Responsabilidad política y elecciones en la Costa Rica del Bicentenario

Ágora

Por Guido Mora

Guido Mora

Hace unas semanas, mientras realizaba algunas gestiones de tipo doméstico, me encontré a un destacado intelectual costarricense. Al expresarle mi preocupación ante la difícil situación política, económica y social prevaleciente en nuestro país, me respondió de una manera contundente: “estamos anclados al pasado, vivimos de glorias lejanas y estamos ayunos de propuestas para construir un futuro mejor”.

Desde el momento en que escuché esa afirmación, sus palabras golpean mi cabeza y retumban en todas las neuronas de mi cerebro.

A las puertas de un nuevo proceso electoral y analizando el escaso o nulo contenido en las propuestas, de los múltiples candidatos y partidos políticos que se ofrecen como “salvadores del país”, no me queda nada más que aseverar que su afirmación tiene el peso de una verdad contundente y decepcionante.

Tal como ocurre con herederos de grandes fortunas amasadas por abuelos y padres, los últimos años, como muchachos malcriados, nos dedicamos a dilapidar los bienes heredados. Como sociedad, poco hemos hecho por mantener y acrecentar los tesoros adquiridos con el esfuerzo de generaciones anteriores, lideradas por estadistas con más visión; quienes privilegiaban los intereses de la colectividad, sobre los particulares, y sobre los integrantes de las redes de poder existentes, en cada momento de nuestra historia patria.

Lamentablemente, como ocurre en estos casos, nos estamos quedando sin recursos e iniciativas, para poder sostener o incrementar “nuestros tesoros” y perpetuar nuestro estilo de vida.

No descansa en este escrito el ánimo de ser mezquino. Sin embargo, la realidad social, política y económica que refleja la Costa Rica actual, construida por la clase política contemporánea durante los últimos veinte años, la de todos los partidos que han estado representados en los diversos estamentos políticos -el poder ejecutivo, el legislativo y el local-, nos permite constatar que, producto de ese ejercicio, el resultado más significativo que se puede señalar es el deterioro continuo de las condiciones sociales, políticas y económicas de los costarricenses.

La clase política o no es consciente de esa realidad, o por mero cálculo la obvia e ignora.

Es importante afirmar, con contundencia, que el deterioro de las condiciones socioeconómicas constituye el resultado de las decisiones promovidas por quienes han ejercido el poder durante las últimas décadas.

La responsabilidad recae en todos los partidos políticos, cuyos representantes algunas veces son exitosos realizando el diagnóstico de la problemática, pero cuando ejercen el poder, hacen nada o muy poco por transformar esta realidad.

Los representantes del Partido Unidad, del Partido Liberación Nacional y más recientemente del Partido Acción Ciudadana -el último cómplice de esta triada-, protagonistas de las últimas administraciones y quienes integran las redes de poder prevalecientes -quienes los financian y patrocinan-, son los responsables directos del deterioro de nuestra sociedad.

El desmoronamiento socioeconómico lento pero constante; el deterioro de las instituciones del Estado de bienestar; la pérdida de eficiencia y eficacia del Estado; la corrupción; la desigualdad y la inequidad que caracteriza a nuestra sociedad, hoy más pobre que hace unos lustros, no surge de la nada. Entendámoslo: es el producto de las desacertadas decisiones que han tomado quienes han ejercido el gobierno, en beneficio propio y de los integrantes de las redes de poder, a quienes en definitiva representan.

En su conjunto, estas acciones y decisiones han favorecido a los grupos más aventajados de la sociedad y generaron la gran concentración de la riqueza de que somos testigos en la actualidad, en menoscabo del bienestar de las grandes mayorías.

Y es que hay que decirlo, para que quede constancia del sentimiento que de repente comparten muchos costarricenses: desde hace bastantes años y algunas administraciones, nos embarga una gran pena, una enorme desazón y la desilusión de ver cómo se ha profundizado e incrementado la pobreza, se han deteriorado las instituciones del estado social de derecho y cada vez se ensancha más la brecha entre ricos y pobres.

