Zohran Mamdani ha provocado un terremoto político

Ben Davis

Zohran Mamdani

El sorprendente éxito electoral de Zohran Mamdani, socialista democrático de 33 años que se presenta a la alcaldía de Nueva York, la ciudad más destacada del planeta, representa un terremoto político. Ni las encuestas, ni los pronosticadores, ni sabio alguno predijo la amplitud y el alcance de sus resultados. Las ramificaciones de este vuelco se dejarán sentir durante años, en todos los Estados Unidos y en el mundo desarrollado.

Al final, ni siquiera hubo un resultado apretado. El atractivo generalizado de Mamdani representa el derrumbe total de un Partido Demócrata que había capeado el primer mandato de Donald Trump con resistencia retórica, y torpemente el comienzo del segundo con el apaciguamiento de la triangulación. Este año, la condición de favorito del Partido Demócrata se ha desplomado a mínimos históricos, no por la popularidad de la administración Trump o del Partido Republicano, sino por la impopularidad de los demócratas entre sus propios votantes. Chuck Schumer, al ceder ante el presidente en una ley de gasto republicana impopular y devastadora, fue para muchos la gota que colmó el vaso. El Partido Demócrata y la resistencia a Trump quedaron divididos una primera vez.

Hay enfado en todo el país con los líderes, demócratas y republicanos, en ciudades, zonas residenciales y áreas rurales. Al decir de los norteamericanos, las cosas no van bien. Los precios suben, los salarios bajan y la inestabilidad alcanza cotas sin precedentes. En ningún lugar es esto más cierto que en nuestra ciudad más grande, Nueva York, en donde el alcalde, Eric Adams, demócrata moderado, hizo un trato quid pro quo para librarse de la cárcel por cargos de corrupción, a cambio de hacer cumplir las medidas políticas de Trump en una ciudad en la que Trump ha gozado de un apoyo político mínimo.

Y he aquí que llega Mamdani. En muchas ciudades importantes de los Estados Unidos, ha habido en los últimos años un sistema bipartidista, no entre demócratas y republicanos, sino entre los demócratas centristas y su flanco progresista. Los EE.UU., como todas las formas de gobierno, tiene muchas agrupaciones políticas organizadas, pero debido a las bizantinas leyes electorales, sólo existen dos oficiales: las líneas electorales administradas por cada estado. En ningún sitio es más cierto esto que en Nueva York, la joya de la corona de la izquierda socialista electoral de los Estados Unidos desde hace más de un siglo.

Mamdani es hijo de los Socialistas Democráticos de Norteamérica (DSA), la mayor organización socialista de los Estados Unidos en el último siglo. Es uno de los muchos jóvenes inspirados por la campaña presidencial de Bernie Sanders en 2016. El poder de permanencia de esa campaña se ha afirmado a lo largo de los años. La mayoría de los organizadores y pensadores de talento a los que formó estaban en la universidad o tenían poco más de 20 años. No iban a dejar de ser nunca socialistas. Sólo necesitaban curtirse.

Mamdani se implicó de joven en los DSA y afinó sus habilidades dirigiendo campañas en una organización casi toda de voluntarios. Ha pasado la mayor parte de su vida adulta como organizador de los DSA. Una vez que los DSA de Nueva York levantaron una estructura suficiente en la ciudad de Nueva York, pudo salir elegido para la asamblea legislativa del estado en 2020. Pero para Mamdani el socialismo democrático no es una identidad o un conjunto de principios. Significa formar parte y rendir cuentas a una organización democrática, la suerte de sociedad civil de clase trabajadora que se ha atrofiado en este país, pero que antaño constituía la espina dorsal del Estado del Bienestar en todas las sociedades occidentales y que aportó músculo al New Deal.

No se puede separar a Mamdani de los DSA. Es una forma diferente, y para muchos norteamericanos, nueva, pero profundamente antigua, de pensar la política. Las organizaciones políticas representan a diferentes clases, las cuales entran necesariamente en conflicto. Para lograr triunfos en favor de tu clase, tienes que ser un representante de la democracia de la clase trabajadora.

Mamdani se hizo gracias a los DSA y el joven entorno de izquierdas que surgió tras la campaña de Sanders. No pueden separarse. Ni su carisma ni su estilo de campaña. Es producto del movimiento.

