Teocracia tica: La utopía de Fabri

Manuel D. Arias Monge

Manuel Damián Arias

Algunas y algunos ingenuos, que menosprecian no sólo la calidad intelectual del candidato Fabricio Alvarado sino su capacidad de llevar adelante, contra viento y marea, su agenda, por lo demás de consecuencias imprevisibles, — apegada a un dogmatismo étnico, nacionalista y fundamentalista religioso —, todavía siguen con la patética cantaleta de que, en Costa Rica, el mandatario necesita de la Asamblea Legislativa para gobernar y que, además, como el predicador no tiene ni programa, ni equipo, ni visión de país, recibirá con los brazos abiertos a todas y todos esos calderonistas o liberacionistas, — expertos en desmontar el Estado del bienestar en los últimos 30 años —, que, amablemente, le guiarán de la mano, para que el muchacho lleve al país por un derrotero neoliberal que, supuestamente, es necesario para conveniencia de la economía y, sobre todo, de la clase empresarial y de la oligarquía criolla.

Así desdeñan, estos calculadores de la voluntad soberana, en primera instancia, la sagaz inteligencia y habilidad del encantador de serpientes, a quienes personas claramente enajenadas, alienadas y manipuladas, sobre la base de su desesperación y de su decepción con la “política tradicional”, comparan con el “Rey David” o,, directamente, le llaman el “ungido” (la palabra Cristo en griego tiene ese mismo significado). Y, además omiten, no sé si por conveniencia o por ignorancia, la historia y los diáfanos paralelismos que existen entre el señor predicador y otros aspirantes a “Mesías”, que han llevado a sus pueblos por senderos que, inevitablemente, conducen al abismo y a las peores calamidades que se recuerden en los anales de la civilización humana.

Para empezar, hay que recordar que, durante la administración de Richard Nixon, en Estados Unidos se determinó que, era prioritario para América Latina, sustituir a la Iglesia Católica, porque ésta era demasiado abierta a la crítica, imprevisible y estaba permeada por la izquierda, de la mano de la Teología de la Liberación, con otras confesiones cristianas, más abiertas a asumir como propios los valores mas conservadores y retrógrados de la sociedad norteamericana. Desde ese momento, en la década de los sesenta, y con apoyo de la inteligencia y del aparato propagandista al servicio del gobierno de Washington, los países del área fueron tierra fértil, para la introducción de nuevos cultos neopentecostales, muy alejados, inclusive, de las confesiones protestantes tradicionales en la Unión Americana, los cuales introdujeron el concepto de la “teología de la prosperidad”, una exitosa campaña de mercadeo que unió, desde entonces, al capitalismo y a la acumulación de riqueza, con la fe.

En esa ofensiva ideológica, propia de la Guerra Fría y del más añejo imperialismo yanqui, nació el movimiento, liderado por el polémico “profeta Ronny Chaves, en el que el nunca graduado “periodista” Fabricio Alvarado surgió para optar por la Presidencia de la República en uno de los pocos países latinoamericanos que, a pesar de sus defectos, así como de sus avances y retrocesos, puede identificarse como una democracia, sustentada en un Estado social de derecho.

Aunque el predicador lo niegue, ya que cambia su discurso día con día, para no asustar a sus nuevos y poderosos padrinos de la política tradicional costarricense (los mecenas financieros los tiene en las sectas neopentecostales estadounidenses y en el grupo de medios de comunicación “Enlace”), su aspiración al más alto cargo en nuestra República liberal y representativa, surgió del odio, de la polarización y de la estigmatización de minorías que, tradicionalmente en la cultura patriarcal, machista, hipócrita y conservadora que es el más triste resabio de un pasado oscurantista, propio de la colonización española, han servido de chivo expiatorio para crear la ficción sociológica de “ellos”, los “diferentes”, que son una amenaza para “nosotros”, la mayoría, y que, por ende, merecen desprecio y el más total irrespeto.