Lejos de tener hitos históricos ante las obras positivas que se pudieron haber labrado durante el ejercicio del poder, las últimas administraciones pueden caracterizarse por dos acciones negativas: la participación y/o la facilitación de actos deshonestos y corruptos.

La apropiación indebida y en muchos casos impune de recursos públicos, malversados o sustraídos de las arcas del Estado, que finalmente han quedado, de forma ilegal, en manos de personas o grupos privados, son ejemplo de esta realidad: el fondo de emergencia, Asignaciones Familiares, Aviación Civil, ICE – ALCATEL, reaseguros, “Caja-Fischel”, la trocha, “el cementazo” y “la cochinilla”, caracterizan y signan de manera puntual a los últimos presidentes y sus administraciones, por sobre grandes obras o transformaciones sociales, orientadas a beneficiar a los grupos sociales más humildes de nuestro país.

Ese dinero desaparecido o malversado, nunca volvió a las arcas del Estado y, hasta el momento, tampoco se han ejecutado las acciones legales ejemplarizantes, orientadas a someter a los responsables a castigos que eviten la ejecución de actos de corrupción similares contra la hacienda pública.

Hoy día, mientras otros partidos políticos prometen “salvar a Costa Rica” de quiénes ejercían el poder y eran señalados como “los corruptos de turno”, las grandes mayorías de ciudadanos han visto derrumbarse y deteriorarse las instituciones que otrora hicieron de Costa Rica un país próspero, donde los ciudadanos podían satisfacer con holgura sus necesidades de salud, educación, seguridad e infraestructura.

La Costa Rica del Bicentenario

A las puertas de un nuevo proceso electoral, ante un electorado confundido y poco reflexivo, es indispensable que representantes de la sociedad y de grupos organizados exijamos seriedad por parte de quienes pretenden gobernarnos.

A la adversa situación previa a la pandemia, se le suman las repercusiones políticas, sociales y económicas, generadas por la crisis sanitaria, que profundizan las desigualdades e incrementan la pobreza en todos los sectores sociales, particularmente entre los más desfavorecidos.

Ya basta de demagogia

Hasta hace unos días, un postulante prometía un millón de empleos para los próximos cuatro años, sin ofrecer explicación alguna de dónde se gestarían esas opciones laborales.

Otro, tal como ocurre con la compra de un billete de lotería, está vendiendo la posibilidad de hacerse millonario de la noche al día, superando todos los problemas económicos y sociales, mediante la extracción de recursos naturales, riquezas faraónicas sobre las que, según sus argumentos, estamos asentados, sin tener que trabajar o esforzarse mucho para salir de la pobreza.

En la Asamblea Legislativa, y como muestra del favorecimiento de los más poderosos, hace unos días algunos diputados se opusieron a revisar el mecanismo de fijación del precio de los medicamentos, haciendo el juego a las redes de poder, que han lucrado y se han enriquecido por años, a costa de la salud de miles de costarricenses.

Otros pretenden ser parte del nuevo gobierno, con la única credencial de haber defendido los intereses del sector financiero, en detrimento de mecanismos de financiamiento más democráticos y justos, que sólo favorecían intereses económicos de prestamistas y usureros. Como intelectuales orgánicos, están dispuestos a defender los intereses de ese sector, pero se oponen a la discusión de una reforma tributaria justa y progresiva, donde el que tiene más, pague más.

Otros sectores, integrantes de estas redes de poder, utilizan herramientas ideológicas, revestidas de “argumentos académicos”, para recomendar la reducción del salario, de los aportes patronales a la seguridad social y la eliminación de las pensiones del régimen no contributivo, en un intento por seguir pauperizando el trabajo de miles de costarricenses, a quienes hoy día apenas les alcanza su salario para satisfacer sus necesidades básicas. Insisten en ponernos a competir en el mercado internacional a costa del pago de salarios bajos, sin permitir discusiones sobre una mejor distribución de las utilidades.

En definitiva, continúa la demagogia, no hay remozamiento de la clase política y se auguran cuatro años más de lo mismo. Tal como ocurre en el teatro, quienes otrora ocuparon el papel de chicos malos, hoy se presentan “como los buenos”, poseedores de los instrumentos milagrosos “para salvar a la sociedad costarricense”.

