Ágora*
Guido Mora
guidomoracr@gmail.com
En la actualidad, al menos en nuestra sociedad, es un poco difícil ver los procesos de dominación que caracterizaban la sociedad de siglos pasados: invasiones, filibusteros o esclavitud.
No por ello, pierde vigencia el segmento de la estrofa del Himno Patriótico al 15 de Setiembre, con que intitulo esta columna de hoy.
En este Siglo XXI, aunque nos cueste entenderlo o evidenciarlo, los procesos de dominación y la transformación de los ciudadanos en siervos menguados, son también una realidad.
Esta situación es una verdad a voces, cuando apreciamos como, con el pasar de los años y desde ya hace algunos tantos, hemos permitido, silenciosamente, que la sociedad costarricense se haya transmutado en un grupo de siervos menguados, al servicio de camarillas de funcionarios, políticos y empresarios que, asumiendo el papel de sátrapas, desde los partidos políticos y por sobre ellos, se han organizado para convertirse en los nuevos déspotas de toda la sociedad costarricense.
Estos personajes que, como he dicho en otras columnas, algunas veces son visibles y otros se mueven entre las sombras del anonimato y la oscuridad, construyeron redes de corrupción, cuyas raíces se encuentran en todos los sectores sociales, políticos y empresariales, con el propósito de impulsar, aprobar y aplicar leyes que, desde el marco de la legalidad pueden ser legítimas, pero rompen con el esquema moral de una sociedad solidaria, como desearíamos que fuera la costarricense.
Las pensiones de privilegio; los contratos millonarios “repartidos” entre algunos empresarios “recién aparecidos” en el mundo de los negocios; los proyectos contratados con algunos otros, que siempre han ocupado posiciones de privilegio con sus aliados y socios del bipartidismo; los grupos tradicionales aliados al poder, quienes han visto en los nuevos partidos, una amenaza a sus intereses y sus negocios; la repartición de los contratos en carreteras, entre unas pocas empresas, cuyos proyectos tienen una vida útil, por debajo de los estándares internaciones de calidad, pero por encima de los costos normales para un proyecto de infraestructura. Los que cobran o reparten comisiones, para aligerar procedimientos, pasando por encima a las normas establecidas. Esos son los sátrapas, contra los que tenemos que luchar.
Y no nos equivoquemos, tal como señalé al inicio, estos oscuros personajes están en todo el sector público: en los Ministerios, las Instituciones Autónomas, en el Congreso y en el Poder Ejecutivo.
Pero su accionar no se circunscribe al aparato estatal. Desde el sector privado, estos operadores políticos y económicos, tienen contactos y amistad con funcionarios; conocen las leyes, porque han ocupado puestos de mando, pero se han especializado en burlarlas, evadirlas o en encontrar el portillo, para impedir su aplicación: diputados, exdiputados, asesores o ex asesores, jueces y hasta importantes personajes del Poder Judicial o de lo más empinado del Poder Ejecutivo, están aparentemente involucrados, en esa maraña de oscuridad, corrupción, amiguismo y apropiación de bienes públicos, en beneficio de unos pocos.
Entre ellos se protegen y procuran evitar que, en caso de que se “destape” alguna situación dudosa, sus compinches sean expuestos ante la opinión pública o ante instancias formales que puedan indagar sus acciones. Son expertos en el control de daños y están dispuestos a sacrificar, de cuando en cuando, a algún funcionario de nivel intermedio para silenciar a la opinión pública. Eso sí, nunca sacrifican a sus cabecillas. Estos bajan el perfil y se mantienen ocultos, mientras pasa la tormenta.
Esperamos por el bien de nuestro país, que las instancias judiciales lleguen a lo más profundo de la podredumbre. Sólo así tenemos futuro como sociedad honesta. De lo contrario, continuará el deterioro de nuestro país, de nuestras instituciones y de nuestra democracia.
Adquiere, desde esta perspectiva, una nueva connotación entonar el el Himno Patriótico del 15 de Setiembre. Debemos interpretarlo a toda voz, en pie de lucha, para decirle en la cara, a todos quienes están realizando estas acciones inmorales e ilegales; a quienes pretenden seguir en el silencio y la oscuridad de amigos y testaferros, que queremos una Costa Rica independiente, un país honesto, decente, en donde los sectores políticos y empresariales jueguen no sólo legal, sino también moralmente.
Espero que este escrito sea una convocatoria para todos los costarricenses honestos; un llamado a los que estamos indignados, cansados y hartos ante toda esta podredumbre. Una invitación para que libremos una lucha enérgica, abandonemos la pasividad que nos ha caracterizado y renunciemos a esta actitud indiferente, que ha conducido a que nuestra sociedad caiga en manos de estas mafias.
Sólo luchando por abandonar esta situación de servidumbre silenciosa, podremos arrebatar de las garras de estos sinvergüenzas a nuestro país y, con ello, fortalecer nuestra institucionalidad.
Es hora de afirmar, ante estos nuevos sátrapas, que deseamos una sociedad justa, honesta y decente.
Es hora de gritar en todo el territorio costarricense, que QUEREMOS SER LIBRES, QUE NO DESEAMOS SER SIERVOS MENGUADOS Y QUE EL DERECHO POR LIBRAR ESTA LUCHA, NOS LO DA EL AMOR POR NUESTRA PATRIA, NUESTRA QUERIDA COSTA RICA.
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.