En la Alemania de 1933, sometida a una grave crisis y al embrujo de otro aspirante a Mesías con su propia secta ocultista, Adolf Hitler, ese grupo estigmatizado como “ellos”, los diferentes que amenazaban lo más sagrado de la identidad nacional aria y alemana, eran, en primera instancia, los judíos, los romanís y los eslavos. En la Costa Rica de 2018, también arrodillada ante la magia y la parafernalia de otro falso profeta, esos que, al ser “diferentes”, definen esa construcción social del “nosotros”, los costarricenses conservadores, tradicionalistas, religiosos y defensores del modelo “Natural” y bíblico de familia “normal” costarricense, somos todos los “otros”, los “diferentes”, que no aceptamos esa etiqueta y ese estereotipo, pero principalmente las personas del colectivo LGBTI.

No obstante ¡un momento! Sin duda, al igual que en Alemania el foco de la persecución y el odio se concentró primero en un grupo muy vulnerable, pronto a éste se sumaron otros, que eran también una amenaza para el Estado Nacional Socialista. A este respecto, me parece oportuno recordar aquella escalofriante poesía: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”., Martin Niemöller, pastor evangélico, quien fue deportado a un campo de concentración y exterminio.

De este modo, todos los que en el programa de gobierno del Partido Restauración Nacional (PRN), son calificados como “nazi – fascistas”, en un paradójico uso del término por quienes, en realidad, más cerca se encuentran de las posiciones de la extrema derecha, seremos susceptibles, en algún momento, de la persecución. ¡Hasta dónde llegaría esta persecución? En la Alemania de 1933, se pensaba que era sólo retórica, que el Parlamento evitaría que las más salvajes pretensiones de los nazis se hicieran realidad, que Hitler era flor de un día y que pronto sería sustituido democráticamente por algún nazi menos radical… Y, sin embargo, todo concluyó en el horror del mayor genocidio que haya visto la historia humana.

Es cierto, en el siglo XXI es mucho más difícil realizar una masacre de estas características y aunque don Fabricio es un fanático, tampoco lo veo como un asesino. Sin embargo, la duda queda abierta a la especulación y, en todo caso, hay otras formas de eliminar a los “diferentes”, como las arbitrariedades en la administración pública, la censura informativa, el lavado de cerebros, la manipulación e, incluso, la denegación de libertades fundamentales y de derechos humanos que, precisamente, están garantizados por la pertenencia de Costa Rica a entidades que los discípulos del candidato consideran “satánicas” propagadoras de un “nuevo orden mundial judeo – masónico, como lo son la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

¿Exagero? Tal vez… Pero, ¿cómo confiarse? Hitler, que le queda muy grande como arquetipo a don Fabricio, no contaba ni con la mayoría parlamentaria, ni con el equipo para gobernar a Alemania. Y, sin embargo, ¡lo hizo! Y no sólo gobernó a ese país, con puño de hierro, por más de doce años, sino que lo llevó a la guerra más destructiva y sangrienta que llegaría a conocer el ser humano.

Costa Rica es un país pequeño, subdesarrollado, diferente y, por supuesto, las circunstancias son otras. No obstante, hay que recordar que, aunque ahora se desdiga, don Fabricio sí afirmó que quería sacar a este país de la CIDH y evaluar su papel en las otras instituciones internacionales ya mencionadas.

Por ende, y ante la similitud de los movimientos que empujaron a líderes nefastos al poder en otros países y en otros momentos históricos, — no sólo en la Alemania de los 30 —, puedo afirmar que, a pesar de no tener equipo y de no tener a la Asamblea Legislativa de su parte, es muchísimo el daño que este predicador puede hacerle al prestigio de Costa Rica y, por sobre todo, a la convivencia de sus habitantes, en su obstinada pretensión, “inspirada por el Espíritu Santo”, de erigir un nuevo modelo político, en la forma de una teocracia radical y fundamentalista, en la que la única Ley que vale es la “palabra de Dios”, contenida en la interpretación literal de La Biblia y, especialmente, en el Viejo Testamento.

