Políticamente: ¿En qué creemos?

Ocean Castillo Loría

Recuperar la idea socialdemócrata

La Social Democracia no es una fórmula simple, como las dictaduras. Es difícil de entender, porque contiene conceptos éticos. Es una actitud humanista. Su objetivo es procurar que se satisfagan, con el trabajo de todos, las necesidades de todos, en comida y techo, ropa y trabajo, educación y salud; y paz social. Todo sin sacrificar la libertad.

José Figueres Ferrer.

A los periodistas: Carlos Garita Rojas y Natalia Villalobos Ureña, quienes inspiraron este texto.

Es justo iniciar este artículo con una aclaración: una cosa es el comentario político y otra cosa es el análisis político. El primero implica la subjetividad, las emociones, la vida política de quien lo emite; mientras que el segundo, es el uso del instrumental de las Ciencias Políticas y las Relaciones Internacionales, para el abordaje de un objeto de estudio: el poder con impacto público (Político)

Dicho esto, este artículo parte como un comentario político, lo que no sabemos al momento de comenzar a escribirlo, es si incluirá elementos de análisis político… La motivación de escribir este texto, deriva de un intercambio en “broma y en serio”, con dos apreciables amigos, los periodistas: Carlos Garita Rojas y Natalia Villalobos Ureña, éste realizado a finales de abril.

En redes sociales, los tres hablábamos de nuestras inclinaciones ideológicas, inclinaciones que pueden ir desde el “marxismo a la tica”, pasando por la socialdemocracia, hasta llegar en ciertos ámbitos al liberalismo o neoliberalismo.

La cosa es que cuando este servidor refiere a su ideología política, la define como: “Socialdemocracia clásica”. Esto, por cuanto hay una “Socialdemocracia flexible”, inclusive, en varios momentos he oído a un politólogo cercano a las filas del Partido Liberación Nacional, decir que él, es “Socialdemócrata de ‘Tercera Vía’”.

En mi caso, y “para mejor proveer”, paso a explicar, políticamente, en qué creo…

Un primer punto a destacar, es que resulta preocupante, que se retorne a un fortísimo personalismo en la política costarricense, dejando de lado que una democracia se maneja de mejor manera con partidos políticos ideológicos y permanentes: esta fue la preocupación de líderes como Jorge Volio, Manuel Mora Valverde, Rodrigo Facio entre otros.

Hoy, y cuando menos desde el 2002, el electorado se fija más en los candidatos que en los partidos: Abel Pacheco, Oscar Arias (En su segunda candidatura), el mismo Luis Guillermo Solís, se basaron más en sus figuras, que en los partidos que los presentaban.

Por otro lado, este servidor no teme a las corrientes de izquierda, de hecho, la “Socialdemocracia clásica”, es izquierda democrática. Cree en la intervención del Estado como un elemento central. No teme a esa intervención. En esa lógica, se apunta a la línea que siguieron administraciones como las de: Calderón Guardia (1940 – 1944), José Figueres Ferrer (1953 – 1958; 1970 – 1974), Francisco Orlich B. (1962 – 1966) y Daniel Oduber (1974 – 1978)

En esta línea, esta izquierda democrática, cree en el cambio social. Es decir, no es conservadora, pero no se trata de hablar solo de la distribución de la riqueza. Se trata de no perder de vista el incremento de esa riqueza.

En este punto, decimos, que nos dejan dudas ciertas posiciones de partidos como el FA y sindicatos reunidos en bloques como BUSCCO y Patria Justa, que se preocupan más (O parecen preocuparse más), por la distribución que por la producción de la riqueza.

