Rafael Arias Fallas
La libertad, forjada con el esfuerzo, la sangre y la esperanza de generaciones y generaciones que nos precedieron, implica también una responsabilidad, a la hora de ejercer el sagrado derecho a delegar la soberanía popular en las personas que, de forma democrática, deberán guiar los destinos de la Nación por los próximos cuatro años. No se puede, en definitiva, simplemente abstenerse y dejar el peso de la decisión en manos de otros y, mucho menos, utilizar el sufragio para respaldar experimentos que pueden dar al traste no sólo con la institucionalidad republicana amparada en el delicado equilibrio de la división de poderes y del Estado de derecho, sino con las esperanzas, anhelos y expectativas de que Costa Rica puede ser gobernada mejor, con más equidad, justicia social e impulso al desarrollo sostenible.Nuestro voto, costarricenses, el próximo 3 de abril, plantea una disyuntiva histórica para la Democracia costarricense: por un lado, sufragar por José María Figueres Olsen y por el Partido Liberación Nacional es, sin lugar a dudas, fortalecer la vía institucional, amparada en la Constitución y las leyes, por medio de un gobierno responsable, que será conformado con personas con experiencia y que tienen los atestados necesarios para reconducir al país hacia un mayor progreso social, humano y económico; por otra parte, votar por el señor Chaves es, a todas luces, caer en la trampa de la demagogia y del populismo, que conducen a la improvisación de quienes aspiran a acumular todo el poder en pocas manos, porque no conocen, ni respetan, ni defienden en el sistema liberal representativo, en el que el delicado balance de pesos y contrapesos sostiene la seguridad jurídica que es indispensable para que una Nación mantenga su credibilidad en el mundo.
Los ejemplos de los graves perjuicios que produce el populismo sobran en América Latina y sólo han significado retrocesos democráticos y pobreza para los pueblos. Costa Rica, por el contrario, sobre la base de su modelo de libertades y del Estado social y democrático de derecho, hasta el momento, se ha librado, en gran medida (a pesar de las nefastas últimas dos administraciones), de las peores consecuencias del populismo de quienes quieren llegar a administrar el país sobre la base de la experimentación, el irrespeto al marco jurídico y la concentración de poder en líderes prepotentes y oportunistas, que sólo llegan al gobierno para perpetuarse y demoler el edificio democrático que garantiza la pluralidad y el respeto por la diversidad.
En un convulso escenario internacional, con una guerra en curso en Europa y sin salir todavía de la pandemia por el COVID-19, lo peor que puede hacer Costa Rica es, en una elección, dilapidar todo el prestigio y el reconocimiento que el país se ha ganado en el concierto internacional, gracias a la fortaleza de sus instituciones democráticas, su compromiso con los derechos humanos, su defensa del medio ambiente, su apuesta por un desarrollo sostenible y su salvaguarda de la libertad. ¿Cómo poner al mando del país a un señor cuestionado ética, moral y personalmente por organismos financieros internacionales, cuando podemos votar por una persona, como don José María, que ha dejado en alto el nombre de Costa Rica en multitud de organismos multilaterales?
Sin lugar a dudas, el país necesita emprendimientos e inversión nacional y extranjera en diversas áreas del sector privado o, de lo contrario, el desempleo seguirá creciendo, la pobreza continuará aumentando y la desigualdad se tornará endémica. Para que la economía crezca, se diversifique y se fortalezca, es indispensable que haya seguridad jurídica, paz social y estabilidad institucional, por lo que dejar el país en manos de un líder advenedizo, sin programa y sin equipo para gestionar el Estado, es equivalente a condenar a nuestras conciudadanas y conciudadanos a la incertidumbre, la angustia y la desesperación que genera caos y anarquía.
Votar por Chaves, equivale a dar un salto al vacío. Costa Rica y su ciudadanía no se merecen ese destino.
Votar, en cambio, por José María Figueres y el PLN es garantizar un golpe de timón, un cambio seguro, que conducirá a Costa Rica, con seguridad y confianza, hacia un mejor mañana para todas y todos los costarricenses.
No eluda su responsabilidad y, este domingo 3 de abril, dé su voto a la democracia, a la estabilidad y al cambio seguro, dé su voto a Liberación Nacional.