorar el bienestar ciudadano. No pueden entenderse si no apuntan en esa dirección como resultado de diagnóstico del pasado. Sin embargo, ese es el dilema de la política pública. Se tiene la audacia de expresar retóricamente el futuro, pero no se tiene la capacidad de traducirla en acciones. Definir el futuro sin explicar las razones del pasado que lo justifican… casi siempre es un engaño intencionado.
No basta hoy con la simple declaración del combate a la opacidad institucional, si no se reforman los escenarios que lo sostienen. Es ese el principio de la Escuela Francesa, donde el análisis estructural revela aquellas condiciones del pasado/presente que aportan variables para la construcción de futuros posibles.
Al parecer se dedican esfuerzos para resaltar las pandemias de la opacidad que recorren las instituciones, pero curiosamente nunca, o casi nunca, quienes la reclaman van a las causas que lo originan. Por ejemplo, se demanda insistentemente políticas públicas en defensa del Estado de derecho para erradicar la opacidad, pero curiosamente aún no hay iniciativas en esa dirección, entonces, ¿De qué se discute realmente…?
Entendemos que el patrimonio ético de la administración pública no es la suma de códigos de conducta; sino la fuerza moral para responder a tiempo y en condiciones reales a los escenarios grises. No se trata de premios en el servicio público, sino de la advertencia del castigo a quienes sobrepasen arbitrariamente la ley.
Y en ello, también es necesario acotar que cuando le damos la espalda a la agenda social y a la pobreza extendida a lo largo de las áreas rurales y cinturones de miseria de las ciudades de la región, también estamos atentando contra los códigos éticos de la gestión pública.
Amartya Sen (2003), insiste que la construcción del capital humano y el reconocimiento de activos sociales deben trascender hacia planes concertados de educación de largo plazo, que perfilen el valor social. Si no cómo explicar el paradigma de Singapur…
La competitividad y productividad y la estrategia del crecimiento, pero la competitividad con rostro humano. En ese sentido, al igual que CEPAL (2020), si bien la flexibilización laboral hace atractiva el IED, en desmedro del capital humano y la precarización. Ese es el dilema, ¿Políticas para quién…?
No se trata de un país benefactor, sino la claridad de ir hacia una arquitectura que permita construir una sociedad capaz de insertarse a las dinámicas políticas y socioeconómicas. El Estado que se forja desde la justicia y el derecho, articula reglas para el crecimiento y no cabe duda, impactar en empleo y prosperidad.
Es incontestable, la ciencia en las decisiones de gobierno y gestión pública son un reclamo histórico y bíblico. En 1ra Reyes 3: 11, es la sabiduría otorgada a Salomón que eleva el sentido de poder. Igualmente Platón (427-348 aC.) cuando habla del gobierno de sabios, de sofocracia, donde su virtud es el conocimiento.
Joseph Stiglitz a principios de Siglo XXI en “Los felices noventas” (2003), expresa que, “el conocimiento reemplazaría la política”, pero no era sustituir el poder… sino la certeza que otorga el conocimiento en el horizonte… Entonces, ¿Por qué seguir caminando con ilusiones ópticas en la trayectoria del tiempo…?