Quimioterapia a perros: ¿calidad de vida o curación?

Por Katja Sponholz (dpa)

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La veterinaria Verena Nerschbach (der.), directora del departamento de oncología de la Universidad de Medicina Veterinaria de Hannover, aplica un fármaco citostácico a una perra pastor alemán. Foto: Ole Spata/dpa

A veces los perros padecen una inflamación inusual que no cede o una herida que no cicatriza. También pueden registrar una pérdida de peso, apatía, una cojera persistente o trastornos respiratorios o intestinales.

Cuando manifiestan estos síntomas, la razón podría ser un tumor, ya que el cáncer es una de las causas de muerte más frecuentes en los perros. Y la medicina veterinaria se está adaptando a este escenario.

«Un tercio de todas las personas enferma de cáncer y muchas mueren por ello. La proporción no es diferente en el caso de nuestras mascotas, que habitan con nosotros en el mismo entorno y en el mismo hogar y que también envejecen cada vez más», explica el veterinario Johannes Hirschberger.

Hirschberger, experto en oncología y citología de la Universidad Ludwig Maximilian de la ciudad alemana de Múnich, atiende a perros y gatos que padecen diversos tipos de tumores, los denominados tumores sólidos (carcinomas, sarcomas) y también los tumores del sistema hematopoyético (linfomas, leucemia).

¿Tortura o ayuda?

Algunos dueños de perros que se enfrentan al tema de la quimioterapia luego de un diagnóstico de este tipo reaccionan con rechazo.

Es que quien ya haya vivido con familiares o amigos enfermos la tortura de los efectos secundarios, preferirá ahorrarle ese calvario a su mascota.

Como en el caso de los humanos, la quimioterapia (citostática) puede ayudar a los pacientes de cuatro patas a detener el crecimiento descontrolado de las células cancerosas que se multiplican rápidamente y así ayudar a reducir la incidencia del cáncer.

Pero existe una diferencia y es que en el caso de los perros el objetivo no es curar la enfermedad sino prolongarle la vida con una buena calidad de vida y la menor cantidad posible de efectos secundarios.

«En un humano se observa qué es lo que puede tolerar y se le da la dosis máxima tolerada. Al perro no se le puede explicar que va a pasar por un infierno durante tres meses y luego tendrá una posibilidad de sanar. Se busca que el animal esté bien hoy», explica Hirschberger. Esa es la base del tratamiento.

Náuseas, vómitos, diarrea

El perro recibe solo un 60 por ciento de la dosis que correspondería en un tratamiento médico para humanos, calculada según su superficie corporal. Además, los diferentes medicamentos no se prescriben desde el inicio de forma simultánea y concentrada, sino separadamente.

«La efectividad no es tan grande, pero así la toxicidad es menor», señala el experto. Y también se reducen los efectos secundarios, que en los perros pueden ir desde náuseas y falta de apetito hasta vómitos y diarrea. Pero según Hirschberger, estos «transcurren la mayoría de la veces de forma bastante inofensiva».

La posible pérdida de defensas (glóbulos blancos) no la ve el propietario de la mascota, pero se mide en la sangre en el laboratorio y es uno de los pocos efectos secundarios relevantes.

La tolerancia del perro a la quimioterapia y la proporcionalidad de los síntomas que la acompañan a la esperada prolongación de la vida son también una prioridad en la Universidad de Medicina Veterinaria de la ciudad alemana de Hannover.

«Lo más importante es que el animal esté bien», afirma Verena Nerschbach, directora del departamento de oncología de la casa de estudios. La experta sostiene que no se puede estimar si le quedan semanas, meses o años de vida.

«La terapia tiene que tener sentido. Y la calidad de vida del animal está siempre en primer lugar», subraya.

Tres meses de tratamiento

El tratamiento suele durar en promedio unos tres meses, según el tipo de cáncer y la evolución. La mascota debe ser llevada por sus dueños una vez por semana a la clínica, donde recibe la inyección, cuya administración dura unos 30 minutos, o comprimidos.

El proceso previo siempre es el mismo. «La primera pregunta siempre es: ¿cómo fue la semana?», explica la veterinaria. En otras palabras, ¿el perro estaba quizás un poco cansado? ¿Tuvo un poco de diarrea o luchó durante días con efectos secundarios masivos?

Solo entonces se decide si la terapia debe continuar. Se extrae sangre para analizar los valores actuales, se determina el peso y se calcula la quimioterapia, que se prepara y se administra en consecuencia.

Cuando el paciente regresa al hogar, se excreta la mayoría de las medicinas a través de la orina en un lapso de 24 horas.

Se recomienda usar guantes porque las heces y el vómito pueden estar contaminados con los fármacos citostáticos. Los animales no deben tener contacto con mujeres embarazadas y niños pequeños durante la fase aguda.

En general, los perros toleran bien la quimioterapia. «En cerca del 85 por ciento de los casos los dueños de los perros no suelen notar casi nada», dice Nerschbach.

Pero también hay perros que sufren extremadamente los efectos secundarios, en algunos caso porque padecen intolerancias, enfermedades previas o un defecto genético. Este es el caso, sobre todo, de los diferentes tipos de collies y los pastores alemanes.

«Entonces hay que discutir si este tipo de terapia es realmente el camino correcto y reducir la dosis en consecuencia», subraya la veterinaria. También se debe replantear la situación, según señala, en aquellos casos en que el animal no responde en absoluto a la quimioterapia.

No es posible hacer predicciones

En general es casi imposible predecir durante cuánto tiempo más vivirá un perros gracias a la quimioterapia. Se puede pensar en semanas, meses o años.

En el caso de linfomas, que suelen aparecer sobre todo en labradores y golden retrievers, las posibilidades son altas. «En el 80 por ciento de los casos reaccionan muy bien a la terapia», informa Hirschberger.

El período libre de tumores suele durar entre seis y nueve meses, y el tiempo de sobrevida puede llegar a un año.

Nerschbach recuerda «muchos casos maravillosos», como por ejemplo los de los perros que solo volvió a ver a los perros durante muchos años para revisiones y luego murieron de una enfermedad completamente diferente.

Sin embargo, dependiendo de la evolución de la enfermedad, el veterinario puede tener que convencer a los propietarios de perros de suspender la terapia.

«Confiamos en que el propietario nos diga honestamente si su animal estuvo realmente bien en la semana entre tratamientos», dice Nerschbach. Porque si se quiere continuar la terapia a toda costa solo porque no se puede dejar ir al animal, eso es «cualquier cosa menos correcto», concluye.

dpa

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