Desde la izquierda democrática, debe estudiarse la economía del país, para producir riqueza y distribuirla, con criterio de justicia social (Política de salarios, infraestructura, políticas de educación y salud)

Es decir, la izquierda democrática, no es solo un movimiento economicista (Al mejor estilo del Movimiento Libertario), pero tampoco es solo un movimiento de corte social o socialista (Donde podría calificarse al FA)

Entonces, se trata de que el nivel de vida del país suba, pero conforme al ingreso nacional. Esto implica, preocuparse por el aumento de ese ingreso, pero a su vez, de su justa distribución. Desde esta tesis, no cabe la idea neoliberal, de que si el mercado interno de Costa Rica, no está bien no importa, porque la producción hacia el mercado externo es eficiente (Tal idea se la escuchamos a un politólogo neoliberal en la radio)

En este sentido, la izquierda democrática se preocupa de los consumidores (No poniendo por encima ese rol, del de ciudadanos, como lo hacen los neoliberales), pero no solo por el hecho de la apertura de mercados, sino, que el único modo de ser consumidores, es tener plata, para participar en los mercados que se desee (Comida, vivienda, vestido, teléfonos celulares, entretención etc.)

Desde esa perspectiva, una reforma del sector privado y del sector público en el país, implican entrar en una discusión sobre métodos de trabajo y producción más eficientes y no, en recortar salarios, echar gente a la calle o burlar las garantías sociales.

En ese sentido, las propuestas de la izquierda democrática, buscan conquistar las diversas clases o estratos sociales con sus propuestas. Aquí hay una clara diferencia con el marxismo clásico, es decir, la izquierda democrática no aspira a ser la vanguardia de una clase particular: la clase obrera.

Hoy, un movimiento de izquierda democrática, debe buscar superar los trastornos sociales del capitalismo globalizado.

En el plano interno, de cara a las elecciones de 2018, un movimiento de izquierda democrática, debe ser crítico frente a movimientos personalistas: en este caso, solo como ilustración, habrá de observarse cómo funcionarán partidos del corte del Movimiento Libertario o el Partido Republicano Socialcristiano.

Pero también, casi que con tono de denuncia, debe señalar a quiénes favorecerían planteamientos programáticos de partidos como el Liberación Nacional y el Partido Unidad Social Cristiana, quienes desde principios de la década de los ochentas, han servido a los sectores empresariales, exportadores y altamente insertados en la economía globalizada.

De igual manera, en el caso del Frente Amplio, debe serse vigilante de sus constantes oscilaciones y obligarles a expresar definitivamente, su definición ideológica, a saber, ¿Cuán simpatizantes son del modelo Chávez – Madurista?

Asimismo, es claro que un pensamiento de izquierda democrática, no propende a motivar una lucha de clases sociales, pero es de reconocer, que desde hace varios años, esta lucha se vive implícitamente en Costa Rica. En razón de ello, una de las principales banderas del pensamiento reformista que sustentamos, es la solidaridad social, y si se mira la situación actual de importantísimos sectores trabajadores en Costa Rica (Explotación, incumplimiento de garantías sociales, violaciones al Código de Trabajo), tendemos a defenderles, contra los abusos del sector del capital.

En esa misma línea, la izquierda democrática, denuncia que el modelo de liberalización económica, ha cerrado la oportunidad de movilidad social, de importantes estratos débiles en nuestra colectividad. Por si fuera poco, los sectores medios ahora son heterogéneos: algunos se han favorecido del modelo de liberalización con empleos de corte medio – bajo, en las estructuras empresariales (“Call Centers”), pero otros, (Empleados en el mercado interno), han recibido pocos o ningún beneficio.

En este sentido, una estructura política, que se precie de reformista, debería tener como uno de sus objetivos, el democratizar el poder, arrebatándoselo al sector que ha gobernado a favor de los estratos que concentran la riqueza, fruto del capitalismo globalizado.

Pero… ¿Cuál sería esa estructura política si los partidos tradicionales surgidos del reformismo social cristiano y socialdemócrata, han terminado gobernando para los que concentran la riqueza?; ¿Cuál sería esa estructura, si la izquierda alimentada por el marxismo, huye de su ideología o aún peor, guarda en silencio, admiraciones por el modelo fracasado del “Chavismo”?; finalmente: ¿Cuál sería esa estructura, si el PAC en el poder, no tiene una ideología definida?

En otro orden de cosas, es clave que un movimiento de izquierda democrática, tenga claro que lucha por la dignidad del ser humano y por la consolidación de un Estado democrático y social. En este aspecto, no encontramos objeción a abrirnos a lo que de útil podamos encontrar en el Magisterio Social de la Iglesia Católica desde Juan XXIII hasta Francisco, y en la Teología Latinoamericana de la Liberación.