Entonces, ¿qué diferencia habría entre un gobierno cristiano fundamentalista y los movimientos islamistas radicales, que pretenden vivir bajo la égida de la Sharia, (Ley islámica), contenida en El Corán.

En la práctica, la diferencia sería escasa, ya que las normas bíblicas, interpretadas literalmente, son la inspiración sobre la cual se compuso la Sharia.

Es decir, entre otras cosas, prohibición del pensamiento crítico contra la interpretación literal de La Biblia, prohibición del licor, prohibición de la música que no sea para “alabar a Dios”, prohibición de toda forma de arte y cultura que no sea “moralmente” aceptable, prohibición del matrimonio civil (heterosexual) y del divorcio, prohibición de las ideologías laicas, prohibición total de la masonería y de cualquier forma de libre pensamiento, prohibición de la intervención del Estado en la vida de las personas y en su economía, prohibición del paradigma científico en la educación (adiós no sólo a las guías sobre sexualidad, sino también a Darwin, Newton o Einstein), prohibición de otras manifestaciones religiosas rivales (cuidado católicos, judíos, musulmanes, budistas y otros) y prohibición, parcial o total, de la difusión de cualquier opinión contraria al régimen “elegido”, mediante el pueblo “inspirado”, supuestamente por Dios.

Asimismo, el ascenso fundamentalista al poder, implicaría el retroceso total en los derechos y en la equidad real de la mujer, ya que la interpretación literal y misógina de La Biblia establece que las “hembras” son para atender al marido y al hogar, así como para parir y criar hijos.

Lentamente, paso a paso y sin darnos cuenta, mientras los sectores acomodados de los partidos tradicionales se frotan las manos )admitiendo, por fin, que su único modelo para el país, no es otro que el del capitalismo salvaje y sin regulaciones), con la privatización y disgregación de las instituciones públicas, así como con la derogación de las grandes conquistas del Estado social y democrático de derecho de los últimos 70 años, don Fabricio iría, como la hormiguita, sin prisa, pero sin pausa, construyendo su propia versión radical de lo que él y sus “hermanos” creen que es el “Reino de Dios en la Tierra”.

Insisto: hay quienes dirán que exagero. Pero, como ya dije, los indicios están ahí, para quien los quiera ver, y son sumamente preocupantes. “”Él que tiene ojos, que vea, y él que tiene oídos, que oiga””. Si en los cuatro años de su período, si es que desgraciadamente, el predicador gana los comicios del 1o de abril, no logra desmantelar nuestra República, entonces esto no será más que una especulación infundada. Sin embargo, en el clímax espiritual – religioso de quienes ven en don Fabricio a su líder “ungido” por Dios, podrían desatarse pasiones que desembocarían, como una avalancha, en procesos sociales y políticos imprevisibles, muy delicados y peligrosos, ya que pondrían en riesgo la libertad, la igualdad y la fraternidad, así como aquellos valores humanistas de la ilustración que son la piedra angular de todo sistema democrático liberal y representativo. Pondrían en jaque, incluso, la institucionalidad democrática, amparada en nuestras leyes y nuestro orden constitucional.

Yo no quiero esos ensayos, a medio camino entre el populismo neopentecostal y el fascismo, para nuestra Patria. El próximo 1o de abril hay más en juego de lo que, a simple vista, pudiera parecer. ¡Cuidado con su decisión! Tomarla a la ligera, podría hacerla o hacerlo a usted corresponsable de la caída, nada menos, que de la Democracia más antigua y con mayor prestigio de toda América Latina.

No deje que le mientan o que le engañen, aquellos malos liberacionistas o socialcristianos que, por unos denarios de plata, le han vendido Costa Rica a los fanáticos que atizan el fuego de la inquisición neopentecostal fundamentalista. El Domingo de Resurrección sólo hay una alternativa: votar por la democracia, es decir: votar por Carlos Alvarado Quesada.

Periodista

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