Solos en la idílica Isla Fraser en Australia

Por Florian Sanktjohanser (dpa)

Solos en la idílica Isla Fraser en Australia
El sol matinal ilumina las orillas del lago McKenzie, en la Isla Fraser. Foto: Florian Sanktjohanser/dpa

Reina una calma absoluta. El tono turquesa del agua se convierte en azul oscuro. Detrás, el sol de la mañana ilumina la dorada arena y los rugosos eucaliptos.

El lago MacKenzie es la postal con la que se anuncia la isla Fraser y toda la región de Queensland. Y el reclamo funciona: cada año medio millón de personas acuden a sumergirse en el espectacular agua turquesa. Al menos cuando no hay pandemia.

Aquellos que quieran disfrutar del lago sin ser molestados deben de pasar la noche en la ínsula. Lo ideal es recorrer la isla a pie durante varios días a través de bosques tropicales a menudo desiertos y de lagos inaccesibles a los turistas que se desplazan en vehículos todoterreno.

Este tour comienza en Dilli Vilage, en la costa este. En un sendero arenoso, el grupo camina durante tres días entre eucaliptos, banksias y árboles de hierba o xanthorrhoea. El guía Graham Middlemiss tiene algo que comentar sobre casi toda la flora. Este neozelandés de 51 años conoce bien la isla, fue jefe de cocina en uno de los complejos turísticos durante muchos años.

Los autóctonos butchulla muelen la piña de los helechos de palma y hornean la harina resultante. Cuando en el S.XVIII los hombres de James Cook probaron dicho «pan» enfermaron. Sus estómagos no estaban acostumbrados a esas toxinas.

El explorador británico pensaba que estaba navegando alrededor de una península y la llamó Gran Península Arenosa. Los butchulla, que pueblan la isla desde hace miles de años tienen un nombré más poético para su isla: K’gari, el paraíso.

Los locales detestan el nombre de Fraser

Hoy en día la isla es conocida con el nombre de Fraser y eso se debe a Elizabeth Fraser. Esta escocesa y su marido naufragaron cerca de la isla en 1836 y sobrevivieron en ella siete meses junto a los butchulla, supuestamente como esclavos.

Posteriormente Elizabeth escribió y vendió su aterradora y presumiblemente inventada historia, desencadenando lo que sería el principio del fin de los nativos.

Desembarcaron, entre otros, leñadores para talar los gigantescos árboles. A mediados del XIX había 4.000 nativos butchulla, siendo el último expulsado de la isla en 1904. Actualmente han regresado a la misma, algunos trabajando como guardas forestales en el parque nacional.

«Los butchulla detestan el nombre de Fraser», afirma Graham Middlemiss. Los nativos luchan desde hace años en los tribunales por una compensación. Al menos el parque nacional pasó a llamarse K’gari de nuevo.

El parque protege los siete ecosistemas de la isla, desde las dunas hasta los manglares y la selva tropical, hábitat de una enorme variedad de especies.

Animales venenosos entre la maleza

En el bosque los animales no se dejan ver. Solo un camaleón se aferra a las raíces de árbol. Con algunos es mejor no tropezarse, como con la serpiente taipan, sumamente venenosa. Para evitar desagradables sorpresas es mejor no andar descalzo entre la maleza.

El grupo vadea a través de un delta de aguas rojas, coloreada por los taninos de los árboles de té.

Boomanjin es el mayor lago de agua subterránea del mundo. «Y uno de los pocos que se nutren de arroyos», explica Middlemiss. La mayor parte de los lagos de la isla están formados por agua de lluvia.

Sudoroso por la humedad tropical, uno se sumergiría con gusto en el Boomanjin pero todavía queda camino por recorrer y el próximo lago no está lejos. El Benaroon es mucho más pequeño, pero sus aguas son aún más claras. El campamento está junto a la orilla.

El lugar está vacío. Solo los caminantes pueden pasar la noche aquí, explica Middlemiss, los tours en jeep utilizan otro campamento.

El chófer ya ha montado las tiendas y puesto la mesa: cuatro tipos de queso, rodajas de mango, kiwi y fresas y como plato principal pasta. ¿Para beber? Cerveza fría. Solo los incansables mosquitos perturban la idílica cena. Así que lo mejor es comer rápido y retirarse a la tienda.

La gran ventaja del biorritmo del bosque: con la primera luz de la mañana uno se despierta por completo. Como en la víspera Middlemiss había asegurado que no había cocodrilos por allí, hay quien opta por darse un baño. Pero sin relajarse demasiado: serpientes venenosas moran en los lagos.

El negocio con los recursos de la isla

Detrás de Benaroon hay otro lago también de increíble belleza, el Birrabeen. El grupo camina a lo largo de la orilla y luego el terreno asciende entre elevados eucaliptos. El dosel de hojas se cierra, cuelgan enredaderas de las ramas. A lo lejos se escucha una cacatúa.

El sendero conduce a una cima en la que enormes árboles kauris de 50 metros de altura y araucarias de Nueva Guinea se elevan hacia el cielo. Solo cuando la UNESCO declaró a la isla Patrimonio de la Humanidad en 1992 las empresas madereras detuvieron su destructivo negocio.

Después de una pausa para el almuerzo el grupo sigue hasta Pile Valley. El valle de la selva es tan extraordinariamente hermoso que ya estaba protegido en 1935. Un claro arroyo corre a través de un lecho de arena blanca sobre el que crecen palmeras y helechos rey.

Al otro lado del valle el bosque clarea de nuevo. El sendero sube primero para luego bajar durante una hora hasta llegar al casi circular lago Basin.

«Pura agua de lluvia», dice Middlemiss, incluso más clara que cualquiera de los lagos anteriores. En la arenosa orilla crecen pastos plateados hasta la altura del pecho, revolotean libélulas rojas, se escucha el parpeo de los patos. No hay nadie por aquí.

Mochileros maleducados

El contraste con el ambiente por la tarde en el lago McKenzie es brutal. El circo vacacional está en pleno apogeo. Muchos mochileros beben cerveza en la playa a pesar de estar prohibido.

Por suerte, al día siguiente la ruta lleva hasta el lago Wabby, de increíbles aguas verde jade. Es como un oasis en el desierto, rodeado por un bosque en altas dunas de arena. Detrás de él: el mar.

El último baño. Sombras de grandes peces se deslizan hasta desaparecer, una cacatúa blanca sobrevuela el lago.

Desde aquí puede continuarse caminando durante días a lo largo del denominado Great Walk, que serpentea a través del bosque durante 96 kilómetros, y disfrutar en soledad de la majestuosa naturaleza. Suena absolutamente tentador.

 

Información de interés

Cómo llegar: Brisbane cuenta con aeropuerto internacional. Desde allí los autobuses Greyhound llevan hasta la bahía de Hervey. El ferry a la isla Fraser se toma en River Heads donde se puede llegar en autobús en unos 20 minutos.

Cuándo viajar: Los mejores meses para caminar son de abril a septiembre cuando el clima es relativamente fresco y seco. En verano la temperatura sube hasta los 38 grados centígrados y de enero a marzo llueve casi constantemente.

Situación del coronavirus: A principios de noviembre la prohibición de entrada a viajeros extranjeros seguía vigente en Australia.

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Página de Turismo Fraser Coast

dpa

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