Pero además y principalmente, debe reencontrarse con la historia de Costa Rica (Así lo dijo el padre Benjamín Núñez Vargas, en la última entrevista que se le hiciera para la televisión), estudiando sus particularidades y sus condiciones específicas, para sobre esa base, generar planes y programas, que le permitan ganar las mayorías electorales para obtener el poder.

En este punto, nos resulta clave, el concepto de espacio y tiempo histórico, del político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre: con este concepto, de lo que se trata, es de buscar respuestas a nuestros problemas, desde una perspectiva latinoamericana.

Así, nuestro espacio histórico está determinado por nuestra geografía, diversidad étnica, psicología y cultura. El tiempo histórico que vivimos, está determinado por nuestra economía dual (Un sector debilitado, dedicado al mercado interno y un sector fortalecido dedicado al mercado externo); nuestra política (De corte democrática, pero fragmentada y judicializada, entre otras características) y nuestra cultura (Altamente influida por la revolución científico- tecnológica)

Ambos escenarios, (El espacio y el tiempo histórico), influyen entre sí para promover el avance del país…

En este contexto, creemos que, la división capital – trabajo, continúa estando vigente en la palestra del capitalismo globalizado, por ello, las y los trabajadores tienen derecho, al mejoramiento de sus condiciones económicas y sociales, por medio de organizaciones como partidos políticos, sindicatos y estructuras solidaristas.

De lo anterior, se deduce que no creemos en lo que podría considerarse una “violencia revolucionaria”, para lograr el objetivo de que Costa Rica retorne por el camino de una democracia social.

Del mismo modo, si partimos de la premisa de una mayor intervención del Estado en la economía, de la que nos presenta el modelo de liberalización económica, esto no significa que los factores propios del sector privado, no puedan actuar en una lógica de capitalismo regulado.

Esto tampoco significa que no pueda irse a una construcción socialdemócrata, se trata de saber que esa construcción es indefectiblemente evolutiva. En esa evolución se inscribe la dinámica propia del capitalismo, hoy en una etapa de clara globalización. De lo que se trata es, de que esa dinámica, no nos conduzca a una lucha de clases y que, sin esa lucha, puedan lograrse reivindicaciones sociales.

Para ello, es clave el no renunciar a la organización de las clases desposeídas ni de los sectores trabajadores, para usando el instrumental legal, poder lograr beneficios para los mencionados estratos.

En ese mismo sentido, no puede renunciarse al estudio de la realidad nacional e internacional. De ese estudio, deben surgir las políticas públicas, para ir evolucionando de un modelo de liberalización a uno reformista.

Esa evolución, no debe significar una guerra con la empresa privada.

Esa evolución significa, que el tópico de la planificación, debe ser retomado (No son las fuerzas del mercado, en pleno libertinaje, las que deben dictar el devenir patrio)

Esa evolución significa, un claro fortalecimiento de nuestro sistema de seguridad social.

Esa evolución implica, el que Costa Rica, debe tener más conciencia de su pertenencia a América Latina.

Este proyecto debe tener plena conciencia de que sin democracia política, no podrá haber democracia social.

Este proyecto debe o se opone per sé, a los extremos liberales o neoliberales y marxistas – leninistas.

Ahora bien, es por ello, que contrario a algunos libertarios y algunos socialdemócratas de “Tercera Vía”, no miramos con malos ojos la organización popular (Los sindicatos incluidos).

Contrario a algunos marxistas o “Socialistas del siglo XXI”, no defenestramos o nos oponemos a la democracia; asimismo, no miramos malo (Como lo hacen libertarios y muchos miembros de la “Tercera Vía”), el apostar claramente por un Estado Benefactor; asimismo, desde la izquierda democrática, se puede llevar paralelamente, la lucha por el desarrollo y la justicia social.

