Qué es el Internet de las emociones y cómo cambiará nuestra vida

Bazar digital

Carlos Revilla

Carlos Revilla M.

Hace algunas semanas escribí “Qué es el Internet de las emociones y cómo cambiará nuestra vida”, bueno, pues ahora le toca el turno al «Internet de las emociones». Seguramente más de alguno de los que están leyendo han utilizado la funcionalidad de Facebook que permite expresar los sentimientos. Pero, ¿sí en lugar de tener que indicarlo, la tecnología detectara el estado de ánimo? Actualmente los wearables (dispositivo que se lleva sobre, debajo o incluido en la ropa y que está siempre encendido) escrutan algunas partes esenciales de nuestra biometría: la frecuencia cardiaca, el pulso o el gasto de calorías, entre otros tantos aspecto. Sin embargo, hay quien cree que en los próximos años estos dispositivos serán capaces de detectar emociones humanas específicas.

Algo que, en combinación con las redes y plataformas sociales, dará lugar a lo que algunos han llamado ‘Internet de las emociones’. Esto no son simples planes sobre el papel que pueden quedar guardado en el fondo de una gaveta. Por ejemplo, Microsoft -en concreto, su división Microsoft Research- ha diseñado un prototipo de pañuelo que emplea sensores para discernir el estado de ánimo del usuario y que este conozca gracias al bluetooth los estados de ánimo de los demás.

La start-up Spire ha creado un pequeño sensor que puede ser enganchado a un tirante de un sujetador o un cinturón y medir de esta manera el nivel de estrés. Otra empresa, Afecctiva, ha recopilado miles y miles de datos de expresiones faciales espontáneas, usando datos para generar una base de datos que sirva para la creación de estos dispositivos.

Estas investigaciones se engloban dentro de la llamada computación afectiva, que examina maneras de crear máquinas capaces de detectar y, sobre todo, responder a las emociones humanas. Para ello, como en los casos que acabamos que explicar, es necesario que los investigadores acumulen un gran número de registros estudiando patrones de voz, expresiones faciales, gestos del cuerpo humano o reacciones fisiológicas a estímulos concretos.

Aunque películas como “Her” dibujan un escenario muy futurista, lo cierto es que parece que estamos realmente más cerca de lo que pensamos de esta tecnología. El desafío clave es lograr un consenso sobre lo que significa estar ‘feliz’, ‘triste’, ‘enojado’… Al final muchas de las apps que actualmente están trabajando con ello tienen diferentes criterios.

Definir esos conceptos permitiría introducir parámetros acordes en una computadora para crear interactuaciones con precisión.

Imaginen una pulsera cuantificadora que detecte lo feliz y bien que se siente después de un entrenamiento intenso o los remordimientos después de varios días de fiesta. Y ahora que los redes sociales son algo presente en nuestro día a día, no parece descabellado que una vez que sabemos lo que sentimos con una precisión casi completa, lo vamos a compartir con alguien.

Sería algo así como lo de Facebook, pero llevado a un nuevo nivel. Si podemos entender mejor lo que nos motiva psicológicamente, podemos aprender formas de mejorar nuestros estados emocionales. Un ejemplo rudimentario sería el de dos artistas de la Universidad de Carnegie Mellon, que instalaron a varios estudiantes del campus medidores de ritmo cardíaco.

Al igual que el pañuelo que antes mencionaba, mediante Bluetooth, se recibe la información de la persona con la que interactuar sabiendo si se pone ansioso, nervioso o excitado. Con el tiempo se puede realizar un seguimiento -muy rudimentario- de cómo una persona influye en su ritmo cardíaco, que le hace sentir y si su relación es sana o no.

Esto no solo es aplicable a las relaciones personales. Piensen en el trabajo, se acabaron las sonrisas falsas. Que si no aguanta a un compañero o al jefe y se pone cardíaco, pues la pulserita de turno lo delatará. También habría que ver las limitaciones en lo que se refiere a protección de datos, pero podemos dejar volar la imaginación.

Un estudio llevado a cabo por Csikzentmihaldy -con quien colaboró Hitachi- se encontraron que las personas eran más felices cuando se encontraban plenamente comprometidos con una actividad. Imagine un dispositivo que puede ayudar a determinar qué funciones de trabajo crean lo que el investigador llamó “estado de flujo”. La compañía ya ha dado forma a un pequeño medidor basado en los parámetros biométricos que Csikzentmihaldy definió para llegar a ese punto así como otros postulados similares.

Realmente, ejemplos como estos nos hacen pensar que estamos más cerca de un ‘Internet de las emociones’. En este caso, la tecnología y el cambio de paradigma que atravesamos es tan fundamental como la transformación de la mentalidad humana para aceptar que una máquina sea realmente capaz de decirnos que cosas nos pueden ayudar a ser más felices…y que además acierte.

De nuevo, como con el «Internet de las cosas», se cumple que «en Internet lo único permanente es el cambio», solo que espero que el próximo que se de no sea el «Internet de los olores», se imaginan, sería algo terrible, pero uno nunca sabe, ya existe algo parecido en el cine.

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Un comentario

  1. Bueno…los perros son completamente capaces de identificar el estado anímico de su contraparte humana. Y es posible que sea esa destreza, la que consigue tanta empatía (de nuestra parte, para con ellos). Ojalá los avances tecnológicos no los desplacen.

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