Un tico en Washington, la capital del imperio

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Carlos Revilla M.

Carlos Revilla

Como bien me dijeron, si has ido a Estado Unidos y no has conocido la capital Washington y Nueva York, es como no haber ido nunca. En realidad, visitar esas ciudades no era algo que me entusiasmara mucho, pero bueno, se me presentó la oportunidad, al aceptar la invitación de un amigo que vive en los suburbios de la capital y como dice el dicho “la ocasión la pintan calva”…

Bueno, y me llegó la hora de conocer Washington D. C. (esto es por el Distrito de Columbia), en otras palabras la capital imperial de Estados Unidos, para hablar con un término bastante trasnochado. Lo de imperio es una jerga que se afincó con las doctrinas “Big Stick”, “El destino manifiesto” y «América para los americanos», pero que empezó a venir a menos con Kennedy y dejó de usarse mucho al finalizar la guerra fría. Y que, regresó de manos del socialismo del siglo XXI en América Latina. Y por supuesto un término que nunca dejaron de usar en la Cuba de Castro —con razón o sin razón— no voy a juzgar eso. El término lo uso con carácter meramente ilustrativo sin ninguna connotación política. En fin, pasé un día entero en Washington, viajando desde Gaithersburg en Maryland. La mayor parte del viaje se hace en el metro, que es relativamente nuevo. Nos bajamos en el puro centro de la ciudad.

La joya de la corona y la primera parada de todas las visitas por Washington es por supuesto el National Mall y sus monumentos, que es un santuario en honor de los héroes estadounidenses y sus primeros años como nación. Así que centraré la crónica sobre esta explanada verde esmeralda de tres kilómetros de longitud, que sirve de calle principal y plaza o parque mayor de Estados Unidos. Es el lugar donde protestan los manifestantes, donde los habitantes de la capital llevan a pasear a sus perros y donde los becarios comen mientras toman el sol. Y sí, también el lugar de aquella multitudinaria manifestación por los derechos civiles en 1963, que culminó con el famoso discurso de Martin Luther King Jr. “I have a dream” (Tengo un sueño), donde nos habló de su deseo de un futuro en el cual la gente de tez negra y blanca pudiesen coexistir armoniosamente y como iguales.

 
Para sorpresa de muchos visitantes, la sede del Gobierno de Estados Unidos, con todo su boato monumental, es también una hermosa ciudad que se fundó en 1791, por lo que fue la primera ciudad de diseño del mundo, erigida en lo que era una zona de bosques pantanosa. En la actualidad, el verde Mall está flanqueado por los monumentos y museos más importantes de la ciudad, con el Capitolio en el extremo oriental, el monumento conmemorativo a Lincoln en el extremo occidental y el austero monumento a Washington en el medio, el famoso obelisco.

Este último fue el primero que se construyó en el Mall; se terminó en 1884. Es un ambicioso monumento de 169 metros de altura que ofrece unas espectaculares vistas de 360 grados desde lo alto. Su imagen se refleja en un esbelto estanque que se extiende hacia el oeste hasta la escalinata del dedicado a Lincoln, de estilo neoclásico, desde donde observa el sombrío presidente de la Guerra Civil con las poderosas palabras de su discurso de Gettysburg, que emocionan a cualquiera, grabadas a sus pies. El entorno del Mall es especialmente hermoso cuando se ilumina de noche o cuando florecen sus miles de cerezos (un regalo de los japoneses en 1912). Como dato curioso, hay una ley que prohíbe construir edificios más altos que el obelisco, por esa razón no se ven rascacielos en la ciudad.

Junto al monumento conmemorativo de Lincoln se encuentra el dedicado a Vietnam, con forma de V, que es quizás el más emotivo de todos. Se trata de una sencilla pared de granito negro hundida en el suelo que tiene inscritos los nombres de los 58.209 hombres y mujeres que perdieron la vida o permanecen desaparecidos a consecuencia de la guerra más larga librada por Estados Unidos. El memorial de la Segunda Guerra Mundial es la más reciente incorporación al Mall.

