Sin tregua
Por Claudio Alpízar Otoya
En estos días de pandemia mundial provocada por el coronavirus, la gran mayoría de los costarricenses hemos estado más preocupados por nuestra salud y la de los seres queridos -tal y como debe ser- que de cualquier otro tema.En aras de la urgente solidaridad requerida para con la sociedad hemos delegado e investido de total autoridad para decisiones rápidas a quienes nos están gobernando; de quienes han encontrado un camino libre para muchas decisiones “urgentes” que en otros momentos no han podido poner en práctica.
Tal ha sido la delegación, que se ha llegado al punto de relegar el siempre importante control político ciudadano en aras de proteger, también, la salud del sistema democrático. Pero la protección de la sociedad también transita por la protección de sus derechos y libertades.
En todos los parlamentos, particularmente el caso del nuestro, hemos visto que el control político, que dicho sea de paso ha sido muy débil en estos dos primeros años del Gobierno de Carlos Alvarado, disminuyó aun más dejando a la libre muchas gestiones que -vistas como emergencias- no han tenido los controles y el rigor oportuno en su planteamiento y ejecución, lo que no asegura que esas ayudas lleguen de la mejor forma a quienes más lo requieren en momentos en los que hay que evitar que de lo que no cuesta se haga fiesta.
Varios gobernantes en el planeta han estado en un “laboratorio” mundial para sopesar cual es el mejor sistema para regir a una nación, si el democrático -lento y participativo- o el régimen autoritario -rápido y de “petit comité”- y de alguna manera llegar así a convencer a los ciudadanos de las dificultades que representa tomar decisiones cuando son muchos los que opinan, como sucede en la democracia, puesto que obliga a largos periodos para buscar los consensos que todo lo atrasan.
La democracia por naturaleza es lenta, y claro, algunos abusan de los tiempos porque obliga a buscar coincidencias y opiniones, así como a la participación de los diversos grupos de interés y de presión y de otros actores de la sociedad. A esta nutrida participación y deliberación es a lo que muchos han llamado equivocadamente y con alevosía “ingobernabilidad”.
La democracia obliga pues a politizar los temas, en el sentido correcto del término, para que se discutan, que se presenten discrepancias y que las decisiones circulen por el escarmiento ciudadano.
El uso de algunos poderes -hasta fácticos- que en la mayoría de las ocasiones no tienen los gobernantes en el sistema democrático, unido a una delegación ciega y sin cuestionamientos ciudadanos por el miedo a la muerte en la pandemia, pudieran estar promoviendo un gusto particular por el autoritarismo; tanto en los que gustan de ostentar el poder, como en aquellos que por desconocimiento quieren la velocidad en las decisiones tal cual autarquía, en donde prima la decisión individual sin sopesar las consecuencias que ello podría tener en la democracia participativa.
Sin darnos cuenta, podríamos estar promoviendo el gusto por los gobernantes autoritarios, que demuestren que las cosas se pueden hacer “rápido”; sintiéndose más efectivos y pasándole por encima a esas estorbosas constituciones, leyes y reglamentos que promueven los “burócratas” de la política.
Nos encontramos sin duda ante una encrucijada complicada para la democracia participativa, puesta a prueba en esta pandemia del coranavirus, en la que muchas instituciones estatales han tenido la posibilidad de mostrar su importancia para la ejecución de acciones con justicia social, y sin duda para la reactivación económica; pero paralelamente la verticalidad del uso del poder en la toma de decisiones es un riesgo para la salud de la democracia, al punto de que hasta el parlamento en algunas latitudes parece estar sobrando.
Tenemos que estar atentos los ciudadanos, pero aún más los actores políticos, de la importancia de velar en estos momentos porque nuestra democracia -que sin pandemia ya requería cuidado- en esta crisis muestre una mejoría de su salud, no lo contrario, sobre todo retomando la importancia de un Estado Solidario con un fuerte ingrediente de la justicia social que se ha ido dejando de lado.
– Politólogo
Don Claudio, junto a los que respaldan su posición, son de los que critican y no proponen. Escribir y criticar es tan fácil.