La historia de La Internacional

Un poema poco amado que se ha convertido en un himno planetario

Chloé Leprince

La canción de los trabajadores fue originalmente un poema dedicado a un activista de la Comuna de París. Ha sido objeto de varias versiones, y esperó diecisiete años antes de que se le pusiera música para convertirse, más tarde, en el himno nacional de la URSS.

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Pierre Degeyter (a la derecha) y Ciudadano Fourcade, miembro de La Comuna de 1871 (a la izquierda), recibidos con gran pompa en Moscú en 1928 en el VI Congreso de la Internacional Comunista.

Detrás del carro fúnebre que recorre las calles de la ciudad obrera de Saint-Denis, un gran despliegue del Partido Comunista. Marcel Cachin, el director de L’Humanité, también está presente, como los sindicatos, decenas de delegaciones obreras y la Asociación Fraternal de Veteranos y Amigos de la Comuna que también ha acudido a la convocatoria. En las pocas fotos que quedan de este domingo de otoño de 1932, llama la atención la densidad de la multitud a las puertas de París:

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En octubre de 1932 todas las redes del mundo comunista atendieron la llamada y varias decenas de miles de personas se reunieron en Saint-Denis, cerca de París, para honrar la memoria de Pierre Degeyter. Créditos: Gamma Keystone/Getty

El 2 de octubre de 1932, esta multitud invitada desde la portada de L’Humanité a despedir a Pierre Degeyter para ofrecerle «un grandioso funeral revolucionario» provoca una gran impresión en relación a su notoriedad, más relativa hoy en día en Francia. Sin embargo, la multitud era compacta hasta los tramos del cementerio de la ciudad obrera, donde se distingue una bandera en memoria de la Comuna de París de 1871:

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En una pancarta, en los callejones del cementerio de Saint-Denis, en el funeral de Pierre Degeyter, podemos ver la evocación de la Comuna de París en 1871. Créditos: Gamma Keystone/Getty

En 1932, los que se reunieron para saludar la memoria del compositor dan testimonio de la notoriedad que aún mantiene este hijo de trabajadores belgas afincados en el norte de Francia, que había aprendido música en clases nocturnas en el conservatorio de Lille. Militante del Partido de los Trabajadores Franceses, que era en ese momento la primera formación política marxista, fue a este carpintero que hacía escaleras al que le debemos la música de la canción La Internacional, compuesta en 1888. Una canción lo suficientemente icónica, identitaria y unificadora como para reunir a tan gran multitud en un cementerio de los suburbios parisinos medio siglo después, cuando el músico falleció.

Sin embargo, a pesar de su fama duradera, La Internacional no se consagró de inmediato como una referencia de la cultura popular, un indicador así como un emblema de lo que el socialismo podría representar a fines del siglo XIX. Así, hace exactamente ciento cincuenta años, se produjo el nacimiento de una canción que se remonta a la serie de acontecimientos de la Comuna de París en 1871. La Internacional tuvo al principio un destino frustrado y, por decirlo de alguna manera, casi subterráneo.

Quien la escribió, diecisiete años antes de que se le pidiera a Degeyter que le pusiera música, fue un comunero al frente de este episodio insurreccional: Eugène Pottier. Militante de la sección francesa de la Asociación Internacional de Trabajadores desde su creación en Londres en 1864 durante un congreso de trabajadores europeos, el poeta que había comenzado como empleado de una papelería vivía entonces de su actividad como pintor y diseñador. Lo encontramos entre los que participaban en la estrategia para crear cámaras sindicales al final del Segundo Imperio, cuando el control de la ley y la vigilancia de las autoridades comenzaron a aflojarse. Antiguo activista de la revolución de junio de 1848, nunca había abandonado las redes militantes y, tras el levantamiento de París el 18 de marzo de 1871, Pottier fue elegido por el 2º distrito.