No sé si los representantes de estos sectores estarán conscientes de la disconformidad prevaleciente, pero lo que es cierto es que los ciudadanos estamos hartos. No queremos más mentiras.

Es el momento de exigir a los candidatos y partidos, propuestas y respuestas serias a las múltiples inquietudes que prevalecen en nuestra sociedad. Requerimos sentar las bases de una Costa Rica más justa, en la que se desenvolverán los ciudadanos de la segunda mitad del Siglo XXI.

Para ello, candidatos y partidos están en la obligación de responder preguntas claves, con acciones puntuales, orientadas a superar algunos de los problemas que nos aquejan:

¿Cómo harán para profundizar y universalizar la salud y fortalecer a la Caja?

¿Qué acciones realizarán para mejorar la educación costarricense en el mediano plazo y sentar las bases de una formación de largo plazo, que permita a los jóvenes vincularse exitosamente a la economía del futuro?

¿Cómo garantizarán la lucha contra quienes atentan contra la seguridad nacional: la atención de la delincuencia -nacional e internacional-, el narcotráfico y la corrupción?

¿Cómo transformarán el estado costarricense en un instrumento que impulse la creación y la distribución de la riqueza, y retome el papel de promotor de equidad y bienestar?

¿Qué harán para dejar de gobernar a favor de las redes de poder, que cada día concentran más la riqueza nacional?
¿Cómo lograrán alcanzar el equilibrio necesario entre producir y distribuir?

¿Cuándo comenzarán a favorecer a los grupos más necesitados de la sociedad?

¿Cuándo impulsarán una reforma tributaria progresiva, en donde pague cada cual de acuerdo con sus posibilidades?

¿Cómo harán para garantizar una justicia pronta y cumplida?

¿Qué harán para que aumente la confianza del ciudadano en el sistema político?

¿Qué instrumentos utilizarán para mejorar la idoneidad y la calidad de sus representantes en los diversos estamentos de poder que componen el sistema político costarricense?

¿Cómo garantizarán el apoyo financiero a diversas actividades económicas, realizadas sobre todo por Pymes, ahora que los resultados económicos de las empresas muestran en su mayoría números negativos, producto del impacto de la crisis sanitaria?

¿Cómo garantizarán el fortalecimiento y la profundización del sistema democrático, ante las múltiples amenazas que presenta el entorno nacional, regional e internacional?

Súmele usted, estimado lector, todas las preguntas que desee incluir y cuya respuesta contribuya a la mejor elección de los próximos gobernantes.

A manera de conclusión

El deterioro prolongado y sostenido de las condiciones de vida de los costarricenses, solo conduce al debilitamiento del sistema democrático.

Tenemos ya muestras evidentes de la descomposición social que sobrelleva nuestro país. Tal como reza la famosa frase de Albert Einstein: es imposible obtener resultados diferentes, si seguimos haciendo lo mismo.

Es momento de ponernos serios, hacer un alto en el camino y transitar una ruta que impulse una revolución pacífica, de manera que nuestro país retorne al camino del crecimiento económico con equidad y justicia social.

Hay que hacerlo ahora, porque mañana podría ser demasiado tarde.

Es momento de comprender que ya no podemos seguir asumiendo el rol de muchachitos malcriados y que, como padres y abuelos responsables, debemos de comenzar a generar los recursos que heredarán los costarricenses del futuro, con el ánimo de reconstruir a nuestro país, fortaleciendo nuestro sistema democrático, en un clima de paz, oportunidades y prosperidad para todos los ciudadanos.

Señores candidatos, ustedes tienen la palabra.

* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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Un comentario

  1. Gustavo Elizondo

    Mi amigo Guido, ¡qué buen artículo!, gracias por ser tan claro y contundente, es triste, como cuando un entrenador va perdiendo y vuelve a ver a la banca y lo que ve es a los jugadores más malitos del equipo, sin posibilidad de hacer un cambio que modifique el marcador. Ese letrero del millón de empleos lo vi bajando por la Quebrada del Fierro y me impactó tanto que casi me salgo de la carretera, el populismo es terrible y el reciclaje de políticos desgastados lamentable.

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