Por Anja Sokolow (dpa)
Teltow/Berlín, 16 jun (dpa) – En un discreto edificio industrial de Berlín se abre ante los visitantes un universo luminoso y lleno de chasquidos: en unos 200 metros cuadrados se alinean unos 50 pinballs, desde clásicos como «Wizard» y «Addams Family» hasta títulos modernos como «Game of Thrones».
Su propietario, Jörg Meissner, abre su colección al público cada fin de semana y, al mismo tiempo, da rienda suelta a su pasión: «Es una forma excesiva de vivir mi afición», dice el dueño de la Flipperhalle Berlin, ubicada en Brandeburgo, en la frontera con Berlín-Zehlendorf.
En la sala hay pinballs de varias décadas. Meissner los clasifica según el sonido en diferentes categorías. «El pinball con campanillas de los años 70: cuando aciertas, suenan pequeñas campanas», explica. Y luego están los llamativos aparatos con sistemas de sonido elaborados, como el de los Harlem Globetrotters: «Ese ya impresiona un poco más», dice el aficionado.
«Empecé a jugar al pinball a los 15 y lo dejé a los 16. El trabajo era más importante», cuenta el electricista, de 59 años. Pero la fascinación nunca lo abandonó.
«En 2005 compré mi primer pinball. Cada fin de semana viajaba por Alemania Occidental y Holanda para conseguir más máquinas. Me parecían simplemente bonitas y quería tenerlas». Según sus propias palabras, ya un año después había reunido 100 máquinas.
Como electricista, Meissner tenía los conocimientos técnicos necesarios, al menos en teoría. «De electricidad sabía, pero de estas máquinas no tenía ni idea. Me fui metiendo poco a poco».
Le fascinan especialmente los antiguos aparatos electromecánicos: «El ‘Wizard’, por ejemplo, genera su sonido sin altavoces, solo con relés y bobinas. Es realmente fascinante que haya funcionado durante tanto tiempo… y que aún funcione».
«La primera patente para una máquina de pinball se registró en 1871 en Estados Unidos», explica Arne Hennes, del Museo del Pinball en Schwerin. Pero el gusto por jugar con bolas viene de mucho antes. «En excavaciones de antiguos asentamientos romanos se han encontrado losas de piedra en las que se jugaba con canicas», dice Hennes.
El juego Bagatelle es considerado un precursor de las máquinas de pinball. En él, una bola se lanza sobre un tablero inclinado con el objetivo de obtener puntos, sin electrónica, pero con mucha destreza.
La primera máquina con los característicos brazos de flipper fue desarrollada en 1947, según Hennes. «Solo entonces se pudo influir activamente en el juego, y lo que antes era un simple juego de azar se convirtió en un juego de habilidad», explica Hennes.
Desde principios de la década de 1970, las máquinas de pinball formaban parte del mobiliario habitual de casi todos los bares en Alemania Occidental. «En la RDA (República Democrática Alemana), los pinballs solo estaban permitidos en ferias», cuenta Hennes.
Alrededor del año 2000, las máquinas de pinball estuvieron a punto de desaparecer. «Ya no era rentable instalarlas», dice Meissner. Además, con los videojuegos y las consolas domésticas, el pinball fue quedando relegado en esos años y muchos fabricantes desaparecieron del mercado.
«En 2005 el pinball estaba muerto; apenas había unas 10.000 personas en el ranking mundial que participaban en torneos. Ahora somos 90.000″, cuenta Meissner para destacar que el pinball está viviendo un renacimiento. Esto se debe también a la tendencia retro, afirma Andreas Hennes.
En toda Alemania también hay otras salas de pinball. Freddy’s Pinball Paradise, en Echzell (Hessen), cuenta según sus propias declaraciones con una de las colecciones más grandes del mundo, con 180 máquinas de pinball de distintas décadas. Una vez al mes organizan un ‘Open House’, cuando se pueden jugar las máquinas».
También en la asociación Saarcade, en Neunkirchen-Wiebelskirchen, los aficionados pueden volver a experimentar las máquinas de su juventud y las nuevas generaciones pueden conocer el juego analógico. El Museo Alemán del Pinball en Neuwied (Renania-Palatinado) exhibe 150 piezas desde 1930 hasta la actualidad y casi todas son jugables.
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