Por Manuel Meyer (dpa)
Ya desde tempranas horas de la mañana los autobuses turísticos con decenas de peregrinos invaden la ciudad de Nazaret, en el norte de Israel.
Frente a la Iglesia de la Anunciación se forman larguísimas filas. Algunos empujones, un rezo rápido, una que otra fotografía y nuevamente al autobús. Aún quedan por visitar otros lugares bíblicos en Nazaret y Galilea.
Las turistas alemanas Anette Jonczyk, de 56 años, y su hija Franziska, de 21, no quieren hacer un viaje tan agitado en autobús y por eso decidieron quedarse unos días en el hotel «Fauzi Azar Inn», una mansión restaurada de la época otomana que se encuentra en el casco antiguo de Nazaret. Desde aquí ambas quieren recorrer el mismo camino que hizo Jesús.
El Camino de Jesús a pie
El llamado Camino de Jesús (www.jesustrail.com.), un recorrido de 65 kilómetros que va desde Nazaret hasta el pueblo de pescadores de Cafarnaún en el Mar de Galilea, no comienza en el «Fauzi Azar Inn» por casualidad.
El propietario del hotel Maoz Inon creó el camino de peregrinación. Según dice la ruta aproximada fue revelada por el evangelista Mateo: «Y dejó Nazaret para vivir en Cafarnaún, que está en el lago».
Maoz y un amigo conectaron varios senderos panorámicos, rutas históricas y en parte empedrados, que se remontan a la época romana y que Jesús también debió haber tomado en su camino hacia el mar de Galilea. El itinerario está marcado con puntos amarillos.
Con sus mochilas al hombro, Anette y Franziska se pusieron en marcha. A través de calles muy estrechas, el primer tramo conecta el hotel con el barrio del bazar.
En un sinuoso laberinto de calles, donde se encuentra la sinagoga, Jesús aprendió a leer y escribir. Huele a especias, a naranjas, a pan de pita, a artículos de marroquinería e incienso. Un festín para la nariz.
A la salida de Nazaret aún hay varios hoteles y desafortunadamente también una gran cantidad de basura. Pero cuanto más se alejan madre e hija de la ciudad, más limpio se vuelve todo.
Los prados brillan con flores amarillas, rojas y lilas y los olivos y las chumberas bordean el camino de tierra.
Ruinas solitarias
El camino conduce a las ruinas de la antigua ciudad de Séforis, a menos de diez kilómetros.
Es muy probable que Jesús también haya tomado esta senda varias veces por semana, ya que Nazaret era en aquel entonces una pequeña aldea y Séforis una ciudad comercial floreciente. Los historiadores creen que José y Jesús trabajaron aquí como carpinteros.
El sitio arqueológico, ubicado en una colina en el Parque Nacional de Zippori, es impresionante pero casi no se visita. Las antiguas calles romanas, los restos de villas señoriales, la sinagoga, la fortaleza de los cruzados y el anfiteatro con 4.000 asientos muestran la importancia de la ciudad.
Aún restan casi seis kilómetros para llegar a Kfar Caná, la bíblica Canaán, el destino de la primera etapa del día.
A través de los bosques de pinos, el camino lleva primero a la aldea árabe de Mashad, en cuya mezquita se encuentran los huesos del profeta Jonás, que según la Biblia fue tragado por una ballena.
El primer milagro de Jesús
Anette y Franziska caminan a través de las plantaciones de naranjas y olivos hacia una iglesia donde probablemente Jesús logró su primer milagro: convertir el agua en vino durante una boda. La llamada Iglesia de la Boda ya está cerrada.
Desde la terraza del hospedaje «Cana Wedding Guest Houses» Suad Bellan y su esposo Sami saludan a las dos peregrinas alemanas y las reciben a la entrada con un té de menta.
Sami enciende una pipa de agua y la hace circular. Forma parte de la cultura árabe de bienvenida. Caná es musulmana, pero Suad y Sami son palestinos cristianos.
La mayoría de los turistas no se quedan más de dos horas, cuenta Suad.
«El autobús los lleva primero a la Iglesia de las Boda, puede que beban un jugo de granada típico de Caná y luego siguen viaje. Nuestro pueblo no saca mucho provecho de eso», agrega.
Anette opina que los turistas tampoco sacan ningún provecho. «Los que viajan por Galilea en autobús siguiendo los pasos de Jesús y no caminan, rara vez tienen la oportunidad de conversar con los lugareños.
«No sólo las iglesias y los lugares bíblicos, sino también las personas son importantes para entender Tierra Santa», asegura.
Pernoctar en un kibutz
Después de realizar una compra en el supermercado del pueblo, madre e hija siguen camino por los senderos de arena, pasando por campos y bosques de eucaliptos hasta llegar al kibutz Lavi, donde se alojan en casa de una familia a través del sistema couchsurfing.
A la mañana siguiente el camino lleva a los Cuernos de Hattin, la montaña donde los cruzados fueron aplastados por el sultán Saladino en el año 1187. Desde allí se puede disfrutar de la vista panorámica hasta la llanura, donde en el horizonte ya se puede ver el destino del día, el pueblo de Moshav Arbel.
Los últimos kilómetros
Desde Moshav Arbel continúa al día siguiente el sendero hasta la cima del Parque Nacional de Arbel. Delante de Anette y Franziska se extiende el Valle del Jordán y el Mar de Galilea.
El camino conduce a través de plantaciones de plátanos y albaricoques y pasa por la ciudad árabe de Migdal, el pueblo natal de María Magdalena.
En la Iglesia de Tabgha, el lugar bíblico de la multiplicación de los panes y los peces, comienza de nuevo la locura turística. Hasta Cafarnaún restan dos kilómetros y medio a lo largo de la orilla del lago.
Los restos arqueológicos de la sinagoga y de las viviendas dan una idea de cómo debía ser entonces este sitio histórico.
«Es interesante conocer el lugar donde Jesús vivió con sus discípulos. Se puede ver en imágenes lo que se lee en la Biblia», señala Anette mientras hunde sus pies en el lago sobre el que se dice que caminó Jesús.
dpa