Su victoria y la escala generalizada de la misma resultan chocantes para casi todos. ¿Cómo lo ha conseguido? Combinando tácticas nuevas y viejas. Mamdani realizó la que quizás haya sido la campaña más innovadora en redes sociales de la historia política norteamericana. No se lanzó a por manidos memes, sino que mostró su autenticidad. También tomó prestadas viejas tácticas. Mamdani aprovechó el tipo de política de la diáspora al por menor que siempre ha triunfado en la ciudad más diversa del mundo. Hizo campaña en docenas de idiomas, se reunió con líderes de grupos étnicos de todo el mundo y vendió su visión al estilo de Fiorello LaGuardia [el más popular de los regidores de Nueva York, ciudad de la que fue alcalde entre 1934 y 1945]. De este modo, pudo aprovechar tanto a la izquierda insurgente, a menudo caricaturizada como socialmente descendente, excesivamente formada y abrumadoramente blanca, como a la diáspora de clase trabajadora de todo el mundo que conforma los barrios de Nueva York.

A medida que iba subiendo en las encuestas mediante una organización de masas constante, casi lineal, empezó a enfrentarse a ataques cada vez mayores y más espantosos del capital y de los poderes fácticos, que llegaron a alcanzar la cifra histórica de 25 millones de dólares en gastos externos. Se centraron en el antisemitismo, algo que se ha demostrado que puede derribar a líderes de izquierdas en todo el mundo, como fue el caso de Jeremy Corbyn. A todas las personas con una mentalidad de justicia social les horroriza el antisemitismo, ese odio ancestral. Es una acusación que haría que cualquier persona de izquierdas, cualquier persona con conciencia, tomara nota. Por eso, utilizado de forma espuria, suponía un ataque insidioso que podía doblegar a la izquierda. Sin embargo, en estas elecciones, la difamación infundada resultó contraproducente.

Hay varias razones para ello. La primera es su excesivo uso. Resulta bastante descarado acusar continuamente de un odio malvado sin pruebas a personas que son de modo evidente profundamente compasivas y humanistas. Nadie se cree que los socialdemócratas simpáticos y comprensivos de un entorno urbano laico sean pogromistas o yijadistas (a pesar del desagradable cebo islamófobo sobre los antecedentes de Mamdani), por razones obvias.

La segunda son las circunstancias reales. La mayoría de las acusaciones de antisemitismo contra la izquierda tienen poco o nada que ver con la discriminación o el odio manifiestos; se basan casi por completo en la opinión sobre el Estado de Israel. A medida que Israel continúa su genocidio de los palestinos y sus ambiciones eliminacionistas y revanchistas a largo plazo, y conforme se acerca cada vez más a la extrema derecha en los Estados Unidos, los votantes demócratas norteamericanos van llevando a cabo una transición rápida e histórica hasta simpatizar con los palestinos frente a Israel por un margen de casi 3 a 1. Todavía el año pasado, esta cuestión, lo mismo que el dinero, pudieron hacerse con las primarias demócratas. Ahora ya no.

Por último, Mamdani supone en muchos sentidos una continuación de la tradición de la izquierda judía en los Estados Unidos. Nueva York ha sido durante largo tiempo el hogar de la izquierda socialista electoral más poderosa de los Estados Unidos. La base del Partido Socialista de Norteamérica (SPA) o del Partido Laborista Norteamericano, vencedores en numerosas elecciones, estaba en la comunidad judía. A lo largo de decenios, los judíos de Nueva York han votado en número de cientos de miles a los socialistas. Son las mismas políticas del llamado «socialismo del alcantarillado» (en el que los socialistas dirigían ciudades como Milwaukee y presumían de excelentes sistemas de alcantarillado), los mismos partidos (los DSA son herederos directo del SPA), la misma tradición e incluso los mismos barrios de hace un siglo. Los cimientos de la izquierda norteamericana. Una línea ininterrumpida. Mamdani es heredero de la tradición de Baruch Vladeck [político y periodista socialista judío activo en la política municipal neoyorquina] y de los socialistas y sindicatos que levantaron Nueva York. Incluso los miembros de los DSA y el personal de su campaña lo reflejan.

Entonces, ¿cómo se ganó apoyos Mamdani? Volvió a hacer de la clase la cuestión definitoria de la política. La clase como división política es algo que ha disminuido en todo el mundo industrializado durante décadas, empezando por los Estados Unidos. Aunque Sanders volvió a inyectar un mensaje de clase y cierto grado de polarización de clase en la coalición demócrata, seguía habiendo deficiencias. Bernie obtuvo peores resultados entre los votantes negros de todas las clases. Y Bernie y otros socialistas democráticos dependían en gran medida de la simpatía de los profesionales socialmente progresistas de clase media-alta, lo que convertía a los socialistas en subordinados o coaligados con los intereses y organizaciones de aquellos. Tras casi una década de trabajo de la izquierda, esta polarización de clases parecía inquebrantable. Hasta ahora.

