Sudán, donde siempre es posible que todo sea peor

Guadi Calvo

Sudán

Veinte meses se cumplen de la guerra civil que libran las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) al mando del general Abdel Fattah al-Burhan, con el grupo paramilitar Fuerza de Apoyo Rápido (FAR), lideradas por Mohammed “Hemetti” Dagalo, responsable del genocidio de 2003-2005, cuando dirigiendo a los entonces Janjaweed (Jinetes armados), reconvertidos en las FAR, asesinaron a cerca de quinientos mil entre masalit y de otras etnias negras de Darfur.

Hemetti, un antiguo criador de camellos, en la actualidad controla la explotación legal e ilegal de oro de su país, lo que lo llevó a convertirse en el hombre más rico de Sudán, después de haberse apoderado en 2017 de varias minas, las que le han dado fondos para convertir a los improvisados Janjaweed, una fuerza semisalvaje, étnicamente árabes, musulmanes y pastores, en las actuales Fuerzas de Apoyo Rápido. Una organización capaz de combatir de igual a igual con las Fuerzas Armadas de Sudán, las que, a lo largo de la dictadura del general Omar al-Bashir, se convirtió en uno de los ejércitos más poderosos del continente.

Desde su comienzo, el quince de abril de 2023, la virulencia de esta guerra no se ha detenido, al punto de no permitir, siquiera, recoger y enterrar a muchos de los cuerpos que han quedado debajo de las ruinas de grandes sectores de ciudades como Jartum y Omdurmán, demolidas hasta sus bases. Por lo que es imposible conocer en verdad cuántos son los muertos. Lo mismo sucede en diferentes regiones del país, particularmente en Darfur, donde los paramilitares se encuentran librando una sangrienta campaña para expulsar al ejército de los cinco estados que componen la región de Darfur y continuar con el exterminio de las razas negras, de agricultores, cristianos y animistas.

En esta región, que tiene dimensiones similares a Francia y solo diez millones de habitantes, se está volviendo a practicar la misma limpieza étnica que, en 2003, bajo la dictadura de Omar al-Bashir (1993-2019), allí se han descubierto docenas de tumbas colectivas y clandestinas. Hay indicios de que existen muchas más, por lo que cualquier cifra que se arriesgue es siempre aleatoria. Naciones Unidas menciona unos 24 mil muertos, además de doce millones de desplazados y treinta al borde de la hambruna.

Más allá de esa virulencia de la que hablamos, esta última semana ha sido particularmente sangrienta. Entre el lunes nueve y el martes diez, se reportaron ataques contra dos mercados, que dejaron al menos 170 muertos y centenares de heridos. Se entiende que en su enorme mayoría son civiles.

El primero de estos ataques se produjo el lunes, en la ciudad de Omdurmán, frente a Jartum, la capital del país, en la ribera oriental, del punto de confluencia entre el Nilo Azul y el Nilo Blanco. En ese mercado, los muertos, se estima, fueron unos setenta, incluidos la veintena de pasajeros que viajaban en un autobús que fue alcanzado por fuego de artillería.

El hospital al-Nao, de Omdurmán, uno de los últimos, que todavía se mantiene activo, informó que había recibido a unos cincuenta heridos, provenientes de distintas áreas de la ciudad, sin mencionar cuántos desde el mercado.

Según fuentes locales, el bombardeo habría provenido de la base militar de Wadi Seidna, en el norte de Omdurmán, en posesión del FAS, cuando atacaba objetivos de las FAR, ubicados al oeste de Omdurmán. Esta ciudad se encuentra bajo el control total del ejército, del general al-Burhan, a excepción del norte controlado por las FAR.

El otro ataque, que dejó más de cien muertos, se produjo contra el mercado de Kabkabiya, en Kordofan del Norte, donde cayeron al menos ocho bombas de barril, armas fabricadas artesanalmente, rellenando un barril con material explosivo, al que se le agrega una gran cantidad de trozos de metal, para que al explotar irradie a gran distancia su contenido, incrementando así, el número de muertos o heridos. La responsabilidad de este ataque no ha quedado clara, ya que ambos bandos se han acusado mutuamente.

Al día siguiente del ataque al mercado de Kabkabiya, se reportaron bombardeos, contra dos blancos dentro de la ciudad de el-Fasher, capital de Darfur del Norte, que dejó quince muertos y más de sesenta heridos.