Al sur del monumento a Washington, en las orillas del estanque Tidal Basin, se levanta como un templo el monumento conmemorativo a Jefferson. La estatua de bronce de casi seis metros del tercer presidente de Estados Unidos, cobijada bajo una bella glorieta de columnas y rodeada de pasajes de la Declaración de Independencia.

El monumento conmemorativo de Franklin Delano Roosevelt se erigió en 1997 y es el añadido presidencial más reciente del Mall. Alberga cuatro galerías al aire libre (una por cada período de mandato del presidente) y una serie de estatuas que representan a Roosevelt, su esposa Eleanor y su famoso perro Fala. Ubicada en el monumento hay una escultura de bronce que señala la Gran Depresión en la historia de los EE. UU., y que se conoce como breadline o “fila de pan” en español, que emula aquella gran cantidad de desempleados haciendo fila, para que les dieran un mendrugo de pan y así poder comer algo. Hay una cita de Roosevelt en lo alto de la pared detrás de los hombres de la fila que dice “Veo un tercio de la nación mal alimentado, mal vestido, mal alojado”. Una cita más pequeña está grabada en la pared detrás de la última figura en la línea, que es también una cita de Roosevelt de su segundo discurso inaugural, que dice “La prueba de nuestro progreso no es si agregamos más a la abundancia de aquellos que tienen mucho; es si brindamos lo suficiente para aquellos que tienen muy poco”. De más está decirles que para mi esto fue uno de los puntos altos en el recorrido por el Mall. Mi admiración perenne para Roosevelt.

La Elipse, un espacio cubierto de zonas verdes, se encuentra al norte del monumento a Washington. Une el Mall con la Casa Blanca, que como ya sabemos es una de las residencias más famosas del mundo. La mayoría (a veces todas) de las 132 habitaciones (y 32 cuartos de baño) de la Casa Blanca no están abiertas al público y ni siquiera sueñe con visitar el Despacho Oval, aunque si hay visitas guiadas pero hay que comprar las entradas, y como comprenderán no quise hacerlo, porque después podíamos tener la mala suerte de toparnos a su inquilino. Fuera de eso, hay muchos otros lugares para visitar como el Capitolio, la Biblioteca del Congreso, Union Station y los Archivos Nacionales. Como última opción, se puede ir al bar del ático del hotel Washington, que es donde los lugareños llevan a sus amigos de fuera, por tener una de las mejores vistas de la ciudad a la Casa Blanca y al edificio del Tesoro.

En todo el Mall hay convenientemente ubicadas infografías y mapas que ayudan mucho a ubicar los monumentos y lugares.

Ni les cuento las caminadas, creo que me hice el Mall de arriba abajo como tres veces, ni tiempo para almorzar. Tanto que ver y tan poco tiempo… ¿Valió la pena? Puedo decir sin temor a equivocarme que si. La mejor época para ir es de finales de marzo a principios de abril, cuando se celebra el Festival de los Cerezos en Flor. A finales de primavera y en otoño es también cuando hace mejor tiempo. ¿Volvería? No creo, pero si me parece, como me dijeron, que es un lugar que hay que conocer si se presenta la oportunidad.

En otra entrega les hablaré del Smithsonian, específicamente del museo del aire y del espacio, que fue el que me dio tiempo para visitar, y en el que estaba más interesado. El Smithsonian tiene un total de 19 museos, 16 de ellos en Washington.

Lo anterior es apenas una pincelada del National Mall y sus alrededores, quedan decenas de monumentos, placas edificios y lugares, pero es humanamente imposible abarcarlo todo.

La galería está bien cargada, había mucho para fotografiar en el Mall y sus alrededores. Debido a la gran cantidad no puse descripciones, pero con los monumentos principales no creo que haya problema en identificarlos.

 
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