Todo lo anterior, no significa, que desde una plataforma reformista, se renieguen de las bases liberales de la democracia costarricense, pero debe tenerse claro, que una cosa es el liberalismo político y otra el liberalismo económico y hasta el neoliberalismo (En este último, está totalmente ausente una ética que todavía se miraba en su antecesor); creemos que quienes piensan indivisible, el liberalismo económico, caen en la trampa neoliberal, de igualar (Para decirlo de algún modo) capitalismo y democracia.

Así, del liberalismo político y del mismo Magisterio Social de la Iglesia Católica, es claro que el ser humano está revestido de derechos y de una dignidad. Derechos y dignidad, que se traducen entre otras formas, en el derecho de elegir y ser electo.

Ahora bien, desde la realidad económica que vivimos, es claro que el modelo de liberalización ha generado un ensanchamiento de la desigualdad, entre las clases sociales en Costa Rica.

Esto se debe entre otras cosas a que los gobiernos socialdemócratas y socialcristianos, desde la década de los ochentas hasta el 2014, gobernaron para sectores, que viéndose favorecidos por el modelo de liberalización económica, concentraban la riqueza, en detrimento de otros estratos sociales (Medios, medios – bajos y bajos)

Uno de los grandes problemas para la democracia costarricense, es que esos sectores favorecidos, no requirieron de alianzas con otros grupos económicos y sociales, que permitieran el ejercicio de controles y equilibrios democráticos.

Ahora bien, pese a ello, el sistema de partidos políticos en el país, (Salvo el FA, con su “centralismo democrático”), tiene claro que resulta clave un ejercicio demócrata, que debe darse dentro de sus estructuras, para luego, proyectarse a la totalidad social.

De igual manera, si se quiere tomar el poder político, deben establecerse alianzas con el sector de economía social o economía solidaria, como las cooperativas, entre otras…

En ese marco de las alianzas, resultan claves las municipalidades: en ellas deben recibirse (Si se quiere), los esfuerzos colectivos de los cantones, para la resolución de sus propios problemas, lo que a su vez, puede ser una valiosa arma, para combatir el paternalismo.

Con este telón de fondo, las alianzas deben extenderse, a las Asociaciones de Desarrollo Comunal…

Por otro lado, las alianzas deben ampliarse a los mismos sindicatos. En este punto, nuestro pensamiento difiere de la “sindicato – fobia” libertaria o de algunos pensadores de la socialdemocracia de la “Tercera Vía”.

Esto no significa, que se excluyan de estos pactos a asociaciones solidaristas.

En otro orden de cosas, en la esfera internacional, somos coincidentes, con el apoyo al sistema institucional continental y global:

– ONU
– OEA.
– CELAC.
– SICA
– Etc.

Volviendo al ámbito interno, una propuesta de izquierda democrática, no puede dejar de lado el fortalecimiento del Sector de Economía Laboral (SEL), el que implica empresas de autogestión.

Como puede verse, el objetivo de todo lo anterior, es generar más democracia, en esto, nos oponemos a la tesis que expresara un ex presidente de la República, en el sentido de que lo más eficiente es: “Una dictadura en democracia”.

Ahora bien, esa democracia, no solo debe limitarse a lo político, debe ser social. Para ello, se requiere la intervención del Estado en la economía, para compensar las desigualdades impuestas por un sistema de dominación, que tiene tres componentes: 1) Una acción política, que favorece solo a quienes gobiernan y sus aliados; 2) una economía basada en el egoísmo y el individualismo, lo que ensancha la pobreza y la desigualdad; 3) una cultura opresiva y alienante, basada en lo que el Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, llama “la sociedad del espectáculo”.

En este punto, un movimiento de izquierda democrática o reformista, debe rescatar el Artículo 50, de nuestra Constitución Política: “El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza”.

Volvamos al tema de los partidos políticos, un partido de izquierda democrática, no debe ni puede ser elitista, en este aspecto, en nuestro sistema de partidos, hay estructuras que dicen defender una amplia democracia, pero no la practican. Aquí hay partidos, en los que un pequeño grupo de dirigentes, toman las decisiones. Las bases, solo ponen los votos.

