Línea Internacional
Guadi Calvo
Producto de su vastedad, su riqueza y los siglos de explotación y colonialismo, no hay un rincón del continente africano, donde fuerzas oponentes, estén dispuestas a una guerra devastadora por algunos pocos kilómetros más de ese territorio o la simple supresión de un enemigo milenario.
El colonialismo alentó aquellas guerras con la seguridad que en su superficie o debajo de ella, existe la suficiente riqueza para insistir una y mil veces en nuevos conflictos, de los que rara vez salen beneficiados, otros que no sean aquellos que las alientan y las financian. Siempre factores exteriores al continente, gobiernos o empresa que en el caso de occidente es imposible distinguir una de la otra.
Como si fueran capas tectónicas, impulsadas por fuerzas misteriosas, históricamente naciones, grupos religiosos, étnicos, tribus o clanes han marchado hacia esos enfrentamientos, con una sola certeza: los muertos, que serán cientos, miles o hasta millones, nunca conocerán la razón de su inmolación y a quién han beneficiado con su sacrificio.
De estos parámetros tampoco escapa la guerra civil de Sudán, entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y el grupo paramilitar Fuerza de Apoyo Rápido (FAR), que acaba de entrar en su mes número veintinueve. Tiempo suficiente para generar más de doscientos mil muertos, unos dieciocho millones de desplazados, devastar una gran parte de su infraestructura y exacerbar los odios. Por lo que jamás Sudán volverá a ser una, y domine quien domine, más temprano que tarde, se volverá a repetir la tragedia.
El conflicto se libra en infinidad de frentes, aunque los focos principales son el que todavía continúa en cercanías de Jartum, la capital del país, que no acaba de ser conquistada totalmente por las FAS a pesar de su letal ofensiva; otro es el de la siempre martirizada región de Darfur, además del de las montañas de Nubia, mientras una tormenta comienza a crecer en un pequeño rincón del país, aprisionado contra las fronteras de Libia y Egipto, conocido como el Triángulo de Almuthallath.
Un territorio de poco más de veinticinco kilómetros cuadrados, rico en yacimientos de petróleo, gas, oro y otros minerales, y dada su ubicación de una relevante importancia geoestratégica.
Ese desértico triángulo fue históricamente hundido en el abandono y la desatención por parte de las tres naciones, lo que posibilitó que a lo largo del tiempo fuera ganado por las bandas de contrabandistas de oro, drogas, vehículos, bienes saqueados en el contexto de las diferentes guerras que recurrentemente se libran en ese sector y, además, de traficantes de personas, que buscan llegar a Europa desde los puertos del sur del Mediterráneo.
Transitado sin demasiadas dificultades, los delincuentes suelen establecerse en asentamientos provisorios, que en muchos casos utilizan como cuarteles de invierno, esperando que alguna ola represiva se extinga en el vacío.
Quizás sea justamente por ese abandono y ese libre transitar, que en los más de dos años que lleva la guerra civil ha adquirido un alto valor estratégico, por lo que se comienza a librar un nuevo capítulo del conflicto.
En esta tórrida región, árida y montañosa, no solo se combate por su valor estratégico, ya que es una puerta al Sahel, por donde introducir sus mercaderías ilegales o no tanto, en este momento, armas y combustible, sino también por sus ricos yacimientos de petróleo, gas, oro y otros minerales. Lo que, a la vista de una posible balcanización, esa situación geográfica y sus riquezas, se convierten en fundamentales, para quien pueda dominarlas.
En marzo de 2011, cuando prácticamente la suerte de la Libia del coronel Gaddafi estaba trágicamente decidida, se había anunciado que solo las reservas en oro de aquella remota región equivalían a unos seis mil millones de dólares, lo suficiente para justificar las vidas y los esfuerzos materiales necesarios para conquistarlas.
La anarquía a la que se zambulló Libia tras la muerte del Coronel Gaddafi, traspasó sus fronteras, Mali, el Chad, la República Centroafricana (RC) y la región sudanesa de Darfur, se convirtieron rápidamente en parte del conflicto libio, lo mismo que ahora pasa con la crítica situación de Sudán. Ya que en ese cuadrante se ha establecido uno de los principales frentes de la actual guerra.
