Conversaciones con mis nietos
“Todo lo que existe es Uno. La multiplicidad es solo una ilusión.«-Meher Baba
Arsenio Rodríguez
Ayer, el Príncipe Andrew dejo de ser príncipe. Porque encontraron que en algún momento fue un pervertido sexual. Hoy anunciaba la prensa, que Elon Musk aquel que saltaba y enseñaba su ombligo en los mítines políticos de Trump, va a ser el ¡primer trillonario del mundo!
Vivimos adentro y afuera de cada uno. Todos estos cuentos, personajes, con eventos, locuras y misterios, igual que nosotros mismos somos protagonistas y espectadores. Y luego todos morimos. Tanto el Príncipe descoronado como el que llega a ser Rey, el pobre mendigo y el neo-trillonario del ombligo al aire saltarín.
Sí, Somos todos espectadores de un carnaval, gotas deslizándonos por una vidriera en una lluvia torrencial, gotas con mente y opinión, fluyendo en varias direcciones asumiendo cada una por un instante, personalidad, nombre, cuerpo y un conjunto de opiniones, gustos, disgustos, alegrías y dolores. Algunos que son secretos y otros compartidos con las otras gotas derramadas.
Pero ¿Quiénes y qué son este contexto de gotas conscientes que se derraman, aparecen por un momento, y están vibrando por todas partes? De dónde surge esta aparentemente interminable proyección de imágenes efímeras con pensamiento, que vibran en un espacio y tiempo imaginario.
¿Quiénes somos estas personas, infinitamente multiplicadas, transitorias, autodefinidas, que procesan pensamientos, miedos, gustos y disgustos? Todos conscientes de que estamos conscientes pero sin saber por qué. Bailando, con moléculas danzantes, mentes danzantes, recuerdos danzantes, vacíos, dolores y alegrías. Acercándonos siempre, a veces con sonrisas, a veces con cuchillos.
Ayer, sobrecargado de esta angustia de ser sin saber, de querer pensar lo impensable y de entender la existencia, me fui al bosque, para ser del bosque. Allí me invadió una sensación silenciosa más allá de la escritura y del sonido del pensamiento. Y una pausa instantánea y eterna se filtró indescriptible.
Frágil y fascinante, en una danza inmóvil orgánica e íntimamente entrelazada, desde el sol, al verde de los árboles, el canto de los pájaros y el sentir de mi corazón me invadió una sustancia transparente que simplemente Es.
Una extraña quietud una dulce distensión que me abrazó secreta y sutilmente. Dejé de pensar, simplemente sentí ese ser, sin consecuencias, anticipación o arrepentimiento. Todo era una consciencia atemporal, sin causa ni efecto, que amanecía siempre y nunca.
Los ruidos del mundo se desvanecieron; máquinas, motores, noticias, cosas para hacer y no hacer, todo desapareció. Las quejas, las culpas, las alegrías, los logros, los dolores, todas las cosas escritas en este punto de mí se derrumbaron como un manto, en ese momento de solo ser, desnudo de todo parecer.
Un todo que lo arropa todo, donde están integradas las infinitas historias que giran en mi mente y todas las «otras», las noticias, los dolores, las autovalidaciones, los caprichos y los sueños, las frustraciones y los triunfos arrogantes, y la intensidad de cada autodefinición. Junto al burbujeante entorno de esa vida verde del bosque y sus múltiples especies y nombres, y el lejano sol energizando toda esta redondez, y estos ciclos de muerte y vida. Y todas las galaxias distantes que brillan, los átomos que forman y estallan, las codicias y caridades que se manifiestan. La historia y todos los cuentos del derrame cotidiano. Todo era un continuo.
Sí, el príncipe Andrés ya no es príncipe. Y el señor del ombligo saltarín es trillonario, y los cuentos que siguen, los míos y los de todos ustedes, todo es puro cuento. Pero ante ese Todo, todos los cuentos se evaporan, igual que las imágenes que los conforman, tanto el afán de las inteligencias (las naturales y las artificiales), las fábulas de Santa Claus y de quién es más rico que tú, o las formas que tienen los cuerpos que se despliegan, con sus respectivos genitales.
Sí, en ese momento del bosque, esta ilusión de los sentidos, esta divagación de la mente, esta fantasía de ego, opinión y personalidad, se desvanece ante el devenir de un silencio inaudito, desconocido, que lo abarca todo. Y todos los pecados, átomos, alegrías, quejas, deseos y esperanzas se funden en un océano sin límites.
Cambio Político Opinión, análisis y noticias

