¿Qué relación tiene el nuevo orden de Trump con la fallida política de apaciguamiento de Chamberlain?
Wikimedia Commons, CC BY
Fernando Cvitanic, Universidad de La Sabana
La advertencia es del presidente de Francia, Emmanuel Macron: “Más allá de Ucrania, la amenaza rusa está aquí y alcanza a los países de Europa, nos afecta”. Macron alerta sobre el rearme ruso, con un 40 % del presupuesto nacional dedicado a defensa. “¿Quién puede creer en este contexto que la Rusia de hoy se detendrá en Ucrania?”, se pregunta el mandatario francés.
La bochornosa discusión televisada entre Donald Trump y Volodímir Zelenski escenificó un momento inédito cuando el mandatario estadounidense alzó la voz y acusó al ucraniano de incitar la Tercera Guerra Mundial. Una pequeña muestra de lo que significarán las políticas y decisiones de Estados Unidos de acá en adelante.
Para Donald Trump, tal como ya había proclamado meses atrás, los problemas de otros países no son una prioridad. Por eso, tras el desencuentro con Zelenski, decidió suspender toda la ayuda militar que hasta el momento le había estado dando a Ucrania.
Política transaccional y giros de guion
Una medida consecuente con la puesta en marcha de su política transaccional y que, en un nuevo giro de guion, quedó revocada este mismo martes. El acuerdo alcanzado por la diplomacia estadounidense y ucraniana en Yeda, la segunda ciudad en importancia de Arabia Saudí, incluye un alto el fuego inmediato y el levantamiento de las restricciones a la ayuda militar y al intercambio de inteligencia por parte de Estados Unidos.
La pregunta parece simple: ¿qué gana Donald Trump en Ucrania? Desde su pragmatismo, se trata de un problema de Europa y le resulta más conveniente concentrar sus energías en China, su enemigo comercial más férreo.
Europa ve a Rusia como una amenaza, pero Estados Unidos no. Desde esa premisa, es posible remitirse a dos aspectos históricos que nos llevan a pensar en un par de hechos determinantes en el inicio y el fin de la Segunda Guerra Mundial, y que hoy parecen repetirse.
La oscura política de apaciguamiento
Recientemente, Emmanuel Macron dijo que Putin es un expansionista que quiere revivir los tiempos de la Unión Soviética. Cree que no le va a temblar la mano a futuro y que está pudiendo con Ucrania.
A Adolf Hitler le permitieron anexionarse la mitad de Checoslovaquia y Austria. El entonces primer ministro de Inglaterra, Arthur Neville Chamberlain, dio un mensaje de tranquilidad tras los Acuerdos de Múnich. Un pacto suscrito por el mandatario británico y el primer ministro francés, Édouard Daladier, con Mussolini y Hitler en septiembre de 1938.
Dejaron que Alemania se incorporara los Sudetes, pertenecientes a Checoslovaquia, bajo el argumento de que eran países de habla germana. Con ello se puso en ejecución la denominada política de apaciguamiento. Aterrados con las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, pensaron que era preferible ceder. Pero ¿se acabó Hitler? El apaciguamiento solo terminó en más expansión.
El historiador Paul Keneddy también lo sugiere en su libro A time to apppease: “Hablar de alguien que es un apaciguador nos lleva a un significado mucho más oscuro, el que implica cobardía, abandonar a los amigos y aliados, no reconocer el mal en el mundo (un tonto, entonces) o reconocer el mal pero luego tratar de comprarlo (un bribón). Nada alarma tanto a un presidente o un primer ministro en el mundo occidental como ser acusado de aplicar políticas de apaciguamiento”.
Con este segundo periodo como presidente, se ha demostrado el anómalo comportamiento de Donald Trump. Puede ser occidental, pero está más cómodo con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-U , y con Vladimir Putin que con los líderes democráticos. A fin de cuentas, quien lo ataja es la institucionalidad estadounidense porque no ha demostrado ser enteramente democrático.
Nuevo orden mundial
El mundo después de la Segunda Guerra Mundial quedó estructurado. Una parte era comunista, otra capitalista. Europa estaba dividido en dos. El pacto de Varsovia y la creación de la OTAN supusieron un antes y un después para la historia de Europa, que a lo largo de los años ha venido descuidando su defensa.
Donald Trump está intentado allanar el camino con Rusia sin importar si hay que ceder territorio en Ucrania y sin importar las criticas de las Naciones Unidas y Europa. Aparte de eso, ¿qué más pueden hacer?
Estados Unidos no va a invertir en defensa para otros. Esa idea de que si cualquier país de la OTAN era atacado, Estados Unidos iba a reaccionar, se acabó y eso siembra inquietud en Europa.
Pasó con Richard Nixon y Vietnam. Cuando el entonces presidente de los Estados Unidos se dio cuenta que mandar chicos de Arkansas o de Dakota del Sur a Vietnam era una sentencia de muerte y que eso lo estaba perjudicando políticamente, hizo lo mismo: se retiró. Donald Trump tiene idéntico pragmatismo.
El conflicto en Ucrania, a la larga, es algo que los estadounidenses ven muy lejano. Y alejarse puede ser una manera de ganarse la aceptación del pueblo de Estados Unidos.
Entre la zanahoria y el garrote
Trump basa la política entre la zanahoria y el garrote, y le está aplicando garrote a Latinoamérica y a Europa, sin importar que esto suponga hundir al sistema internacional. De alguna manera, fragmenta las relaciones con su amigo histórico, dejándolo a la deriva de la amenaza rusa, que podría pensar en extenderse a los países bálticos.
Quien configura el nuevo orden mundial, acabando con lo establecido desde la Segunda Guerra Mundial, es Trump. También ha marcado una hoja de ruta al restar importancia a temas que han sido relevantes, como los tratados de libre comercio, el cuidado del medio ambiente y los derechos humanos.
Hoy, Estados Unidos se aísla totalmente de otros países para ceder, siempre y cuando le que convenga. El único problema, a la larga, es que esto va a aumentar la inflación. Estados Unidos necesita la mano de obra barata de otros países y se beneficia de la cooperación económica. Cerrarse no es una buena táctica.
Se acabó el poder imperial que, según Estados Unidos, iba a primar por los siglos de los siglos. La amenaza islámica y el fortalecimiento de China no hicieron que el mundo fuera una taza de leche como pensaban después de la Guerra Fría. Y si bien hoy las decisiones se están tomando entre Pekín, Moscú y Washington, lo cierto es que el desconocimiento de la realidad internacional de Donald Trump, que más que como presidente actúa como empresario, comenzarán a dejarlo solo abriendo más camino al gigante asiático.
Fernando Cvitanic, Docente de Relaciones Internacionales, Universidad de La Sabana
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.