Clinton Cruickshank S.
Más que las crisis sanitaria, económica y social que hoy vivimos y que en sí son sumamente graves; lo que más me preocupa es la seria crisis de intolerancia que sufrimos y que quedó en clara evidencia en medio de aquellas. Digo lo anterior por cuanto entre todos, tenemos la capacidad de enfrentar a las primeras y salir adelante; mientras que será mucho más difícil superar la intolerancia, dadas las grandes fisuras que esta suele provocar en el tejido social poniendo en serio peligro a nuestro mismísimo sistema de convivencia.Nuestro sistema de convivencia y sus grandes atributos
A través de los años, en un extraordinario consenso, hemos construido un sistema de convivencia que ha sido la envidia de otras naciones. Y consecuentemente, una de nuestras más grandes fortalezas como sociedad ha sido nuestra capacidad de mantenernos en armonía aún en medio de nuestra diversidad y grandes diferencias. Sistema de convivencia que posibilita la coexistencia pacífica, por ejemplo, de los que tienen mucho y los que tienen poco; de los que son del campo y los que son de la ciudad; de los que piensan de una forma y los que piensan diametralmente opuesto; de los que gozan de puentes elevados sin ríos y los que tienen ríos sin puentes; etc.; y todo esto ha sido posible porque en el fondo, y a pesar de las grandes diferencias existentes entre unos y otros; tienen mayor peso, solidez y alcance los valores que todos compartimos orgullosamente como costarricenses, que aquellas diferencias que nos separan. Porque juntos hemos construido una sociedad emblemática que nos enorgullece a todos por igual. Sí ese ha sido en esencia lo que explica que gocemos de un sistema de convivencia armonioso a pesar de nuestras disimilitudes.
Y una de las grandes fortalezas de nuestro sistema de convivencia es que siempre ha propiciado, alentado y aceptado como lógico y normal el diálogo y los acuerdos entre las distintas partes o sectores que lo componen. Esta característica ha sido la quintaesencia de la sociedad costarricense.
El diálogo y el pacto son el pegamento que une a los pueblos
La historia nos enseña que el diálogo y la capacidad de llegar a acuerdos y celebrar pactos han sido el poderoso pegamento que mantienen unidos a los pueblos. Y la humanidad ha dado saltos gigantescos justamente cuando los grupos antagónicos han sido capaces de pactar y no destruirse. Asimismo, la mayor convalidación de un sistema de convivencia se da cuando sus grupos antagónicos son capaces de pactar y ponerse de acuerdo.
Por eso el que los grupos antagónicos en nuestro país tengan la entereza de pactar entre ellos, lejos de ser un pecado, es indicio de una gran fortaleza, porque dichos acuerdos representan actos de tolerancia y transigencia más allá de sus diferencias y disimilitudes. Y, por lo tanto, son un testimonio de la existencia de un conjunto de valores superiores a los que todos responden.
Por otro lado, cuando los sistemas de convivencia son tan frágiles que no soportan los pactos entre facciones o grupos disímiles es cuando se produce las grandes conmociones políticos y sociales que suelen desgarrar a los pueblos haciéndolos desembocar en guerras fratricidas, o sea, en guerras civiles muchas de las cuales terminan con la desintegración de la unidad territorial de los países.
La gran bendición de no tener un ejército
Hace algunos años atrás cuando estuve estudiando en Europa, solía “rajar” entre mis compañeros, señalándoles que éramos el único país del mundo sin ejército. Y muchos de ellos no lo podían creer ni entender, porque la ausencia de un ejército reñía con su concepción o paradigma de lo que es un país. Y una de las preguntas recurrentes que me hacían anonadados era: ¿Y cómo hacen para mantener la paz y el orden en tu país? Y yo con gran orgullo les respondía que en mi país no hacía falta ninguna fuerza coercitiva para mantener la paz y el orden; porque había un acuerdo tácito entre todos y cada uno de los costarricenses para vivir en armonía en medio de las diferencias existentes entre nosotros. Además, les decía que todo se sustentaba en el hecho de que todas las familias tenían acceso al mejor instrumento proveedor de oportunidades que puede tener cualquier sociedad que es el acceso a educación. Y ponía a mi familia de 8 hermanos como testimonio de la existencia y eficacia de dicho instrumento: la educación. No podían salir del asombro, porque, además, entendían que yo soy parte de una minoría; y porque las minorías suelen ser excluidas y marginadas en muchas de las sociedades del mundo.
El anterior relato tiene toda la relevancia por cuanto no estoy seguro de que podría contarlo hoy con la misma pasión y orgullo con que lo hice entonces. Porque esa Costa Rica inclusiva casi ya no existe, porque aquellas escaleras de ascenso social que garantizaban oportunidades a todos hoy escasean por cuanto consciente o inconscientemente las hemos ido debilitando e incluso, eliminando.
¡Cómo hemos cambiado!
Sí hemos venido cambiando aquellos grandes valores que por cierto son grandes hitos de nuestra sociedad judeocristiana, por antivalores tales como el egoísmo, la vanagloria, la intolerancia, las disensiones y la insensibilidad hacia los demás.
Hoy consideramos enemigos a los que no piensan como nosotros, a quienes no comparten nuestras mismas creencias. Eso me hace recordar un spot político publicitario de hace algunos años que reflejaba aún el resabio del conflicto de la revolución del 48 que refiriéndose a un adversario político decía lo siguiente: “No le compre, no le venda, no lo salude”. Y como era lógico, no tuvo eco en la Costa Rica de esos días.
Algunas señales preocupantes de nuestra situación actual
El serio problema fiscal por el que atravesamos y al que urge enfrentar con inteligencia y con justicia, puso en clara evidencia la terrible, peligrosa e inédita separación, polarización y enfrentamiento que existe hoy a lo interno de la sociedad costarricense. Tanto es así que hasta el diálogo que otrora era natural en nuestro país, hoy es satanizado, criticado y repudiado, todo lo cual dificulta los acuerdos.
Hoy casi no nos aguantamos y todo se ha vuelto motivo de confrontación entre nosotros.
Concluyo señalando que, al igual que otrora, tenemos que mantener puntos de encuentros permanentemente entre nosotros. Y para eso, debemos hacer un esfuerzo por honrar este maravilloso sistema de convivencia que hemos construido durante tantos años y que ya forma parte del ADN del ser costarricense. Y la mejor manera de honrarlo es trabajando juntos a pesar de nuestras diferencias. Y, sobre todo, nunca dejemos de dialogar y de celebrar pactos entre nosotros. Porque sólo así, o sea, sólo juntos y poniéndonos de acuerdo, podremos enfrentar con éxito los grandes retos y desafíos de la Costa Rica del Siglo XXI.
– Ingeniero