Se acaba el tiempo para resolver la cuestión de Transnistria

Evghnii Ceban

Transnistria

Tras décadas de conflicto, Moldavia tiene un plan para reintegrar la región separatista prorrusa de Transnistria, que abarca una estrecha franja entre el río Dniéster y la frontera con Ucrania, pero es improbable que lo consiga. Desde la invasión rusa de Ucrania se viene especulando frenéticamente sobre la posibilidad de que Transnistria se vea arrastrada al conflicto, del mismo modo que arrecia el debate sobre un arreglo definitivo del conflicto separatista, que probablemente implicaría la reincorporación de la región en Moldavia.

Puede que la presidenta moldava, Maia Sandu, no tenga una estrategia formalizada para Transnistria, pero este verano la visión de su gobierno se ha aclarado: vincular la reintegración de la región a la candidatura de Moldavia para ingresar en la Unión Europea. Este planteamiento alargaría el proceso de reintegración durante años, probablemente debido a que tal vez a Moldavia le resulte complicado digerirla política y financieramente si se produjera antes. Sin embargo, no resultará fácil dar largas al asunto: es probable que el Kremlin trate de forzar a las autoridades de Chisináu, la capital moldava, a abordar su problema transnistrio, independientemente de si están preparadas para hacerlo.

¿Tiene Chisináu un estrategia?

Las negociaciones de cara a un arreglo definitivo y completo están congeladas desde hace casi 20 años, pero la guerra de Ucrania ha cambiado totalmente el contexto. Se sospecha que los planes de Rusia para el sur de Ucrania incluyen un corredor de enlace terrestre con Transnistria. De hecho, la corta distancia que separa la región de la línea del frente puede ser un factor importante que influya en las posiciones de las partes en el conflicto transnistrio.

El éxito inicial de Ucrania en la resistencia frente al asalto ruso y su capacidad para entablar una guerra convencional a gran escala proporcionaron a Chisináu motivos suficientes para mostrarse optimista con respecto a su problema separatista. En los primeros días de la guerra hubo consenso entre el partido gobernante de Moldavia y sus expertos en Transnistria de que una victoria ucraniana –y el consiguiente caos en Rusia– ofrecería una oportunidad de resolver el problema de una vez por todas mientras el Kremlin tuviera que atender otros problemas y no pudiera apoyar a los separatistas. Sin embargo, más de un año después no se ve el final de la guerra y Moldavia sigue sin tener aparentemente una estrategia para la reintegración que no se base en el éxito militar de Ucrania.

El problema comenzó en 1990, cuando grupos de habitantes de Transnistria, una región de habla mayoritariamente rusa, declararon la independencia separándose de Moldavia después de que el país estableciera como lengua oficial el rumano, hablado por la población indígena. La ley lingüística, la primera de este tipo entre las antiguas repúblicas soviéticas, proclamó el moldavo, y posteriormente el rumano, como lengua oficial de Moldavia y sustituyó el alfabeto cirílico por el latino para la transcripción al rumano. Hubo choques entre los grupos separatistas de Transnistria, que siguen empleando el cirílico, con la policía y el ejército moldavo, hasta que en 1992 se acordó un alto el fuego, con la mediación de Rusia. Desde entonces, las partes no han vuelto a la mesa de negociación para resolver el conflicto.

El principal formato de la negociación sobre Transnistria es el llamado 5+2: Moldavia y Transnistria como partes de la disputa, Ucrania, Rusia y la OSCE como mediadoras y EE UU y la UE como observadoras. Durante mucho tiempo se centró en medidas de creación de confianza entre las orillas derecha e izquierda del río Dniéster. Se debatieron cuestiones como el reconocimiento de los documentos transnistrios en materia de educación, las placas de matrícula de los automóviles transnistrios y el uso del terreno en el territorio en disputa, pero no la resolución definitiva del conflicto.

En el otoño de 2021, antes de que invadiera Ucrania, Rusia trató de reanudar el diálogo sobre el estatuto de Transnistria, tal vez para asegurar sus intereses en la región o para mejorar su imagen en Moldavia con vistas a la llamada operación militar especial. En aquel periodo, Rusia trató de chantajear a Moldavia con el suministro de gas, aumentando el precio y reduciendo el volumen de las exportaciones a Chisináu con el fin de iniciar negociaciones sobre Transnistria. Esto provocó una inflación sin parangón y extendió el descontento de la población y las protestas contra el gobierno de Sandu, en un momento en que Moldavia trataba de implementar las reformas necesarias para ingresar en la UE. No obstante, Moldavia se negó a discutir sobre el problema de Transnistria paralelamente a los problemas del suministro de gas.

Entonces Rusia invadió Ucrania, eliminando toda posibilidad de seguir negociando en el formato 5+2, tal vez para siempre. Pese a que Moscú y Tiráspol, la capital de facto de Transnistria, sigan tratando a preservar el formato 5+2 y el papel de Rusia en las negociaciones, el presidente Volodímir Zelensky destituyó en diciembre de 2022 al representante especial de Ucrania para Transnistria, dejando vacante el puesto.

