La Patrulla Internacional de Bares: Patrullando en Shangri La

Especial para Cambio Político

Patrulla de Bares Misión: Lhasa
Dónde: Lhasa, capital de Tíbet (China) (ver mapa)

Lhasa, Tíbet

Érase una vez que un caballero andante, siempre en búsqueda de epopeyas y aventuras gloriosas, decidió emprender un viaje que opacaría al mismísimo Marco Polo: adentrarse en las ignotas tierras del Shangri La para entre otras arriesgadas misiones catar las viandas que ingieren tan exóticos lugareños. No importaban los peligros ni los padecimientos de una jornada de miles de leguas, ni la amenaza del Rey Malvado que gobernaba aquella comarca.

Nuestro caballero arribó intrépidamente en un pájaro de acero a Lhasa, la exótica capital del aislado reino del Tíbet, una villa ubicada a 3700 metros de altura, circunstancia que ya de por sí la convierte en bastante inhóspita. Los lugareños son bastante amables, pero no hablan en cristiano sino una lengua ininteligible, tanto que para comunicarse con la civilización en todos los lugares hay rótulos en un segundo idioma, solamente que esa lengua auxiliar es la china, lo que dejó a nuestro caballero igualmente indefenso, por lo que tuvo que recurrir al lenguaje universal de las señas.

 
Ávido y hambriento después de su largo periplo y una vez aclimatado a la altura, el caballero andante dirigióse al comedor de su posada de nombre Shellong, el cual estaba abarrotado lo que constituye la mejor señal de que las vituallas son sabrosas. De inmediato fue rodeado por un grupo de sonrientes doncellas que utilizaban unas extrañas máscaras sobre sus rostros, tal es el celo por la limpieza en el lugar. Pero luego del primer intercambio de reverencias y saludos, las posibilidades de comunicación se redujeron a cero, aunque afortunadamente luego de que alarmaran a nuestro caballero trayéndole una vasija de té, la palabra mágica “beer” sí fue comprendida. La bebida, con el sugestivo nombre de Shangri La, trajéronla con un vaso diminuto, casi del tamaño de las copitas para tomar tragos strike, está bien que en Asia acostumbran a compartir las bebidas y por ello usan botellas grandes y vasos pequeños, pero aquí se pasan. Además, para horror de nuestro personaje, la cerveza en Tíbet la sirven a temperatura ambiente, debe ser alguna perversa disposición del Rey Malvado para que sus súbditos no puedan divertirse. Arribada la bebida, luego piadosamente una de las mesoneras auxilió al caballero con un menú con fotos, lo cual en sí tampoco fue muy útil en virtud del desconocimiento total de la cocina local, así que nuestro caballero escogió lo que tenía apariencia de carne y en efecto, le fue traída una ración de lengua de yak que resultó exquisita, el semoviente en cuestión es de complexión más pequeña que los becerros de la cristiandad, lo que hace que su carne sea más tierna, además la acompañan con un chile en polvo llamado schelek, no muy picante, pero que le realza mucho el sabor. La suerte acompañó a nuestro héroe en esta primera incursión.

Patrulla Tíbet

El día siguiente el valiente caballero fue al más famoso de los comedores de Lhasa, denominado Lhasa Kitchen, no es el más famoso por su calidad, sino porque como lo evidencia su nombre, está ideado para recibir a los pocos visitantes de ojos redondos a los cuales el Rey Malvado les permite ingresar. Aunque aquí el caballero comprobó que el hecho de que la carta de comidas estuviese escrita en cristiano (bueno, no mucho, inglés) no significaba que el personal pudiera comunicarse con los parroquianos, por lo que hubo que recurrir de nuevo a las señas. En esta ocasión se degustó una cerveza Lhasa, la más popular en la comarca y dado el éxito de la comida anterior, se volvió a pedir carne de yak, esta vez frita, en un platillo denominado shapta.

