John Nichols
El hombre que Trump ha elegido como su compañero de fórmula fue en su día el máximo defensor del «nunca Trump». Ungido como candidato a vicepresidente, Vance es dueño de una trayectoria sinuosa y acomodaticia.
Joe Biden nunca ha hablado tan duramente de Donald Trump como J.D. Vance, al menos en público.
Trump eligió el lunes al senador de Ohio como su compañero de fórmula para las elecciones de noviembre de 2024. Pero no hace tantos años, Vance fue un feroz crítico de Trump. Tal vez incluso el más feroz. «Soy un tipo que dice ‘nunca Trump’», anunció Vance en otoño de 2016, cuando parecía que la demócrata Hillary Clinton ganaría la presidencia. No era el único. En aquellos días, había muchos republicanos que objetaban a Trump. Pero Vance subió el volumen del «Nunca Trump», refiriéndose al candidato republicano como «un idiota».
Pocos críticos de Trump y del trumpismo fueron más viscerales que Vance en 2016. En un artículo publicado por The Atlantic en julio de ese año, Vance, que había escrito sobre la adicción en su exitoso libro Hillbilly Elegy: A Memoir of a Family and a Culture in Crisis [Hillbilly Elegy, Memorias de una familia y una cultura en crisis] describió a Trump como «heroína cultural». En su artículo, titulado «Opioid of the Masses» [El opioide de las masas], afirmaba: «A muchos, Donald Trump les hace sentir bien, pero no puede arreglar la creciente crisis social y cultural de Estados Unidos, y la caída final será dura».
En una entrevista de agosto de 2016 con la National Public Radio (NPR), Vance, que para entonces se había posicionado como una suerte de portavoz de los votantes rurales que se sentían abandonados por los dos grandes partidos, rechazó la forma cínica de populismo multimillonario de Trump. «Creo que es nocivo y está llevando a la clase trabajadora blanca a un lugar muy oscuro», advirtió. Pero esa estuvo lejos de ser la opinión más dura de Vance. Cuando Trump competía por la nominación republicana de 2016, Vance escribió en un mensaje de texto que luego fue filtrado a la prensa: «Dudo entre pensar que Trump es un idiota cínico como [Richard] Nixon y que no sería tan malo (e incluso podría resultar útil) o que es el Hitler de Estados Unidos».
Después de que el pasado sábado 13 de julio atentaran contra la vida del ex presidente en un acto de campaña en Butler (Pensilvania), muchos republicanos se apresuraron a sugerir que los demócratas habían incitado al posible asesino de Trump con sus críticas al 46º presidente. Vance se puso al frente del pelotón, declarando pocas horas después del tiroteo: «Lo de hoy no fue un incidente aislado. La premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario al que hay que detener a toda costa. Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump».
No hay duda de que la campaña de Biden ha dicho cosas duras sobre Trump. Este año, después de que Trump volviera a publicar una referencia a «la creación de un Reich unificado», Biden sí expresó su preocupación, diciendo: «Este es el lenguaje de Hitler, no el de Estados Unidos». Pero el actual presidente nunca se preguntó en voz alta si Trump podría ser realmente «el Hitler de Estados Unidos». Biden tampoco ha equiparado nunca a Trump con la heroína y los opiáceos adictivos. Fue J.D. Vance quien lo hizo.
Entonces, ¿cómo se convirtió Vance en el compañero de fórmula de Trump? En rigor, ha estado haciendo campaña por el puesto durante años, en uno de los ejercicios más cínicos de la historia política estadounidense.
Abogado corporativo y capitalista de riesgo, Vance se hizo famoso por un libro en el que pretendía revelar la verdadera historia de la clase trabajadora las zonas rurales de Estados Unidos (a pesar de que creció en una ciudad mediana, se graduó en la Facultad de Derecho de Yale y pasó gran parte de su vida adulta haciendo buenas migas con multimillonarios en el norte de California). Vance recién regresó a su Ohio natal en 2017.
Llegó con ambiciones políticas y rápidamente comenzó a posicionarse como el «mini-yo» de Trump: un populista millonario al que le gustaba hacer el tipo de declaraciones crudamente racistas y xenófobas que antes había condenado en su ahora benefactor político. Se trató de un ejercicio patético que expresó precisamente el tipo de aprovechamiento político que Vance había afirmado despreciar. Y, ciertamente, no lo llevó a ninguna parte en las fases iniciales de su campaña para el Senado.
Los republicanos de Ohio mostraron poco interés en la candidatura de Vance. Incluso después de varios años de trabajar en el circuito de cenas del partido en el ámbito local y de participar en reuniones conservadoras desde Chillicothe a Ashtabula, e incluso después de que su antiguo jefe, el multimillonario Peter Thiel, invirtiera más de 10 millones de dólares en una campaña publicitaria para impulsar su candidatura, Vance no parecía ir a ninguna parte. Tres semanas antes de las primarias del 3 de mayo de 2022, su porcentaje en las encuestas apenas alcanzaba 10% de los votos, el quinto lugar entre los competidores republicanos. A pesar de su fama y del gran aporte monetario de Thiel, Vance parecía perdido.
Pero las cosas cambiaron cuando el 15 de abril Trump apoyó a Vance, el hombre que una vez se había referido a la ex-estrella de reality shows como «un fraude total» y, potencialmente, como «el Hitler de Estados Unidos». Otros tres candidatos de Ohio suplicaban el apoyo de Trump, pero Vance les ganó haciendo lo que más le gusta al ex-presidente: rebajarse y arrepentirse. Vance depuró su cuenta de Twitter (borró mensajes anti-Trump como el que declaraba: «Dentro de cuatro años, espero que la gente recuerde que fuimos los que empatizamos con los votantes de Trump los que luchamos contra él más agresivamente») y acudió a la cadena televisiva Fox para disculparse expresamente por ofender al querido líder.
La gira de arrepentimiento satisfizo a Trump. No importó que el ex-presidente apenas conociera al candidato que estaba apoyando, o que eventualmente confundiera el nombre de su elección cuando dijo a la multitud en un mitin en Ohio: «Hemos apoyado a J.P, ¿verdad? J.D. Mandel, y lo está haciendo muy bien».
Josh Mandel, el ex-tesorero del estado de Ohio que era el favorito en la contienda cuando Trump le dio su apoyo a Vance, había intentado todo para ganarse el favor del ex-presidente. Y con buenas razones. Después de que Trump eligiera la fama y la adulación de Vance frente a la experiencia y la visión conservadora más coherente de Mandel, la contienda dio un vuelco rápido y brusco. En cuestión de semanas, Vance pasó del quinto puesto al primero. Se aseguró la nominación republicana y seis meses después era senador de Ohio.
Ahora es el candidato republicano a la vicepresidencia.
¿Por qué? Porque J.D. Vance comprendió lo que algunos republicanos, y muchos expertos, todavía no entienden. El Partido Republicano ya no es «el partido de Lincoln», ni siquiera «el partido de Reagan». Ya ni siquiera es un partido político en ningún sentido convencional. Es una filial de la Organización Trump, un culto a la personalidad que acoge a herejes rastreros en el redil. Siempre y cuando estén dispuestos a renunciar a su antigua fe y jurar lealtad al Partido de Trump.
Nota: La versión original de este artículo en inglés se publicó en The Nation el 16/7/24 y está disponible aquí. Traducción: Mariano Schuster