Recordando a don Pepe

Alfredo Trejos Salas

Don Pepe

En un día como hoy, 8 de junio de 1990 (hace 35 años) falleció don José Figueres Ferrer a los 82 años de edad, en su casa de habitación en Los Cerros de Ochomogo.

Don Pepe había venido al mundo para fustigar la necedad. Fue el hombre – junto al Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia – que transformó y revolucionó la vida política y las instituciones costarricenses del siglo XX. Ambos – consciente o inconscientemente, no lo sé – convirtieron en realidades XVII de los XVIII cambios sociales e institucionales que Jorge Volio había propuesto para Costa Rica en el famoso Programa del Partido Reformista, adicionándolo y complementándolo con ideas propias y originales. (El propósito XVIII del reformismo, la introducción en nuestro Derecho Constitucional del principio del referéndum, la vino a realizar el diputado José Miguel Corrales Bolaños, gracias a la tozudez y tenacidad de Arturo Rodríguez Acevedo, antiguo miembro de la juventud liberacionista (q.e.p.d.), mediante la adición de un párrafo segundo al artículo 105 de la Constitución Política por Ley N° 7128 de 18 de agosto de 1989).

Rara vez le fue posible a don Pepe traducir en palabras y actos la «rendición de cuentas», nueva exigencia de los ciudadanos respecto a sus gobernantes. Hombre generoso y leal amigo de sus amigos. Tuvo nobleza y liberalidad para sus opositores y enemigos, excepto, quizás, con Carmen Lyra y Daniel Oduber, con quien mantuvo casi siempre relaciones turbulentas.

Amaba los «confites» y algunas veces se rodeaba de malas juntas (como con mi hermano Gerardo, entre otros…)

Con mi hermano fue extremadamente generoso. Padrino de su primera boda junto a don Otilio Ulate, Luis Alberto Monge, Corina Rodríguez, Carlos José Gutiérrez y Eduardo Ortiz.

También fue amistoso y condescendiente. Nunca le reclamó a Gerardo ni se resintió con él a pesar de que La Nación, cuando mi hermano fungía como Director de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional le publicó, con gran despliegue y en primera página, unas declaraciones en los días en que don Pepe protegía al tránsfuga Robert Vesco en las que Gerardo afirmaba: «Figueres se cree el de Gaulle de América, pero no tiene la estatura del General de Gaulle. Yo no volvería a votar por él ni siquiera para síndico de Curridabat». No obstante, frecuentemente le decía a mi hermano: «sos un jodedor profesional».

Gran amigo de dar bromas, se las toleraba a sus amigos. Como todas las personas verdaderamente inteligentes, poseía un gran sentido del humor, igualado únicamente, tal vez, por don Ricardo Jiménez y don Abel Pacheco en la historia de Costa Rica.

A diferencia de tantos demagogos que se presentan a los electores cada cuatrienio, no como ciudadanos que pretenden legítimamente ejercer el cargo de Presidente de la República, sino como demiurgos capaces de solucionar, en cuatro años, todos los problemas del país (algunos inocentes les creen). Él, cuando fue candidato victorioso en las elecciones de 1953 y 1970, se presentó al electorado como un simple candidato a presidente. En una ocasión un reportero de prensa le preguntó: ¿Cuál es el hombre que podría salvar a este país?, y don Pepe secamente le respondió: «Jesús Sibaja». El ingenuo periodista repreguntó: «¿Quién es ese señor? Yo nunca he escuchado hablar de él ni lo conozco». Y don Pepe rápidamente le aclaró: «He dicho: Jesús, si baja del cielo».

Porque nuestros padres fundadores fueron humanos, demasiado humanos. Quisieron algunas veces lo que no debían desear; pero ¿qué no le perdonará un hijo a su señor padre? Como aconseja Martí: debemos perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Las personas no pueden ser más perfectas que el Sol. El Sol quema con la misma luz con que calienta. El Sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.

Con aportes de Gerardo Trejos. Remembranzas, Pequeñas Acuarelas. Editorial Juricentro, San José, Costa Rica, 2009, págs. 157 y siguientes.

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