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A pesar de su aparente éxito, nuestro caballero se comenzó a decepcionar luego que de tan largo periplo, las lenguas le impidiesen gozar a plenitud de los placeres culinarios, así que en su siguiente misión incursionó en un lugar con pinta muy pipis denominado Boja, ubicado en las afueras de su posada. Todo parecía ir muy bien, pues en efecto tenían menú en caracteres latinos y ofrecíanse exóticas recetas de fusión, las bebidas eran igualmente variadas, por lo que ordenó un vino de cebada que es muy popular en Tíbet, algo así como una cerveza sin lúpulo, no estaba mal, en efecto es como una cerveza dulce, sólo que había un pequeño detalle, la bebida en cuestión sólo tiene un 1% de alcohol, lo cual obviamente resulta ofensivo para un Patrullero que se precie. Y con la comida la cosa salió aún peor pues se optó por un plato con el rimbombante nombre de risotto de pollo picante Sichuan, algo así como una superfusión de culturas, sin embargo lo que trajeron fue un pollo estilo chino común y corriente y el tal risotto no era sino arroz blanco con un huevo frito encima. Oh tragedia…

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El Rey Malvado tiene censurado internet, así que las posibilidades de nuestro prócer para ampliar sus aventuras gastronómicas estaban totalmente limitadas. Afortunadamente acudió en su auxilio un caballero local, quien luego de indagar sabiamente los gustos del hidalgo visitante lo llevó a su lugar favorito, un destartalado restaurante chino de barrio cuyo nombre a pesar de su apariencia era Lhashap Ling “el lugar de los dioses”. Aunque fue infructuoso el intento por traducir el nombre de los platillos, los cuales resultaron exquisitos, sólo diremos que uno era carne de yak con chile (afortunadamente no muy picante) y el otro un pescado en una salsa que efectivamente era celestial, que instantes antes fue sacado inmisericordemente de una pecera y cuya carne se deshacía en la boca, aunque era toda una amenaza porque estaba llenísimo de espinas, vale que la refinada etiqueta del lugar permitía llevarse las manos a la boca. Pero la estrella de la jornada fue un licorcito que venía en una pequeña botella forrada en papel, muy agradable, con un sabor reminiscente al nance, sólo que raspaba como él sólo, nuestro caballero oportunamente escrutó el envase y afortunadamente lo único inteligible era un número: el brebaje en cuestión tenía 52 grados de alcohol y la pequeña botella contenía el equivalente a nueve cervezas, demasiada potencia para acompañar una comida, así que nuestro caballero optó por una tradicional cerveza y el anfitrión alegremente se apuró todo el contenido de la botella y luego se fue caminando como si nada para su casa.

Con su nuevo aliado el osado caballero pudo incursionar en las villas cercanas, siempre y cuando el Rey Malvado permitiese los desplazamientos, en el burgo de Nargartsé a unos impresionantes 4500 metros de altura, en una acogedora fonda denominada Lhasa Restaurant se degustó una carne, por supuesto de yak, en salsa de curry. Venía acompañada de papas y su sabor era sorprendentemente cercano al de una olla de carne criolla. Cosas veredes.

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En otra ocasión en la recóndita población de Tadku, en medio de las impresionantes gargantas que forma el río Yarlung Zangbo en una todavía más humilde venta denominada La hermana de Lhasa (el nombre original es obviamente en tibetano, como que los nativos no son muy imaginativos para bautizar a sus restaurantes) sólo había una opción con el plato del día que de casualidad también era carne de yak al curry, pero acá el condimento era mucho más fuerte y además tenía un olor que podía levantar a un muerto.

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El Rey Malvado no le permitió al caballero andante permanecer más tiempo en la comarca, así que su última oportunidad culinaria fue arriesgarse acudir de nuevo al Boja a saciar su curiosidad y probar la pizza tibetana. Como ya no había opción de probar más marcas locales de cerveza, acompañola de unas Budweiser made in China. Esta vez el resultado si fue afortunado, la pizza en sí era bastante convencional, solo que con carne (¿adivinen de qué?) de yak, queso de leche de yak y chile dulce local. La verdad es que estuvo deliciosa.

Patrulla Tíbet

Realmente es dura la azarosa vida de ser caballero andante, ¿no lo creen?

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