El-Fasher, al igual que la mayoría de todos los pueblos y ciudades de la región de Darfur, se encuentra controlada o sitiada por las milicias de las FAR; en el caso de esta última ciudad, los paramilitares la tienen sitiada desde abril último, donde se calcula que, en distintos episodios, esta semana los muertos habrían pasado los doscientos.

El primer ataque se produjo contra el mercado de ganado, el primer distrito del barrio de El-Sawra, en el que murieron cinco menores y diez mujeres, y el otro ataque tuvo como blanco el centro de acogida de Shala.

Las FAR, también retomaron estos últimos días el asedio contra el campamento de desplazados de Zam-Zam, hostigado desde hace más de un mes por fuego de artillería pesada. Si bien el número de muertos no ha sido reportado, las imágenes de destrucción de viviendas y vehículos solo pueden augurar una nueva matanza.

Según los voceros de las FAR, los ataques están siendo dirigidos contra bases de la Fuerza Conjunta Sudanesa, antes conocida como Fuerza Conjunta de Darfur, un grupo de autodefensa local, que las FAR, acusan de utilizar a civiles como escudos humanos.

Desde julio último, Zam-Zam, donde se estima que viven cerca de un millón de personas, se encuentra en condiciones de hambruna, “Fase 5”, según la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIF), el nivel máximo de este ordenamiento. Al tiempo que Médicos Sin Fronteras (MSF) informó a principios de mes que, dada la violencia, debió evacuar al personal de su hospital en Zam-Zam, trasladándolos junto a sus pacientes a sitios más seguros.

Por su parte, las fuerzas de Hemetti acusaron al Ejército de haber asesinado a decenas de civiles en Nyala, capital de Darfur del Sur, sin mencionar la cantidad, ya que, según el portavoz, siguen las operaciones de búsqueda y rescate entre los escombros.

El Fasher resiste

La ciudad de el-Fasher, con una población cercana a los dos millones de habitantes, antes de que comenzara el conflicto, es el último núcleo urbano importante de la región occidental de Darfur, que todavía resiste al asecho de las Fuerzas de Apoyo Rápido. En su interior resisten formaciones de autodefensa, junto a militares de las FAS.

El asedio a la ciudad se intensificó hacia fines de noviembre, cuando finaliza la temporada de lluvias, por lo que las acciones de los drones han sido mucho más precisas.

Con la mayoría de los hospitales y mercados destruidos por la artillería paramilitar, al igual que miles de viviendas, sumado a la escasez de alimentos y la carestía, ya que el ingreso a la ciudad de víveres es cada vez más restringido, lo que ha convertido la vida de los locales en un martirio cotidiano, donde sobrevivir y comer es el único anhelo.

Muchos, para sobrevivir, consumen un alimento para animales llamado Ambaz, elaborado a partir de los residuos del aceite de maní. Cuyo consumo extendido en los días termina produciendo graves problemas de salud.

En este contexto y a pesar de todos los bloqueos impuestos a la llegada de armamento, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), como desde el comienzo del conflicto, siguen colaborando con la fuerza de Hemetti.

A partir del inicio de la guerra, unos ochenta vuelos provenientes de los Emiratos y otros noventa desde otros lugares, aunque siempre fletados por los EAU, han llegado a una pista de aterrizaje en Amdjarass (Chad), destinados a un hombre no identificado y posiblemente vinculado al general Khalifa Hafther, jefe del Ejército Nacional Libio (LNA), una de las tantas facciones que continúan combatiendo en Libia, quien se encarga de cruzar la carga (armas, municiones y drones) de estos vuelos a Sudán. Aunque Dubái ha negado las acusaciones y explica que solo ha enviado ayuda humanitaria, por más de diez mil toneladas de alimentos y medicinas.

Más allá de las explicaciones de los emiratíes, se conocen imágenes donde se observan en cercanías a la pista cajas, aparentemente de metal, de color caqui, con la bandera de los emiratos de manera bien visible.

El general y portavoz del ejército sudanés, Nabil Abdullah, dijo que “el flujo de armas y equipos desde los Emiratos Árabes Unidos de esta manera a la Milicia de Apoyo Rápido no se ha detenido desde el estallido de esta guerra”. Lo que también corroboraron fuentes chadianas, que no se identificaron.

No es la primera vez que los Emiratos Árabes Unidos se han visto involucrados en conflictos regionales; ya se los ha desplegado con tropa propia junto a Arabia Saudita en Yemen, a partir de 2015, y también han impulsado las bandas opositoras en Siria y en Libia, como ahora también lo hacen en Sudán, donde siempre es posible que todo sea peor.

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