J. Guillermo Sánchez León, Universidad de Salamanca
Para el astrónomo, las noches de luna llena –y también las próximas– suelen ser indeseables porque es difícil observar cualquier otro astro que no sea la Luna. Así que la última luna llena, en lugar de lamentarme, aproveché para mirarla en detalle a través de mi telescopio mientras comprobada en un mapa lunar los nombres de los cráteres mas grandes. Algunos de ellos llamaron mi atención: Albategnius, Alfraganus, Azophi, Ulugh Beg, al-Biruni y Arzachel.
En estos mismos días estoy preparando, con el fondo histórico de la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca, una exposición de libros de astronomía editados en el siglo XV y principios del XVI. En muchos casos se trata de primeras ediciones impresas de libros (editio princeps), normalmente en traducción latina, que se escribieron mucho antes.
Además de clásicos griegos, como Ptolomeo, entre ellos están varios de astrónomos islámicos de los siglos XI al XIII cuyos nombres coincidían con los de los cráteres, con una pequeña diferencia: en el mapa aparecen sus nombres en latín, pero en Occidente son mas conocidos por otros: Al-Battani, Al-Farghani, Al-Sufi, Ulugh Beg, Al-Biruni y Azarquiel.
Esto me confirmaba la importancia de estos astrónomos que habían merecido formar parte, de forma destacada, en el primer mapa detallado de la Luna realizado por Giovanni Riccioli, en 1651, poco después de la invención del telescopio.
¿Por qué son tan relevantes estos astrónomos?
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la astronomía, que había tenido una época dorada en siglos anteriores en la antigua Grecia con astrónomos como Hiparco y Ptolomeo, quedó relegada en Europa a algunos monasterios.
Entre los siglos VIII y XIII el interés por esta ciencia se desplazó al Oriente Medio, norte de África y al-Ándalus. Durante el siglo VIII se tradujo al árabe gran parte del saber astronómico heleno. Entre las traducciones destacadas estaba la Sintaxis Matemática de Ptolomeo, con el título al-Majisti (“el más grande”) o Almagesto, que es el nombre que desde entonces se utiliza para referirse a esta obra. El Almagesto fue el texto de referencia para los astrónomos islámicos y llegó a Europa desde al-Andalus.
El gran impulso en el mundo islámico de la ciencia, y de la astronomía en particular, tuvo lugar con la toma del califato en Bagdad por la dinastía abasí (siglo IX) y la fundación de la Casa de la Sabiduría, por al-Ma’mun.
La importancia del Ramadán y la Pascua en la astronomía
Gran parte de este desarrollo fue impulsado por la necesidad de disponer de métodos sencillos para calcular las fechas de las efemérides asociadas a prácticas religiosas. Por ejemplo fechas como el Ramadán que, al igual que la Pascua para judíos y cristianos, están relacionadas con las fases de la Luna.
También era necesario para cálculos astrológicos que implican predecir la posición de los planetas en los signos zodiacales. Para facilitar este trabajo, en el mundo árabe se crearon tablas acompañadas de reglas de uso (zīj) que evitaban realizar los complicados cálculos del Almagesto.
Además, en el mundo árabe se perfeccionó el astrolabio, un instrumento astronómico de origen griego que permitía determinar la posición y altura de las estrellas sobre el cielo. En la práctica lo utilizaban para establecer las horas en las que se realizaban los rezos.
Estos astrónomos seguían la tradición de la astronomía desde su origen y ejercían también como astrólogos. Y así continuó hasta el siglo XVII. Aunque resulte paradójico, la astrología, que es una superchería, impulsó el desarrollo de la astronomía.
al-Battânî, Azarquiel y otros grandes astrónomos
Entre los astrónomos islámicos, a cuyos nombres antes me he referido, probablemente el más relevante fue Muhammad al-Battânî (c. 858–929) o Albategnius.
Albategnius fue un extraordinario astrónomo observacional que construyó sus propios instrumentos y mejoró los resultados de Ptolomeo. También fue un gran teórico, con aportaciones en trigonometría que aún utilizamos. Albategnius refinó asimismo la determinación de la órbita solar, calculó el momento del equinoccio con un error menor a las dos horas, y estableció la duración del año solar con una diferencia de solo 2 minutos y 22 segundos menos del que ahora tomamos como valor real.
El astrónomo islámico estimó con gran exactitud el ángulo de inclinación del eje de la Tierra. Su libro más relevante es Kitāb az-Zīj aṣ-Ṣābi’ (Libro de las tablas astronómicas del sabeo). Nos han llegado versiones de sus libros en latín, pero solo se conserva un manuscrito en árabe en el Escorial, lo que sugiere que su obra fue más valorada en Europa que en los países árabes. Copérnico lo cita en varias ocasiones en su De Revolutinibus.
Andrómeda por primera vez en un mapa
El persa al-Ṣūfī (903–986) –o Azophi en forma latinizada–, en su libro Kitāb al-Kawākib al-Thābitah (El libro de las estrellas fijas) realiza una síntesis del Almagesto y mejora el catálogo de estrellas a partir de sus propias observaciones. Una de las características que hacen especialmente atractivo este libro es que las constelaciones aparecen dibujadas con sus estrellas, algo que no tenía el Almagesto.
Azophi recoge por primera vez un objeto que hoy sabemos que es la galaxia Andrómeda. A él y a otros astrónomos árabes les debemos el nombre de muchas estrellas, como las que forman el triángulo de verano: Vega, Altaír y Deneb. Otro gran astrónomo observacional fue Ulugh Beg, que realizó medidas más precisas que las recogidas por Ptolomeo de las posiciones de las estrellas desde su observatorio de Samarkanda (en el actual Uzbekistán), información que publicó en 1437.
No podemos olvidar a Azarquiel (Toledo c. 1029 – Sevilla, 1087), probablemente el mayor astrónomo nacido en la Península Ibérica, cuyo mayor invento es la azafea, un tipo de astrolabio que, a diferencia de los anteriores, permitía su uso desde múltiples latitudes.
Si quieren saber más y contemplar algunos de los libros de estos astrónomos, a partir de otoño podrán visitar la exposición La astronomía en tiempos de Abraham Zacut que estamos preparando en Salamanca. Se celebrará entre el 15 de octubre de 2023 y el 15 de febrero de 2024, y allí podrán asistir a conferencias de grandes expertos en la historia de la astronomía.
J. Guillermo Sánchez León, Modelización matemática. IUFFyM, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.