Guadi Calvo
Ya, para la prensa y el establishment internacional, Ahmed al-Sharaa, no; es más, si alguna vez ha sido, Mohamed al-Golani, el temible emir de la banda terrorista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) u Organización para la Liberación del Levante.
La HTS, con otros nombres, ha animado la guerra terrorista contra el presidente sirio Bashar al-Assad desde el comienzo mismo, en 2011, cuando las grandes potencias occidentales terminaron de diseñar la famosa Primavera Árabe, con la intención fundamental de acabar con los gobiernos del coronel Muammar Gaddafi, quien no pudo resistir la entente occidental, financiada por las monarquías del Golfo, y agravada por el trágico error de Rusia y China de no haber vetado la resolución 1973 (2011) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del diecisiete de marzo de aquel año. Que estableció una zona de exclusión aérea sobre territorio libio, atando de manos al Coronel, que apenas pudo articular sus fuerzas militares, por lo que fue prontamente vencido, capturado y brutalmente ejecutado.
Nunca sabremos si en el capítulo de la Primavera, dedicado a Libia, incluía la sangrienta guerra civil que desde entonces desangra al país y que demolió hasta los cimientos la poderosa nación, que levantó el pueblo libio en sus cuarenta y dos años de revolución.
En el caso sirio, advertidos del macabro plan occidental, tanto Moscú como Beijing bloquearon la posibilidad de que Naciones Unidas repitiera lo hecho en Libia, por lo que, para seguir con su plan, se debió construir un alambicado conducto de recursos, para que cientos de miles de terroristas barridos desde todas las cloacas del islām, financiado, principalmente por Arabia Saudita y Qatar y con la inestimable ayuda de Turquía, que permitió la utilización de su territorio, para que terroristas y el armamento de última generación provisto por los Estados Unidos, Reino Unido y Francia cruzasen a Siria.
Entonces, el despilfarro llegó a tal punto de que, en 2013, el emir qatarí, Hamad bin Khalifa al-Thani, debió abdicar a favor de su hijo, el príncipe Tamim bin Hamad al-Thani, tras haber llevado al emirato al borde de la quiebra.
Incluso, la prodigalidad de aquellos recursos alcanzó para que mucho de aquel material, particularmente el armamento de origen francés, llegara al norte de Mali, después de haber recorrido “misteriosamente” cerca de los cuatro mil kilómetros desde la frontera turco-siria. Siendo el origen de la guerra que hoy incendia varias naciones del Sahel (Mali, Burkina Faso, Níger), llegando hasta Togo y Benín, en la cuenca del golfo de Guinea.
Desde el inicio del ataque a Siria, en 2011, la relación de al-Sharaa/al-Golani con Jabhat al-Nusra, la filial de al-Qaeda en Siria, ha sido por lo menos espinosa, al punto de que el actual hombre fuerte del país se separa definitivamente de al-Qaeda en 2017 para fundar la Hayat Tahrir al-Sham, con la que finalmente entraría victorioso a Damasco el pasado ocho de diciembre.
Es bueno señalar que tampoco se privó de coqueteos con su gran amigo, Abu Bakr al-Baghdadi, quien más tarde sería fundador del Daesh.
Desde principios de diciembre, el proceso de blanqueamiento de la figura de al-Sharaa/al-Golani está siendo tan intenso, que sin duda envidiaría el mismísimo Michael Jackson.
En este contexto, es que ahora muchos discuten si el bifronte al-Sharaa/al-Golani sigue siendo un fundamentalista, que está emitiendo un discurso para arrobar los oídos de Netanyahu y de quien sea que mande ahora en Estados Unidos, o si su conversión a Occidente ha sido verdadera.
En esta discusión se esgrime, en su defensa, que el cambio se inició en 2021, por lo que están dispuestos a olvidar las “excentricidades” cometidas en Irak y Siria, cuando entraba en el molde de perfecto terrorista y Estados Unidos paga hasta diez millones de dólares por sus orejas.
