Solo tengo pendiente las tuyas

Volví a Suiza No. 11

Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com

Mauricio Castro

–No puedo solo, tenés que ayudarme, si sostengo el plafón no lo puedo atornillar…—dije casi a gritos ahogados

Mientras pensaba para mis adentros: –esta h… escalera se mueve demasiado, me voy a caer, que m…–

Sudaba y sudaba, del susto, de la congoja, de la impotencia. Pero era la última lámpara que faltaba, que en estricto sensu no era lámpara…era un “plafonié”.

Fui a buscar otra escalera, de las comunitarias, para recibir ayuda. Uno en cada escalera. Un papelón.

Realmente “el papelón” que ejecutábamos era no sé si simpático o rayando en el ridículo, uno subido en la escalera, empapado en sudor y con las piernas hechas un temblor, por el miedo y por la presión para que los pies se agarraran bien y no caerme y la otra, subida en otra escalera, sosteniendo el plafonié también en un temblor…

“Castrosalazar: ¿cómo que presionando la escalera para que los pies se agarraran bien, o sea como una lora agarrada a una estaca? Ah cochinada de hombrecito más pendejito”—me criticó mi vocecita interna

¡Juro por Dios que todo lo ve, que hacía mis mejores esfuerzos para calmarme y no caerme!

“El papelón” en lugar de irse desdibujando iba reafirmando sus líneas y colores: ya tenía colocada la armazón para pegar el plafonié, ya tenía puestos los cables de la electricidad –que era a lo que le tenía miedo antes y ahora me parecía facilísimo—solo me faltaba, y digo “solo” peyorativamente para que quedé claro, lo más importante: colocar los dos últimos tornillos para amarrar la pantalla o como pu…se llame eso que traen los plafones…

Para poder poner los últimos dos tornillos tuve que subirme al último escalón de la escalera, mi idea era que en ese escalón quedaba más cerca, pongo el plafón donde va, con una mano lo presiono y con la otra pongo los tornillos y “vualá” plafón instalado. Solo que no tomé en cuenta algunos pequeños detalles: la escalera se movía muchísimo más, yo sudaba más, para poder tener una mano en el plafón tenía que tener los tornillos en la boca –y en un mal movimiento me los podía tragar– porque si los tenía en la bolsa no los podía sacar porque tenía el destornillador…y lo peor de lo peor no había llegado todavía…

Hice todo el operativo, tornillos en la boca, plafón medio sostenido con una mano y con “ayuda” desde el piso con una escoba –con un paño en la punta para no romper el plafón– porque los dos subidos en escaleras podíamos tener un efecto dominó y en un lugar de un quebrado seríamos dos…y me sucedió lo inesperado: mi vista no daba, sí mis bellos ojitos no veían el huequito donde tenía que poner los tornillitos.

“Castrosalazar: ¿y no es que NO ocupás anteojos para ver de cerca? No te la pasás rajando todo el tiempo, jajaja ya ves cómo los años al final pasan la cuentita…no por nada decían las abuelas que los pendientes uno los paga en la tierra y no en otro lado”—me dijo mi vocecita interna.

No di mi brazo a torcer y dije: –la realidad es que no veo los huequitos porque no tengo suficiente luz–

Entonces cambiamos la estrategia: seguimos con el plafón sostenido con la escoba con el trapo amarrado para no quebrarlo, la mano que me quedó un toquecito más libre en ese reacomodo apoyada en el cielo raso para sostenerme y en movimientos rápidos para sacar los tornillos que ahora me los puse en una bolsa junto al destornillador y la boca para sostener un foquito para ver los huequitos…

“Castrosalazar: …o sea como el mae del chiste aquel que tenía las manos ocupadas, las piernas ocupadas, la boca ocupada y que si le metían una escoba por “allá” también podía barrer, no me jodás…—me dijo mi vocecita burlándose.

Y seguí, sudando y con miedo, seguí pulseándola, y repente como en un acto de magia…“tan tan”– como tocan los marimberos cuando terminan una pieza—puse el último tornillo… ¡instalada la última luminaria de la casa!