Mamdani obtuvo resultados inferiores a los de anteriores candidatos de izquierdas en zonas progresistas profesionales como el Upper West Side. Pero rompió la barrera racial que había dividido a la clase trabajadora. Pocos lo esperaban antes de que llegaran los votos. Su base la constituirían, por supuesto, los profesionales blancos socialmente descendentes. Pero su mensaje claro y su innovadora campaña resucitaron la verdadera política de clases, algo que parecía un mito en la era contemporánea.

Según el New York Times, Mamdani obtuvo mejores resultados entre los votantes de color que entre los blancos. Aunque perdió votos progresistas entre los liberales de Manhattan que leen el New York Times y odian las máquinas, los recuperó muchas veces entre la gente de color de clase trabajadora que con anterioridad no se había fijado nunca en los candidatos de izquierdas. Con ello, le ha dado la vuelta a casi 30 años de teorías antimaterialistas de la ciencia política.

Puede parecer que esto es algo que se limita a la ciudad de Nueva York, un bastión progresista en un estado profundamente demócrata. Pero señala un camino a seguir para la izquierda y para los defensores de la justicia social y de una política liberadora. Los avances más impactantes y profundos de Donald Trump en 2024 se produjeron entre votantes jóvenes, en particular entre hombres, votantes hispanos, votantes asiáticos y votantes urbanos en general. Estos son exactamente los grupos demográficos que apoyaron en masa a Mamdani.

La izquierda ha eludido durante mucho tiempo su responsabilidad de luchar contra la extrema derecha, dejándosela al centro como si el espectro político fuera una línea rigurosamente impuesta en lugar de un concepto fluido. Pero el centro ha fracasado. Y sacrificaron estos grupos demográficos a Trump porque estas masas estaban hartas del statu quo. El centro nunca podría recuperarlas. Pero la izquierda radical sí podría, a través de un mensaje bien enfocado, económico y anti-establishment. Eso es lo que ha logrado la campaña de Mamdani, y así ha recuperado a la gente de la extrema derecha a escala masiva, más de lo que podría hacerlo cualquier mitin anti-Trump. De este modo, campañas como la de Mamdani están practicando activamente el antifascismo de forma real, al conseguir llevarse los objetivos de la derecha de vuelta a la izquierda.

La izquierda tiene que estudiar estas impresionantes elecciones y tomar notas a fondo. La primera es que Mamdani es producto de una organización real, orgánica y de trabajadores en los DSA. El tipo de organización que se ha ido extinguiendo en este país durante medio siglo y que la mayoría desconoce. Esta falta de organización es el rasgo definitorio de nuestro tiempo político. El único camino hacia el futuro es que haya más gente en los DSA, más gente en los sindicatos, más gente en las organizaciones cívicas y la reconstrucción de la comunidad de la clase trabajadora. Nuestras instituciones están huecas, pero Mamdani y sus 50.000 jóvenes voluntarios son la prueba de que se pueden reconstruir, y de que eso es lo que anhela hacer la gente.

En 2017, un organizador y filósofo de los DSA llamado Michael Kinnucan afirmó: «La cultura cívica norteamericana está tan vaciada en su base que en cualquier ciudad de los Estados Unidos, si tu organización puede reunir ocasionalmente a 40 o 50 personas comprometidas en una sala, probablemente te estés manejando con una de las cinco o seis organizaciones de base potencialmente más poderosas de tu ciudad».

Esta idea fue fundacional para los DSA, especialmente en Nueva York, y dio forma a Mamdani. Para muchos, parecía una fantasía. Quinientos mil votos después, en casi todos los idiomas y nacionalidades del mundo, suponen una advertencia. Para derrotar a la derecha, la izquierda debe aprender de Mamdani y de los DSA y reconstruir la organización de masas de la clase trabajadora. Claro que el carisma ayuda, pero en el fondo, esta victoria fue un proyecto de ocho años que debe repetirse en todas partes si queremos derrotar al fascismo y detener los peores horrores de la crisis climática. Mamdani es un talento político de la envergadura de Obama, pero sobre todo es una apelación a volver a una verdadera organización de clase trabajadora. Se trata de algo a lo que las vacuas entidades de los partidos demócrata o republicano nunca pudieron derrotar, y algo que aprendieron el martes por la noche.

Ben Davis es analista de datos políticos de Washington D. C. y trabajó en el equipo de campaña de Bernie Sanders en 2020.

Fuente: https://www.theguardian.com/commentisfree/2025/jun/26/zohran-mamdani-political-earthquake

Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info

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