Unas horas con don Pepe Figueres

Arnoldo Alfaro

Don Pepe

Las que fueron privadas no las cuento, porque como dije, fueron en privado.

… pero cuando uno anda revuelto con periodistas le toca toparse a menudo con el presidente en actos públicos.

Este fue el caso de la inauguración de la escuela de Chacarita en Puntarenas.

Resulta que el director de la escuela había organizado un evento con la participación del alcalde, el diputado, el cura y Raymundo y todo el mundo. Cada uno de ellos iba a hacer un breve uso de la palabra luego de presentar el coro de chiquitos vestidos de campesino con bigote y chonete. Después vendría el tradicional corte de cinta y el discurso presidencial para cerrar con una tamaleada al son de la marimba de Esparta. (hoy Esparza).

Grave error.

Yo llegué temprano con la móvil de Radio Columbia para instalar micrófonos y antenas y cuando ví semejante alboroto me dije: -mmm… esto no le va a gustar a don Pepe, alguna torta se va a jalar.

Yo sabía que a él no le gustaban los tamales y que el zumbido de las marimbas lo sacaban de quicio. Figueres era un hombre de poco comer, tenía una paciencia muy limitada y no disimulaba su mal carácter; vean si no lo tenía yo bien medido que cuando ya comenzaba a frotarse las manos y rascarse el cuello, era hora de ponerse a salvo.

Llegó con media hora de retraso. Inmediatamente el director de la escuela le dio una cordial y extensa bienvenida anunciando el orden del desarrollo de actividades. De pronto don Pepe se levantó de su silla y subió al podio al tiempo que pedía unas tijeras.

Estas fueron mas o menos sus palabras antes del tijeretazo:

“En realidad veo que ustedes tienen mucho que decir pero yo tengo poco tiempo para escuchar.

Aprovechen el esfuerzo del Gobierno, cuiden bien la escuelita, lávenle la carita a esos chiquitos que les pintaron la carita con bigotes de campesino y yo me voy ya porque tengo mucho trabajo.”

Cortó la cinta y jaló.

Miren, todavía hoy me río al recordar la cara de desencanto del alcalde y los diputados, y como yo tampoco soporto la marimba y los tamales, también recogí los mecates y a otra cosa mariposa.

Ha pasado casi medio siglo. Me toca hoy presenciar la inauguración de obras inconclusas cuyo costo asciende a sumas equivalentes a diez veces su valor real; veo desde el alero de tejas de mi humilde casita un país que naufraga en el mar pestilente de la mediocridad, la desidia, la ineptitud y la inmoralidad mas acabada.

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