Ya pinta el escenario electoral del 2026

Vladimir de la Cruz
vladimirdelacruz@hotmail.com

Vladimir de la Cruz

Difícilmente se pueda negar que la campaña electoral ha empezado. De hecho, ya están los aires electorales en marcha, soplando en varias direcciones.

La campaña inminente es la nacional que arranca, oficialmente, en su arquitectura con la publicación del cronograma electoral que, para cada proceso electoral, hace y publica el Tribunal Supremo de Elecciones, que comprende desde el 1 de enero del 2025 hasta el segundo domingo de abril, en el hipotético caso de que volviera a haber segunda ronda electoral. De manera precisa, la parte de la campaña propiamente dicha queda para finales del 2025, cuando ya están todos los partidos inscritos con sus candidaturas y se abre, en esa etapa final, el período de la propaganda pública, de movilizaciones reguladas por el Tribunal Supremo de Elecciones.

La importancia del cronograma electoral es la confianza en todo el proceso electoral nacional, y en el propio Tribunal Supremo de elecciones, como órgano supremo encargado de todos los asuntos electorales del país.

La confianza descansa en que por publicado el cronograma se dan a conocer las fechas en las cuales los partidos políticos tienen que ir cumpliendo las tareas de sus propias inscripciones, empezando por estar al día con todos los procesos que ello acarrea, sus estatus al día, la integración de los órganos directores de los partidos, celebración de asambleas partidarias, postulación y aprobación de sus candidatos a los puestos de diputados, vicepresidentes y presidente de la República.

Certeza jurídica da el cronograma para el cumplimiento de esas tareas, en las fechas que se indica, sin que se puedan mover o alterar.

Confianza ciudadana en esto es fundamental, porque son reglas que funcionan para todos los partidos políticos por igual, en igualdad de condiciones jurídicas.

Bien se podría afirmar que terminada una campaña electoral, al día siguiente, los partidos ya quedan embarazados para la siguiente. Lo que sigue son los partos que pueden tener diversos períodos de gestación como ocurre en el reino animal…no dejamos de ser animales políticos.

En algunos partidos políticos la postulación prematura por parte de los propios aspirantes puede servirles para medir sus posibilidades, y empezar dentro y fuera de los partidos a consolidar sus grupos de apoyo. Sucede también que postulaciones prematuras sirven para “quemar” candidatos, para crearles “vacíos” y “malas atmósferas” a sus movimientos políticos internos.

En una gran cantidad de partidos, de los que participan en las campañas, a veces se enredan en discusiones “teóricas”, “principistas” de discutir primer los aspectos programáticos que van a ofrecer a los electores, dejando de último la escogencia o postulación de los candidatos, lo cual muchas veces es un gran error, porque la discusión de los programas pueden llevarse su tiempo y alrededor de esos programas pueden provocarse fisuras, debilitando en ese sentido las imágenes de sus candidatos para el final, cuando los públicos electorales van definiéndose sobre la marcha. La experiencia que he tenido es que por definido un candidato las adherencias o simpatías políticas que se le expresan se le mantienen. Pero, si ese candidato se lanza tarde la gente que podía votar por él ya se había comprometido con otro, de otro partido, difícilmente rompe su compromiso adquirido. La gente es fiel y es de palabra. Esta es mi experiencia.

En las campañas políticas últimas especialmente se ha ido observando que el voto para presidente no coincide con igual número o más para diputados. La gente parte su voto. Votan por un presidente de un partido y por diputados de otros partidos. Eso es válido electoralmente y produce situaciones como la de los últimos tres gobiernos, los dos del Partido Acción Ciudadana y el actual, donde el presidente ganador no elige con su partido ganador más de 12 diputados de 57, quedando en una frágil situación política parlamentaria. Esto obedece también al enfoque electoral que se hace principalmente en la figura presidencial desvinculada de sus candidatos a diputados, porque se concentra el enfoque de la campaña en esa figura, pensando que es como un tren que jala sus vagones de diputado provinciales, lo que no es del todo real en la práctica. Lo diputados se mueven en sus propias luchas provinciales, luchando por salir ellos, más como personas, que como dirigentes políticos de un partido y menos como los diputados del presidente que los representa. En la última campaña vivimos un fenómeno a la inversa, donde una diputada hizo a un presidente. Y lealmente esa diputada sigue representando a ese presidente, identificándose con él en todo, y hasta hoy, él con ella también. Pero, no fue suficiente ese esfuerzo para tener más diputados. Lo que se logró fue sacar los votos para afianzar al presidente, no para sacar una mayoría de diputados sobre las otras representaciones parlamentarias.

Soy de la opinión que en el momento en que se defina el candidato presidencial preferido de la guarida de jaguares, si esta diputada le da el apoyo, ese será el candidato que posiblemente repita el mismo proceso de aceleramiento, para la obtención de sus votos. Esa diputada de nuevo haciendo presidente. Habrá que ver si apoyará candidatos a diputados. Ya en las elecciones municipales recién pasadas esta diputada le quitó apoyo a tiendas partidarias que se identificaban con el presidente, y no resultaron.

Algunos partidos ya mencionan posibles candidatos presidenciales, como si estuvieran, por ahora, en una tómbola partidaria, de donde los van a sacar. Ya los tienen dándoles vuelta.

