Por Alberto Lopez Girondo
Marco Rubio y su Doctrina Monroe recargada podría enfrentarse con Tulsi Gabbard en la Dirección Nacional de Inteligencia. Robert Kennedy Jr es rechazado por los laboratorios y el sistema de salud. Tembladeral en el “Estado Profundo” y las agencias de espionaje.
Donald Trump no se esperó a que bajara la espuma de su triunfo electoral para avanzar con las designaciones de prácticamente todo el gabinete con el que espera asumir su cargo el 20 de enero próximo. Y como en 2017, sus nominaciones causan escozor en varios frentes y dan para que los analistas desplieguen interpretaciones de lo más sofisticadas sobre cómo será su segundo paso por la Casa Blanca.
Por lo pronto, el anuncio de que el ultraconservador de origen cubano Marco Rubio será su secretario de Estado adelanta horas sombrías para América Latina, en consonancia con las actitudes extremistas del actual senador por Florida. Sin dudas la patria de sus padres, junto con Venezuela y Nicaragua estarán en la mira de este hombre de 53 años. Pero no descuidará a la Colombia de Gustavo Petro, ni al gobierno de Lula en Brasil o el de México y Chile, demasiado izquierdistas para su gusto. Para decirlo de una buena vez: será un canciller que tiene como lengua materna al castellano con ansias de imponer una Doctrina Monroe recargada.
Rubio también sigue al pie de la letra la versión de la historia de los grupos de presión israelíes. Pero acá se aventura un posible cortocircuito con una exdemócrata que Trump logró captar para su coleto: la excongresista y teniente coronel de la reserva del Ejército que sirvió en Irak y Kuwait. A los 43 años, fue designada para la Dirección Nacional de Inteligencia (DIN en inglés), el organismo que tiene bajo su mando 18 agencias de inteligencia, entre ellas la CIA. Gabbard, que ya fue caratulada por algunos medios como “tránsfuga” por haberse pasado a los republicanos, es anti intervencionista y fue vituperada por haberse reunido con el presidente ruso, Vladimir Putin, y el sirio Bashar al Assad, y haber denunciado que Al Qaeda fue creada y financiada por la CIA. Se declaró entonces pacifista y argumentó que para lograr la paz hay que hablar con todos. Gabbard, al igual que Robert Kennedy Jr, se fue del partido del burro en similares circunstancias. Se quiso postular a la presidencia en 2019 y al no recibir más que hostigamiento de los barones Demócratas -la principal, Hillary Clinton-, intentó presentarse como independiente y luego se sumó a Trump. Ahora le critican su inexperiencia para un lugar de semejante impacto: será la que le llevará al presidente el informe cotidiano de lo que ocurre en el mundo. El empresario no quiere en ese lugar a alguien que le vaya a vender “pescado podrido”, como ya le ocurrió.
Kennedy Jr quiso competir para la presidencia en 2023 con Joe Biden pero también lo sacaron del juego. Lo intentó como independiente y después se fue con Trump. Ahora se lo caratula como un antivacunas que ocupará la Secretaría de Salud y Servicios Humanos (HHS en inglés). Una simplificación que deja de lado otros aspectos de su visión del mundo.
Como sobrino de un presidente asesinado e hijo de un exfiscal también eliminado violentamente, tuvo bajo perfil hasta que comenzó a salir al ruedo en 2022. Abogado especializado en derecho ambiental, litigó contra Monsanto como tutor legal de una víctima de cáncer que demandó a la multinacional por la exposición a glifosato. La firma ahora en manos de Bayer fue condenada a pagar casi 290 millones de dólares por daños.