No se trata de que militantes cuidadosamente escogidos, y férreamente instruidos deban tomar las decisiones importantes (Recordamos aquí las críticas del socialdemócrata Olof Palme, a los partidos comunistas de Europa)

Pero en Costa Rica, este no es un defecto, solo de partidos de izquierda, sino, también de lo que podría considerarse partidos del centro hacia la derecha (El Republicano Social Cristiano) y la derecha (Movimiento Libertario). La izquierda democrática, es y debe ser, un movimiento popular. La transformación social, debe ser empujada por las mayorías, y en pro del bienestar del mayor número.

Para tal fin, debe pretenderse más democracia (Willy Brandt), y esa mayor democracia, debe implicar una mayor apertura de oportunidades, no un igualitarismo, tipo “Socialismo del siglo XXI” y menos el libertinaje del capitalismo salvaje.

De nuevo, para ello, un verdadero movimiento reformista, no debe plantear la imposibilidad de cambiar la realidad y adaptarse a ella, sino, operar activamente el marco jurídico que permita, una verdadera democracia económica. En el caso de Costa Rica, esto lo permite el artículo 50, Constitucional.

Esta lógica, debe extenderse a la lucha en el ámbito internacional (Apoyo a otros movimientos democrático – reformistas en la esfera regional y mundial), luchando por condiciones de justicia en las relaciones entre los países desarrollados y subdesarrollados.

Para lograr lo anterior, debemos reencontrarnos con nuestra historia (Volvemos a recordar al padre Núñez), reencontrarnos con Alfredo González Flores, con Jorge Volio, con el socialismo de Manuel Mora, con el socialismo cristiano de Calderón Guardia, con la socialdemocracia de José Figueres Ferrer, Francisco Orlich, Daniel Oduber y Luis Alberto Monge.

En este punto, el Partido Liberación Nacional (PLN) o cualquier otro partido que asuma la denominación de socialdemócrata, debe ser claro, en el sentido de que el Estado Costarricense, ocupa un rol central en la orientación de las actividades sociales. En esto, mostramos una clara oposición a la “socialdemocracia flexible” o la denominada: “Tercera Vía”.

Esto no significa que, a su vez, no se reconozca que el Estado Costarricense requiera una reforma en materia de articulación y racionalidad. Eso sí, es lamentable, que inclusive algunos que se consideran más avanzados que las propias propuestas reformistas, digan que la obra socialdemócrata se ha convertido en social burócrata, desconociendo que este es un fenómeno de cualquier Estado moderno y que, en la denominada posmodernidad, se le deben buscar respuestas, con la ayuda de la revolución científico – tecnológica.

En este punto, se ha caído en la trampa neoliberal, de centrar el debate, en la disminución del aparato burocrático, el debate debería centrarse en: ¿Para qué se usa ese aparato?, esto implica definir de una vez por todas, la senda del modelo de desarrollo que debe seguirse: si se define que, el mercado debe ser el orientador de las actividades sociales, la burocracia, debe ser forzosamente disminuida; si por el contrario, se opta porque lo sea el Estado, debe darse una clara definición de ámbitos de acción, que permitan articular y racionalizar a la burocracia. Eso sí, en el segundo caso, esa burocracia, debe actuar, en pro de los sectores menos favorecidos de la sociedad.

Otro elemento que es clave en materia económica, es la lucha por generar un cambio cultural, de la concepción entre empresarios y trabajadores: ambos deben ser responsables en la elección de sus actividades y en el esfuerzo para sacar adelante a Costa Rica (José Figueres Ferrer)

Esto no niega la imperiosa necesidad de la economía de mercado, y el papel de esa economía en la lógica de la globalización, esto implica, que no puede negarse, la interacción entre las economías de los países, pero debe decirse, que esa interacción es desigual.

Ahora bien, opciones como el Movimiento Libertario y el partido Liberal Progresista, sueñan con dejar la actividad económica al juego libre del sistema de precios y mercados, por supuesto, que ellos nunca dirán, que ese libre juego es solo teórico y que en el fondo los monopolios privados, siempre tienen un importante rol.

Lo otro que nunca expresarán, es que entre otras, la crisis del 2008, volvió a mostrar que las fluctuaciones del capitalismo, tienen fortísimas consecuencias sociales. Por ello, el Estado debe intervenir en la economía, para proteger a los sectores que pueden verse afectados, con dichas fluctuaciones.