“Castrosalazar: tanto cuento por instalar una plafoncillo, ¿hay que aplaudirte o felicitarte? ¿qué sigue ahora?”—me dijo mi inquisidora vocecita.

Solo nos faltaban las cortinas, pero se nos hizo relativamente fácil: era tan caro, pero tan caro mandarlas a confeccionar y que las instalaran que cada una que poníamos era una verdadera celebración, un ahorro impresionante, cada tres ventanas con cortinas equivalen a dos tiquetes a Costa Rica, y no crean que son de seda…

“Castrosalazar: no mintás, así no fue de fácil, no me jodás”—me recriminaron desde adentro

Okay, okay si bien no fue fácil no fue tan difícil como con las lámparas…

Debo decir que nos precipitamos comprando un taladro, más bien “el taladrito”, una cosita diminuta, casi sin fuerza para perforar paredes que tienen más de 100 años.

“Castrosalazar: ¿solo el taladro fue lo que hicieron sin mucho pensamiento, con precipitación?—me preguntó.

Okay okay, tuve una pequeña ocurrencia, mea culpa, no lo pensé demasiado, me precipité: como la pared era tan dura, pero tan dura que después de casi una hora de estar perforando, en condiciones difíciles al menos para mí –a más de 2 metros de altura, sin apoyo de nada, con los brazos cansados por hacer fuerza para ayudar al taladro, los pies presionados para agarrarme como lora a una estaca– se me ocurrió partir los espander a la mitad y meterles un tornillito pequeñito (de los que parecen tachuelas)…
“Castrosalazar: ¿y qué con eso, cuente, cuente?—me exigieron

Okay, okay, jugando a ingeniero estructural (como si hubiera sido un carga en mecánica o en sólidos o en estructuras) y como las cortinas no pesaban mucho la carga no era mucha supuse que aguantarían sin problema, que el espander a la mitad y un tornillito serían suficientes.

“Castrosalazar: ¿Y? cuente, cuente”—me exigieron de nuevo.

Okay, okay, voy…lo que no preví fue que la escalera se pudiera resbalar y que para no caerme me tuviera que agarrar de uno de los rieles portacortinas (cortineros) que recién había colocado y me lo traje con todo y tornillitos –pero no me caí, por lo menos me sostuvo hasta que la escalera paró de moverse– y para evitar situaciones similares en el futuro “decidimos de forma conjunta” que tenía que tener paciencia y perforar más la pared y colocar espanders completos y tornillos más grandes en todos los otros cortineros que ya había instalado…

“Castrosalazar: o sea como decía tu abuela: “el perezoso y el mezquino recorren dos veces su camino”—me recordó con tono de regaño.

–Pues sí. Pero nadie aprende en cabeza ajena—dije a modo de respuesta.

Y hoy les puedo decir que aquel anuncio de los pintores de casas del que ya les he contado–“pinto casas a domicilio”—lo modifiqué así: “instalo lámparas y cortinas de casa a domicilio”.

Ya no me quedan ni lámparas ni cortinas que instalar, solo tengo pendientes las tuyas y al igual que la otra vez, les digo que no les cobro, que con un café, una rica conversa y con un “gató” sin gluten me doy por pagado, solo que en esta exijo una buena escalera y un buen taladro.

Revise también

Yayo Vicente

Tambores de guerra

Circunloquio Yayo Vicente Nuestro país descansa su seguridad externa en la institucionalidad internacional. La última …

3 comentarios

  1. Gustavo Elizondo

    Mi estimado Mauricio, hace días no ponía la perilla de la imaginación al máximo e imaginármelo colgando de los rieles de la cortina mientras la escalera se ponía en modo gelatina, gocé mucho. Mi amigo, le recomiendo que busque un rótulo que indique » Husband for rent» y deje de arriesgar su vida.

  2. jaja he pensado mucho en el tema de maridos de alquiler muchisimo y de verdad seria un buen negocio, me los traeria de alla, asi que te puedo poner en lista 😂😂

  3. Gustavo Elizondo

    Anote en la lista a Guido Mora, Carlos Revilla, Yayo Vicente y mi persona, nos vamos para Suiza de una, como dicen mis amigos colombianos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cambio Político
Este sitio usa cookies. Leer las políticas de privacidad.