A nivel del gobierno lo que hay es el impulso de varios partidos, identificados totalmente con el presidente. La estrategia posiblemente será de tener varios partidos, para con ellos distraer un poco la atención electoral, pero valorizando la posibilidad de elegir diputados de distintas tiendas electorales, porque una sola es muy difícil, aunque no imposible, que pueda imponerse con una mayoría parlamentaria, superior a los 25 diputados. El candidato presidencial que tenga el apoyo del actual presidente y de su diputada estrella será la guía para una posible coalición, a nivel presidencial, de esos partidos oficiales, cada uno con sus candidatos a diputados.

De esa manera concentran en la figura presidencial y a la vez en sus diferentes campañas de diputados provinciales.

El presidente de la República tiene impedimento constitucional de participar abiertamente en la campaña electoral a favor de algún candidato o de partidos. No tiene en este sentido lo que se llama beligerancia política. Para mí es un absurdo. Creo que el presidente debe tener esa posibilidad. La de participar activamente en todo el proceso político nacional de su mandato presidencial opinando, discutiendo o debatiendo los temas de la agenda nacional y parlamentaria. Su accionar que da reducido a sus políticas y acciones de gobierno, y aun así con cierta limitación.

El actual presidente en este sentido se mueve bien. Se desplaza constantemente, como ninguno, en los últimos 35, años lo ha hecho. Sus giras son bien promocionadas regionalmente por donde se desplaza y su discurso, en todas ellas, gira con los mismos ejes: que quiere gobernar para el pueblo, y los pueblos que visita, pero no lo dejan gobernar, señalando la lista de instituciones, órganos públicos y atacando a sus autoridades, o representantes, como a sus críticos públicos, analistas, comentaristas, gestores de opinión.

En su estrategia política se ha establecido con éxito su mesa de prensa semanal, dirigida por él, enfrentada por él, previamente programada con periodistas que le realizan preguntas para las cuales ya tiene la respuesta, los datos y las personas que le pueden acompañar para responder.

Esta mesa de prensa ya se estableció semanalmente, y ya se quedó en la práctica de futuros presidentes. En adelante todos harán lo mismo. Tal vez alguno, se le ocurra emular a Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México que hace una mesa de prensa todos los días, lo que se evidenció, en parte, en el éxito de su candidata presidencial que recién ganó las elecciones en México con una holgada mayoría de votantes, para la presidencia, como para el Congreso y el Senado de México.

Si al presidente Chaves se le ocurre algo parecido, por lo menos dos veces por semana, por ejemplo, martes y viernes, mantendrá su reconocimiento público con más fuerza para lo que quiera impulsar, como ya lo está haciendo y convocando hacia la próxima elección nacional, donde ya señala que se necesitan votos para diputados que puedan cambiar todo lo que él no ha podido cambiar o hacer desde la Asamblea Legislativa. Este mensaje es muy claro y alerta a todos los partidos de que sus listas de diputados deben ser de calidad política y de personas bien reconocidas para el trabajo parlamentario.

En algunas direcciones se mueven las tendencias a procurar coaliciones político-electorales, es decir unión de partidos, para enfrentar lo que Chaves pueda impulsar. Eso es lo que se dice. Se expresa un temor, un miedo a que Chaves pueda seguir en el escenario político. No son coaliciones con una visión país, con un Programa país, que puedan reunir diversos sectores políticos, económicos y sociales. Por ahora lo que se impulsa son coaliciones identificadas ideológicamente con iguales propósitos, que no se distinguen casi en nada de lo que el grupo de Chaves representa. Son coaliciones que se definen desde ahora más al centro político de derecha y a la derecha que a un centro político de izquierda o progresista.

Las coaliciones electorales importantes en la Segunda República han sido las que llevaron a Mario Echandi, en 1958, a José Joaquín Trejos Fernández, en 1966 y a Rodrigo Carazo, en 1978, a la presidencia. No ha habido otras a ese nivel. En el campo de las coaliciones de izquierda el mejor esfuerzo fue Pueblo Unido, para llevar representantes legislativos.

Para este momento histórico tal vez se impone seriamente pensar en la posibilidad de ir al proceso electoral nacional próximo del 2025-2026 con coaliciones que agrupen las distintas corrientes de pensamiento político, a las distintas vertientes de sectores organizados, alrededor de verdaderas plataformas programáticas que contemplen políticas y acciones de gobierno y políticas en Proyectos de leyes, comunes a esas coaliciones.

Ojalá la sociedad costarricense estuviera hoy madura políticamente para poder reunir sectores y fuerzas políticas, como las que se unieron en 1943, para aprobar las Garantías Sociales y el Código de Trabajo, y para salir de la crisis de la II guerra mundial.

Hoy estamos a las puertas de una III Guerra Mundial y no estamos preparados para enfrentar una situación de esta naturaleza.

Hoy los problemas sociales son el tema principal del país, de la agenda nacional, de la agenda política. Son los temas que deben tratarse para evitar mayor empobrecimiento de la población, para evitar mayor generación de pobreza extrema, para lograr efectivamente mayores posibilidades y oportunidades de estudios, de empleo, de mejores salarios e ingresos de las personas y los trabajadores.

Alrededor de estos esfuerzos que ya suenan, de partidos y candidatos, para las elecciones nacionales del 2026, nada se dice ni se menciona, sobre estos problemas. El enfoque está en buscar candidatos, en continuar con las políticas desastrosas del actual gobierno y en ahondar la crisis social, para abaratar más a la clase trabajadora, como un insumo para la atracción de capitales internacionales.

Los grandes partidos del país, los tradicionales, luchan por ver como se igualan al actual proyecto político del presidente Chaves. Si por ese camino continúan no se van a distinguir mucho y los votantes preferirán votar por Chaves y por a quien él le solicite los votos, que seguir votando por los partidos tradicionales.

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