En lo que el reformismo actual, puede encontrar dificultades hoy por hoy, es en la tesis de proteger a un país subdesarrollado como Costa Rica (Esa es la triste verdad), con importantes falencias estructurales, frente a la dinámica económica multinacional (Estamos en tiempos, en los que por ejemplo, nuestra política comercial, está condicionada por los Tratados de Libre Comercio)

Ante esto, una visión reformista, que no teme a una síntesis ideológica, debe abrir las puertas a la tesis socialcristiana, de la economía social de mercado. Esto implica que el estudio de la economía nacional, debe poner por encima del criterio de las leyes económicas, los parámetros sociales, que minimicen las consecuencias de un capitalismo salvaje.

Hoy, contrario al pasado, debe combatirse la cultura política, que defiende un liberalismo trasnochado, y que, ha abandonado los principios reformistas que comenzaron con Calderón Guardia y encontraron su puntal, con Daniel Oduber. Hoy, hay sectores que repudian la colaboración, Estado – empresa privada, para un buen funcionamiento de la economía.

Ahora bien, este concepto reformista socialcristiano, debe ser matizado, con el componente de la planificación. Pero de esto, hablaremos más adelante…

Un reformismo que no teme a la síntesis ideológica, puede expresar que busca la libertad de mercado, con la equidad social…

Se trata de no perder la iniciativa individual, la productividad, la eficiencia, pero con solidaridad y con cooperación. Se trata de actores del mercado que sean responsables (Volvemos a recordar los conceptos de José Figueres Ferrer), en lo personal (Individual y jurídicamente) y social. Los derechos individuales, no están por encima de la justicia social y la solidaridad.

Este tipo de concepto, permite observar los avances que se pueden obtener en esa lógica, contestes a nuestro espacio y tiempo histórico (Recordamos de nuevo, a Víctor Raúl Haya de la Torre)

Así, un reformismo que no teme a una síntesis ideológica, no debe temer decir que se busca un humanismo económico y social. Esto sin renunciar a la planificación y combatiendo, el modelo de la economía de mercado clásico.

Esa economía de mercado clásico, aplasta la dignidad humana.

Esa economía de mercado clásico, aplasta los derechos de la persona humana.

Frente a ello (De nuevo), el reformismo busca la apertura de oportunidades, junto a la solidaridad con el resto de la sociedad. Esto es, la justicia social, con ese objetivo, deben irse construyendo, concertaciones sociales.

Ahora bien, un reformismo que no teme a una síntesis ideológica, debe complementar un concepto como el de la economía social de mercado, oponiéndose a conceptos absolutos de socialismo, a las críticas al Estado de Bienestar, a la confusión entre una sociedad libre y una sociedad neoliberal.

Desde una perspectiva reformista, de lo que se trata, es de generar una movilidad social, que se produzca como fruto de una mejor distribución de la riqueza. Esta es una forma de humanizar la economía.

Esa humanización implica, la participación del Estado, de los empresarios, de los grupos de presión, de los grupos de interés, de los consumidores, de los ahorrantes etc.

En este contexto, parte de la humanización, implica introducir, el componente ecológico. Ese componente es clave, para la sustentación del régimen democrático. Y a su vez, esa democracia, debe buscar métodos para alimentar la igualdad.

En este marco, al ser Costa Rica parte de Latinoamérica, debe abocarse a luchar contra la pobreza y a consolidar la democracia. Desde un conocimiento de la historia costarricense desde 1940 hasta mediados de los 80, es claro que el Estado, es un pilar fundamental en el desarrollo del país.

No se trata de ir contra una economía de mercado, se trata de introducirle un componente social, a favor de las mayorías. Se trata de crecer con equidad, ese objetivo, va a requerir de políticas sociales focalizadas, pero también universales. De este modo, se combatirá el neoliberalismo y la corrupción.