Y de hecho, siglo y medio después, La Internacional es una canción que se abre a las palabras internacionalistas, y une la historia de la Comuna de París y lo que esos activistas intentaron hacer después de que el pueblo de la capital de Francia comenzó la insurrección el 18 de marzo. Para muchos, impulsaron una agenda política y buscaron dar forma al horizonte emancipatorio de lo que podría ser una república social. La Comuna de París es ante todo un archipiélago plural y la AIT una nebulosa que se encuentra a mitad de camino entre un sindicato, un espacio de reflexión y una red internacional. Además, los vínculos son a menudo más complejos, y quien dice ser comunero o comunera no significa necesariamente ser militante de la AIT. Pero, en el brevísimo intervalo que comprende el episodio de la Comuna y sus 72 días, varias de las pocas decisiones importantes adoptadas por el poder resultantes de la insurrección contribuyen a crear un punto de vista internacionalista. Éste es el caso, por ejemplo, de la reducción de alquileres o incluso proyectos de reorganización laboral.

Es esta experiencia compartida la que alienta el poema que Pottier compuso en 1871 y que permanecerá como La Internacional. La primera versión del texto lleva la marca de este horizonte. En la segunda estrofa de su poema, Eugène Pottier grita: «Los productores nos salvamos» (Producteurs sauvons-nous nous-mêmes). De hecho, es un eco muy explícito de los estatutos de la AIT redactados por Karl Marx en 1864 («La emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de los propios trabajadores»). Para cuando Pottier escribe estas líneas, sin embargo, la marea ya ha cambiado. Solo 72 días después del levantamiento del 18 de marzo, y menos de dos meses después de las elecciones que llevaron a París un poder elegido por el pueblo insurgente, la Comuna de París había fracasado. Después de haber luchado durante la Semana Sangrienta de mayo de 1871, Eugène Pottier había sobrevivido a las masacres y la represión que se había abatido sobre la capital, cuando el ejército del gobierno de Thiers, refugiado en Versalles, se comprometió a retomar París. Una vez derrotada la Comuna, el tapicero poeta había logrado huir cuando escribió:

«no más deberes sin derechos,

ningún derecho sin deber»

(Pas de droits sans devoirs, dit-elle,

Égaux, pas de devoirs sans droits !)

Versos que aún repiten casi palabra por palabra lo que planteó Karl Marx en el preámbulo de los estatutos de la AIT en 1864:

«No más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes»

La represión de la Comuna ha dejado decenas de miles de muertos y, ante la justicia militar, los juicios se llevarán a cabo a un ritmo intenso durante más de siete años. Unos 38.000 prisioneros detenidos por haber participado en la Comuna serán llevados ante los consejos de guerra, entre los que más de tres mil serán juzgados in absentia. Este es el caso de Eugène Pottier, que primero huyó a Inglaterra y luego se marchó a Estados Unidos.

«¡Viva la Comuna!» en Père-Lachaise

El texto no estaba destinado a ser cantado de inmediato, ni siquiera musicalizado. Primero fue un poema dedicado a un comunero, Gustave Lefrançais, que también estaba entre las filas internacionalistas. Cuando Eugène Pottier murió en 1887, en los callejones del cementerio de Père-Lachaise se escucharon voces resonando con gritos de «¡Viva la Comuna!» en boca de veteranos de las luchas y del mundo socialista. Pottier era muy famoso cuando murió. También quizá porque encarna una forma de continuidad entre revoluciones y una herencia militante.

Pero en la antología que apareció durante su vida, en 1884, y que reunió sus poemas, no encontramos rastro de La Internacional, del que sí existe un manuscrito de 1871 (un documento que ahora se conserva en Amsterdam, uno de los archivos de las redes internacionalistas). El corazón del misterio que aún rodea la génesis de la canción más famosa del movimiento obrero en el mundo está ahí: ¿Pottier estaba tan descontento con este poema que lo excluyó?

En cualquier caso lo reelaboró, si comparamos la versión manuscrita de junio de 1871 y la versión final que luego circulará hasta que se le ponga música, un año después de la muerte del poeta. Así, solo en su segunda versión «el alma del proletario» (l’âme du prolétaire) se convierte en «los parias de la tierra» (damnés de la terre). En cuanto a la «famélica legión» (forçats de la faim), este verso, en la primera versión de esta estrofa, decía en realidad: «Agrupémonos por fin» (Groupons-nous enfin). De hecho, una línea que el gran historiador de la Comuna, Jacques Rougerie, vinculó desde muy temprano directamente a esta reivindicación de la Cámara Sindical de los mecánicos, que cubrió las paredes de París pocas semanas antes de la llegada de la insurrección, y que interpelaba:

«Unámonos, resolvamos nuestros asuntos nosotros mismos.»

