Laura Botello Morte, Universidad San Jorge
Dicen los expertos que la próxima pandemia estará causada por la resistencia a los antibióticos. Incluso se ha acuñado el término “superbacterias” para referirse a aquellas especies capaces de sobrevivir a todos los antibióticos conocidos hasta el momento.
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha actualizado la lista de las 15 familias de bacterias más peligrosas, todas ellas resistentes a antibióticos. En el catálogo aparecen, por ejemplo, Acinetobacter baumannii resistente a los carbapénemicos (CRAB) –que mata al 60 % de los infectados– y Mycobacterium tuberculosis resistente a rifampicina. La tuberculosis figura como la enfermedad infecciosa que ha causado más muertes a lo largo de la historia, y hoy continúa siendo la infección bacteriana más letal.
Si no disponemos de medicamentos para tratar este tipo de infecciones, nos enfrentamos a una guerra sin armas y tenemos todas las de perder.
Una carrera de armamentos
Es bien sabido que Alexander Fleming descubrió el primer antibiótico, la penicilina, allá por 1928. Desde entonces, el hallazgo de nuevos fármacos bactericidas ha ido renovando las esperanzas para luchar contra las bacterias que nos ganaban la batalla. Sin embargo, ellas también aprendieron nuevas estrategias para evadir su efecto. Y de vuelta al punto de partida.
Las llamadas farmacorresistencias aumentan a la vez que contamos con menos antibióticos disponibles. Su acceso resulta cada vez más difícil, y no solo en los países en vías de desarrollo.
Los datos son alarmantes: una persona muere por la resistencia a antibióticos cada 6 segundos. Según la OMS, este problema acaba con la vida de más de un millón de personas al año, y se estima que la cifra podría aumentar hasta 10 millones en 2050.
Por ejemplo, un paciente con una infección por Staphylococcus aureus resistente a meticilina (SARM) tiene un 64 % más de probabilidades de fallecer que uno infectado por la misma bacteria sensible al antibiótico.
Nuevos antibióticos con cuentagotas
Se trata de un problema que nos afecta a todos, pero el desarrollo de nuevos fármacos es un proceso largo y costoso. En el caso de los antibióticos, además, muchas compañías farmacéuticas no están interesadas debido a su bajo precio de venta al público frente a otros grupos de medicamentos.
Con el fin de luchar contra las bacterias multirresistentes, la OMS creó una organización sin ánimo de lucro: la Alianza Mundial para la Investigación y el desarrollo de Antibióticos. Adicionalmente, más de una veintena de farmacéuticas constituyeron otra alianza internacional, la ARM Action Fund, que se ha marcado como objetivo lanzar entre dos y cuatro nuevos antibióticos en la próxima década.
Los poderes de la zosurabalpina
Por todo ello, el descubrimiento de un nuevo antibiótico es motivo de gran alegría en la comunidad científica. Y más aún si ese nuevo fármaco es eficaz contra una superbacteria. Así ocurre con la zosurabalpina, dirigida contra Acinetobacter baumannii resistente a los carbapénemicos (CRAB).
Esta bacteria ha sido declarada por la OMS de prioridad crítica, y como una amenaza urgente por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. Causante de brotes de infecciones intrahospitalarias, afecta a pacientes graves con neumonía asociada al uso de respirador y septicemia (bacterias en sangre).
La zosurabalpina impide que la bacteria CRAB exponga en su capa más externa una molécula llamada lipopolisacárido, que actúa como una toxina y le permite formar su membrana externa. Al inhibir el sistema de transporte del lipopolisacárido desde el interior al exterior bacteriano, la bacteria pierde capacidad de supervivencia y se vuelve más sensible a otros antibióticos.
El nuevo fármaco, desarrollado por la farmacéutica Roche, ya se está probando en ensayos clínicos en humanos en fase I.
Lolamicina: respetuosa con la microbiota intestinal
Recientemente también se ha publicado el descubrimiento de la lolamicina, eficaz contra un panel de más de 130 aislados clínicos de diferentes patógenos multirresistentes. Ha mostrado eficacia en modelos de ratón contra la neumonía aguda e infección por sepsis.
Además, la lolamicina es capaz de matar selectivamente a las bacterias Gram-negativas como Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y Enterobacter cloacae, atacando un sistema de transporte de proteínas presentes exclusivamente en este tipo de microorganismos. Eso la convierte en un fármaco respetuoso con la microbiota intestinal del ratón, una gran ventaja frente al resto de antibióticos conocidos.
Hay que tener en cuenta que los bactericidas son un arma de doble filo, pues no solo erradican los patógenos causantes de la infección, sino que también suelen acabar con las bacterias de nuestra microbiota, lo que causa efectos indeseados como diarreas o candidiasis. La lolamicina podría prevenir incluso las diarreas causadas por la colonización de Clostridium difficile tras la toma de antibióticos.
Emblaveo: pruebas superadas
Y la alegría debería dispararse cuando un nuevo antibiótico contra bacterias multirresistentes supera los preceptivos ensayos clínicos y puede comercializarse. Es el caso de Emblaveo (aztreonam-avibactam), desarrollado conjuntamente por las farmacéuticas Pfizer y AbbVie, que ha demostrado su eficacia para tratar diversas infecciones graves en pacientes con ninguna o pocas opciones terapéuticas.
Concretamente, Emblaveo está indicado en el tratamiento de infecciones intraabdominales y urinarias complicadas, neumonía hospitalaria e infecciones causadas por patógenos Gram-negativos aerobios multirresistentes. La Unión Europea dio luz verde para ponerlo en circulación el pasado 22 de abril.
Todas estas armas nos dan cierta esperanza en la batalla contra las superbacterias. Nosotros desarrollamos nuevos antibióticos y ellas crean nuevas resistencias. Por ello, la única opción viable para evitar las farmacorresistencias es promover un uso racional y adecuado de los nuevos antibióticos. No hagamos que se conviertan en pólvora mojada, como ha pasado hasta ahora.
Laura Botello Morte, Personal Docente e Investigador de la Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad San Jorge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.