En la esfera de nuestra inserción en el mundo, ese combate al neoliberalismo y la corrupción, debe hacer que señalemos la creación y fortalecimiento de instancias que pongan freno al capitalismo especulativo, al capitalismo desordenado, al capitalismo de los ladrones (Así de duro como suena)

Esto nos introduce, en el tema de la ética. Aquí volvemos a recordar a José Figueres Ferrer, quien dijera que en lo económico, si se hablara de una Costa Rica ideal, preferiría un sistema económico socialista. Y en lo ético, que es lo principal, preferiría una sociedad cristiana. En este marco, podemos conceptuar, lo que San Juan Pablo II llamara, “la cultura de la solidaridad”, y esa cultura, niega per se, una economía excluyente e inequitativa (Papa Francisco)

Citamos el numeral 53, de la encíclica: “La alegría del Evangelio”: “…Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»”.

Con esto, una propuesta de izquierda democrática, se opone a la falacia de la teoría del derrame. Los que tienen el poder económico, nunca serán tan “bondadosos” para cumplirla. Con ello, se enraíza el anti valor del egoísmo y de la indiferencia, este es uno de los cánceres que se está comiendo a Costa Rica.

Desde esta lógica, aunque parezca contradictorio, una propuesta reformista, se torna revolucionaria, pero como diría Daniel Oduber, planteando una revolución posible, frente a la inequidad y la exclusión. Esa revolución posible, debe ser concretada, dentro de nuestro espacio y tiempo histórico.

Los reformistas o socialdemócratas (Digamos que clásicos para no confundir), debemos aspirar al poder, comprendiendo que Costa Rica, es plural, pero hoy, es menos solidaria, debemos aspirar, a que nuestra democracia sea representativa y participativa. Que este país sea un ejemplo de respeto a la dignidad humana y se promueva el bienestar del mayor número, bajo el criterio de la justicia social.

Ahora bien, hemos dicho que, el concepto reformista socialcristiano, de economía social de mercado, debe ser matizado, con el componente de la planificación. Pasamos de seguido, a explicarnos: contrario a lo que se piensa en el socialismo cristiano o la democracia cristiana, el desarrollo, implica la planificación.

En Costa Rica, deben volver a señalarse, metas concretas y la forma de alcanzarlas. De igual modo, el ahorro nacional, debe ser planificado, lo mismo, la distribución de la riqueza. Contrario a lo que piensan los neoliberales, la libertad individual, no puede ser absoluta.

Los cuerpos técnicos del Estado, deben investigar, estudiar y consultar, a todos los sectores interesados, para determinar la dirección del país. Las economías desarrolladas, planificaron, planifican y planificarán.

En este aspecto, vale la pena retomar la idea de la conformación de un Consejo Económico, en el que el sector público y privado, relacionado con el tema de la producción y con capacidad técnica de formular planes y programas económicos, apegados a las leyes, pueda presentarlos a las instancias del Estado, que toman las decisiones en la materia y las ejecutan.

En este tópico, también resulta clave, el fortalecimiento del MIDEPLAN, de cara a tener claridad en los objetivos de corto, mediano y largo plazo. Con esos objetivos, podrían formularse proyectos específicos de inversión en los diversos sectores productivos privados y públicos. Tales proyectos deben ser priorizados, dentro de los objetivos ya mencionados y contestes con el interés nacional (Definido por el programa de gobierno del partido ganador de las elecciones), pudiendo ser evaluables.

En materia de planificación, no puede olvidarse el control democrático, lo que permitiría a las diversas instituciones del Estado, conocer los planes, emitir juicios sobre ellos, asumirlos, transformarlos o rechazarlos.

Ahora bien, debe tenerse claro que para que el componente de planificación funcione, debe darse un liderazgo político claro, que pueda inspirar al pueblo, en un modelo de desarrollo, sustentado en la economía social de mercado y en el pilar de la planificación.

Estas ideas en torno a la planificación, no son nuevas, están inspiradas en lo que planteara en su momento, Rodrigo Facio.

Por otra parte, podríamos decir que desde el 2006, Costa Rica transita por un debate que tiene de fondo, alternativas extremas (Aunque no son las únicas), amparadas por la izquierda marxista (El FA) y la derecha neoliberal (ML)

Una propuesta de izquierda democrática, no opta por los extremos, sino por el gradualismo, por un avance evolutivo, que construya concertaciones sociales como su base de avance. Ese gradualismo, requiere que quienes gobiernan, sepan hacia donde van y cumplan esa travesía conforme a la Constitución y las leyes.