En el triángulo de Almuthallath desde 2012, se repitió, como tantas veces ha sucedido en distintos lugares del mundo cuando estalla una nueva “fiebre del oro”, la misma parafernalia de violencia, codicia, desesperación y crímenes, que se ha repetido siempre en el territorio donde cae esa “bendición”.
Hasta allí comenzaron a llegar miles de improvisados mineros provenientes de todos los rincones del Sahel, en procura de dejar atrás la miseria, que en la mayoría de los casos solo lo harían muriendo.
Ese escenario se modificó a partir de 2017, cuando el general Khalifa Hafther, con su fuerza el Ejército Nacional Libio, consiguió hacer pie en el este del país.
A pesar de ser hoy la fuerza más importante de Libia, no mantiene el control total de sus fronteras. Ya que en sus márgenes se infiltran a su territorio y lo utilizan como santuario, para recargar energías, restablecerse y volver al combate grupos como el Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT), en su guerra intermitente con la dinastía Déby o durante el gobierno del dictador sudanés, Omar al-Bashir, el Movimiento de Justicia e Igualdad (JEM) y el Movimiento de Liberación de Sudán (SLM).
En la actualidad, el general Hafther negocia su combustible y armamento por oro con el líder de las fuerzas paramilitares, Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemetti, lo que le ha permitido en ese cuadrante alcanzar superioridad táctica sobre las Fuerzas Armadas Sudanesas.
En este contexto, a mediados de junio, las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) anunciaron tener el control del sector sudanés del área fronteriza que comparte con Libia y Egipto. El avance de FAR en el área siguió al repliegue de las tropas regulares del general al-Burhan, quien han acusado a Khalifa Haftar, no solo de asistir a sus enemigos, sino de participar activamente de esos combates.
La batalla por el control del triángulo Almuthallath está lejos de finalizar, si no todo lo contrario, ya que se espera que en las próximas semanas se intensifique, mientras las FAS continúan enviando efectivos para lo que quizás sea el paso definitivo para la conquista del triángulo.
¿Una de República de Darfur?
En la ciudad de Nyala, capital del estado de Darfur Meridional, el pasado día veinte de julio las Fuerzas de Apoyo Rápido anunciaron la formación del Gobierno de Paz y Unidad. La nueva administración funcionará en paralelo, con un gobierno con sede provisoria en Puerto Sudán, sobre el mar Rojo, que dirige el general al-Burhan, líder de la FAS.
El Gobierno de Paz y Unidad está conformado por una coalición de grupos armados y políticos tributarios de las FAR, con base en Darfur y Kordofán, en el oeste y el centro del país, lo que representa cerca del cuarenta y seis por ciento de la superficie total de Sudán.
La nueva capital cuenta con aeropuerto y terminal ferroviaria, además de ser un centro comercial, fundamentalmente de goma arábiga, una sustancia utilizada para la industria alimenticia y médica, una de las exportaciones más importantes del país.
El objetivo de las FAR es intentar conseguir representatividad oficial en los foros internacionales, hasta ahora acaparado por el gobierno del general al-Burhan.
Con el nombre de Janjaweed (jinetes armados), las actuales Fuerzas de Apoyo Rápido, las FAR, que alcanzaron su condición oficial durante la dictadura de al-Bashir, fueron los responsables del genocidio de Darfur, entre 2002 y 2005, un evidente intento de la limpieza étnica, que le costó a los darfuries negros (Fur, Zaghawa, Masalit) medio millón de almas, lo que inevitablemente sucederá si las fuerzas de Hemetti se hacen de la región de Darfur y Kordofán, medio millón de kilómetros cuadrados y con una población cercana a los diez millones. Rica en reservas de oro y tierras cultivables.
Según la carta fundacional del gobierno paralelo de Nyala, étnicamente árabes musulmanes, se mantendrá un sistema político descentralizado, con autonomías regionales de amplias potestades sobre sus recursos.
Aunque nada aclara respecto a las etnias negras, mayoritariamente cristianas, más allá de que han incorporado de la nueva administración elementos, fur.
De todos modos, la batalla por Darfur continúa. La ciudad de El Fasher, la capital de Darfur del Norte, en manos de las FAS, resiste a los intentos de toma de la FAR desde hace más de un año y, hasta que esta batalla no se resuelva, nada está resuelto ni en Darfur ni en Sudán.