(Groupons-nous, faisons nos affaires nous-mêmes.)

Al comparar las dos versiones del poema salta a la vista que el famoso «Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor» (Producteurs sauvons-nous nous-mêmes), que apela directamente a la raíz de los textos y de las posiciones internacionalistas, comenzó siendo:

«Trabajadores, salvémonos.»

(Travailleurs, sauvons-nous nous-mêmes)

El estribillo no ha cambiado, se mantiene igual en ambas versiones:

«Agrupémonos todos,

en la lucha final.

El género humano

es la Internacional.»

(C’est la lutte finale

Groupons-nous, et demain,

L’Internationale,

Sera le genre humain.)

Los derechos de autor de «La Internacional»

Cuando se aprobó una ley de amnistía para los condenados por la Comuna en 1880, Eugène Pottier regresa a Francia. Tiene más de sesenta años y mal estado de salud. Su estancia en América no supuso un corte con las redes militantes a las que estaba vinculado desde mediados del siglo XIX: allí, encontramos su rastro en varias ciudades de la costa este, desde Filadelfia a Boston pasando por Nueva York, donde se afilió al Partido Laborista Socialista, el partido socialista estadounidense, recién fundado en 1876. De regreso a Francia, se incorpora nuevamente al mundo de la canción comprometida, con una gran notoriedad que el exilio no eclipsó. Pero no fue hasta su muerte, y la publicación por sus amigos de una nueva antología, que La Internacional se lanza por primera vez en formato impreso. Este es el texto que conocemos hoy, que ha sido objeto de muchas traducciones desde entonces.

En la Biblioteca Nacional de Francia hay una versión impresa que data de 1888 y que, en ese momento, contó con una tirada de 6.000 ejemplares. Este fue el principio de su andadura, con o sin partitura: Pottier ya está muerto cuando a Degeyter se le confía la tarea de poner música a sus palabras. Fue Gustave Delory, un dirigente socialista de Lille, quien lo había elegido buscando un texto que bien podía convertirse en la canción oficial de su sección del partido.

La Internacional fue cantada por primera vez en Lille en 1888 por el coro de trabajadores «La Lyre des Ouvriers», donde actuó Degeyter. Pero cuando, poco después, la Segunda Internacional decidió convertirlo en su himno, en 1889, el compositor perdió la autoría del arreglo que se atribuyó erróneamente a su propio hermano, Adolphe. Peleas, confusión, pleitos y traición: Pierre Degeyter tardará años en obtener el reconocimiento de autoría de la música de La Internacional. De hecho, será esta música la que dará al texto de Pottier todo su aliento y notoriedad.

Muerto Pottier hacía mucho tiempo, fue a Degeyter a quien Stalin honró con una invitación a Moscú: la URSS había hecho de la versión rusa de La Internacional su himno nacional. Todavía hoy existe un breve archivo filmado, mudo y en blanco y negro, donde vemos a Degeyter, el residente de Lille, haciendo una llegada triunfal a Moscú (a las 6:31). Y durante las grandes reuniones del VI Congreso de la Internacional Comunista, en 1928 en Moscú, fue el propio Degeyter quien dirigió el coro cuando resonó La Internacional, como todavía podemos ver en las imágenes aquí (a 1 min 55).

Al anunciar el funeral de Degeyter, que murió en la pobreza en 1932, L’Humanité honrará en su portada a «un humilde trabajador de la madera de Lille nacido en 1848», autor de un himno cantado por «160 millones de proletarios» .

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«La “ciudad roja” de Saint-Denis ofrecerá al autor de La Internacional un funeral solemne», titula L’Humanité antes del funeral de Pierre Degeyter, el 2 de octubre de 1932. Créditos: L’Humanité

N. T.: Se han mantenido los fragmentos de La Internacional en el original francés junto a la traducción para reflejar de forma más completa los cambios entre la versión primera y la definitiva. Para los fragmentos en español de la versión definitiva se ha usado la traducción canónica utilizada por el movimiento comunista en España, diferente a la usada por el PSOE en la actualidad y en general en América Latina, entre otras razones, por ser más fiel al texto original en francés.

Chloé Leprince periodista de France Culture
Fuente: https://www.franceculture.fr/histoire/lhistoire-de-linternationale-poeme-mal-aime-devenu-hymne-planetaire
Traducción:Ana Jorge
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