Esperanzas de Chisináu

Aunque el marco conceptual del gobierno moldavo para la reintegración de Transnistria se publicará, ciertas declaraciones de altos cargos sugieren que cree que pronto o tarde tanto Moldavia como Ucrania pasarán a ser Estados miembros de la UE, y que Rusia perderá la guerra y nunca más se atreverá a inmiscuirse en la cuestión de Transnistria. Chisináu piensa que entonces la región separatista no tendrá más remedio que unirse al resto de Moldavia en su avance hacia el ingreso en la UE.

El planteamiento lento de las autoridades moldavas ha contado hasta ahora con el apoyo de Occidente. En junio, Josep Borrell, el alto representante de la UE para asuntos exteriores y política de seguridad, declaró que la cuestión transnistria no impediría el ingreso de Moldavia en la Unión. . Durante una visita a Chisináu dijo: “Chipre pasó a ser miembro de la Unión Europea teniendo un problema territorial. Moldavia también puede.”

A Moldavia le asisten varias razones para proceder con lentitud en este asunto y para asegurar la aprobación de Occidente. Entre ellas está la preocupación de Chisináu de que Moldavia tal vez no sea capaz de lidiar con la reintegración si esta se produce de repente y que esta reintegración pudiera hacer descarrilar su acceso a la UE al comportar un aumento de las fuerzas prorrusas en el país. Puesto que más del 90 % de las personas residentes en Transnistria mantienen la nacionalidad moldava, el país, con 2,7 millones de habitantes, vería aumentar su electorado en unos 300.000 nuevos votantes, muchos de los cuales simpatizan con Rusia. También tendría que vérselas con una de las empresas más grandes de Transnistria, Sheriff, cuyo propietario es un antiguo oficial del KGB [servicio secreto soviético], la persona más poderosa de la región. La reintegración de Transnistria podría implicar la aparición de nuevas influencias perturbadoras en la política interior moldava. Chisináu cree que una reintegración rápida solo beneficiaría al Kremlin, que siempre ha tratado de utilizar a Transnistria como peso muerto para evitar que Moldavia se acerque a Occidente.

En julio de este año, 17 meses después de invadir Ucrania, la delegación rusa en la OSCE exigió la reanudación de las negociaciones sobre Transnistria, de lo contrario bloquearía la labor de la misión de la OSCE en Moldavia a partir de enero del año que viene. Sin embargo, tranquilizada por las declaraciones reconfortantes de la UE y otros socios occidentales, Moldavia ha renunciado a tomar la iniciativa y formular un plan viable que sea aceptable para la población de Transnistria y su elite empresarial, la única manera que tiene Chisináu de asegurar que no acabe siendo rehén en las operaciones geopolíticas del Kremlin.

La apuesta de Chisináu, por supuesto, depende de si Ucrania conseguirá realmente obtener una victoria incondicional contra Rusia, especialmente si los Republicanos ganan la Casa Blanca en 2024, con la consiguiente merma del apoyo de EE UU a Kyiv.

¿Qué hacer el 1º de enero de 2025?

El gas ruso es otra razón importante que tiene Chisináu para abordar la cuestión de Transnistria más tarde que pronto. Transnistria depende ahora mucho de los suministros de gas de Rusia, que resulta tan barato que prácticamente le sale gratis. Pero no ha pagado a Moscú por el gas recibido desde hace 30 años y su gobierno local deposita todo el dinero que recauda por la facturación del gas a los consumidores en una cuenta del gas especial que constituye casi la mitad de su presupuesto. Si el gas gratuito de Rusia dejara de fluir hacia Transnistria, su independencia colapsaría probablemente en cuestión de meses, con la consiguiente crisis humanitaria.

No solo sufriría la ribera izquierda del río Dniéster: alrededor del 80 % de la electricidad en Moldavia, en la ribera derecha, procede de GRES, una central eléctrica situada en Transnistria que utiliza gas ruso. Esto podría verse amenazado en caso de aumento de las tarifas eléctricas o de cualquier problema potencial con el suministro del gas ruso a través de Ucrania. El 31 de diciembre de 2024 expirará el contrato de tránsito entre Moscú y Kyiv, suscrito en 2019, y Ucrania está disponiéndose a suspender las exportaciones de gas de Rusia a Europa a partir de 2025. En junio, el Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia señaló que es improbable que dicho contrato se renueve.

En caso de una interrupción total del paso del gas a través de Ucrania, Rusia no tendrá más que una única ruta para sus exportaciones a Europa: a través de Turquía y los países balcánicos. Técnicamente, Transnistria también podría recibir gas a través de esta ruta, pero ladas las dificultades logísticas adicionales y la capacidad limitada –la ruta tiene un gasoducto más pequeño y carece de instalaciones de almacenamiento–, no cabe duda de que habría problemas para el suministro de gas ruso a Transnistria y Moldavia, o finalmente a Europa. Esta perspectiva provocaría probablemente una crisis humanitaria, que Moldavia podría aprovechar para llegar a una solución mutuamente aceptable con Transnistria. Sin embargo, nadie en Chisináu parece saber bien cómo podría hacerlo.

Open Democracy

Traducción: viento sur

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