Este gradualismo, es lo que Daniel Oduber, llamaba la “Revolución Posible”, contrario a lo que plantean partidos como el FA y el ML (Incluso el PAC), que en campaña electoral ofrecen “el oro y el moro”, pero que de llegar al poder, no podrían ejecutar un cambio real (Seamos honestos: esto es lo que hemos visto en la administración Solís Rivera. Por prometer lo que ahora no puede cumplir, impide el cambio que es verdaderamente posible. Esto puede suceder igual, con el FA y el ML)

En pro de la absoluta claridad: la izquierda democrática, cree en el cambio social dentro de una lógica capitalista, democrática y social – reformista, en su acción de gobierno: esta izquierda democrática, no desdeña el sindicalismo, no teme a una reforma fiscal que afecte a los sectores poderosos, no rechaza la productividad vía reforma económica y la mejor distribución de la riqueza. Esto aunque duela a muchos, es una visión de capitalismo. La izquierda democrática, no teme a hablar de competitividad, pero competitividad no a costa de la explotación de los sectores trabajadores.

Se trata de promover el cambio social en paz. Sin violencia. Solo de este modo, puede lograrse otro tipo de país: esta conciencia debe generase en nuestro pueblo a través de la razón.

Ese cambio, no puede basarse en el mero enfoque en el crecimiento económico. Ese enfoque debe ser integral, debe promover a hombres y mujeres; a los costarricenses en general. El desarrollo no solo debe ser económico, debe ser cultural. Esto es clave, para que, frente a la sociedad de consumo, no crezca una sociedad vulgar, arrodillada al “mero espectáculo”.

Este cambio, debe tomar en cuenta, el componente ecológico. Al respecto, puede decirse mucho, lo resumiremos de este modo: un movimiento de izquierda democrática, que no teme a una síntesis ideológica, debe asumir las posiciones propias del Papa Francisco, en su encíclica: “Laudato SI”.

Tocaremos ahora, un punto final: la justicia social: mucho se puede decir respecto al modelo de liberalización económica, pero hay algo irrefutable: la brecha entre ricos y pobres, ha aumentado. Pero esto no significa, que se encuentre la respuesta, en una lucha de clases sociales.

La respuesta, se encuentra en el trabajo de alternativas, en el binomio: producción – distribución de la riqueza. De este modo, se combate la trampa del “igualitarismo”. En este punto, una propuesta de izquierda democrática, debe procurar que, todas y todos los costarricenses, tengan un Mínimo Vital (Tal y como lo explica don José Figueres Ferrer, en su libro: “La pobreza de las naciones”)

Ese Mínimo Vital, implica el que no se puede renunciar a que los habitantes accedan a:

– Alimentación.
– Educación.
– Seguridad social.
– Jubilación.
– Vivienda.
– Atención diferenciada a diversos sectores de la economía.

En este contexto, un movimiento de izquierda democrática, debe luchar por el cumplimiento del artículo 56, de nuestra Constitución Política, que a la letra dice: “El trabajo es un derecho del individuo y una obligación con la sociedad. El Estado debe procurar que todos tengan ocupación honesta y útil, debidamente remunerada, e impedir que por causa de ella se establezcan condiciones que en alguna forma menoscaben la libertad o la dignidad del hombre o degraden su trabajo a la condición de simple mercancía. El Estado garantiza el derecho de libre elección de trabajo”. Si de llegar al poder, la izquierda democrática logra ese objetivo, refutará las posibles acusaciones de paternalismo, que se le han hecho en el pasado.

Aún más, si los núcleos familiares no pueden obtener bienestar, como resultado de su trabajo, el Estado debe suplir esa deficiencia, lo opuesto (Esperar a que por libertinaje de mercado se equilibren las cosas), es promover la injusticia social.

Por ahora es suficiente, esperamos próximamente, profundizar en estos y otros puntos de nuestro credo político.

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