Anecdotario Costarricense

UN ARTISTA

EN 1906, era Juez en San Ramón, nuestro don Adán. Entonces vivía un importante vecino del lugar, socialmente estimado por sus cualidades morales, y su entronque con las principales familias ramonenses, pero más por su mérito especial de escultor, disposición natural que destinó a esculpir imágenes de Santos que lucían en la Iglesia Parroquial y ermitas de lugares circunvecinos. Era don Manuel Rodríguez, artista admirado. Don Adán fue su amigo, y lo visitaba en su taller de arte, para contemplar aquellos trabajos, sorprendentes por la semejanza o parecido perfecto de los bustos, con las pinturas o estampas que le servían de modelo.

En una de sus visitas, don Adán le dijo bromeando al escultor:

-Todo esto es magnífico, don Lito (como le llamaban familiar y cariñosamente), pero se me ocurre saber por cuál circunstancia está usted alejado de sus imágenes de la iglesia, y como buen feligrés de esta parroquia no va a rezar les, a oír misa, a comulgar; no asiste a las procesiones. Nunca lo he visto arrodillado, hincado pidiéndole a sus criaturas …

Vea, señor Juez, repuso el artista, ¿cómo quiere usted que yo crea en esos santos, si yo los hice, por dentro y por fuera, y conozco la madera de que están hechos?…

Entonces don Adán, jovialmente, pero hablando en serio agregó:

-No amigo, esas esculturas son imágenes hechas por usted a semejanza y representación de las Santas y Santos que fueron en este mundo, y que por sus virtudes excelsas merecieron la canonización; si sus hechuras están benditas, todos tenemos el deber religioso de venerar sus esculturas sagradas, como adoramos las fotografías de nuestros seres queridos que desaparecieron…

Y don Lito, recapacitando y expresando su conformidad con movimientos de cabeza, siguió esculpiendo una imagen de Jesús…

Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.