Por Sara Lemel (dpa)
Decenas de personas esperan en una fila delante de una gran carpa blanca de vacunación en la Plaza Rabin, en el centro de Tel Aviv. Me paro detrás. En la entrada me entero después que no tenía por qué haber esperado, porque formo parte de los dichosos que ya tienen una fecha oficial para la segunda dosis de la vacuna Biontech-Pfizer contra el coronavirus.
En la larga fila esperan personas que son demasiado jóvenes para pedir una cita, pero que este día pueden recibir dosis sobrantes.
En la carpa de vacunación, todo va muy rápido. Soy guiada a una de más de diez cabinas. Un amable médico árabe me pregunta por efectos secundarios de la primera dosis recibida hace tres semanas.
Una casualidad divertida: Estudió Medicina en la Charité de Berlín, como se revela en nuestra charla. «Viví siete años en Berlín», me cuenta en alemán fluido. El joven de cabello oscuro está visiblemente orgulloso de su estudio en Alemania y tiene buenos recuerdos. «Pero esto de la vacuna funciona mejor aquí en Israel», añade en hebreo.
La inyección en el músculo de mi brazo izquierdo duele solo un poco, más que la primera vez. Tras una amable despedida en alemán, vuelvo a salir de la carpa y espero debajo de un olivo a la entrada durante 15 minutos. No se presentan efectos secundarios dramáticos y vuelvo a casa.
Por un lado, me siento muy aliviada, porque por fin estoy inmunizada: una pequeña esperanza de un futuro sin mascarilla y distanciamiento. Cuando pienso en que mi madre en Alemania, que este año cumple 79, aún no tiene fecha para la primera dosis, siento una mezcla de cargo de conciencia y rabia.
Más de 3,5 millones de israelíes -más de un tercio de la población- recibieron hasta ahora su primera dosis. La campaña de vacunación se inició el 19 de diciembre. Al 9 de febrero, más de dos millones ya recibieron la segunda.
En el Estado judío incluso son vacunados ya los jóvenes de entre 16 y 18 años, para que puedan terminar el bachillerato con clases presenciales. También extranjeros de hasta 35 años -entre ellos periodistas- reciben la vacuna.
¿Por qué la vacunación en Israel avanzó tanto más rápido que en otros países? Hay diferentes razones.
Por un lado, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, que en general es más bien es criticado por su política respecto a la pandemia, se aseguró mediante una hábil negociación una gran cantidad de vacunas de los fabricantes Pfizer/Biontech.
Como contrapartida, Israel provee a Pfizer los datos de los vacunados. Además, según medios israelíes, Israel pagó claramente más por las dosis que la Unión Europea y Estados Unidos.
Para Pfizer es muy atractivo que Israel sea con sus nueve millones de habitantes un país pequeño y con un sistema de salud extremadamente avanzado y completamente digitalizado.
Cada habitante es miembro de uno de las cuatro seguros médicos del país, que también son responsables de la campaña de vacunación. Los seguros médicos reúnen los datos de los vacunados y los analizan. Así el fabricante puede estudiar si el preparado es tan efectivo «en la vida real» como en los estudios previos.
Un dato negativo: La cifra de infectados en Israel sigue siendo alta tras el confinamiento que comenzó el 27 de diciembre y se levantó en parte el domingo 7 de febrero a pesar de la vertiginosa campaña de vacunación.
Los expertos israelíes consideran que se debe a la rápida propagación de las variantes del virus más contagiosas y piden paciencia. Confían en que los efectos se verán en las próximas semanas.
Tras la segunda dosis, me preparo para terribles efectos secundarios, de los cuales me advirtieron. De hecho, al día siguiente mi brazo se siente como si hubiera recibido un golpe y me siento algo débil. Pero no tengo fiebre ni dolor de cabeza y no necesito ningún analgésico.
En el segundo día después de la vacunación incluso puedo volver a caminar por la playa. Ya me alegro ahora de tener el 95 por ciento de inmunidad prometido por Pfizer para una semana después de la segunda dosis.
dpa