Pero eso sería nada comparable a la acusación de que la CIA estaba implicada en el magnicidio de su tío, John Fitzgerald Kennedy, en noviembre de 1963. Es cierto que se muestra contrario a la vacunación contra el Covid-19. Pero también se opone a políticas de los laboratorios medicinales y considera que su gran negocio no es descubrir la cura a una enfermedad sino vender medicamentos. En su cuenta de X escribió: “tenemos una oportunidad generacional de reunir a las mentes más brillantes de la ciencia, la medicina, la industria y el gobierno para poner fin a la epidemia de enfermedades crónicas”. Y también: “Juntos acabaremos con la corrupción, acabaremos con la puerta giratoria entre la industria y el gobierno y devolveremos a nuestras agencias de salud su rica tradición de ciencia basada en evidencias y de referencia”. En su presentación, Trump dijo que con RFKJr “la HHS desempeñará un papel importante para ayudar a garantizar que todos estén protegidos de sustancias químicas, contaminantes, pesticidas, productos farmacéuticos y aditivos alimentarios nocivos que han contribuido a la Crisis de Salud abrumadora en este País”. El lema del futuro ministro de salud es MAHA, (Make American Healthy Again, Hacer a Estados Unidos saludable nuevamente). No son los únicos funcionarios ya designados para la administración del 47º presidente de EE UU, pero se puede apostar que son los que más ruido provocan y sobre los que la esmeriladora ya está trabajando a pleno. Si Trump está decidido a cumplir con sus promesas de campaña, será un golpe muy fuerte contra el complejo militar industrial, que en Ucrania y Medio Oriente tiene su cuarto de hora más próspero. Gabbard suena como un freno de igual intensidad contra el “Estado Profundo” del que se quejó el mandatario electo en su anterior gestión. Kennedy se juramenta hacer lo propio con la industria de la salud. Más allá de si las vacunas causan todo el mal que los conspiranoicos dicen que generan.
El objetivo de anexionar Cisjordania
Si hay alguien en el gobierno de Benjamin Netanyahu que no oculta su intención de plasmar cuanto antes el Eretz Israel es el titular de la cartera de Finanzas, Bezalel Smotrich. Nacido en un asentamiento en los Altos del Golan, ocupados desde 1967, se crió en otro territorio ilegal, al noreste de la ciudad palestina de Al Bireh. Es uno de los ultraderechistas que necesitó el primer ministro para llegar al poder y ahora para mantenerse. Por lo tanto, Smotrich siente que tiene vía libre para decir lo que piensa sin cortapisas. De modo que a horas de conocerse el resultado de la elección en Estados Unidos, lanzó: «el año 2025 será, con la ayuda de Dios, el año de la soberanía en Judea y Samaria». Es decir, con Trump, ahora habrá vía libre para anexionar Cisjordania.
No se sabe qué hará el futuro presidente al respecto. Quizás la respuesta es la que esgrimió el designado embajador en Israel, Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas y pastor evangélico, al responder a una periodista si estaba de acuerdo con esa certeza de Smotrich: “por supuesto, pero el presidente hará la política. El pueblo de Israel merece un país seguro. Cualquier cosa que pueda hacer para satisfacer eso será un privilegio”.
El habitualmente bien informado Seymour Hersh publicó este martes en su cuenta de la plataforma Substack una investigación que explica en gran medida la política de Netanyahu no solo desde el 7 de octubre de 2023, sino desde mucho antes. “Menachem Mizrahi es un juez muy respetado en Israel, un jurista conservador cuyo tribunal de magistrados es el más básico en la jerarquía judicial del país, con jurisdicción sobre asuntos penales y disputas familiares”, explica el veterano periodista estadounidense. En ese juzgado se sustancia con carácter secreto una causa “que podría llevar al fin del tercer mandato de Benjamin Netanyahu como primer ministro”, señala Hersh.
El primer ministro, según se revela, habría ordenado la destrucción, la manipulación y cuando no pudo la falsificación de documentos probatorios de reuniones de gabinete en los que queda en evidencia que el gobierno israelí no quiso hacer un acuerdo con Hamás para liberar a los rehenes que están en su poder “porque hacerlo habría puesto en peligro su posición ante la extrema derecha religiosa israelí”, dice Hersh.
Smotrich expresa ese extremismo con su Partido Religioso Sionista. El año pasado ya había dicho que la Biblia otorga a Israel desde Jerusalén a Damasco.
TiempoAR vía Resumen Latinoamericano