Incluso algunos señalan que su conversión al atlantismo comenzó con la ruptura con al-Baghdadi, a pesar de que mantuvo su lealtad a al-Qaeda, lo que, según se conoce ahora, habría roto en 2016, cuando rebautizó su banda Jabhat al-Nusra como Hay’at Tahrir al-Sham. Un nombre que trae reminiscencias al que había pensado Osama bin Laden cuando pretendía renombrar a al-Qaeda, por motivos obvios; como Jama’at Tahrir al-Aqsa (El Grupo de Liberación de al-Aqsa (Jerusalén en árabe)).
Esta información se conoció tras la muerte de bin Laden, en mayo de 2011, y la posterior captura de los archivos que el fundador de al-Qaeda guardaba en la casa de Abbottabad (Pakistán) que fue asaltada y copada por el comando de los Navy Seals.
Límites para el emir
Es claro que los límites que tendrá de ahora en más al-Sharaa/al-Golani serán los que le impongan quienes lo han llevado a la victoria: Estados Unidos, Israel y Turquía.
Aunque aparentemente solo Israel se está haciendo cargo de su nuevo rol en Siria.
Ni Ankara ni Washington han mostrado tener las cosas claras en este contexto, ya que se está por discutir cuánto de la nueva Siria se quedará cada uno. Una incógnita, que seguramente no será develada antes del veinte de enero del inminente año, cuando el nuevo campeón mundial de todos los pesos, Donald Trump, asuma en Washington su segunda presidencia.
Un tiempo todavía extremadamente largo para una realidad tan caliente como la que no solo se vive en Siria, sino en toda la región, empujada al desastre en que está inmersa por el depredador régimen sionista.
El terrorista bifronte, de ahora en más, y a medida que avance su blanqueamiento, del que no dudamos, pronto lo llevará a ser considerado un estadista de la altura del ucraniano Zelensky, en aquellos primeros momentos de contraofensiva rusa de febrero del 2022. Al-Golani debe enfrentar varios desafíos que, no importa el orden, son todos igual de urgentes.
Se estima que el HTS está compuesto por entre doce y veinte mil hombres; la pregunta es cuántos de ellos están dispuestos a entregar sus armas, abandonar la yihad e incorporarse al nuevo ejército sirio después de tantos años de lucha.
En Siria, donde también hay otras khatibas integristas que no siguen a al-Golani, se ignora cuál será su reacción frente a la genuflexión del viejo emir a sionistas y norteamericanos.
Tampoco han sido destruidas todas las estructuras del viejo Ejército Árabe Sirio (EAS), que por décadas han respondido fielmente a los al-Assad, tanto el padre, Hafez, como el hijo Bashar.
Recordemos que, cuando el ejército de Sadam Hussein fue derrotado, un importante número de sus cuadros, entre los que se incluyeron desde soldados a altísimos oficiales, pasó a las filas de los diversos grupos de resistencia a la invasión norteamericana para, más tarde, una vez constituido el Daesh, confluir en él, aportándole la experiencia con la que tantos demoledores éxitos consiguió al-Baghdadi en aquellos primeros años.
Como siempre y sin esperar a nadie ni a nada, Israel sigue avanzando en su racha ganadora luego de haber prácticamente exterminado la resistencia en Gaza, Cisjordania y el Líbano. Ahora apuntando a seguir atragantándose con más territorio en Siria, de los que ya ocupa desde 1974, como los altos del Golán, que, en 2019, Donald Trump reconoció la soberanía de Israel, y más tarde también lo reconocería Biden.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están creando zonas de amortiguación que les permitan asegurar los nuevos territorios incautados y, como siempre, ir por más.
Ya la semana pasada se conoció que el FDI, con una gran cantidad de maquinaria, construía zanjas y terraplenes a lo largo de la Línea Alfa, que marcaba la zona de separación entre Siria y los Altos del Golán, ya ocupados por Israel, con la presencia de entre veinticinco mil y treinta mil “colonos”, para seguir extendiendo esas áreas, aprovechando el caos tras la caída de al-Assad.
La exitosa domesticación de al-Sharaa/al-Golani surtirá efectos en todos sus hombres, o algunos intentarán, romper el círculo en que ellos mismos torpemente entraron.
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