Una marcha por la exclusión

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

A lo largo de mi vida, he sido consecuente en mis acciones sociales y humanas y, en relación con el tema que abordo el día de hoy, me considero absolutamente invariable: soy defensor de los derechos humanos y de la libre determinación de las personas. Procuro, con mis acciones, respetar a mis semejantes, tal como son y exijo, en esta misma lógica, el respeto a mis ideas y concepciones políticas, religiosas y sociales.

Reverencio y promuevo la expresión de Martin Luther King: “mis derechos terminan, donde comienzan los de los demás”. Considero qué, en la actualidad, cada cual puede vivir su vida cómo lo deseé, mientras no constituya un peligro para el resto de la sociedad. Al fin y al cabo, en muchos períodos de la historia, la humanidad ha funcionado de esa manera.

Es por esto, que me preocupa sobremanera ver cómo, los intereses políticos, religiosos o económicos, de grupos diversos que dominan la política y el poder en Costa Rica, han dividido profundamente la sociedad costarricense. La primera gran división, y así lo establecen los estudios de opinión, la fomenta la discusión y aprobación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. La segunda, la genera el planteamiento extremo de grupos conservadores que, financiados e impulsados por intereses opacos, pretenden imponer su visión de mundo a todos los costarricenses. Este fenómeno de la transformación conservadora de la sociedad costarricense, lo expuse en una de mis recientes columnas “Fortalecimiento de la derecha religiosa conservadora”, que invito a los lectores a revisar.

Es por eso que no puedo callar ante el llamado a la exclusión que realizan organizaciones religiosas que, otorgándose la interpretación exclusiva de las Sagradas Escrituras, convocan a sus seguidores, la mayoría de las veces poco reflexivos y muy manipulables por el vínculo psicológico que establecen, a manifestarse a favor de iniciativas sociales, que sólo benefician sus intereses y fortalecen su cosmovisión.

Considero que la convocatoria a esta marcha, en lugar de promover una solución reflexiva de la evidente ausencia de formación en el campo sexual de jóvenes y adultos, lo que genera es un impulso a la exclusión social; una reacción que invita a no reconocer los derechos humanos de ciudadanos que, asistiendo o no a los oficios religiosos, son individuos, hombres y mujeres, ciudadanos, que comparten derechos y deberes, y que no son menos humanos, que quienes manifiestan otras preferencias sexuales.

Son personas que tributan, que viven y son parte de una sociedad cada vez más diversa, no por obra del mal, sino como resultado de la naturaleza humana y del libre albedrío.
El ambiente de odio y rechazo que se han creado quienes deberían de buscar la unión y la paz entre los costarricenses, puede propasar horizontes insospechados, de los cuales después podemos arrepentirnos.

A lo largo de la historia humana, han existido personas sexualmente diversas, existen incluso en las estructuras de poder religioso y esta verdad no se puede tapar con un dedo.

Las acusaciones de abuso de menores, ocultos por años en las estructuras de poder religioso, la gran cantidad de niñas embarazadas o las agresiones o femicidios contra mujeres de todas las edades y estratos sociales, no son sino el reflejo de la necesidad de impulsar, como país, una educación sexual sin mitos, donde no prive el temor o el silencio, ante agresiones dominantes de amigos o familiares de las víctimas.
No se trata de transgredir la realidad biológica, se trata de entender el nivel de exposición y motivación sexual a la que están expuestos los jóvenes costarricenses y prepararlos, para manejar la realidad de una sociedad sexualizada, que sólo busca incrementar las utilidades a partir de la difusión de estímulos biológicos vinculados al consumismo.

Se trata de evitar que sigan ultrajando, como ha sucedido, a menores vinculados a organizaciones religiosas, de todas las denominaciones. De eliminar, ojalá, el embarazo de menores de edad, en manos de adultos que pretenden “educarlas” a fuerza de violentar y despedazar su inocencia o de imponerse, mediante la sumisión que es capaz de ejercer un adulto sobre un menor.

Hasta ahora, la frase #amishijosloseducoyo ya sabemos a dónde nos ha llevado. Abramos los ojos y demos oportunidad a que las estructuras de educación coadyuven con la formación integral de los costarricenses, para lograr ciudadanos más equilibrados, mucho más humanos y que reconozcan abiertamente el placer que existe en el sexo, sin que eso constituya una opción vinculada al libertinaje o una violación a los preceptos religiosos.

Como sociedad, tenemos la obligación de erradicar los problemas sociales vinculados a la inadecuada formación en el ámbito sexual, en algún momento tenemos que dar el primer paso, entre más pronto, mejor. En todo caso, aunque no queramos reconocerlo por necedad o estulticia, el sexo esta es la manera natural de reproducción de la cual la naturaleza nos dotó.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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